— Melisa espera. — La llamé pero me ignoró. — Melisa por favor. — Tomé su brazo. — Tú sabías que ésto podía pasar. — Ella me observo y negó con la cabeza. Luego jalo su brazo.
— ¿Qué sabía? ¿Qué sólo me veías cómo la opción de repuesto? ¿eso debo saber?
— Eres mi amiga, mi socia.
— Yo quería más. Y tú, me has cambiado por una colegiala. — Dijo con rabia.
— No te cambie, entré tu y yo nunca ha habido nada.
— ¡Por qué tú no has querido! — Gritó con desesperación. — Pero siempre has sabido de mis sentimientos por ti. — Sus ojos se pusieron llorosos. — Te has comprometido con una niña de 21 años, la pregunta es por qué. ¿La amas? ¿o es que te casas con ella para que te dé su virginidad?
— No sé de qué hablas.
— Te escuché hablando con Ramiro. Dijiste que es la primera vez que conoces a alguien virgen con esa edad y belleza.
— No es lo que piensas. ¿Creés que me casaría con ella por una razón tan tonta?
— No lo creó. Si esa fuera la razón te habrías casado conmigo hace mucho tiempo
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¿Eres psicólogo?
Rodrigo se da cuenta de los sentimientos reprimidos que tiene Melisa. Le pide que llore si lo necesita.
— No tengo ganas de llorar. — Responde ella tajante.
— Llevo más de dos meses trabajando con usted. La conozco bien. Se que cuando está triste es cuando mejor oculta esa tristeza.
— ¿Eres psicólogo?
— Dije que la conozco.
— Me vale que me conozcas. Qué te importe un bledo lo que me pase, o lo que siento. — Rodrigo sube la velocidad del auto. Melisa se asusta. — ¿Qué estás...? Baja la velocidad.
— ¿Por qué?
— No me gusta. Baja la velocidad ahora.
— No quiero.
— Carajo estoy asustada. Baja la maldita velocidad.
— Dijo que me debe importar un bledo lo que sienta. Eso estoy haciendo.
— Eres un inconsciente. ¿Me quieres matar?
— No. — Melisa se pone nerviosa y se agarra con fuerza del cinturón. Rodrigo al verla tan temerosa baja de apoco la velocidad y se estaciona. Melisa sale de el auto y vomita a un lado de la calle. Rodrigo se preocupa y va con ella. — ¿Está bien? — Melisa de la una fuerte bofetada.
— Estás despedido. No te quiero volver a ver. Inconsciente. Idiota. — Rodrigo la observa tranquilamente.
— ¿Se siente mejor?
— ¿Qué? — Melisa no puede creer el descaro de su empleado. La hace pasar el susto de su vida y actúa cómo si nada.
— Creó que está mejor. La llevaré a su casa.
— No voy contigo a ningún lado.
— Señorita, la calle es peligrosa para una mujer tan hermosa. La llevaré. Recogeré mis cosas y me iré. No me volverá a ver.
— Eso espero. — Melisa entra de nuevo al auto y maldice a Rodrigo. Esté actúa fríamente.
... De regreso en la casa de Melisa, ella sube a su habitación y se queda ahí lo que resta del día. Por la madrugada escucha que tocan su puerta con impaciencia. Ella no quiere bajar. Se asoma por la ventana y no ve a nadie. De nuevo trata de conciliar el sueño pero antes de poder la puerta de su habitación recibe una fuerte patada.
Ella se sobresalta y busca entré sus cosas algo con que defenderse. La puerta recibe unas patadas más y se rompe. Ella enciende la luz y ve a Diego.
— ¿Tú?
— Eres una desgraciada. Una maldita. — Diego se va sobre ella y le da dos bofetadas. Melisa no entiende que está pasando.
— ¿Cómo te atreves a golpearme? — Ella sostiene una de sus mejillas, mientras observa a Diego con resentimiento.
— Eres un asco de mujer . Ojalá nunca te hubiera conocido. — Diego le pega de nuevo.
— ¿Por qué me haces ésto? ¿Qué te hice yo? — Melisa llora de dolor.
— Me hiciste lo más bajo. Lastimaste a la mujer que amo. Pero tú vas a pasar por lo mismo que ella.
— ¿De que hablas? — Diego tira a Melisa sobre la cama y le rompe la blusa. — Déjame. No te atrevas. — Melisa intenta con todas sus fuerzas quitárselo de encima.
— ¿No es lo que siempre has querido?
— Suéltame. Estás loco. ¡Ayuda! ¡Ayuda! — Melisa grita.
— Cállate. — Diego la golpea de nuevo. Ella se desmaya y no despierta hasta el día siguiente. Al observar a su alrededor lo primero que ve es el rostro de Rodrigo. Su ansiedad por la noche anterior se desvanece momentáneamente. El la ve despertar y lo primero que hace es preguntarle cómo está.
— ¿Dónde estoy?
— En el hospital.
— ¿Qué pasó?
— El señor Diego la golpeó y...
— ¿Abusó de mi? — Unas lágrimas brotan de sus ojos.
— No. Tranquila. Eso no pasó.
— ¿Seguías en casa?
— No puede contactar a Jesús y fui a buscarlo. Estaba borracho así que lo lleve a su casa y regrese con usted en la madrugada. La oí pedir ayuda y subí.
— Muchas gracias. — Melisa llora de felicidad al saber que su cuerpo no fue tomado de una forma despreciable.
— ¿Lo golpeaste?
— Si.
— ¿Le pegaste muy fuerte? — Rodrigo se molesta al pensar que ella está preocupada por ese imbécil. Pero no quiere mentirle.
— Si. — El baja la cabeza.
— Bien hecho. — Melisa se ríe. Rodrigo levanta la cabeza y al verla sonreír se le llena el alma. — Acércate. — Rodrigo obedece. Al estar muy cerca Melisa le besa la mejilla.— Nunca te separes de mi lado. Cuídame por siempre.
— Usted me despidió.
— ¿Puedes volver a trabajar conmigo?
— ¿Tendré un aumento?
— Si.
— La cuidaré toda mi vida si es necesario. — Ambos se miran con los ojos brillantes. Melisa está sumamente agradecida con el.
Foto de Rodrigo.
tan linda asustada parece una niña.
afortunadamente su Rodrigo estará ahí siempre.
ya se están destapando las ollas podridas falta que Roberto el hombre perfecto pele el cobre y demuestre lo que es.
pero está enamorándose de Rodrigo.
Y que bien que el la proteja cuide y respete.