Acron Griffindoh y Cory Freud eran vecinos y fueron compañeros de escuela hasta que un meteorito oscureció el cielo y destruyó su mundo. Obligados a reclutarse a las fuerzas sobrevivientes, fueron asignados a diferentes bases y, a pesar de ser de géneros opuestos, uno alfa y otro omega, entrenaron hasta convertirse en líderes: Acron, un Alfa despiadado, y Cory, un Omega inteligente y ágil.
Cuando sus caminos se cruzan nuevamente en un mundo devastado, lo que empieza como un enfrentamiento se convierte en una lucha por sobrevivir, donde ambos se salvan y, en el proceso, se enamoran. Entre el deber y el peligro, deberán decidir si su amor puede sobrevivir en un planeta que ya no tiene lugar para los sueños, sino que está lleno de escasez y muertes.
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Aléjate
Xion, intentando recuperar la compostura, alzó las manos en un gesto de disculpa.
—Tranquilo, no vine a hacerte daño. Solo... vi algo que me llamó la atención.
Cory lo fulminó con la mirada.
—¿Qué le importa a usted? Váyase.
El general asintió lentamente, pero no pudo evitar una última mirada a la marca en el cuello de Cory antes de girarse para salir del baño.
Mientras caminaba de regreso por el pasillo, no podía dejar de pensar en lo que había visto. Aquella mordida no solo era un acto temerario, sino también un desafío directo a las normas de la base.
—Descubriré quién fue —se prometió—, y me aseguraré de que no vuelva a ocurrir.
El vapor aún se arremolinaba en el baño cuando Xion salió, sus pasos resonando en el pasillo vacío. Había esperado una confrontación con Cory, pero no se había imaginado lo intenso que sería mirarlo tan de cerca, enfrentándose a esos ojos verdes llenos de desdén. Era solo un niño, pensó, pero su actitud era la de alguien que había aprendido a defenderse del mundo mucho antes de tiempo.
Mientras se alejaba, su mente no dejaba de regresar a la marca en el cuello del chico. Aquella mordida era inconfundible: un alfa lo había reclamado. Y, sin embargo, el joven omega parecía ignorar o no entender la importancia de lo que significaba llevar una marca como esa, especialmente a su edad.
Xion llegó a su oficina, cerrando la puerta con un golpe seco antes de dejarse caer en la silla detrás de su escritorio. Encendió la lámpara que proyectaba una luz tenue, suficiente para iluminar los papeles esparcidos frente a él. Intentó concentrarse en los reportes diarios, pero su mente no cooperaba.
"¿Quién fue? ¿Y por qué lo hizo?"
La base tenía reglas estrictas. Ningún alfa podía marcar a un omega sin consentimiento mutuo y, mucho menos, a alguien tan joven como Cory. Era una violación no solo del código moral, sino también de las normas que mantenían el orden en medio del caos del mundo exterior. Xion apretó los puños.
"Si alguien aquí hizo esto, lo sabré."
La puerta de su oficina se abrió con un golpe inesperado, interrumpiendo sus pensamientos. Una figura conocida apareció en el umbral: Niurka, la general de la base vecina, con su postura siempre segura y su sonrisa ligeramente burlona.
—Xion, ¿te molesto? —preguntó, sin esperar una invitación para entrar.
—Siempre lo haces, Niurka. —Su tono era seco, pero había una pizca de camaradería en sus palabras.
Niurka cruzó los brazos, observándolo con curiosidad.
—Algo te tiene más tenso de lo normal. ¿Qué sucede?
Xion se tomó un momento antes de responder.
—Un omega... un chico. Tiene una marca en el cuello.
La expresión de Niurka cambió, la seriedad reemplazando su habitual aire despreocupado.
—¿En tu base? ¿Quién lo marcó?
—Eso intento averiguar. Es joven, demasiado joven para algo así.
Niurka asintió, caminando alrededor de la oficina antes de detenerse frente a la ventana que daba al patio de entrenamiento.
—Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Si alguien aquí rompió las reglas...
—Lo sé. Pero aún no estoy seguro de cómo proceder.
Niurka se giró hacia él, con una ceja levantada.
—Procede como siempre haces, Xion. Encuentra al responsable y encárgate de él.
Mientras tanto, Cory estaba sentado junto a su madre, Lisbeth, y Sigrid en el comedor, completamente ajeno a las preocupaciones del general. A pesar de su corta edad, Cory poseía una madurez que a menudo desconcertaba a quienes lo rodeaban. Había aprendido a observar, a escuchar, y a interpretar lo que otros no decían.
—Ese hombre... el general Xion. ¿Siempre es tan molesto? —preguntó, mirando a su madre.
Lisbeth suspiró, tomando un sorbo de agua antes de responder.
—Es su trabajo, Cory. Puede que no sea la persona más amable, pero está aquí para protegernos.
Sigrid, que estaba sentada al otro lado de la mesa, soltó una carcajada suave.
—¿Molesto? Más bien intimidante. Pero debo admitir que tiene un aire... imponente.
Cory frunció el ceño, apartando la mirada.
—No entiendo por qué todos los alfas creen que pueden entrometerse en todo.
Lisbeth intercambió una mirada preocupada con Sigrid, pero no dijo nada más. Sabía que su hijo estaba enojado, aunque no estaba segura de si era solo por el encuentro con Xion o por algo más.
Días después, Cory estaba en el área de entrenamiento, trabajando en sus habilidades de defensa personal. Aunque no era especialmente fuerte, había aprendido a usar su tamaño y agilidad a su favor. Su padre, un hombre que había sido un talentoso cibernauta antes del caos, también le había enseñado algunas técnicas básicas para defenderse.
Los entrenadores lo observaban con interés mientras derribaba a un compañero de práctica con un movimiento rápido y preciso. Uno de ellos murmuró algo al general Xion, que estaba en el borde del campo, supervisando.
—Tiene potencial, aunque aún es joven.
Xion asintió, sin apartar la vista de Cory. Había algo en el chico que lo intrigaba, algo más allá de la marca en su cuello.
"Es inteligente, rápido, y tiene una determinación que no he visto en muchos omegas."
Cuando terminó la práctica, Cory se dirigió al comedor, aún sudando por el esfuerzo. Xion lo siguió a cierta distancia, asegurándose de que no lo notara. Esta vez, no planeaba acercarse ni hablar con él. Solo quería observar, entender más sobre el joven que parecía desafiarlo en cada oportunidad.
Pero cuando Cory desapareció en los pasillos que llevaban a las duchas, Xion sintió un impulso repentino.
—Quédense aquí —le ordenó a sus escoltas—. No quiero que nadie entre.
Los hombres asintieron, tomando posición frente a la entrada.
Dentro del baño, el sonido del agua llenaba el espacio. Cory estaba bajo una de las duchas, disfrutando de un raro momento de tranquilidad. Pero esa paz se rompió cuando sintió una presencia detrás de él.
Se giró rápidamente, con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué hace aquí? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Xion no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en la marca en el cuello de Cory, ahora más visible por el agua que corría sobre su piel.
—¿Quién te hizo eso? —preguntó finalmente, su voz baja pero cargada de tensión.
Cory frunció el ceño, dando un paso atrás.
—Eso no es asunto suyo.
Xion apretó los dientes, luchando por mantener la compostura.
—Es mi base, y mi responsabilidad. Si alguien aquí te marcó, quiero saberlo.
—No fue aquí —dijo Cory, su voz más baja esta vez.
El general lo miró fijamente, tratando de descifrar la verdad detrás de sus palabras. Finalmente, asintió y dio un paso atrás.
—Está bien. Pero si alguien intenta hacerte daño, quiero que me lo digas.
Cory no respondió, simplemente lo observó con desconfianza mientras Xion salía del baño.
Esa noche, Xion no pudo dormir. La imagen de la marca en el cuello de Cory seguía rondando su mente, junto con preguntas que no podía responder. ¿Quién lo había marcado? ¿Por qué? ¿Y qué significaba para el futuro del joven omega?
Mientras tanto, Cory también estaba inquieto. Había algo en la forma en que Xion lo miraba, una mezcla de preocupación y algo más que no podía identificar. Aunque no quería admitirlo, una pequeña parte de él se sentía protegida por la presencia del general.
Pero también sabía que había secretos que no podía compartir, al menos no todavía.