Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:14
Mariana caminaba por las calles con el corazón acelerado, las manos sudorosas. Sabía que estaba en una encrucijada. Todo lo que había construido, todo lo que había sentido por Samuel, parecía desmoronarse ante sus ojos. Su vida se había convertido en un torbellino de emociones encontradas, de miedos y decisiones que la obligaban a replantearse todo. Pablo había hecho que su mundo se volviera incierto, y ahora debía enfrentar la verdad de lo que él significaba para ella.
La llamada de Pablo seguía resonando en su cabeza. “Esta vez no me iré sin tener lo que quiero. Te lo prometo.” Las palabras eran tan claras, tan amenazantes, que sentía como si él estuviera en cada rincón de su mente. No podía dejar que ese miedo dictara sus decisiones. ¿Pero cómo enfrentarse a él sin perderse en el proceso?
Llegó a su apartamento, cerró la puerta con fuerza, y se dejó caer sobre el sofá. Cerró los ojos, tomando una respiración profunda, tratando de calmar su mente. Samuel. El nombre de él siempre había sido un refugio, un recordatorio de la posibilidad de algo real y genuino. Pero ahora, con la sombra de Pablo sobre ella, todo parecía incierto.
En su corazón, Mariana sabía que lo que más deseaba era recuperar lo que había perdido con Samuel. El amor que sentía por él era auténtico, puro, pero también estaba la otra parte de ella, esa parte que había sido arrastrada por la manipulación de Pablo. La relación con él nunca había sido sana, pero la conexión que había tenido con Pablo en el pasado no podía ser borrada de un plumazo. Había algo oscuro, algo intoxicante en esa relación que la mantenía atrapada.
Mariana no podía dejarse llevar por el miedo. No podía permitir que Pablo tuviera el control sobre su vida. ¿Y Samuel?. ¿Qué pasaría si él ya no confiaba en ella? No sabía si Samuel estaba dispuesto a luchar por ella, o si simplemente la veía como una pieza rota que ya no tenía cabida en su vida. Su mente no podía dejar de dar vueltas a la idea de que tal vez había cometido demasiados errores, y ahora era demasiado tarde para corregirlos.
Con el teléfono en la mano, Mariana dudó por un momento antes de marcar el número de Samuel. Sabía que él probablemente no la contestaría, pero algo dentro de ella insistía en que debía intentarlo, al menos para decirle lo que realmente sentía. Después de unos segundos, la llamada fue contestada, y la voz de Samuel se escuchó al otro lado de la línea, grave, distante.
—Mariana, ¿qué pasa? —preguntó, pero algo en su tono indicaba que no estaba seguro de cómo seguir la conversación.
—Samuel, sé que las cosas entre nosotros no han sido fáciles, pero… —Mariana tragó saliva, sintiendo el nudo en su garganta—. Quiero que sepas que lo siento. He hecho cosas malas, pero te amo. Te amo. No quiero perder lo que tenemos, no quiero que esto termine así.
Hubo un silencio largo, tan pesado que Mariana sintió como si el tiempo se hubiera detenido. ¿Qué pensaría Samuel? ¿Acaso ella había roto la confianza que había entre ellos de manera irreversible?
Finalmente, él habló, y su voz sonó fría, distante.
—Mariana, te lo dije antes. No sé si puedo seguir confiando en ti después de todo lo que has hecho. Y… no sé si puedo seguir luchando por esto.
Mariana sintió una punzada de dolor en su pecho, como si algo se rompiera dentro de ella. ¿Qué quedaba de su relación si la confianza se había perdido? ¿Cómo podía reconstruir algo que parecía tan frágil, tan dañado?
—Entiendo… —respondió ella, su voz quebrada—. Solo quería que supieras cómo me siento. No quiero que esto termine así, pero si tú decides que ya no podemos seguir, lo respetaré.
Antes de que pudiera añadir algo más, la llamada se cortó. Mariana se quedó mirando el teléfono en silencio, sus dedos temblando. No sabía si estaba dispuesta a dejarlo ir. ¿Y si Samuel decidía que ya no quería estar con ella?
El dolor la envolvió, pero no podía quedarse ahí. No podía rendirse. Pablo aún la acechaba, y no podía seguir esperando a que la tormenta pasara por sí sola. Necesitaba enfrentarse a él, de una vez por todas.
Con una determinación renovada, se levantó del sofá, caminó hacia su escritorio y sacó el teléfono. Marcó el número de Pablo. Sabía que lo que iba a hacer era arriesgado, pero no podía quedarse quieta. Tenía que tomar las riendas de su vida, aunque eso significara enfrentarse a su peor pesadilla.
La llamada fue respondida al instante.
—¿Sí? —La voz de Pablo era suave, pero estaba cargada de una tensión palpable.
—Pablo, ya basta —dijo Mariana, su tono firme—. No voy a seguir siendo tu víctima. Te he dado demasiado poder sobre mí, y ya no puedo permitirlo. Si tienes algo que decir, dilo ahora, pero no voy a seguir siendo parte de tu juego.
Hubo una risa del otro lado de la línea, esa risa que la ponía nerviosa, que la hacía sentir que cada palabra que decía solo alimentaba su obsesión.
—¿De verdad crees que puedes escapar de mí tan fácilmente, Mariana? —respondió él, su voz burlona—. No lo entiendes, querida. Este no es un juego para mí. Es… venganza. Y no voy a detenerme hasta obtener lo que quiero. Y tú, mi querida, no eres libre. No lo serás jamás.
Mariana sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. La conversación con Pablo había terminado, pero las palabras de él seguían resonando en su cabeza. "No eres libre". La amenaza estaba clara. Él no la dejaría ir tan fácilmente.
Ella apretó los puños, con el rostro tenso. No podía permitir que Pablo la destruyera. Si quería recuperar su vida, su amor por Samuel, tendría que enfrentarse a la verdad de su propia lucha interna. No podía seguir viviendo con miedo, ni dejarse arrastrar por la manipulación de Pablo.
Mariana respiró profundamente y, con una determinación férrea, decidió que no iba a retroceder. Esta batalla no solo era con Pablo, sino con ella misma.
El camino por delante sería largo, lleno de decisiones difíciles. Pero Mariana estaba lista para enfrentarlas. Por fin, había tomado la decisión de luchar por sí misma.