Después de mí es una historia de amor, pero también de pérdida. De silencios impuestos, de sueños postergados y de una mujer que, después de tocar fondo, aprende a levantarse no por nadie, sino por ella.
Porque hay un momento en que no queda nada más…
Solo tu misma.
Y eso, a veces, es más que suficiente.
NovelToon tiene autorización de sonhar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 17
Elías se incorporó por completo, apoyando los codos sobre las rodillas.
—¿Qué significa eso, Nora? ¿Qué respuestas?
Ella respiró hondo. Su mano temblaba apenas al romper el sello del sobre.
—Significa que Valeria nunca estuvo tan sola como creímos… y que tú tampoco puedes seguir ignorando lo que ocurre a tu alrededor.
Sacó varios papeles y un pequeño fajo de fotografías. Nora respiró con dificultad al mirar una en particular, la que extendió hacia Elías.
—Mira esto.
Elías tomó la foto. Sus ojos se abrieron al reconocer a Valeria, parada en una calle oscura, rodeada por dos hombres de aspecto peligroso. Nora, con la voz quebrada, dijo:
—Cuando lo vi… pensé que me estabas ocultando algo. Que ella te había engañado todo este tiempo.
Elías negó de inmediato con la cabeza, la voz temblándole.
—No, Nora. No es lo que parece.
—¡Entonces dime qué significa! —exigió ella, apretando los demás papeles contra su pecho—. Porque aquí hay más fotos iguales. Valeria, con ellos… ¿qué debo pensar?
Elías sintió un frío recorrerle el cuerpo al repasar los rostros de los hombres. Su respiración se aceleró.
—Dios mío… —susurró—. Son los mismos… los mismos que me amenazaron en el estacionamiento.
Nora retrocedió un paso.
—¿Qué dijiste?
Elías levantó la vista hacia ella, con el rostro descompuesto.
—No tuve de otra, Nora… tengo que contártelo todo. Esos hombres son narcotraficantes.
Primero me advirtieron que si no callaba lo que se, arian daño a valeria, que no me metiera en lo que no entendía. Y yo pensé que todo terminaría ahí… —apretó los puños con rabia— pero hace unos días, volvieron. Esta vez me dejaron claro que no solo era ella… también tú.
El silencio cayó como un golpe seco. Nora se quedó paralizada, con las fotografías temblando en sus manos. Su mente se resistía a asimilarlo.
—¿A mí… también? —logró murmurar.
Elías asintió, con la voz rota.
—Sí. Y esa es la verdad que he estado callando. No quise decírtelo porque… porque es demasiado.
Nora lo miró, incapaz de pronunciar palabra. La confesión era demasiado fuerte, un peso que no estaba segura de poder cargar. Sus labios se entreabrieron, pero nada salió de ellos. Se quedó en silencio, inmóvil, como si el mundo acabara de caerse a pedazos bajo sus pies.
Ella seguía en silencio, con las fotos temblando entre sus manos. Elías se acercó un poco más, la miró con una mezcla de cansancio y determinación, y finalmente habló:
—Toda la noche no pude dormir pensando en cómo protegerte.
—Su voz salió grave, casi quebrada—. Con Valeria era distinto… ella siempre estuvo en medio de todo, y yo no podía controlarlo. Pero contigo… contigo es más fácil.
Nora levantó la vista, confundida.
—¿Qué quieres decir?
Elías tragó saliva y apretó los dientes antes de continuar:
—Quiero decir que tú aún puedes salir de esto. Aquí solo tienes un trabajo pequeño, nada que te ate de verdad. Puedes irte al extranjero, Nora. Solo tienes que elegir el país y yo me encargo del resto: los pasajes, el dinero, un lugar seguro.
Ella abrió los labios para protestar, pero Elías la interrumpió con un gesto.
—Escúchame, por favor. Si quieres, puedes llevarte a mamá contigo. Tú eres la única que la soporta, la única que tiene la paciencia para aguantarla… yo no puedo, no quiero verla. —Hizo una pausa, bajando la voz—. Pero eso no quiere decir que no la apoye. Te prometo que no les faltará nada. Yo seguiré enviando dinero.
Nora lo miraba con lágrimas en los ojos. Por un instante, vio a su hermano no como el hombre derrotado que estaba frente a ella, sino como aquel que siempre cargaba el peso de todos, aunque por dentro se estuviera rompiendo.
Por un segundo había dudas, miedos, todo lo que dejaría atrás: la plaza donde compraba el pan, la clase de costura que le gustaba, las siestas con su madre. Pero pensó en la voz firme de Elías cuando hablaba de seguridad, en la promesa de empezar de nuevo, y en su propio sueño: estudiar cocina.
Respiró hondo y, con la calma que le nacía de pronto, dijo:
—Acepto, hermano. Me voy con mamá.
Elías dejó escapar el aire como si se quitara un peso de encima. Se acercó y tomó sus manos con cuidado, como pidiendo permiso para cuidar de ella.
—Perfecto —dijo—. Puedes elegir el país: Italia, Francia o España. Hay escuelas prestigiosas y todo estará listo. Deja que arregle tu pasaporte y las nuevas identidades. Si quieres, puedes elegir el nombre que quieras tener de ahora en adelante.
Nora sonrió, una sonrisa pequeña pero decidida.
—No tengo problema con el nombre —respondió—. Elige cualquiera; lo importante es irnos y empezar.
—Hecho —replicó Elías—. Vuelvo en dos días con todo listo. No te preocupes por los trámites, tengo un amigo que nos puede ayudar.
Se abrazaron, breve y protectora la caricia de un hermano que prometía resguardar lo que aún quedaba de su familia. Nora recogió su abrigo, tomó su bolso y, con el corazón latiéndole en la garganta, salió hacia la casa de su madre. Necesitaba contárselo en persona; no podía dejar que Mercedes se enterara por terceros.
...****************...
Nora llegó a la casa de su madre con el corazón acelerado. Apenas cruzó la puerta, la señora Mercedes la miró con esa mezcla de cansancio y orgullo que siempre llevaba en el rostro.
—¿Qué haces aquí a estas horas, hija? —preguntó, acomodándose el chal que siempre usaba en los hombros.
Nora respiró hondo. No había espacio para rodeos.
—Mamá, tenemos que hablar.
—¿Pasó algo con Elias? —replicó la mujer enseguida.
—No, no es sobre ella. Es sobre nosotras. —Nora se sentó frente a su madre y la miró directo a los ojos—. Vamos a irnos del país.
Mercedes arqueó las cejas, sorprendida, pero enseguida sonrió con incredulidad.
—¿Qué estás diciendo, niña? Esta es mi casa, aquí he vivido siempre. No pienso irme a ninguna parte.
Nora apretó las manos sobre sus rodillas.
—Mamá, escucha. No es una elección. Nuestra vida corre peligro. Elías ya hizo los arreglos y nos vamos a Italia. Ahí podremos empezar de nuevo, lejos de todo esto.
El rostro de Mercedes se endureció.
—¿Y desde cuándo tu hermano decide por mí? ¡Yo no voy a abandonar mi tierra, mis recuerdos, mi vida!
—Mamá —Nora la interrumpió con firmeza—. Esta vez no es un capricho ni una decisión apresurada. Es cuestión de sobrevivir.
Si te quedas aquí, tarde o temprano te alcanzará lo que viene detrás de nosotros. ¿Quieres que un día te encuentre la muerte en tu propia sala por no haber querido escuchar?
El silencio pesó unos segundos en la habitación. Mercedes se levantó, caminó hasta la ventana y miró hacia la calle oscura.
Sus ojos reflejaban miedo aunque su boca seguía siendo dura.
—¿Y qué vamos a hacer allá? —preguntó con voz más baja, casi resignada.
—Viviremos tranquilas, mamá. Tendrás un techo, estarás conmigo… y yo por fin podré cumplir mi sueño de estudiar cocina. No es negociable. Nos vamos a Italia, y lo haremos juntas.
Mercedes se giró lentamente hacia ella. La mujer luchó con su orgullo, con las arrugas de la memoria, con la imagen de sus nietos imaginarios que ya no tendría aquí. Al final, la preocupación por la vida venció a la terquedad.
—Si estas decidida, hablas con tanta segurridad... —dijo Mercedes en voz queda—. No puedo dejarte sola, hija. Si tu hermano cree que es lo mejor... entonces me voy contigo.
Nora sintió cómo se le humedecían los ojos. Se inclinó y abrazó a su madre, con gratitud y alivio.
—Gracias, mamá. Te prometo que todo va a salir bien.
Mercedes apretó su mano como quien toma una promesa que no se atreve a creer del todo, pero que no puede ya rechazar.
por dar y no recibir uno se olvida de uno uno se tiene que recontra a si mismo