Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 18
La rutina comenzaba a parecerse a eso que algunos llaman felicidad. Después de semanas de acomodarse a una vida compartida, de sostener a Elena en sus avances, y de encontrar en lo cotidiano una especie de refugio, Jazmín y Esteban se sentían estables. No perfectos, pero sí profundamente conectados.
Esa mañana, mientras tomaban café en la cocina y leían el diario, Esteban recibió una llamada. El número no estaba agendado, pero el prefijo era de Nueva York. Frunció el ceño, dudó un momento, y luego atendió.
—¿Hola? ¿Quién habla?
Jazmín lo miró, con una cucharada de yogur detenida en el aire.
La voz al otro lado fue suave, femenina, pero clara.
—Hola, Esteban. Soy Sofía. No sé si te acordás de mí…
Él tardó un segundo en conectar el nombre. Y cuando lo hizo, su cuerpo se tensó de inmediato.
—Sofía… —repitió, mientras se levantaba para alejarse de Jazmín—. ¿Qué pasa? ¿Por qué me llamás?
Jazmín sintió el cambio de tono. Se quedó en silencio, sin moverse, pero su pecho comenzó a comprimirse.
—Necesito hablar con vos —dijo Sofía del otro lado—. No es algo que pueda esperar. Y tampoco puedo contártelo por teléfono.
—Estoy en Buenos Aires.
—Lo sé. Yo también. Llegué hace dos días.
Un silencio espeso cruzó el auricular. Esteban apretó la mandíbula.
—¿Dónde estás?
—En el hotel de siempre. Avenida Alvear. ¿Podés venir?
Esteban no contestó enseguida. Miró hacia la cocina, donde Jazmín lo observaba con una mezcla de inquietud y confusión.
—Voy para allá —dijo finalmente, y cortó.
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Jazmín se acercó con lentitud, el corazón latiendo con fuerza.
—¿Quién era?
Esteban dudó un segundo.
—Una ex. De hace mucho.
—¿La misma que apareció aquella vez?
—No. Otra. Se llama Sofía. Es… complicada.
—¿Qué te dijo?
—Que necesitaba hablar conmigo. Que está en Buenos Aires.
—¿Y vas a ir?
—Sí. Quiero saber por qué volvió. Pero te prometo algo, Jazmín: no hay nada que esconda. Cuando vuelva, te cuento todo.
Ella asintió, sin decir palabra. Pero algo dentro suyo se contrajo. No era desconfianza. Era miedo. Miedo a lo que el pasado podía traer. A lo que una sola noticia podía desordenar.
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Elena notó el ambiente cargado cuando bajó para tomar su medicación.
—¿Pasó algo?
—Esteban salió —dijo Jazmín, intentando sonar natural—. Lo llamó alguien del pasado.
Elena la miró con atención. Su intuición no fallaba.
—¿Una ex?
Jazmín asintió con un gesto.
—Volvió. Y necesita hablar con él.
—¿Estás bien?
—No lo sé. Quiero confiar. Pero también sé que el pasado a veces no viene solo.
Elena le tomó la mano.
—Esteban te ama. Eso es lo único que importa ahora. Sea lo que sea, va a enfrentarlo con vos.
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Sofía lo esperaba en el bar del hotel, vestida con sobriedad, pero siempre impecable. Tenía el mismo aire sofisticado de antes, pero también una mirada cansada, algo opaca.
—Gracias por venir —dijo cuando lo vio llegar.
Esteban no se sentó enseguida.
—Hacelo corto, Sofía. No estoy para juegos.
Ella respiró hondo, y fue directa.
—Tengo una hija, Esteban.
Él se congeló. No pestañeó.
—¿Y?
—Es tuya.
El silencio que siguió fue tan brutal que hasta el murmullo del bar pareció apagarse.
—¿Qué estás diciendo?
—Se llama Valentina. Tiene cinco años. Y es tu hija.
Esteban se quedó inmóvil. El corazón le latía con fuerza, los oídos comenzaban a zumbarle. Negó con la cabeza.
—No… Eso no es posible. Siempre usamos protección. Y nunca me dijiste nada.
—Me enteré cuando ya no estábamos juntos. Me fui a Nueva York y decidí criarla sola. Pensé que era lo mejor. Pero ahora… está enferma. Tiene una enfermedad genética. Necesita un trasplante de médula, y sos su única posibilidad.
Esteban sintió que el piso se abría bajo sus pies.
—¿Enferma?
—Sí. No es urgente todavía, pero el tratamiento es costoso, y quiero que la conozcas. Que decidas si vas a ayudar.
Esteban se sentó. Su mente no podía seguir el ritmo de la información. Hija. Enfermedad. Trasplante.
—Necesito una prueba de ADN —logró decir—. Y quiero conocerla. No me voy a negar a ayudar. Pero no me pidas que lo entienda todo en cinco minutos.
Sofía asintió, visiblemente afectada.
—No quiero sacarte nada. Solo… necesitaba decirte la verdad.
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Cuando volvió a casa, ya era de noche. Elena estaba en su habitación. Jazmín lo esperaba en el living, con los brazos cruzados y el rostro lleno de preguntas que no se animaba a formular.
Esteban se acercó con calma. Se sentó a su lado.
—Tengo que contarte algo.
Ella asintió, tensa.
—Sofía… tiene una hija. Y dice que es mía.
Jazmín abrió los ojos con sorpresa.
—¿Qué?
—Se llama Valentina. Tiene cinco años. Y está enferma. Necesita un trasplante de médula. Me contactó porque cree que soy compatible.
Jazmín tardó unos segundos en procesarlo.
—¿Y lo sos?
—Todavía no lo sé. Pero si lo soy, la voy a ayudar.
—¿Y pensás hacerte cargo de ella?
—No lo sé. Quiero conocerla primero. Entender si realmente es mi hija. Pero si lo es… no puedo darle la espalda.
El silencio entre ellos se volvió espeso, como una bruma que cubría todo.
—¿Querés que me aleje? —preguntó él, con voz baja.
Jazmín lo miró, herida, pero firme.
—No. Pero necesito tiempo. Para entender qué siento. Para acomodar todo esto dentro mío.
Esteban le tomó la mano.
—Yo no te elegí solo para los días felices. Te quiero en mi vida, aunque el pasado se empecine en volver. Pero si esto cambia algo para vos, lo entiendo.
Ella se levantó.
—No cambia lo que siento. Pero sí me enfrenta con un miedo que no sabía que tenía.
Y sin decir más, se fue a la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
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Esa noche, Esteban durmió en el sofá. No porque pelearan. Sino porque ambos necesitaban espacio.
Y aunque el amor seguía ahí, vibrando entre los rincones de la casa, una grieta había comenzado a abrirse.
Una grieta que no sabían aún cómo cerrar.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
gracias por compartir