El Corazón De La Villana

​La Princesa Alina sintió el cansancio agradable que seguía a un entrenamiento intenso. Dejó el arco y las flechas, y se secó el sudor de la frente.

​—Hemos terminado por hoy, Zara —dijo, su voz más firme de lo habitual.

​—Ha sido un día productivo, Alteza —respondió Zara, recogiendo las flechas y el arco —. Su puntería y esos movimientos... me siento mucho más tranquila sabiendo que puede defenderse así.

​Alina sonrió, una sonrisa genuina de satisfacción. Se dirigió a sus aposentos, donde se sumergió en un baño caliente, dejando que el agua templada relajara sus músculos tensos. Sus sirvientas la ayudaron a vestirse con un vestido de seda ligera, y se dispuso a descansar en su diván mientras la Capital se sumía en el crepúsculo.

la capital a estado tranquila quisiera saber que está pasando en la frontera no he visto a papa se la pasa en su oficina ocupado además quisiera saber si mi hermano Ray que está actuando en el Sur encontró alguna prueba. Y el Duque Salvatierra pudo rastreando la corrupción en el Este. Yo puse las primeras fichas quisiera saber si ellos son capaces de mover Las piezas Todo lo que puedo hacer ahora es esperar la hora de la cena y confiar en que mis hermanos y mi tío actúen con rapidez. Espero ver a papá esta vez en la cena.

​En el Ducado del Sur, el Príncipe Ray y su equipo de élite se movían con la eficiencia de sombras entrenadas. La otra mitad de su escuadrón, liderada por Torian, había creado una distracción a las afueras del barco simulando una gran pelea entre marineros borrachos. El caos calculado y la distracción de la tripulación del barco permitio a Ray y a su grupo deslizarse hacia las bodegas del barco de Cristal.

​Ray no perdió tiempo. Con una llama de fuego derritió inmediatamente la cerradura de la primera celda.

​—¡Soy el Príncipe Ray del Imperio Mondragón! ¡Están a salvo! —anunció en voz baja pero imperiosa a las aterrorizadas figuras dentro.

​El pánico se transformó en incredulidad y luego en un aluvión de gratitud. El Príncipe actuó rápido, liberando celda tras celda con su magia de oscuridad conjuro un portal que permitia alas personas atravezarla y transportarse a otra parte Su escuadrón se organizó , guiándolos discretamente hacia la orilla del puerto, donde otros soldados de Ray, disfrazados de lugareños, los aguardaban para ponerlos a salvo en un escondite seguro. La operación de rescate fue la prioridad y se ejecutó con una rapidez asombrosa, evitando cualquier enfrentamiento innecesario que pusiera en peligro a los rehenes.

​Una vez que los esclavos estuvieron a salvo, la táctica cambió. Ray subió a cubierta, encontrándose con Torian.

​—¡Libres! ¡Aseguremos a los tripulantes! —ordenó Ray.

​El pequeño grupo imperial, con una coordinación brutal, desarmó y sometió a la tripulación de Cristal. La sorpresa y la disciplina imperial fueron demasiado para los marineros, que no esperaban un asalto tan audaz en un puerto supuestamente seguro.

​En menos de quince minutos, toda la tripulación, incluido el capitán, estaba amarrada en las bodegas, ahora vacías de esclavos. ​Ray se acercó al capitán de Cristal, que escupía en el suelo con rabia.

​—Vas a hablar. ¿Quién está detrás de esto? —exigió Ray.

​El capitán, al principio desafiante, se rindió bajo la presión del interrogatorio y las tácticas de Ray. No tardó en confesar el nombre del socio local.

​—¡El Duque montes! ¡Él nos proveía la mercancía! Era un trato, un plan para desestabilizar la región.

​Otro marinero, bajo la amenaza, reveló más:

​—Era un acuerdo entre el Duque montés, un tal Duque Petrob de otro ducado imperial, y el Rey de Cristal mismo. Petrob usaba sus contactos para obtener... para obtener las personas, y el Duque del Sur las transportaba fuera del Imperio. El Rey de Cristal garantizaba el paso y la venta en los mercados lejanos. ¡Una gran conspiración!

​Ray sintió un escalofrío de furia. Dos Duques, conspirando con el Rey enemigo no solo para atacar la frontera, sino para vender a la gente del Imperio como ganado.

​—Torian, deje dos hombres para asegurar el barco y custodiar a estos traidores. El resto, síganme. Vamos a arrestar al Duque montés

​El Príncipe Ray y su menguado escuadrón, se acercaron a la mansión del Duque.

​Ray se plantó frente a las puertas y golpeó con fuerza.

​—¡Soy el Príncipe Ray! ¡Vengo a ver al Duque en nombre del Emperador!

​Los guardias, atónitos ante la presencia de un Príncipe Imperial, abrieron las puertas de inmediato.

​Pocos minutos después, el Duque del Sur salió al recibidor, con una sonrisa aceitosa.

​—¡Alteza Ray! ¡Qué sorpresa tan maravillosa! ¿Qué hace por estas tierras? No avisó de su llegada. Permítame que ordene que le preparen una habitación de inmediato, y...

​—Detente, Duque —la voz de Ray era como hielo. Cortó la cortesía del Duque sin contemplaciones—. He venido por una razón muy diferente.

​La sonrisa del Duque se desvaneció. Vio los ojos de Ray, duros y acusadores, y a los hombres que lo acompañaban cuya postura no era la de una escolta ceremonial.

​—Duque del Sur, en nombre de Su Majestad Imperial, el Emperador Ares Mondragon, queda arrestado por conspiración, secuestro, comercio de esclavos y traición al Imperio. Será llevado de inmediato a la Capital para esperar su juicio.

​El Duque palideció. Comprendió en ese instante que lo habían descubierto, que su red había sido desmantelada.

​—¡No! ¡Esto es un error! ¡Yo soy un noble muy leal al Emperador ¡No pueden hacerme esto! —gritó el Duque, tratando de girarse para escapar por una puerta lateral.

​Pero Ray fue más rápido. Con una agilidad que sorprendió a todos, desenvainó su espada y bloqueó el camino del Duque.

​—No lo intente, traidor.

​El Duque, desesperado, desenvainó su propia espada. —¡Guardias! ¡Detengan a este... a este intruso! ¡Es una conspiración encontra mia!

​Se desató una breve pero violenta lucha con espadas en el recibidor. Los guardias del Duque intentaron proteger a su señor, pero el pequeño escuadrón del Príncipe Ray era demasiado fuerteya que pertenecen a la élite del ejército del emperador, enfurecido por la traición descubierta, lucharon con una ferocidad inigualable. El Príncipe mismo enfrentó al Duque, que, a pesar de su corpulencia, era un espadachín mediocre. Ray lo desarmó con un golpe limpio y lo inmovilizó.

​—Está acabado, Duque. Su traición terminó —dijo Ray, con la punta de su espada en la garganta del hombre.

​Con el Duque sometido, Torian y el resto del escuadrón aseguraron a los guardias restantes. Ray dio la orden final.

​—Apresen a toda la familia. La esposa y los hijos. No podemos permitir que escapen y se unan a la conspiración. Serán interrogados en la Capital.

​Las figuras de la familia del Duque salieron de los salones gritando. La Duquesa lloraba, mientras sus hijos protestaban con indignación.

​—¡No es justo! —gritó la Duquesa—. ¡Somos la nobleza! ¡Esto es una afrenta! ¡Mi esposo es leal al Emperador!

​—La lealtad no se compra, Duquesa, se prueba —respondió Ray con frialdad—. Y la prueba de la traición de su esposo está en un barco de Cristal, lleno de personas de nuestro Imperio destinadas a la esclavitud.

​Ray no perdió más tiempo. Mandó a que el Duque y su familia fueran atados y preparados para el viaje de regreso a la Capital, una procesión humillante que serviría de advertencia a cualquier otra nobleza con ideas de traición. El Imperio no toleraría ni la agresión externa ni la traición interna