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Ni Villana, Ni Santa

Ni Villana, Ni Santa

Status: Terminada
Genre:Romance / Mujer poderosa / Magia / Reencarnación / Mundo mágico / Villana / Completas
Popularitas:317.3k
Nilai: 5
nombre de autor: LunaDeMandala

Esther renace en un mundo mágico, donde antes era una villana condenada, pero cambiará su destino... a su manera...


El mundo mágico también incluye las novelas

1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa

** Todas novelas independientes **

NovelToon tiene autorización de LunaDeMandala para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Elogios

Días después, en la sala privada del palacio imperial, el emperador Vitorio Volt sostenía entre sus manos el informe que Arturo le había hecho llegar. Sus ojos, cargados de fuego y severidad, recorrían cada línea con el ceño fruncido. La sola mención del nombre de Fabio lo hizo soltar un gruñido bajo.

—¡Insolentes! —rugió, dejando caer el documento sobre la mesa de mármol—. Se atreven a conspirar dentro de la Isla de Oro… no merece ninguno de ellos piedad. Mandaré ejecutar a Fabio y a sus cómplices antes de que siquiera puedan mover un dedo.

El silencio se quebró con la voz serena, pero firme, de la emperatriz Emma, que hasta entonces lo había observado con paciencia.

—Vitorio… —dijo, caminando hacia él y posando su mano suavemente sobre la suya—. Si los matas ahora, antes de que actúen, solo lograrás dos cosas: primero, alertar a quienes realmente están detrás de ellos; y segundo, destruir cualquier oportunidad de descubrir toda la red.

El emperador giró hacia ella con gesto que mostraba su admiración y respeto.

—No creo que ese Fabio sea un líder —replicó con un deje de desdén—. Emma, él es solo un perro rabioso que debe ser sacrificado.

—Precisamente por eso —respondió ella con calma, mirándolo directo a los ojos—. Un perro rabioso no actúa solo. Si Fabio y sus hombres se atrevieron a infiltrarse en la Isla de Oro, no es por valentía propia: alguien más los respalda. Y no hablamos de bandidos comunes. Si se sienten tan confiados, es porque tienen el apoyo —o al menos la protección— de otras casas nobles.

Vitorio permaneció en silencio, meditando sus palabras. Ella lo conocía mejor que nadie: bajo su ira latía un instinto político implacable.

—¿Entonces sugieres que deje a mi hijo jugar con ellos? —murmuró con el ceño apretado.

—No es un juego, Vitorio —dijo Emma con firmeza, pero sin perder dulzura—. Es una prueba. Arturo ya ha demostrado que sabe manejarse. Déjalo investigar, seguir las pistas y desenmascarar a quienes están detrás. Solo así podremos golpear a la serpiente en la cabeza, no a la cola.

El emperador exhaló lentamente, mirando con cariño a su amada emperatriz. Finalmente, asintió con pesadez.

—Está bien. Que Arturo continúe con la investigación. Pero si Fabio comete el más mínimo movimiento en falso… no tendrá más que cenizas como destino.

Emma sonrió levemente. Había ganado, una vez más, la batalla de la razón sobre la furia de su esposo.

Arturo terminó de leer la carta de su padre y dejó escapar un suspiro profundo. El mensaje era claro: debía seguir investigando, Fabio no sería ejecutado de inmediato. La decisión tenía la huella de la emperatriz Emma, lo sabía.

Cuando Esther entró en el despacho, lo encontró con el ceño fruncido, la mirada fija en el documento sobre la mesa.

—¿Y bien? —preguntó con tono expectante.

—Mi padre quiere que continúe con la investigación —respondió Arturo, sin apartar del todo los ojos del papel—. Fabio vivirá… por ahora. Mi madre intervino, era evidente.

Esther sonrió levemente. Se acercó a él, posando una mano ligera sobre el respaldo de la silla.

—Eso significa que confían en ti, Arturo. No cualquiera recibe una tarea tan delicada… tu padre sabe que tienes la cabeza y el temple para manejarla.

Él apretó los labios, como si las palabras le incomodaran.

—Solo estoy cumpliendo con mi deber —replicó, en un tono más bajo del habitual.

Esther inclinó un poco la cabeza y lo observó con picardía.

—Tu deber, sí… pero también tu talento. —Dejó que sus dedos se deslicen suavemente por su hombro, notando lo rígido que estaba bajo la tela del uniforme—. Aunque confieso que a veces me resulta difícil concentrarme cuando estás frente a mí… con esa postura, esa fuerza contenida…

Arturo se removió en la silla, claramente incómodo con el elogio, aunque en su rostro asomaba un leve rubor.

—Esther… —murmuró, sin atreverse a mirarla directamente—. No deberías decir esas cosas.

—¿Por qué no? —respondió ella, rodeándolo por detrás para inclinarse un poco más, dejando que sus dedos rocen su brazo con intención—. ¿Es un crimen admirar a un hombre guapo?

Él tragó saliva, sin apartar la vista del escritorio, como si aferrarse a la seriedad lo protegiera de aquella cercanía.

—No estoy acostumbrado a… a esos halagos —admitió en voz baja.

—Entonces tendrás que acostumbrarte —dijo ella con suavidad, apoyando por un instante la palma de su mano en su pecho, justo donde sentía el latido acelerado—. Porque pienso repetirlos muchas veces.

Arturo cerró los ojos un segundo, respirando hondo. No la apartó, pero tampoco se giró hacia ella. Era evidente que parte de él deseaba ceder, y otra parte aún se aferraba a la timidez que lo caracterizaba en lo íntimo.

El príncipe permanecía en silencio, rígido en su silla, como si la disciplina de soldado lo mantuviera anclado al deber y lejos de cualquier impulso. Pero Esther, al ver su leve rubor y ese intento torpe de ocultar sus emociones, no pudo evitar sonreír con malicia.

Ella rodeó lentamente la silla y se colocó frente a él. Apoyó ambas manos sobre el escritorio, inclinándose lo suficiente como para obligarlo a levantar la mirada.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti, Arturo? —preguntó con voz baja y un deje provocador.

Él frunció el ceño, desconcertado.

—No deberías decirlo…

—Tu resistencia —interrumpió ella, ladeando la cabeza con picardía—. Porque, aunque finjas que no escuchas mis elogios, tu rostro me lo dice todo.

Antes de que él pudiera replicar, Esther extendió la mano y, con delicadeza, rozó la línea de su mandíbula, obligándolo a girar el rostro hacia ella. La piel de Arturo se tensó bajo su contacto; su respiración se volvió un poco más profunda.

—Eres fuerte, eres inteligente… y sí, también eres un hombre atractivo —continuó ella, acariciando apenas con la yema de sus dedos—. ¿Por qué habría de callar lo que pienso?

Arturo cerró los ojos por un instante, luchando consigo mismo. Cuando los abrió, la intensidad de su mirada hizo que el corazón de Esther se acelerara.

—Esther… —dijo en un murmullo grave, con un tono entre advertencia y súplica—. No sabes lo que haces.

Ella sonrió, acercándose un poco más, hasta que sus labios quedaron a un suspiro de distancia.

—Creo que sí sé lo que hago… lo que no sé es cuánto tiempo más podrás resistir.

El silencio entre ambos se volvió denso, cargado de una tensión eléctrica. Arturo no se movió, pero tampoco retrocedió. Su mano, apoyada en el borde de la mesa, tembló apenas, como si estuviera a punto de alzarla para detenerla… o para atraerla hacia sí.

Esther, satisfecha de ver esa grieta en la coraza de timidez de su prometido, se apartó apenas un paso, dejando que el aire entre ellos se llenara de lo no dicho.

—No te preocupes, Arturo —dijo con una sonrisa traviesa—. Sé esperar… pero también sé insistir.

Él permaneció en silencio, aún turbado, consciente de que por primera vez no había logrado mantenerse del todo impasible frente a sus provocaciones.

La habitación estaba en penumbras. Arturo había despachado a sus asistentes temprano y ahora se encontraba solo, sentado en el borde de la cama, con la carta del emperador todavía sobre la mesa. Había cumplido con su deber: la investigación debía continuar, Fabio viviría de momento. Esa debía ser su prioridad. Y sin embargo… no era lo único que ocupaba su mente.

El recuerdo de Esther inclinándose hacia él, tan cerca que pudo sentir su aliento, lo perseguía como un fantasma ardiente.

[No deberías decir esas cosas] se había repetido, aunque en su interior supo que lo que más temía no eran sus palabras, sino el efecto que tenían sobre él.

Se pasó una mano por el cabello, frustrado. Nunca había sido un hombre que se dejara desarmar con facilidad. Él siempre habia sido mesurado, tranquilo reflexivo a diferencia de su hermano Leandro, quien era impulsivo, extrovertido y vivaz… En la corte lo respetaban por su severidad, en el campo de batalla por su templanza. Pero ella… ella no jugaba con las mismas reglas.

Cada elogio suyo lo hacía sentirse vulnerable, como si de pronto todo el control que había aprendido desde niño se tambaleara. Y lo peor era la verdad que había descubierto en sí mismo: no quería apartarla.

—¿Qué me estás haciendo, Esther? —murmuró en voz baja, con un deje de desesperación que no se permitía mostrar frente a nadie.

Se levantó y caminó hasta la ventana. Afuera, la luna bañaba los tejados de la isla de Oro con un resplandor plateado. Arturo apretó los puños contra el alféizar.

Por primera vez en mucho tiempo, comprendió que su mayor batalla no estaba en los pasillos de la política, ni en los oscuros planes de Fabio, sino en el interior de su propio pecho.

Ella lo había provocado… y él había estado a un paso de ceder. El simple recuerdo del roce de sus dedos en su mandíbula lo hacía estremecerse.

Y aunque parte de él quería mantener la distancia, otra parte más poderosa, más honesta, susurraba que tarde o temprano no podría resistirla.

—Eres peligrosa, Esther… —admitió con una media sonrisa amarga, dejando que la brisa nocturna refrescara su rostro—. Más peligrosa que cualquier enemigo.

1
Diosa David Torres
Vaya la doble moral de la jerarquía saben todo y simplemente no hacen nada 😏😏😏
Lecris
es al contrario, más precisión en los detalles
Lecris
hasta que por fin dice algo coherente, y cuando un hombre dice no estar listo allí no es, el que te quiere no espera años en meses ya te hace su esposa
Lecris
todo es imperceptible en el
Lecris
es ridícula y sin dignidad, medio la mira y ya cree que el está enamorado y le presta atención, un hombre que vive ignorandote, y tú arrastras por el, que poco valor te das, si eres tan bella como te describen y rica y según inteligente, por muy guapo no estaría allí detrás de el, que vergüenza para nosotras las mujeres
Lecris
claro y el emperador sabiendo todo, no hacía nada, dejaba que se comercie con gente, solo observaba
Lecris
mucho repites ya no soy la villana de siempre, molesta leer eso casi en cada texto
Lecris
el espíritu maligno ya salió🤭
Alejandra Mabel Miño
muy hermosa historia gracias!
Beatriz Lugo
la pregunta que siempre me he hecho ¿ por qué ellos viven en el durado si ella no es la duquesa? También esos duques se aprovechan de los negocios de su hija para gastar en viajes y lujo. No creo que viajando por largo tiempo aporten al durado.
Beatriz Lugo
yo no doy besos sin lavarme los dientes primero🤭🤭
Beatriz Lugo
ese beso es incómodo para él. ella sentada y el de pie con lo alto que es. y aún así la sobeteo 😂😂😂😂
Beatriz Lugo
creo que ella muestra la misma frialdad que él mostraba , de alguien aprendió. por otro lado ella es una chica empoderada y tenía una vida de negocios activa por lo que no debe echarse a morir por el hecho de que éll se vaya. la vida continúa y si siente algo por ella volverá.
Solo_Ro
Y qué esperabas?!!! 🤦🏻‍♀️...vos mismo colocaste una línea y si no te decidis de una vez te vas a quedar sólito!
Solo_Ro
Bien!!! bien decidido!👍🫶...
Beatriz Lugo
y la fuente no estaba iluminada por la luz de la luna🤔🤔🤔 no será buenas noches
Carola 🦋
Hermosa historia
Carola 🦋
Creo que fue demasiada podían mágica jajajajaja se t pasó la mano jajajaja
Carola 🦋
Ya con eso se lo ganó jajaja
Yesica Villegas
la Esther anterior era realmente mala pero solo porque quería la atención de sus padres, no unos padres ausentes que solo le llenaban de cosas materiales
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