FERNANDO LÓPEZ fue obligado a asumir a una esposa que no quería, por imposición de la “organización” y de su abuela, la matriarca de la familia López. Su corazón ya tenía dueña, y esa imposición lo transformó en un Don despiadado y sin sentimientos.
ELENA GUTIÉRREZ, antes de cumplir diez años, ya sabía que sería la esposa del hombre más hermoso que había visto, su príncipe encantado… Fue entrenada, educada y preparada durante años para asumir el papel de esposa. Pero descubrió que la vida real no era un cuento de hadas, que el príncipe podía convertirse en un monstruo…
Dos personas completamente diferentes, unidas por una imposición.
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Capítulo 14
Fernando López apoyaba los codos en el barandal del balcón, el vaso de whisky descansando entre sus dedos firmes. El líquido ámbar reflejaba la luz de la ciudad de Madrid, que se extendía ante él como un mar de promesas y de recuerdos amargos. Detrás, en el cuarto, el silencio solo era interrumpido por el suave sonido de la respiración de Elena.
Él no necesitó voltearse para saber que ella ya se había acostado. Había algo casi ceremonial en la forma en que ella se acomodaba entre las sábanas de seda, discreta, sin osar exigir nada, sin imponer el deseo que cualquier joven recién casada tendría. Ella apenas ocupaba su espacio, obediente, esperando...
Fernando cerró los ojos por un instante y tragó otro sorbo de whisky, permitiendo que la quemazón descendiera por la garganta y calentase el dolor que palpitaba dentro de él.
"¿Qué vida estoy construyendo? ¿Qué le estoy ofreciendo a esa niña?"
Se volteó discretamente y la observó. Helena dormía de lado, el rostro levemente girado hacia él. Sus cabellos oscuros se esparcían por la funda de la almohada, y la expresión de su rostro era serena, casi angelical. Por un momento, Fernando sintió algo que no quería admitir: una punzada de ternura.
Era demasiado joven, pensó. Veinte años, moldeada por diez largos años de espera, esperándolo como quien espera un destino escrito desde la infancia. Él sabía eso. Sabía también que ella había sido educada para servirlo, para amarlo, para ser la esposa perfecta que el nombre López exigía.
No obstante, allí estaba él, incapaz de ofrecerle ni siquiera un gesto.
No era por crueldad. Sino porque dentro de él aún existían los escombros de un amor herido. Valéria Garcia era un fantasma que no solo asombraba su memoria, sino ahora también las paredes en que vivía. La foto inmensa de la modelo, exhibida con arrogancia en el ático era la prueba de eso.
Fernando suspiró, pasando la mano por sus cabellos oscuros, era un error cruel.
Tal vez uno de los mayores de su vida. Elena no merecía competir con recuerdos. No merecía dividir el lecho con fantasmas.
Pero, al mismo tiempo, sabía que no debería continuar en la mansión, donde era un campo minado bajo los ojos vigilantes de la abuela, donde cada gesto suyo sería medido y cobrado. En el ático, por lo menos tenía espacio, tenía libertad.
"Libertad envenenada", murmuró para sí mismo, antes de beber el último sorbo del vaso.
Colocó el vaso vacío en la mesita, se quitó solo los zapatos y la corbata, acostándose al lado de ella, aún vestido con el pantalón de vestir y la camisa abierta en el cuello. Se alejó lo más que pudo en el colchón ancho, manteniendo distancia como si la simple proximidad pudiera ser una amenaza.
La miró una vez más antes de cerrar los ojos. Había pureza allí. Había entrega, tal vez hubiese también esperanza.
Eso era lo que más le dolía: saber que no podía, o no quería, corresponder.
El sueño vino, pero ligero. Fernando se despertaba de vez en cuando, movido por el hábito de años en que nunca confiar plenamente en nadie. En una de esas veces, aún en la madrugada, se encontró observando a Elena otra vez.
Ella no se movía mucho. Dormía profundamente, como quien cargaba en el cuerpo la tranquilidad de la juventud y en el corazón la fe en el futuro. Él, sin embargo, veía en aquella inocencia una acusación silenciosa.
"Ella merecía un hombre que la deseara," pensó. "Alguien que la mirase con el fuego de la pasión, y no con el peso de la culpa."
Se giró hacia el otro lado, encarando la pared, intentando sofocar los pensamientos que insistían en perseguirlo.
Antes de que la primera luz del sol invadiera el ático, estaba despierto. No quería arriesgarse a verla a los ojos y encontrarlo allí, porque temía lo que podría revelarse en su propia mirada.
Se levantó y silencioso. Fue al baño, se lavó el rostro, se arregló el cabello. El reflejo en el espejo mostraba un hombre cansado, con ojeras marcadas y expresión endurecida. No parecía un recién casado, parecía más un prisionero.
Entró en el clóset sin encender las luces, se vistió nuevamente, escogió un traje oscuro y se calzó zapatos con movimientos rápidos, casi mecánicos. Pasó en la sala, tomó la carpeta de documentos que había traído el día anterior.
Sabía que tendría algunas reuniones por la mañana. Fernando suspiró. Necesitaba aún hablar con la abuela.
Pasó por el cuarto una última vez antes de salir. Elena aún dormía, el rostro iluminado por la primera claridad de la mañana. Él se detuvo en la puerta, observándola en silencio. Un torbellino de sentimientos lo invadió: culpa, ternura, hasta mismo un resquicio de deseo, que él luego sofocó.
No era el momento. Tal vez nunca fuese.
Salió sin hacer ruido, cerrando la puerta con cuidado.
El carro negro lo aguardaba en la entrada del edificio, el chofer abrió la puerta y Fernando entró sin una palabra. Durante el trayecto hasta la oficina de la organización, se dejó envolver por los pensamientos.
La muerte de Arturo Gutiérrez aún repercutía en algunos sectores de la red. Elena, huérfana de padre, ahora estaba aún más vulnerable. Eso aumentaba su responsabilidad ante ella, él era su único pariente vivo.
"Y yo no consigo siquiera compartir el lecho con ella," pensó, con amargura.
Llegó a la sede de la organización poco después de las siete. El edificio imponente, con vidrieras espejadas, reflejaba el cielo de Madrid en tonos azulados. Subió al piso reservado de la directiva y fue recibido por Raúl, ya a su espera con una pila de documentos.
— Buenos días, señor López.— dijo el secretario, aunque su expresión revelase que el día estaba lejos de ser bueno.— Tenemos una agenda llena. Reuniones con los españoles, actualización sobre los navíos que llegaron de Valencia, y... la matriarca exige su presencia aún hoy en la mansión.
— ¿Exige?— repitió— Ella siempre exige.
— Sí, señor. — Raúl respondió, con un leve encogimiento de hombros.
Fernando atravesó el corredor hasta su sala. El espacio era amplio, moderno, con muebles oscuros y detalles que mezclaban tradición y poder. Dejó la carpeta sobre la mesa, se sirvió un café y apoyó el cuerpo en la silla sin sentarse aún.
El peso de la noche anterior volvía a aplastarlo. La imagen de Elena durmiendo en paz, la fotografía de Valéria dominando el ático, el silencio que los separaba...
— Estoy preso entre dos vidas, una que ya se fue, otra que no consigo comenzar.
💥💥💥HOLA AMADITAS...
Expliqué en los capítulos iniciales, pero la explicación no fue suficiente para huir de las críticas o desistir de la lectura. RECLAMACIONES POR ENVIAR 1 CAPÍTULO DIARIO. Yo avisé que sería 4 o 5 por SEMANA. Uno por día es lucro, visto que no tiene capítulo listo. YO ESCRIBO EN EL PAPEL DESPUÉS DIGITO EN EL CELULAR.
La historia está siendo INVENTADA.
Fernando irá a causar rabia
Elena se sujetará y se humillará HASTA TENER LA HUMILLACIÓN MÁXIMA, ahí ella será fuerte y PODEROSA. ¿Cuál puede ser el límite de una mujer?
Recordando que tendremos malos un salto de 10 años, cuando ella estaba embarazada en la recepción de Rodrigo López.
BJS DE LUZ 💓💓💓