Emma creyó en aquellos que juraron amarla y protegerla.
Sus compañeros, los príncipes alfas, Marcus y Sebastián, con sonrisas falsas y promesas rotas, la arrastraron a su mundo, convirtiéndola en su amuleto.
Hija de la Luna y el Sol, destinada a ser algo más que una simple peón, fue atrapada en un vínculo que… ¿la condena? Traicionada por aquellos en quienes debía confiar, Emma aguarda su momento para brillar.
Las mentiras que la rodean están a punto de desmoronarse, y con cada traición, su momento se acerca, porque Emma no está dispuesta a ser una prisionera.
Su destino está escrito en las estrellas y, cuando llegue el momento, reclamará lo que le pertenece. Y cuando lo haga, nada será lo mismo. Los poderosos caerán y los verdaderos líderes surgirán.
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17- Retrospectiva: Sacrificio
La batalla había sido un torbellino de energía y emociones, una lucha tan feroz que parecía consumir todo a su paso. Aunque los detalles de aquel enfrentamiento se convertirían en un eco lejano, lo que ocurrió en el proceso quedaría grabado en la memoria de Emma para siempre.
La primera vez que sintió verdaderamente el alcance de su poder fue como un despertar, una llama que no pudo contener. El fuego que siempre había ardido dentro de ella, cautivo y silenciado por el miedo y las dudas, encontró su liberación en el momento más oscuro. Rodeada por enemigos, con la vida de Kattie y la suya pendiendo de un hilo, Emma sintió que algo en su interior se rompía, dando paso a una energía que no pertenecía del todo a este mundo.
Era como si su propia esencia hubiera respondido al llamado de su desesperación. Su luz, brillante y abrasadora, emergió con una intensidad que cegó a quienes la rodeaban. El aire se llenó de un calor palpitante, y Emma apenas podía creer lo que estaba ocurriendo. Por un instante, no era ella quien controlaba el poder, sino el poder quien la controlaba a ella.
Cuando el campo de batalla finalmente se calmó, su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero no fue ese agotamiento lo que la dejó sin aliento. Fue el sacrificio.
Sebastián.
Emma había creído conocerlo, creído odiarlo. Su arrogancia y crueldad la habían repelido desde el principio. Pero en ese instante, cuando el enemigo lanzó su ataque más mortal, él no dudó. Sin pensar, Sebastián se interpuso entre ella y el rayo oscuro, recibiendo el impacto en su lugar. El rugido de su loba resonó como un trueno cuando lo vio caer.
—Lo siento… —murmuró él con voz débil, mientras su mirada, despojada de toda altivez, se encontraba con la de Emma.
Por un momento, la arrogancia que siempre lo definía desapareció. En su lugar, Emma vio algo inesperado: humanidad, vulnerabilidad. Y algo más. Algo que no quiso nombrar.
El dolor que sintió no tenía explicación lógica. No estaban marcados, no compartían el vínculo que conectaba a una Luna con su Alfa. Y, sin embargo, el sufrimiento la atravesó como si fuera suyo. Emma apenas podía respirar, consumida por la mezcla de ira, pena y una furia que no podía contener.
Fue esa furia la que encendió su poder nuevamente, desatándolo con más fuerza que nunca. Junto a Kattie, invocaron una energía que no era solo luz ni oscuridad, sino ambas. El legado de Helios y Selene se manifestó a través de ellas, envolviendo al enemigo en una tormenta implacable que no dejó nada a su paso.
Cuando todo terminó, el bosque quedó en silencio. Emma apenas podía mantenerse en pie, agotada por la lucha y por el peso de lo que acababa de ocurrir. Sus ojos buscaron a Sebastián, quien yacía inconsciente en el suelo, mientras Marcus permanecía a su lado, con el rostro tenso y marcado por una angustia que no podía ocultar.
—Llévenlo. Necesita atención —dijo Emma, con voz firme a pesar del temblor en su cuerpo.
Marcus la miró sin decir una palabra, levantando a su hermano con cuidado. La conexión entre ellos era evidente, un vínculo que iba más allá de lo que Emma podía entender.
Pero lo que realmente la conmovió, lo que bajo todas sus barreras, ocurrió después.
Mientras el polvo se asentaba y los cuerpos se movían para recuperar el control del bosque, Emma los vio. Entre los guerreros, emergieron dos figuras que reconoció de inmediato. Donna y Edward. Sus padres.
Las lágrimas llenaron sus ojos antes de que pudiera detenerlas, y todo el peso que había cargado durante tanto tiempo se desmoronó en ese instante. Corrió hacia ellos, y sus brazos se abrieron para recibirla en un abrazo que fue todo lo que había anhelado.
—Emma… —susurró su madre, con una voz cargada de emoción.
—Estamos tan orgullosos de ti, mi niña —añadió su padre, con la voz temblorosa mientras la sostenía como si temiera perderla de nuevo.
Emma lloró en sus brazos, dejando que todas los muros que había construido se derrumbaran. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completa, amada, en casa. Volvió a ser esa niña mimada que vivía en la burbuja de protección que ellos le habían creado.
Cuando finalmente levantó la vista, encontró a Marcus mirándola desde la distancia. Su expresión era solemne, cargada de emociones que no sabía cómo procesar. No era el momento de enfrentarse a lo que quedaba entre ellos, pero Emma sabía que ese día llegaría.
Por ahora, lo único que importaba era que estaban vivos. Que sus padres estaban con ella. Y que, aunque el camino por delante seguiría siendo incierto, había recuperado algo esencial: la esperanza.