Desde Siempre Y Para Siempre

El sonido de la alarma rompe el silencio de la habitación. Me levanto con pesadez, sintiendo el cansancio acumulado de las últimas semanas. Las clases se han vuelto cada vez más intensas, y aunque trato de mantenerme al día con todo, no puedo evitar sentir que algo me falta. Quizás es la sensación de que, a pesar de todo, mi vida no está del todo alineada. Tal vez Valeria tenga más que ver con eso de lo que quiero admitir.

Después de una ducha rápida y un desayuno que apenas pruebo, me dirijo a la universidad. Hoy me toca Embriología e Histología, dos materias que me fascinan, pero que requieren una atención mental extrema. A pesar de eso, mi mente sigue volviendo a la misma pregunta: ¿Cuándo voy a hablar con Valeria? Lo que pasó hace unos días sigue rondando en mi cabeza, como una película en bucle.

Llego a la clase justo a tiempo, y mientras busco un asiento, veo a Fer y Cristian ya en sus lugares de siempre, riéndose de algo que probablemente solo ellos encuentran gracioso. Me saludan con un gesto y me siento junto a ellos, preparándome mentalmente para lo que sé que será una clase intensa.

La docente de Embriología, la doctora Méndez, es conocida por su rigurosidad. No tolera distracciones y, al igual que la doctora Morales en Anatomía, espera lo mejor de nosotros. La clase empieza con una explicación detallada sobre las fases del desarrollo embrionario, pero como siempre, mi mente divaga.

A mitad de la explicación, noto que Fer me mira de reojo. Sé que está esperando que le cuente algo, quizás alguna actualización sobre lo que pasó con Valeria, pero no hay nada nuevo que decir. Todo sigue igual, en el limbo. Asiento sutilmente, indicándole que todo sigue en su lugar. Él vuelve su atención a la clase, pero puedo sentir que Cristian también está expectante.

El resto de la clase pasa sin mayor sobresalto, pero al salir del aula, Cristian no tarda en hablar.

—Oye, ¿tienes tiempo ahora? Fer y yo íbamos a ir al local de booba de Laura, ¿te unes?

Por un segundo, dudo. El local de booba tea donde vamos es el mismo al que solía ir con Valeria cuando estábamos juntos. Cristian y Fer, siendo los socios de una discoteca, también tienen muchas conexiones con los negocios locales, y el local de booba tea de la novia de Cristian es uno de nuestros lugares de siempre. Pero esa familiaridad es lo que me hace dudar. Los recuerdos de Valeria y yo sentados en la misma mesa, riendo y compartiendo, son aún demasiado frescos.

—¿Vienes o qué? —insiste Fer, mirando el reloj.

Suspiro y finalmente asiento. —Sí, está bien. Vamos.

El local de booba tea es pequeño, pero acogedor, decorado con luces tenues y paredes cubiertas de colores pasteles. Laura, la novia de Cristian, nos saluda desde detrás del mostrador con una gran sonrisa. Siempre ha sido amable conmigo, y desde que empezó su relación con Cristian, hemos pasado mucho tiempo juntos.

—¡Alex, Fer, Cristian! —nos saluda mientras prepara un par de bebidas—. Tengo una nueva receta, chicos. Deben probarla.

Cristian se inclina sobre el mostrador y le da un rápido beso a Laura, su confianza y desenfado habituales a plena vista. A veces me pregunto cómo hacen para mantener una relación tan natural en medio de nuestras complicadas vidas universitarias. El contraste con lo que fue mi relación con Valeria es inevitable.

Me siento en una de las mesas mientras ellos siguen conversando en la barra. El lugar no ha cambiado mucho desde la última vez que vine con Valeria, hace meses. Incluso la mesa en la que solíamos sentarnos sigue en el mismo lugar, cerca de la ventana, con vistas a la calle. Recuerdo cómo solíamos quedarnos ahí por horas, hablando de cualquier cosa, de nuestras clases, de nuestros sueños, o simplemente compartiendo el silencio. Ahora, esos momentos parecen tan lejanos que casi los siento irreales.

Fer se sienta frente a mí, con una mirada que lo dice todo. —Todavía piensas en ella, ¿verdad?

Es más una afirmación que una pregunta, y no puedo evitar asentir.

—Sí, no puedo evitarlo. —Digo la verdad porque, después de tanto tiempo, no tiene sentido ocultarla.

—Es normal —responde Fer, como si fuera lo más obvio del mundo—. La cuestión es si vas a seguir quedándote en esos recuerdos o vas a hacer algo al respecto.

Cristian se une a la conversación, trayendo las bebidas que Laura preparó. —Aquí tienen, mis caballeros —dice con una sonrisa, tratando de alivianar el ambiente.

Agradezco la bebida y tomo un sorbo, disfrutando del sabor dulce y familiar. Pero a pesar del intento de Cristian de hacerme sonreír, la conversación con Fer sigue pesando.

—No es tan fácil como parece —respondo, dejando la bebida sobre la mesa—. Quiero hablar con ella, quiero aclararlo todo, pero... ¿y si las cosas salen mal? ¿Y si lo arruino aún más?

Cristian levanta una ceja, como si estuviera a punto de soltar alguna broma, pero se detiene al ver mi expresión. —Mira, Alex, nada es fácil en estas situaciones. Lo que Fer está diciendo es que no puedes quedarte en ese "¿qué pasaría si?" para siempre. A veces tienes que arriesgarte. Si no lo haces, nunca lo sabrás.

Lo sé. Ambos tienen razón, y en el fondo, siempre lo he sabido. Pero el miedo a revivir todo lo que salió mal, a enfrentarnos a todo lo que quedó sin resolver, es lo que me paraliza.

Fer me mira fijamente, como si supiera exactamente lo que estoy pensando. —Sé que es complicado, pero si sigues esperando el momento perfecto, nunca va a llegar. A veces, solo tienes que dar el paso, incluso si no estás completamente listo.

Cristian asiente y, por primera vez en lo que parece una eternidad, siento una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, pueda hablar con Valeria y encontrar alguna forma de arreglarlo. O al menos, encontrar un cierre.

Pasamos el resto del tiempo en el local hablando de todo menos de Valeria, lo cual agradezco. Cristian y Fer siempre encuentran la forma de hacerme reír, de sacarme de mi propia cabeza, y aunque por un rato logro distraerme, sé que al final del día todo volverá a lo mismo. Valeria. Siempre Valeria.