BEATRICE, LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

1 HORA ANTES...

El R.S.R GODD, uno de los barcos de la armada real recién creados, se encontraba por una última ronda, antes de adentrarse en el mar profundo y emprender la lucha contra los piratas del norte. Sin embargo, todo se detuvo cuando el primer oficial recibió un comunicado por medio de un espejo encantado.

Nervioso, corrió hasta el camarote del capitán del navío, esperando que este no se enojara con él, debido a que era un comunicado urgente por parte de la torre mágica.

—Miles, ¿Por qué me molesta?—preguntó el hombre aún somnoliento—¿Hay algún problema?

—Es el líder de la torre mágica del vaticano—dijo nervioso—tiene un comunicado de carácter real que necesita darle.

El capitán, después de escuchar la explicación de su primer oficial, asintió y colocándose su uniforme, salió ojeroso, pero con postura firme hasta la sala de mando, donde lo esperaba el mago a través del espejo encantado.

—¿En el Olympic?—preguntó el capitán—¿Están seguros?

—Sí, se ha rastreado la firma mágica del anillo hasta ese barco—respondió el mago—por orden del rey, con el apoyo del vaticano, se decreta el estado especial. Todos los barcos alrededor del Olympic serán abordados al mismo tiempo.

—Entiendo—respondió el hombre—¿Qué debo decirle al capitán una vez abordemos su barco?

—Háganlo pasar como una inspección de rutina anti-piratería. No importa cuando tiempo demore, pero se debe encontrar a la princesa Beatrice—dijo el mago—¿comprende que este asunto debe ser tratado con la mayor discreción posible, cierto?

—Sí, señor—asintió el capitán antes de que la comunicación se cortara.

En silencio, el capitán de unos 50 años de edad se levantó de su asiento y salió al exterior, para luego con sus binoculares observar el barco a lo lejos.

—¿Debemos comunicarnos con el capitán del Olympic?—preguntó Miles.

—No—respondió el capitán—mi hijo es problemático, por lo que es mejor llegar de sorpresa.

El primer oficial se quedó sorprendido al escuchar que su hijo era el capitán del Olympic, barco perteneciente a una de las navieras más famosas del reino. Impactado por saber más sobre la familia misteriosa de su superior, tuvo que darse un pellizco antes de transmitir la orden del capitán.

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Virgil Lasky, el joven capitán de 30 años de edad, uno de los empresarios más ricos y hechos por sí mismo del reino, se encontraba molesto en la cubierta del barco, observando como su navío había sido atracado por un barco de la flota real.

Deseoso por volver con su amante, a la que había hecho pasar como dama de compañía de su hija, se colocó frío al observar al capitán del barco real abordar el suyo, sintiendo un odio extremo al tratarse del desgraciado que había dado su semilla para traerlo al mundo.

—¿Se puede saber por qué abordan mi barco?—escupió con odio.

—¡¿Cómo te atreves a levantarle la voz al capitán Lasky?!—preguntó enojado Miles.

—Hablo como quiera, ¡ESTE ES MI BARCO!—gritó—¿Qué hacen aquí?

—Ronda de rutina—respondió su padre ignorando su enojo—de la orden a los soldados de requisar el barco.

—¡Sí, señor!—dijo Miles antes de irse.

—¿Con permiso de quién?—preguntó Virgil.

El joven capitán, agarrando con fuerza el hombro del teniente, estaba a punto de cometer un crimen contra un miembro de la armada real. Sin embargo, con tal de molestar al desgraciado de su padre, no le importaría pagar una indemnización a cambio de desquitarse un poco.

—Es una orden real—exclamó impoluto su padre—atente a las consecuencias de ir contra eso... a no ser que los rumores sean ciertos.

Pálido al escuchar eso, dejó que el primer oficial se fuera, temiendo que su padre supiera algo sobre el cómo había logrado amasar tanto poder y fortuna en tan poco tiempo.

—¿Te comió la lengua el gato?—preguntó su padre.

—¿Qué es lo que dicen los rumores?—cuestionó directo.

—Un hombre joven, de origen pobre, que solo fue reconocido por su padre biológico cuando se enteraron de su existencia, logró lo que muchos no habían logrado a su edad: una riqueza incalculable—respondió directo—usando un antiguo pacto que solo los piratas del norte hacen: desvirgar vírgenes a cambio de dar la sangre de su himen roto al diablo.

—¡Ja,ja,ja!—se rio por lo alto—¿De verdad crees en esos rumores? ¿La gente no es paranoica? ¿O es que me quieres acusar de trabajar con los piratas?

Su padre se quedó en silencio, pero seguía firme y estático, mirándolo sin temor. Sabía muy bien que algo escondía, pero detestaba tanto como el estar en frente de cada uno, que la verdad ni profundizaba más en el tema.

Él lo odiaba, lo detestaba, así como Virgil también sentía solo cosas malas por su progenitor. Pero siempre había sido una sorpresa que aquel rumor llegara hasta él. Sí, SE DESCUBRÍA SU PACTO CON EL DIABLO, al gran capitán Aiden Lasky no le temblaría la mano para ayudar a llevarlo a la orca.

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Después de veinte minutos, fue su propio primer oficial que trajo a una pareja de mujeres y una niña, la cual sostenía a dos gatitos claramente débiles. Beatrice, observando al capitán del barco, supuso enseguida que aquel joven buen mozo había sido el maldito que torturó a su hermana.

Soltándose de manera agresiva de la niña, saltó como pudo a la cabeza del padre de esta y sin verlo venir, comenzó a arañar el rostro de Virgil, provocando que sus ojos quedaran lastimados.

—¡Maldito!—gritó Virgil.

Usando una fuerza descomunal, aventó a Beatrice contra el piso y sin contener la ira que ya le tenía guardada a su padre, intentó aplastar con su bota al minino, sino fuera porque su hija se interpuso en su camino.

—¡Papito, no!—gritó siendo su hija la que recibió el golpe.

—¡Guardias!—ordenó su padre.

De inmediato, varios soldados rodearon a Virgil y lo sujetaron con fuerza, haciendo que se arrodillara de inmediato. La nana de la niña y Corinne, corrieron de inmediato a donde ella, para intentar ayudar a la pequeña.

—Lo... siento—susurró la niña a Beatrice—papi no es malo... papi solo tiene dolor.

El fuerte golpe que Virgil le dio sin querer a su hija, provocó una fractura en una de las costillas de esta, haciendo que empezara a toser sangre producto de una pequeña perforación en su pulmón.