En la turbulenta Inglaterra medieval, Lady Isabella de Worthington, una mujer de espíritu indomable y belleza inigualable, descubre la infidelidad de su marido, Lord Geoffrey. En una época donde las mujeres tienen pocas opciones, Isabella toma la valiente decisión de pedir el divorcio, algo prácticamente inaudito en su tiempo. Gracias a la ley de la región que otorga beneficios a la parte agraviada, Isabella logra quedarse con la mayoría de las propiedades y acciones de su exmarido.Liberada de las ataduras de un matrimonio infeliz, Isabella canaliza su energía y recursos en abrir su propia boutique en el corazón de Londres, un lugar donde las mujeres pueden encontrar los más exquisitos vestidos y accesorios. Su tienda rápidamente se convierte en el lugar de moda, atrayendo a la nobleza y a la realeza.
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La propuesta
La boutique de Isabella se había convertido en un símbolo de su resistencia y creatividad. Cada rincón del lugar estaba impregnado de su esfuerzo y pasión, y ahora, más que nunca, se sentía viva y libre. Sin embargo, a medida que los días se convertían en semanas, la cercanía con Alexander había comenzado a dejar una huella más profunda en su corazón. La idea de un futuro con él se había instalado en su mente como un sueño al que no se atrevía a aferrarse del todo.
Era una mañana fresca y brillante cuando Isabella se despertó con una sensación de expectación en el aire. Mientras se vestía, su mente giraba en torno a Alexander y a las posibilidades que se extendían ante ellos. Desde la celebración en la boutique, habían pasado más tiempo juntos, y la conexión entre ellos se había intensificado. Él había estado a su lado en cada paso, apoyándola en su trabajo y celebrando sus éxitos, pero también compartiendo momentos más personales y significativos.
Hoy, Isabella había decidido hacer algo especial. Había planeado un pequeño picnic en el jardín de la boutique, un lugar que había embellecido con flores y decoraciones que reflejaban la esencia de su hogar. Sabía que Alexander había estado trabajando arduamente en asuntos relacionados con la corte, y pensó que un respiro en la naturaleza podría ser lo que necesitaban para relajarse y disfrutar de un momento juntos.
A medida que el sol alcanzaba su punto más alto en el cielo, Isabella organizó la comida cuidadosamente. Tenía una selección de frutas frescas, quesos finos y una botella de vino tinto que había guardado para una ocasión especial. Con cada detalle, su corazón latía más rápido, anticipando la llegada de Alexander.
Cuando él finalmente llegó, lucía radiante, con su cabello ligeramente despeinado por el viento y una sonrisa que iluminaba su rostro. Isabella sintió un cosquilleo en su estómago al verlo acercarse, la familiaridad de su presencia provocaba una mezcla de alegría y nerviosismo en su interior.
—Isabella, esto es hermoso. —dijo Alexander, admirando el jardín adornado y la disposición del picnic—. Has hecho un trabajo increíble.
—Quería que tuvieras un momento de descanso. —respondió ella, sonriendo mientras comenzaba a servir la comida—. Sabes cuánto has estado trabajando. Creo que ambos necesitamos un respiro.
Alexander se sentó a su lado, mirándola fijamente con un aire de complicidad.
—Y no podría pedir mejor compañía. —dijo él, mientras ella le ofrecía un vaso de vino.
Mientras disfrutaban de la comida, la conversación fluía con facilidad. Isabella se dio cuenta de que en cada palabra de Alexander había una sinceridad que la hacía sentir segura y deseada.
Sin embargo, a medida que la conversación se profundizaba, Isabella sintió un cambio en la atmósfera. Había algo diferente en la forma en que Alexander la miraba, algo que le hacía sentir que un momento decisivo estaba a punto de suceder.
—Isabella, hay algo que necesito decirte. —dijo Alexander, su tono volviéndose más serio. El corazón de Isabella se aceleró, su intuición le decía que ese era el momento que había estado esperando, aunque temía que pudiera ser un momento de despedida.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella, duave pero llena de curiosidad.
Alexander tomó un respiro profundo, su mirada se mantuvo fija en la de ella. Había una intensidad en su expresión que la dejó sin aliento.
—Desde que volviste a aparecer en mi vida, todo ha cambiado. —comenzó—. He visto la fuerza y la determinación que llevas dentro, y no puedo evitar admirarte. Has superado desafíos que habrían hecho tambalear a cualquiera, y aun así, has salido victoriosa.
Isabella sintió que se le cortaba la respiración. Las palabras de Alexander resonaban en su ser, llenando el aire entre ellos con una mezcla de esperanza y anticipación.
—Yo… —intentó decir, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta.
—Déjame terminar. —interrumpió él, sus ojos nunca abandonaron los de ella—. Nunca dejé de sentir algo por ti desde aquellos días de nuestra infancia. Siempre has sido especial para mí, pero la vida nos llevó por caminos diferentes. Sin embargo, cada día que pasamos juntos me hace darme cuenta de que no quiero que esto termine. Quiero construir un futuro contigo, Isabella.
Isabella sintió que su corazón se aceleraba. En un momento de revelación, comprendió lo que Alexander estaba a punto de hacer. Su mente comenzó a girar, luchando por procesar la magnitud de sus palabras.
—Alexander, yo…
—Espera. —dijo él, sacando un pequeño estuche de su bolsillo. Con manos temblorosas, lo abrió, revelando un anillo brillante que reflejaba la luz del sol—. Isabella, ¿quieres casarte conmigo?
El tiempo pareció detenerse mientras las palabras de Alexander resonaban en su mente. Isabella lo miró, su corazón latia con fuerza, y las emociones se desbordaron en su interior.
—No puedo creerlo… —susurró ella, sintiendo las lágrimas de felicidad acumularse en sus ojos—. Alexander, no sé qué decir.
—Solo di que sí. —dijo él, su voz temblaba con la vulnerabilidad de su corazón—. Eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. Te amo, Isabella.
Las lágrimas cayeron por las mejillas de Isabella mientras su corazón se llenaba de alegría y amor. Era el momento que había estado esperando, un momento que la liberaba de las cadenas de su pasado. Y ahora, estaba lista para un nuevo capítulo, uno lleno de amor, esperanza y un futuro compartido.
—Sí. —respondió, quebrada por la emoción—. ¡Sí! ¡Acepto!
Alexander sonrió, una mezcla de alivio y felicidad iluminaban su rostro. Sin perder tiempo, tomó el anillo y lo deslizó en su dedo, un símbolo tangible de su compromiso y amor.
—Eres mi sueño hecho realidad, Isabella. —dijo, inclinándose hacia ella para sellar su promesa con un beso. Sus labios se encontraron, y el mundo a su alrededor desapareció, dejando solo la calidez del momento
Cuando se separaron, ambos sonrieron, sabiendo que un nuevo capítulo de sus vidas estaba comenzando. Isabella se sintió más viva que nunca, y la idea de un futuro juntos no solo era un sueño, sino una hermosa realidad que estaban dispuestos a construir.
—No puedo esperar a compartir mi vida contigo. —dijo ella, aún sintiendo el latido acelerado de su corazón.
—Y yo tampoco. —respondió Alexander, tomando su mano con ternura.
A medida que la tarde se deslizaba hacia la noche, el jardín de la boutique se convirtió en un lugar mágico, lleno de amor y promesas.