En "En las profundidades de este mar oscuro," la protagonista, una exitosa pianista y escritora, se despierta desorientada en una cama con un hombre mirándola con desprecio. Al intentar recordar cómo llegó allí, se desvela una cadena de eventos espantosos: huía de su prometido, Ian, quien planeaba asesinarla. Tras descubrir una conspiración entre Ian y su amante para sacrificarla, es apuñalada y apenas logra escapar del edificio donde sucedió el ataque. Durante su huida, llama a su madre para alertarla sobre la traición de Ian y pedirle que investigue. Finalmente, gravemente herida, es rescatada por paramédicos y se enfrenta a una enigmática figura de otro mundo, aceptando una nueva vida para proteger a sus seres queridos.
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Encrucijadas del Corazón
Jack se tensó, su postura protectora reflejaba la desconfianza que sentía hacia el hombre que se encontraba frente a nosotros. Mi mirada se posó en el anillo que sostenía en mi mano, y luego en el extraño que me observaba con una mezcla de esperanza y desesperación.
—¿Qué es esto? —repetí, intentando mantener la calma mientras el peso de la situación me oprimía el pecho. Jack, siempre atento, dio un paso adelante, colocándose entre nosotros, intensificando la tensión en la habitación.
—Mi señor, manténgase detrás de mí —dijo Jack, su voz firme, pero con un toque de preocupación. Aunque retrocedió ligeramente, su mirada permaneció fija en el intruso, listo para actuar en cualquier momento.
Caín, el hombre que me había salvado esa madrugada, intervino con una calma inquietante.
—Déjalo ir, Eddy —dijo, dirigiéndose al hombre que había traído el anillo. La voz de Caín resonó en la habitación, un suave pero inquebrantable eco que no admitía réplica.
Pero Eddy no cedió. Su voz era un susurro cargado de una intensidad que me erizó la piel.
—No... mi señor ha estado esperando mucho por su único amor. No es justo que, pretendiendo tener amnesia, quiera lavarse las manos tan fácilmente —dijo Eddy, avanzando un paso, su mirada fija en mí como si intentara atravesar la niebla de mi memoria. Jack, en respuesta, se interpuso más firmemente, sus músculos tensos como cuerdas a punto de romperse.
—Entiendo cómo te sientes —respondió Caín, su voz ahora más suave, como si intentara calmar una tormenta—. Pero por la mirada en sus ojos, creo en lo que dice. No puedo hacer más que respetar su decisión —dijo, volviéndose hacia mí con una expresión que mezclaba compasión y resignación—. Respetaré cada decisión que tomes, pero te pido un favor —continuó, haciendo una reverencia profunda—. No pierdas el contacto conmigo. Tal vez algún día tus recuerdos vuelvan —murmuró, sus ojos oscuros llenos de una tristeza insondable mientras tocaba el anillo en mi mano—. Esto es tuyo, ya sea que me recuerdes o no.
No quería aceptar el anillo; sentía que involucrarme en algo tan complejo y oscuro era un error. Pero la expresión en el rostro de Caín, cargada de un anhelo doloroso, me hizo dudar. Parecía una escena sacada de una tragedia griega, y no pude rechazarlo completamente.
—Está bien... lo tendré en cuenta —dije, retirando lentamente mi mano de su toque, sintiendo un escalofrío recorrerme—. Lo de mantener contacto... lo consideraré.
Me giré para irme, pero Eddy bloqueó mi camino de nuevo, sus ojos llenos de una determinación feroz que me hizo retroceder un paso. Jack se tensó, preparado para actuar.
—Quítate del camino de mi señor —ordenó Jack, claramente irritado, su voz cortante como el filo de una navaja—. Ya escuchaste, mantendrán contacto.
—¡No! Tienen que estar juntos —insistió Eddy, su voz temblando con una mezcla de desesperación y obsesión. Intentó avanzar hacia mí, pero Jack no lo permitió, su postura impenetrable como una muralla.
Intenté calmar la situación, aunque sentía que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.
—Pienso en los sentimientos de tu señor —dije, intentando mostrar una sonrisa amigable, aunque mi corazón latía con fuerza en mi pecho—. Pero, cariño, no estorbes mi camino.
Esperaba que mi tono suave funcionara, pero Eddy persistió, su obstinación empujándome al borde. Justo entonces, se escucharon golpes en la puerta, interrumpiendo la tensión que amenazaba con explotar. Jack abrió para descubrir a Lara, que observó la escena con una mezcla de curiosidad y desdén.
—¿Qué quieres? No necesitamos más compañía —dijo Eddy, intentando cerrar la puerta, su voz cargada de hostilidad.
Lara, sin inmutarse, lo miró con desdén y respondió con una sonrisa burlona.
—Lo siento, cariño, pero no eres mi tipo. Vine a recoger a alguien —dijo, señalándome—. Al otro sujeto te lo puedes quedar, tal vez los entretenga.
Con una elegancia natural, Lara se abrió paso hacia el interior, pero Caín bloqueó su camino, su expresión reflejando una profunda confusión.
—¿Quién es ella? —preguntó, tratando de entender la situación mientras sus ojos se movían entre nosotros.
—Ella es mi hermana —expliqué, presentándola formalmente, aunque mi mente seguía girando en torno a la tensión que llenaba la habitación—. Ahora, si me permites, tenemos cosas que hacer. Te contactaré en estos días.
De vuelta en el coche, pude finalmente respirar aliviado. La presencia de Caín había sido intensamente abrumadora, una mezcla de emociones que me dejaba aturdido. No podía negar que había algo en él que me atraía, pero también me llenaba de desconfianza. Ansel había olvidado a este hombre, ¿por qué? ¿Qué tan doloroso había sido su pasado juntos?
Lara me observó en silencio durante unos segundos antes de romper el silencio.
—Y bien, ¿es tu tipo? —preguntó, con una sonrisa divertida mientras jugueteaba con su celular—. Porque por su aspecto es igual a los personajes literarios que tanto te gustaban leer en tu otra vida.
Intenté evitar sonrojarme, pero las palabras de Lara golpearon en un punto sensible.
—Es... atractivo —admití, luchando por mantener la compostura. Sabía que Lara tenía razón; Caín encajaba perfectamente con la imagen de un héroe romántico, pero había algo en su mirada que me inquietaba—. Ya veremos si lo que dice es tan dulce como parece —añadí, decidido a descubrir la verdad detrás de sus palabras y acciones. Si Caín había causado dolor a Ansel, no dudaría en enfrentar la situación con toda la determinación que fuera necesaria.
**Pétalos y Secretos**
Habían pasado un par de días desde el incidente en el hotel, y la calma se había reinstalado en mi vida, aunque con ciertos matices inesperados. La primera novedad fue descubrir que Lara y Jack estaban conspirando a mis espaldas. Mi primera suposición fue que estaban enredados en un romance secreto, pero la verdad resultó ser aún más ridícula: ¡estaban haciendo apuestas sobre cuánto tardaría en caer rendido ante Caín! Les confiscé sus celulares, no sin antes darles una buena reprimenda.
La segunda novedad era más curiosa: cada mañana recibía un ramo de rosas junto con una carta de Caín. Al principio, pensé que el repartidor se había equivocado, pero luego llegó Eddy para asegurarme que las flores eran, de hecho, para mí. Mi reacción fue, como siempre, torpe; cerré la puerta en su cara, lo que provocó risas en Lara y un esfuerzo de Jack por no carcajearse. Sentí tanta vergüenza que ordené comida picante para vengarme, sabiendo que ninguno de ellos la toleraba. Lara, como represalia, empezó a publicar un blog en el que relataba estos eventos, llamándome "Esposa difícil" y a Caín, "Joven enamorado".
—Ansel, mira las apuestas, están subiendo —dijo Lara, mostrándome una gráfica en su celular—. Dicen que caerás tan rápido como venga a verte personalmente para entregarte los regalos.
Estaba a punto de lanzarle unos cojines cuando un auto se estacionó frente a la casa. Lara corrió a la ventana y soltó un grito de emoción antes de tirar de mí hacia la puerta. Adiviné lo que se avecinaba y me preparé mentalmente para rechazar amablemente a Caín. No quería una relación en ese momento y planeaba dejarlo claro.
Pero cuando la puerta se abrió, Caín estaba allí, con una sonrisa tranquila y un ramo de rosas que no eran flores comunes; eran rubíes tallados en forma de rosas.
Mi corazón se detuvo un instante, la belleza de las joyas era abrumadora. Siempre había amado los rubíes, y este gesto era completamente inesperado. Sonreí involuntariamente y lo invité a pasar, un gesto que pareció sorprenderlo gratamente.
—¿No habíamos quedado que te contactaría primero? —pregunté mientras servía el té, intentando ocultar mi confusión—. No me malinterpretes... solo que no me esperaba esto tan pronto.
—Entonces... ¿puedo venir a verte más seguido? —preguntó, mirándome con esos ojos suplicantes que me hacían cuestionar cada decisión.
Internamente, maldije mi debilidad; no podía negarle nada a ese rostro.
Claro, aquí te dejo una versión mejorada del capítulo 22, con más tensión emocional, desarrollo de personajes, y detalles que mantendrán al lector enganchado:
—Quizás... puedes venir cuando no esté ocupado —dije, intentando parecer casual, aunque mi corazón martillaba con fuerza en mi pecho.
Caín esbozó una sonrisa suave, pero sus ojos reflejaban una intensidad que me inquietaba. De repente, se levantó y me envolvió en un abrazo que me tomó por sorpresa. Sentí un calor inesperado recorrerme, tanto por el contacto físico como por la mirada de complicidad que compartieron Lara y Jack, quienes, en un rincón de la habitación, claramente grababan el momento.
Intenté mantener la compostura, pero mi mente vagaba entre contradicciones. La calidez del abrazo de Caín, su cercanía... todo era desconcertante. Sabía que no podía permitirme caer tan fácilmente; debía recordar la traición pasada, el dolor que Ansel había sufrido, y la necesidad de protegerme de cualquier repetición.
—Creo que hace un buen día para dar un paseo —sugerí, rompiendo el incómodo silencio que se había formado.
Caín captó mi intención y, con una sonrisa, me invitó a caminar por el jardín. El aire fresco me ayudó a aclarar la mente, y durante unos minutos, la conversación fluyó de manera sorprendentemente natural, casi como si estuviéramos recuperando un tiempo perdido. Pero la tranquilidad fue efímera.
—Eres muy lindo —dijo Caín de repente, su voz llena de una ternura que me desarmó—. ¿No crees que si das a luz sería una belleza igual que tú?
Las palabras me golpearon como un balde de agua fría. Sentí cómo la sangre se drenaba de mi rostro al recordar el dolor y la angustia del embarazo de Ansel, aquel bebé perdido que dejó una cicatriz profunda en su corazón. Mi respiración se volvió errática, y Caín, al notar mi reacción, tomó mis manos suavemente, sus dedos cálidos tratando de transmitirme consuelo.
—Lo siento, no debí hablar de ese tema —murmuró, su voz llena de arrepentimiento. Me abrazó de nuevo, esta vez con más delicadeza, como si temiera que pudiera romperme—. Sé por lo que pasaste hace meses. Si no quieres hablar de ello, no tienes que hacerlo.
Quise decir algo, pero las palabras se atascaron en mi garganta. La mezcla de emociones que Caín despertaba en mí era abrumadora. No solo estaba el dolor del pasado, sino también la confusión de no saber si podía confiar en él, o si simplemente estaba jugando con mi mente.
Caín soltó uno de mis brazos y, con un gesto suave, sacó un pequeño dispositivo en forma de diamante. Al activarlo, un holograma apareció frente a nosotros: dos mariposas brillaban, moviéndose en perfecta sincronía, sus alas dejando destellos de luz que parecían bailar al ritmo del viento. Era un gesto hermoso, tan delicado y lleno de significado, que me dejó sin aliento. Pero, al mismo tiempo, una sensación de culpa y confusión me invadió. ¿Por qué Caín hacía tanto por mí, cuando la persona que él amaba y recordaba no estaba aquí? ¿Podría ser que Ansel no lo recordaba realmente, o me estaba ocultando algo importante?
—Espero que algún día puedas recordarme y aceptar mis sentimientos —dijo Caín, inclinándose para darme un beso en la mejilla. Su voz era un susurro cargado de una melancolía profunda que me dejó paralizado.
Lo observé mientras se alejaba, su figura desvaneciéndose entre las sombras del jardín. Quería detenerlo, preguntarle más, pero algo dentro de mí me decía que no estaba listo para enfrentar las respuestas. No todavía.
Me quedé solo, sosteniendo el ramo de rubíes que Caín me había dado antes. La belleza de las gemas contrastaba con el caos emocional que se arremolinaba en mi interior. Caín había hecho un gesto hermoso, pero el misterio de su conexión con Ansel y sus verdaderas intenciones seguían sin resolverse. Las dudas y la incertidumbre se apoderaron de mí, y por un momento, sentí que el camino hacia la verdad sería mucho más complicado de lo que imaginaba.
De regreso en la casa, Lara y Jack me esperaban, sus expresiones una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que querían preguntar, pero antes de que pudieran decir algo, les mostré el ramo de rubíes, intentando mantener mi voz firme.
—Caín... parece tener sentimientos muy fuertes hacia Ansel —dije, midiendo mis palabras cuidadosamente—. Pero hay algo que no cuadra. Algo que no me ha contado.
Lara se acercó, tomando uno de los rubíes en sus manos, observándolo detenidamente.
—Puede que no sea solo Caín quien tenga secretos —dijo, su voz baja y seria—. Tal vez Ansel también escondía cosas, cosas que ni siquiera tú has descubierto todavía.
Sus palabras resonaron en mi mente como una advertencia. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras la realidad de la situación se hacía más clara. Si quería entender el misterio que envolvía a Caín y a Ansel, tendría que estar dispuesto a desenterrar los secretos más oscuros, incluso aquellos que preferiría no conocer.
La noche cayó, y con ella, la incertidumbre se convirtió en mi única compañía. Me senté en mi habitación, mirando fijamente el holograma de las mariposas que Caín había dejado. Eran bellas, pero su brillo parecía ocultar algo más, algo que no lograba descifrar. ¿Podría ser que esas mariposas fueran una metáfora? ¿Un recordatorio de un pasado que aún no había salido a la luz?
Me prometí a mí mismo que, a partir de ese momento, no dejaría piedra sin remover. No podía permitirme seguir siendo una pieza en un juego que no comprendía del todo. Tenía que descubrir la verdad, aunque eso significara enfrentar los recuerdos más dolorosos y los secretos más oscuros que Ansel había dejado tras de sí.