En "En las profundidades de este mar oscuro," la protagonista, una exitosa pianista y escritora, se despierta desorientada en una cama con un hombre mirándola con desprecio. Al intentar recordar cómo llegó allí, se desvela una cadena de eventos espantosos: huía de su prometido, Ian, quien planeaba asesinarla. Tras descubrir una conspiración entre Ian y su amante para sacrificarla, es apuñalada y apenas logra escapar del edificio donde sucedió el ataque. Durante su huida, llama a su madre para alertarla sobre la traición de Ian y pedirle que investigue. Finalmente, gravemente herida, es rescatada por paramédicos y se enfrenta a una enigmática figura de otro mundo, aceptando una nueva vida para proteger a sus seres queridos.
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El Despertar de los Recuerdos
Apenas abrí los ojos, traté de visualizar mi entorno. No sabía si estaba en la realidad o seguía soñando. Al sentirme más tranquilo, ordené mis pensamientos y reaccioné a los llamados de la persona a mi lado.
—Mi señor... Mi señor —repetía mi guardaespaldas, Jack, una y otra vez.
—Para —dije, quitando su mano de mi brazo—. Me estás mareando —agregué, mientras recobraba la compostura—. ¿Qué pasó? —pregunté, mientras me quitaba la bata. ¿Cuándo me pusieron ropa para dormir? De todas formas, estaba sudado, así que me levanté para ir a darme un baño.
Jack se quedó en silencio unos momentos antes de hablar.
—Mi señor, otra vez está sufriendo por mi culpa —dijo, inclinándose ante mí—. Lamento mi incompetencia.
¿Qué? Él nunca había hecho esto antes. Traté de mantenerme neutral ante la situación. Noté que no levantaba la mirada mientras hablaba. Con la poca luz, no había notado la gravedad de la situación. ¿Qué demonios había pasado? Trate de recordar algo, pero lo último que recordaba era tomar la medicina, por lo que su arrepentimiento era comprensible.
—¿Fue la medicina? —le pregunté, levantando su mirada de un golpe—. Mírame cuando me respondas —dije, sujetando su cara.
—Así es, mi señor —respondió, tratando de ocultar su mirada de culpa.
No tenía expresión en ese momento, así que automáticamente esbocé una sonrisa amigable. En realidad, estaba consternado por saber que la medicina había causado mi desastroso sueño. Mentiría si dijera que no estaba enojado, pero sabía que no ganaría nada mostrando una personalidad que no quería que conocieran tan rápido.
—Explícate —dije, mirándolo con indiferencia.
Le hablé con amabilidad, ya que lo último que quería era desquitarme con él. Me contó que el médico no mencionó los efectos secundarios que podría provocar la medicina, ni que iba a quedar inconsciente. Le pedí con una sonrisa que se encargara de ese asunto.
Después de que Jack llamara a una doncella para que preparara mi baño, se fue. Por fin pude relajarme mientras escuchaba una leve música que había puesto antes de entrar al baño. Sumergido en mis pensamientos sobre lo sucedido, sin darme cuenta empezó a amanecer. Decidí dormir un poco para no cansarme durante el día, pero justo cuando cerré los ojos me vi inmerso en el mismo sueño.
Esta vez no había ninguna puerta, solo oscuridad y la luz que reflejaba el mismo espejo, mostrándome una y otra vez un recuerdo que quería olvidar. Sin más, caminé con paso seguro, sabiendo lo que iba a pasar. Extrañamente, el espejo no reflejaba lo de antes, sino que solo me mostraba a mí con mi apariencia anterior. Me quedé pasmado al ver mis mechones largos de color oscuro. Procedí a ver mi cuerpo y, de repente, ya no veía el espejo, sino la escena como si fuera un espectador.
—Cariño —se acercó el traidor de mi ex—. ¿Por qué no dejas de existir? —dijo, agarrando uno de mis mechones de cabello—. ¿Todavía me quieres, no es así?
Sentí asco al sentir su toque. Con mi cara neutral, lo agarré del cuello.
—¡Ja! No me hagas reír. ¿Crees que soy débil? —dije, soltándolo—. Necesitas más que eso para hacer que pierda mi compostura.
La ilusión no reaccionó. Me pregunté si tenía que tener miedo de esta escoria para siempre. Agarré uno de mis zapatos, que ahora era un calzado femenino. Al recorrer el lugar, vi un pequeño resplandor en una esquina. Lancé el zapato hacia la dirección enfrente de mí.
Como lo había previsto, ahí estaba el espejo. Estaba enojado por mi debilidad ante el pasado, así que deduje que ya podía despertar. Y así fue. Al abrir los ojos, llamé a Jack para preparar una reunión con Lady Ross. No había pasado mucho tiempo desde que me dormí. Tuve que esperar al desayuno para dar mi veredicto. Una vez listo para reunirme con ella, caminé por el largo pasillo. Al entrar al comedor, Lady Ross me recibió con una sonrisa.
—Buenos días, querido —dijo Lady Ross, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Buenos días, Lady Ross —respondí, tomando asiento frente a ella.
—He estado pensando en nuestra conversación de ayer —dijo, sirviéndose una taza de té—. Y quiero aclarar algunas cosas.
La observé con atención. Algo en su tono me decía que esto sería importante.
—Adelante, Lady Ross —dije, invitándola a continuar.
—Sé que lo que te conté fue mucho para asimilar. Pero quiero que entiendas que mi esposo y yo siempre hemos querido lo mejor para ti —dijo, mirándome fijamente—. La relación con tu familia es muy importante para nosotros.
Asentí, comprendiendo sus palabras. Pero había algo más que necesitaba saber.
—Lady Ross, agradezco su sinceridad. Pero hay algo que necesito entender mejor —dije, inclinándome hacia adelante—. ¿Qué exactamente esperaba de mí su esposo? ¿Cuál era su verdadero deseo respecto a mi familia?
Ella suspiró, tomando un sorbo de té antes de responder.
—Mi esposo siempre quiso que nuestras familias estuvieran unidas, no solo por negocios, sino también por el vínculo emocional que tenía con tu tío. Pero también sabía que tu familia tenía valores y principios que él admiraba —dijo, con una leve sonrisa—. Quería que esos valores se transmitieran a las futuras generaciones.
Sus palabras resonaron en mi mente. Entendí que el vínculo que querían no era solo empresarial, sino también emocional y moral. Decidí que no podía permitir que estos lazos se rompieran por errores del pasado.
—Comprendo, Lady Ross. Haré lo que esté a mi alcance para honrar ese deseo —dije, decidido.
La conversación se tornó más ligera después de eso. Discutimos detalles menores y acordamos encontrarnos más tarde para hablar sobre los próximos pasos en nuestros negocios conjuntos.
Al terminar el desayuno, me dirigí a mi oficina. Tenía mucho en qué pensar y mucho por hacer. Pero lo primero era buscar ayuda profesional para enfrentar mis traumas. No podía seguir permitiendo que mi pasado controlara mi presente.
Marqué el número de un psicólogo recomendado por un amigo de confianza. Sabía que el camino hacia la sanación no sería fácil, pero estaba dispuesto a tomarlo.
—Buenos días, ¿Dr. Martínez? —dije cuando respondieron la llamada—. Soy Ansel. Me gustaría agendar una cita.
Tras coordinar la cita, me sentí más tranquilo. Tenía un plan y eso me daba una sensación de control. La vida continuaba y yo debía enfrentarla con toda mi fuerza.
Más tarde, en la reunión con Lady Ross, se discutieron los proyectos futuros. Ella parecía más relajada, confiada en que trabajábamos en la misma dirección. Terminamos la reunión con una renovada sensación de cooperación y comprensión mutua.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, pensé en el camino que había decidido tomar. Sabía que habría desafíos, pero también sabía que tenía el apoyo de quienes me rodeaban. No estaba solo en esta lucha.
Me acosté, esperando que el sueño fuera más amable esta vez. Y aunque los recuerdos aún estaban frescos, la determinación de superarlos era más fuerte. Con cada paso, me acercaba más a la paz que tanto anhelaba.