PRETENDIENTES & MATRIMONIO

—¿Gustas que te lleve a tu casa?

—No te preocupes. No es necesario, aún quiero caminar un poco más.

Sus ojos se enfocaron en mí y en mi aspecto. ¿Qué pensaría sobre mí?

—¿Estás bien? Luces un poco triste.

—¿Te parece que estoy triste?

—Sí.

Sonrió torpemente.

—Bueno, no tengo ganas de regresar a casa.

—¿Te gustaría ir a cenar a casa de mi hermana?

—No, no te preocupes, yo...

—Anda, ven conmigo. Horneo una pierna, la cena va a estar deliciosa —insiste él.

Su sonrisa era algo bello en él, correspondí a su gesto con una sonrisa amplia. 

—¡Está bien! Gracias por la invitación.

Caminamos hasta su camioneta. Es una Lobo negra, me siento como su copiloto. 

—¿Te importa si devoro mi pan? Es que, desde que vi los colorados en la panadería, se me antojaron como no tienes idea.

—¿Te gustan mucho los colorados?

—Sí.

—Eso explica por qué compraste varios —sonríe—, adelante, puedes comer.

Doy la primera mordida al pan y el sabor es tan delicioso a mi alma. ¡Necesitaba esto para olvidar mis tristezas! Mastico, trago y continuo comiendo.

—¿Hace cuando que vives aquí? —Me pregunta él.

—Podría decir que casi toda la vida. Yo nací en la ciudad, pero me crie aquí. Después nos mudamos a la ciudad y al final regresamos otra vez a San Francisco.

—Y en la ciudad, ¿por cuál zona vivieron?

—Vivimos en Lomas de Angelópolis. 

—Yo vivo por ahí.

—¿De verdad?

—Sí. Soy originario de Tijuana, pero desde adolescente me mudé junto con mi hermana a Puebla.

—¡Orales! ¿Y qué edad tienes?

—Tengo treinta años.

—¿Debería hablarte de usted?

Se ríe.

—No, puedes hablarme de tú, no me molesta, al contrario, me haces sentir bien —estaciona la camioneta justo en la casa de Marcos, el novio de Jimena—. Ya llegamos. 

—¿Esta es la casa de tu hermana? 

—Sí, aquí vive mi hermana.

—¡No puede ser!

—¿La conoces?

—Casi todos en el pueblo se conocen. 

Los faros de la camioneta de mi padre nos iluminan y siento una revolución emocional en mí. ¡También acaban de llegar!

—Bueno, entonces debes sentirte más cómodo de cenar esta noche con nosotros, ya que conoces a mi hermana.

Pero una parte de mí quiere decirle la otra parte de mi realidad.

—Mi familia vendrá a cenar, mi hermana es novia de tu sobrino.

—¿Jimena es…?

—Sí, ella es mi hermana.

Su rostro se llena de mucha sorpresa, sus cejas se enarcan de emoción y comienza a sonreír.

—¡Qué pequeño es el mundo! —Y con un movimiento rápido, me quita mis anteojos—. Sí, así te pareces a ella. Ya decía yo que algo traías diferente desde la vez que nos vimos en el avión.

—Compre esos anteojos porque abrí un ciclo nuevo en mi vida.

—Eso está interesante, voy a querer que me cuentes más después de cenar, es hora entrar.

Mi familia estaba descendiendo del auto. Israel baja del vehículo, tengo la obligación de pasar tiempo con mi familia en casa del yerno de mi padre.

—¿Y ese milagro? —Pregunta mi padre al verme cerrar la puerta el copiloto.

—Pues ya ves, cosas que pasan.

Sonríe. Entramos a la casa.

La mesa estaba lista, todos tomamos asiento y el motivo principal por él que se había organizado esta cena era que Marcos y Jimena ya habían decidido la fecha exacta de su boda. Durante todo el momento, me mantuve en silencio, me toco sentarme justo enfrente de Rodrigo. La comida si estuvo muy sabrosa, el vino blanco le dio un toque único.

Termino de beber un trago de vino cuando siento que mi nariz escurre. Las pupilas de Rodrigo se llenan de preocupación.

—Te está sangrando la nariz —dice él y eso captura la atención de todos.

¿Por qué siempre me sangra la nariz en momentos importantes de la vida de mis hermanas?

—Déjame ayudarte —interviene Paola.

Vamos a la cocina, ella busca un poco de hielo y yo sostengo un tapón de papel sobre mi fosa nasal. Siento fresca mi frente con el hielo que ella acerca a mi rostro.

—Te estás muriendo de dolor, ¿verdad? —Pregunta ella.

—¿Dolor? Nada que ver, yo no...

—Se nota que no estás cómodo con la presencia de Rodrigo. Yo sé que nunca pensaste en la posibilidad de que él se convirtiera en tu cuñado.

Sus palabras tienen tanta razón, jamás pensé que algo así podría pasar.

—Sí, me duele el corazón.

—Y por eso te estás desangrando. ¿Quién te manda a tener pretendientes tan cobardes? —Ella se ríe de mí.

—No lo sé, mi vida se volvió un poco catastrófica desde que Héctor y Rodrigo aparecieron en mi vida.

Pone su mano en mi hombro, trata de consolarme, me siento incómodo en la postura con la que debo mantener mi rostro para evitar el sangrado.

—Bueno, la vida nos traerá cosas buenas a los dos. ¡Ahora solo quedamos tú y yo!

—Ya sé. Somos tú y yo. ¡Tan rápido cambio la vida para todos!

Escuchamos que la puerta de la cocina se abre, la bisagra cruje y nuestra atención es dirigida a él.

—¿Todo bien? ¿Cómo sigues? —Pregunta Israel.

—Bien, supongo.

—¿Y si sales al jardín? Afuera está más fresco que aquí, déjame acompañarte —dice él.

Mi hermana tiene una expresión curiosa en el rostro y eso provoca una sonrisa en mis labios. Aparto el hielo de mi frente y acepto salir al jardín. Nos sentamos en una banca de madera.

—Parecías un poco incómodo en la cena —se anima a iniciar la conversación.

—Sí, no me sentía del todo bien, hoy fue un día abrumante.

—¿Carla es tu hermana de la que me hablaste en el avión?

—Sí, es ella.

—Y supongo que al final, ella se casó con él.

—Así es. Mi hermana se casó con el hombre que dijo pretender gustar de mí. ¡Por eso estoy incómodo!

—Entiendo. ¡Es normal! El tiempo deberá pasar para que logres asimilar las cosas.

Siento que la hemorragia ha cedido, me quito lentamente  y con discreción el tapón de papel. Limpio mi rostro con una servilleta. ¡Ya no sangro más!

—Como sea, Jimena ya se va a casar y eso debe alegrarme. ¡Tengo que cambiar mis perspectivas!

—¿Por eso decidiste cerrar y abrir un ciclo en tu vida? —Su pregunta ocasiona que le mire con atención, su expresión en el rostro me inspira demasiada serenidad.

—Sí. Este nuevo ciclo que acabo de abrir es para no pensar más en cosas románticas o posibilidades de noviazgo.

—¿No te gustaría tener una relación romántica con alguien?

—Pues tal vez sí. Pero no ahorita.

—Bueno, ahorita, no porque es de noche, pero ¿qué tal si intentas tener un romance mañana?

—¿Mañana? Eso es muy pronto.

—Mañana habrás logrado superar esos sentimientos. Mañana será mejor que hoy. Mañana podrás ser feliz si así lo decides tú.

Sus palabras me provocan que suelte un suspiro.

—Bueno, lo tendré en cuenta. 

Sonríe.

—Te ves bien con esos anteojos, luces más sofisticado.

—¿Tú crees?

Asiente. 

—¿Y no se te antoja un colorado? En la camioneta dejaste tus panes, si quieres te acompaño —pregunta él.