De La Forma Equivocada

Una hora después Gabriel Patel se recostaba en el asiento del conductor de su auto, ya no podía andar con un chófer si queria acercarse a aquella mujer que se burló de su hermano, pero no quería pensar en eso, había pasado un buen rato conversando con alguien que le contó un poco de como había sido la vida de Greg después de que se separaran y aunque por momentos quiso matar Mariana por las cosas que supo de ella se sintió bien hablar con una persona que tuviera sentimientos parecidos a los suyos hacia Greg y que además pudiera contarle de sus planes.

El sonido del teléfono lo sacó de su nube de recuerdos.

- Mamá ¿Estás bien?- la fecha no era la mejor para su madre y él no estaba a su lado.

- Lo estoy hijo no te preocupes ¿y tú?

- Estoy bien también.- le contestó tratando de poner tranquilidad en su día.

- Dime cuando vas a volver con ellos.- su madre parecía no tener paciencia.

- Mamá ten calma, no puedo simplemente secuestrar al niño y llevarlo conmigo.

- No, no, yo no quiero eso, los quiero a los dos conmigo, ella me puede contar cosas de mi hijo y a el bebé también, mi nieto debe conocer a su padre.- él apretó el teléfono en su mano, sus planes no eran aquellos, en sus planes estaba enamorarla y burlarse de ella como le hizo a su hermano y de paso quedarse al niño.

- Entonces mamá, debes esperar, te prometo que los llevaré, debes mantenerte tranquila para que no tengas una recaída y yo tenga que regresar sin poder cumplir tus deseos.

- Está bien, me quedaré tranquila pero no demores.

- Mamá solo llevo un mes aquí, tienes que darme tiempo.

- Lo sé hijo, perdona, es que estoy desesperada, te dejo, te dejo, un beso muy grande para ti.

- Un beso mamá. - Gabriel sintió como su madre colgaba y pasó la mano por su cara, era hora de volver a hacerle una visita a la madre de su sobrino.

Mientras en la floristería las dos amigas conversaban.

- Ninete ¿no te importa si no almuerzo hoy contigo?- la francesa levantó una ceja- Y vendré un poco más tarde.- siguió diciendo.

- ¡Detente!- le gritó y la pelinegra dio un brinco- Suelta todo Mariana Ferrara, no saldrás de aquí si no hablas.

La chica resopló antes de decir algo.

- Me ordenaste que tuviera una cita y eso es lo que estoy haciendo.

- Sí, sí, sí - empezó a dar saltitos la rubia.-¿ Quién es, el inglés?

- No, un excompañero de la universidad que lleva un tiempo escribiéndome, vamos a comer algo y a conversar un rato.- la emoción con la que habló fue tanta que a Ninete le pareció que estaba anunciando que iría a comer con un asesino en serie.

- Eso me pone feliz, si lo deseas no regreses en toda la tarde, estaré bien, no te preocupes y vete ya.- la rubia comenzó a empujar a su amiga hasta la puerta de la floristería, casi creyó que si le daba un poco más de conversación no iría a su cita- A bientôt, je t'aime(Hasta pronto, te quiero)- y la dejó parada en la acera antes de volver a entrar a la tienda.

Una media hora después de abrir en la tarde se escuchó el sonido de que alguien entraba a la floristería.

- Buenas tardes Ninete. - la voz imponente de el inglés resonó.

- Señor Hudson, buenas tardes.- la francesa sonrió- Hacía unos días que no venía por aquí.

- Estuve ocupado, no solo de flores vive el hombre.- intentó bromear.

- Bueno en nuestro caso sí, eso es lo único que vendemos.

Unas risas se escucharon en la tienda, Gabriel no estaba de muy buen humor pero no podía negar que hablar con la francesa era agradable.

- ¿No está su amiga hoy?- fue directamente al grano.

- No, por fin he logrado que tenga una cita después de tanto tiempo y de tanto insistirle.- la mujer dijo aquello con toda intención, quería ver la reacción del hombre y no se equivocó pues lo vio contraer el rostro.

A Gabriel aquella información le cayó como si le hubieran golpeado el estómago y la sonrisa que tenía en la cara inmediatamente se borró.

- Ella es joven- continuó hablando Ninete como si no hubiera notado nada- Y no puede seguir viviendo nada más que de la casa al trabajo y con el bebé, tiene que rehacer su vida y encontrar a un buen hombre que la quiera.

Gabriel respiró hondo y contuvo lo que estaba sintiendo y que no lograba definir que era. ¿Ira, celos? No lo sabía, lo que si sabía era que no iba a permitir que ella se le escapara, si la mujer empezaba una relación con otro hombre lo de llevar al niño con su madre podría dificultarse, además ella no tenía derecho a ser feliz, no después de que hiciera sufrir tanto a su hermano.

- Eso quiere decir que tengo competencia.- expuso sus conclusiones.

- Puede ser.- dejó la chica su respuesta en el aire.

- ¿Y que me aconseja para volver a tener el primer puesto?¿Más rosas? ¿Joyas? ¿Una cena?

- Las rosas ya las usó, no se vuelva cansino, las joyas no se las aconsejo, va a gastar su dinero por gusto, ella terminará regalándolas a alguien que las necesite o donándolas a cualquier causa que le parezca justa.- con aquella confesión el hombre se sintió confundido, le roba a su hermano, pero no quiere joyas¿Qué clase de mujer era esta?- Creo que la comida para ella es mejor.

- Entonces tengo una idea, que tal si deja guardadas las flores de hoy y se las entrega mañana cuando un chico aparezca por aquí con un buen desayuno, pues estoy seguro que ella no va a aceptar ir a cenar conmigo.

La francesa asintió.

- Que sean magdalenas con crema, son sus preferidas, y las flores serán de jazmín a ella le gusta mucho ese olor.

El hombre sonrió, si aquella mujer supiera a quien estaba ayudando a conquistar a su amiga y lo que pensaba hacer con ella lo habría apuñalado allí mismo con las tijeras que tenía sobre el mostrador.

Y otra vez sacó su tarjeta de crédito y se la entregó para que cobrara las flores.

- Bueno, vendré mañana en la tarde, y por cierto antes de que me olvide, mi nombre es Gabriel, no hace falta que siga diciéndome señor Hudson.