Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
NovelToon tiene autorización de Erica Catse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Así que eres el diablo
Sin poder soportar más la ternura de este muchacho, me acerqué a su lado y sujeté sus mejillas. Él se sorprendió por mis acciones, sus pupilas celestes temblaban dentro de sus ojos, su boca se abrió en una “O”. Pero sus mejillas eran suaves y regordetas por lo que no podía dejar de tocarlas. Sería demasiado si las mordiera, ¿cierto? Me vería como una pervertida, ¿cierto?
— No llores. Te ayudaré. Haré que te conviertas en el mejor saxofonista de todos los tiempos, incluso el lindo de Bach temblará en su tumba ante tu talento.
— ¿Quién es el lindo de Bach?
Deje de tocar sus mejillas y lo miré con desaprobación.
— ¿No sabes, quién es Bach? Creo que para que te conviertas en un gran músico, al menos deberías conocer a tus predecesores.
— Tú eres la que debes tener más respeto. Eres tan descarada. Pero aceptaré tu ayuda. Eres al menos sincera.
— Soy Mia — me presenté.
— Soy Ciel Grand — mencionó estrechando mi mano — ¡Ah! Eres la chica nueva, esa que fue criada por humanos. Ahora entiendo tu forma tan extraña de hablar. Aunque la academia tiene una política de igualdad incluso entre los diferentes tipos de especies. Afuera debes ser un poco precavida, solo eres una beta no importa si eres la amante del duque Storm…
— En realidad soy su hija — lo corregí.
Pude ver que mi broma había llegado demasiado lejos. Sentí que me disparé en el pie al decir aquello de que el duque era mi sugar daddy. Tal vez por esa razón nadie quería ser mi amigo.
— Pero todo el mundo en el foro de la academia dice que te compró de un burdel, también dijeron que tus padres te vendieron para pagarle al duque una deuda. ¿Quién iniciaría este tipo de rumor tan sombrío? Tal vez fue Emily.
En realidad, fui yo. Sin embargo, solo dije que era mi sugar daddy. Nunca dije que me sacó de un burdel, ni que mis padres le debían dinero. Dios, la persona que difundió el rumor como alguna especie de teléfono desconectado debería ser escritor, está perdiendo dinero con tanto “talento”.
— Tampoco lo sé. Parece que a nadie de esta academia le agrado — dije de manera lamentable. — Así que… ¿Serías mi amigo?
Ciel me miró como si fuese un cachorro extraviado. Luego sonrió de manera dulce y colocó una mano sobre mi cabello mientras me despeinaba.
— Está bien. Pero solo lo hago porque eres divertida.
— Está bien. Si quieres puedo acompañarte mientras tocas el saxofón, prometo darte mi más sincera opinión — le dije con mala cara, ya que escucharlo tocar era una tortura.
— ¿Estás segura? No tienes que obligarte.
— Eso es lo que hacen los amigos, se apoyan en las buenas, en las peores y en todo momento.
Ciel sonrió ante mis palabras.
— Amigos entonces. — extendió su mano.
Sonreí mientras lo miraba.
— Gracias por aceptar mi amistad. Ahora me voy. Por cierto, ¿sabes dónde está la cafetería?
— Sigue recto — mencionó sonriente.
— Nos vemos en clase, ángel.
— Nos vemos, diablita.
Fruncí el ceño ante su comentario. Quise protestar, sin embargo, fui la primera que le puso un apodo. Suspiré mientras seguía la dirección que Ciel me enseñó. No estaba tan perdida después de todo, solo me tomó cinco minutos llegar hasta donde está la cafetería. Pero antes de que pudiera admirar mi entorno, alguien gritó detrás de mí. Por lo que gire mi cuerpo encontrándome con una pelota que venía directamente hasta mi rostro. Ni siquiera tuve tiempo de esquivarla así que no tuve más remedio que recibirla con mi cara.
Sí, hoy parecía que no era mi día. Me recriminé por no haberle hecho caso a mi padre para quedarme en casa .
— Creo que la mataste, Leila.
— Deberíamos tirar su cuerpo.
— Parece que no respira.
— Quizás debemos enterrarla.
— Cállense. Ustedes son los únicos culpables. Les dije que atrapen la pelota, pero corrieron como niñas. ¿Seguro que son hombres? Ahora ayúdenme a llevar…
No pude escuchar más, ya que mi conciencia se volvió borrosa. Así que no estaba segura si me llevarían a la enfermería o a alguna alcantarilla para enterrar mi cuerpo. Señor, ¿esto es porque nunca rezo de noche?, ¿por qué mi suerte parece haber empeorado desde que llegué a este lugar? Todo me sale mal. No solo mal, todo se vuelve peor.
***
Cuando abrí los ojos de nuevo, vi un techo blanco. ¿Dónde estaba? Estaba un poco confundida con lo que estaba pasando. Lo último que recuerdo es una pelota golpeando mi frente y algunas personas discutiendo cómo manejar mi cuerpo. Tal vez, morí y ahora estaba en el cielo.
— ¿Dónde estoy? ¿Acaso morí? Dios, ¿estás ahí?
— No soy Dios, pero si quieres puedo ser tu dios.
Seguí el sonido de la voz y me enfrente a unos ojos que parecían tan extraños y encantadores.
El joven frente a mí me dio una sonrisa maliciosa que hizo a mi corazón perder un latido. Sus cabellos rojos revoloteaban a su alrededor, sus ojos grisáceos como las nubes que auguran una tormenta me miraban con presunción y arrogancia. Aunque sus labios mostraban una sonrisa, podía ver que era falsa, no había alegría ni cordialidad en ella. Más bien era irónica, casi ridícula como si yo no fuera más que una cosa que no valía su tiempo.
— Así que eres el diablo — mencioné resignada — Lo sabía. Sabía que me iría al infierno por no rezar y por siempre cuestionar a Dios sobre todo lo que me pasa, por echarle la culpa cuando algo me sale mal. Pero señor diablo sea indulgente y no me castigue demasiado. No hice muchas cosas malas, solo mentí un poco, pero todo el mundo lo hace, ¿cierto?
— Creo que estás confundida. No estás muerta, tontita y tampoco soy el diablo. Soy Bastian Logus y estamos en la enfermería, ya que mi linda y dulce prometida te golpeó con una pelota.
Remarcó las palabras “linda” y “dulce” como si eso no fuera lo que en realidad quería decir. Intenté sentarme, pero me dolía la cabeza demasiado. Por un momento me preocupé de que se me cayera, pero eso era ilógico. De igual manera, me toque la cabeza para ver si no estaba a punto de separarse de mi cuerpo.
— ¿Qué hora es? — susurré.
— Casi la hora de la salida. Aquí está tu bolso. Sin embargo, es mejor que no te levantes y te quedes un poco más hasta que llegué el médico.
— Ya me siento mejor. Solo…
Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió de manera brusca. La persona detrás de tal acción fue Emily. Sus ojos aguamarinas se veían furiosos mientras me observaba. Parecía que no estaba para nada contenta. Detrás de ella estaba una chica hermosa de ojos rojizos como la lava de un volcán y cabello castaño. Los labios de aquella chica estaban curvados como si estuviese esperando un buen espectáculo.
Sé que a algunas personas les gusta tener una imagen de los personajes así que aquí les dejo como los imagino, pero cada quien es libre de imaginarlos como deseen:
Mia
Asther aunque me falta la máscara por más que le pedí a la IA no me lo daba con una máscara que oculte el lado izquierdo de su rostro.
Bastian
Ciel aunque lo imagino más lindo y dulce
Leila
Emily
Carl
Este es Serafín que ahora es una estrella más del cielo.