Sofía es una joven que ha crecido en la soledad de la orfandad, enfrentándose a una serie de tormentos internos que la han marcado desde su infancia. En su búsqueda de pertenencia y amor, se cruza con Lucius, un enigmático hombre que posee una esencia sombría y que, a lo largo de su vida, jamás ha experimentado la calidez de los sentimientos. A medida que sus caminos se entrelazan, Sofía se enfrenta al desafío de luchar contra la atracción que siente hacia él y las sombras que parecen rodearlo. ¿Podrá encontrar la fuerza necesaria para resistirse a su cautivadora belleza y, al mismo tiempo, desentrañar los misterios de su alma oscura, o sucumbirá a su hechizo, perdiéndose en el abismo de su atracción?
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Una boda diferente
Sofía dirigió su mirada hacia Lucius, sintiendo una fascinación que nunca había experimentado antes. Sus ojos, de un azul intenso y profundo, la deslumbraban con su singularidad; nunca había visto un color tan vibrante en ninguna otra persona. Aquellos ojos le parecían sacados de un cuento.
La misa continuaba, y había llegado el momento de pronunciar los votos. Sofía los conocía de memoria, ya que siempre había soñado con casarse.
Sofía se encontraba en una situación incómoda, sintiendo una mezcla de emociones mientras lucius le ponía el anillo en su dedo. , y ella notaba la tensión en el aire al ver a Lucius, quien, a pesar de su cercanía, seguía sin prestarle atención; su mirada se mantenía fija en otro lugar, lo que profundizaba la sensación de desconexión.
Cuando llegó su turno, se acercó a Lucius, sintiendo cómo su mano temblaba ligeramente al colocar el anillo en su dedo. La respiración de Sofía estaba agitada, no solo por la cercanía física, sino también por las emociones que hervían en su interior. Fue un momento de gran significado, y aunque él no la miraba, ella se esforzó por mantener la calma.
La misa había llegado a su fin, y el sacerdote les solicitó a los presentes que sellaran su unión con un tierno beso. En ese momento, Sofía se encontraba a punto de levantar su velo, cuando Lucius, tomando su mano con suavidad, la besó con delicadeza. Ella, en su inocencia, no reflexionó demasiado sobre lo que estaba sucediendo; simplemente sintió que así debía ser.
Sin embargo, los asistentes quedaron atónitos, sorprendidos al no presenciar un beso que se ajustara a la costumbre tradicional que todos esperaban ver en esa ocasión. La atmósfera se tornó densa, y las miradas se cruzaron, llenas de desconcierto ante el inesperado acto que se había consumado.
Ambos salieron de la iglesia. Sofía dirigió una mirada a Catalina y Yolanda, sonriendo con dulzura mientras trataba de caminar al lado de Lucius.
Lucius, con un simple gesto, llamó al cochero para que trajera el carruaje, de modo que ambos pudieran abordar de inmediato. Deseaba evitar que nadie tuviera la oportunidad de felicitarlos o siquiera quería asistir a la gran fiesta que Mónica había organizado en su honor.
Lucius, no es necesario que se marchen tan pronto.!_ dijo Mónica intentando disimular su enojó.
para ya madre, iremos a casa, no Cres que ya fue suficiente.!_ dijo lucius molesto .
Al abordar el carruaje, Sofía lo observó a él a través de su velo, un gesto que reflejaba su confusión y curiosidad. No comprendía la razón detrás de su actitud, pero podía sentir que él parecía molesto. Su rostro se mantenía impasible, sin dirigirle ni una sola mirada ni una palabra, lo que intensificaba la incomodidad en el aire entre ambos. El silencio se hizo denso, y Sofía, intrigada y a la vez preocupada, se preguntaba qué habría causado ese estado de ánimo en él.
El trayecto resultó bastante incómodo para ambos. En cuanto el carruaje se detuvo, Lucius bajó de inmediato, sin preocuparse por ella ni ofrecerle su mano. Las sirvientas, al ver la situación, rápidamente acudieron en su ayuda para ayudarla a descender del vehículo, ya que su vestido era realmente elaborado y largo, lo que dificultaba el movimiento.
¡Bienvenida, Duquesa! exclamaron todos los empleados , dirigiendo sus miradas hacia ella con una mezcla de respeto y admiración. Mientras tanto, Sofía observaba cómo Lucius se desvanecía en la inmensidad de la gran casa, su figura perdiéndose gradualmente en la penumbra del interior.
¡Gracias! exclamó Sofía, aunque no comprendía del todo qué debía hacer en ese momento.
Permítame ayudarla, ofreció una mujer, acercándose para ayudarle a cargar la cola de su vestido.
¿le gustaría que te ayudara a ir a tu habitación Duquesa? dijo la mujer mirándola con una suave sonrisa.
Por favor, lleva a la duquesa a cambiarse y asegúrate de que le traigan la comida a un horario adecuado, comentó Lucius mientras subía las escaleras.