El Romance Prohibido Del Emperador

En medio del beso, ella recordó que aún no se la puede dejar tan fácil, y por esa razón se apartó de sus labios.

—¿Qué pasó?—preguntó él al ver que ella rompe el beso.

—Romeo, te he dicho que conmigo no funciona ninguna de tus estrategias de conquistas, tendrás que hacer más que eso, si deseas tenerme — dice ella alejándose del cuerpo de Romeo, pues él está tan cerca, que puede sentir su parte íntima, la cual está ya lista para la pelea.

—Abi, tú solo dame una oportunidad, y yo prometo no fallarte, haré lo que me pidas, tú solo dime— dice él con ojos suplicantes, pues por un momento creyó que Abigaíl por fin le daría una oportunidad, pero de un momento a otro se alejó de él.

—Bueno, por ahora quiero que no te entrometas en el problema que tengo con la perra de Sofía y me dejes hacer lo que quieras — dice ella jugando un poco con su cabello.

—¿Qué quieres hacer con ella, puedo ayudarte? —dice él.

—Únicamente déjala libre, yo hago el resto, hoy mismo manda a investigar a mi tío Arturo — dice ella.

—Bien, cuenta con eso — dice él sin entender aún lo que ella desea con eso, pero de algo está seguro y eso es que lo hará.

—Buen perro — dice ella con una sonrisa maliciosa.

—Con todo eso, ¿qué gano yo aquí? — dice él mientras peligrosamente camina hacia ella y ella retrocede.

—No ganas nada, no estás en posición de pedir compensación, ya suficiente he tenido contigo, si te portas como un hombre fiel, yo prometo pensar más adelante y al menos ser amigos, no más de ahí, ahora vámonos de aquí— dice ella para luego volver a convertirse en Hera, Romeo también se convierte en Amón y ambos salen del agua con la intención de ir al palacio.

Al llegar, Romeo por el enlace mental le pide a sus hombres preparar ropa para ambos y el mismo guía a Abigaíl hasta su habitación.

Cuándo ella llegó allí, se fue al baño a dar un baño de agua tibia, pues se sentía sudada por correr tanto.

Cuándo terminó de bañarse, sintió que alguien la miraba con intensidad, y ella no tiene ni que ser adivina para saber quién la mira, pues el olor de él, llegaba a ella.

—¿Qué miras?—dice ella cubriendo su cuerpo con una toalla grande, y se coloca una más pequeña en el cabello.

—Nada, solo veo lo bella que eres y déjame decirte que te ves mejor desnuda que con esa toalla. En cuanto al asunto que me has pedido, ya mandé a investigar a tu tío, y esa mujer ya fue llevada a su casa. Ella pedía justicia, es posible que su padre acuda a tu casa para hablar del asunto — dice Romeo con molestia.

—Me importa un pepino que vayan a mi casa a hablar con mi padre, tú solamente haz lo que yo te pedí, el resto déjalos en mis manos — dice ella y sale del baño y allí en la cama ve un vestido, el cual se coloca por encima de la toalla, cuando iba a secar su cabello, Romeo llegó a ella y la ayudó con esa tarea.

—¿Por qué siento que soy un esclavo?—dice él con una sonrisa pícara.

—Tonterías— dice ella mientras intenta quitar la toalla de las manos.

—Pero no me molesta ser tu sirviente, con tal de que seas mía, soy capaz de lo que tú me pidas — dice el terminado de secar el cabello de la joven.

—¿Lo que sea?—dice ella con una sonrisa maliciosa, pues se le acaba de ocurrir una broma.

—Lo que sea, siempre y cuando no sea hacerle daño a un inocente — dice él mirando los ojos de la joven, los cuales tienen un brillo malicioso, y eso lo hace tragar grueso, ya que le encanta verla así.

—¿Si te pido que me des tu reino, me lo darías?—dice ella sonriendo con malicia.

—No puedo darte mi reino, ya este te pertenece al igual que mi corazón, es solo que aún no me das una oportunidad. ¿Cuándo me dejará hacerte el amor como lo hacíamos antes? Nena lo estoy necesitando con urgencia, ten piedad de mi— dice él con una voz suplicante y eso hace que ella dejará de sonreír, para sí sonrojarse.

—Bueno, será mejor que me vaya a casa, debo prepararme para recibir a mi tío querido — dice ella para luego darse la vuelta e intentar irse, pero Romeo la abrazó por la espalda, y empezó a olfatear su cuello, lo que provoca que su piel se erizará.

—Bella Abigaíl, si me das una oportunidad, no solo te doy mi reino, sino, que si deseas conquistar cualquier otro, te lo doy también, pero a cambio de eso, tienes que ser mi mujer de verdad, y también ser mi emperatriz. No importa que digan que nuestro amor es prohibido, mientras puedas ser mía, tal cosa para mí no me importa, ame a tu hermana, pero te amo más a ti, nada más con pensarte, siento que me abandona todo indicio de razón, mi mundo gira alrededor de ti— dice él con una voz ronca por el deseo acumulado que le tiene, y aún no deja de oler la deliciosa aroma de su amor. Ese amor que es más terco que mula en la sabana.

—Para que eso pase, tienes que ganarte mi amor, más te vale no ser tan promiscuo, o me vas a conocer— dice ella y se suelta de él y sale casi corriendo, pues Hera le está rogando que se quede con ese coqueto.

El hombre solo se quedó mirando como se fue dicha mujer, y una lágrima se escapó de sus ojos, pues se siente despreciado.

“¿Por qué no puede amarme, si antes ella veía a través de mis ojos, que cambió ahora?” Dice Romeo en sus pensamientos.

“No sé que está pasando, pero más te vale que no dejes ir a nuestra luna, o te dejaré de hablar por siempre” dice Amón con voz terrorífica.

Romeo sabe de qué habla su lobo, y mejor decide hacer lo que dice su luna, o la va a perder de verdad. No le llevará la contraria nunca, así lo que ella le pida sea descabellado o un poco loco.

En cuanto a Abigaíl, ella salió del palacio y de forma inmediata, le pidió a sus acompañantes irse a la mansión, ya que de seguro su tío querido, mañana iba a causar problemas.

Por eso, en cuanto llegó a la mansión, se fue a hablar con su padre sobre la situación y este la apoya, puesto que a él nunca le gustó la actitud de esa sobrina suya, pues ella se cree más que todo el que le rodea, cuando en realidad lo único que sabe es gastar dinero a manos llenas.