Carmesí

...ELEANA:...

Terminé de peinar mi cabello y me lo recogí en un moño alto, pero me quedé en el asiento de la comoda. El duque no dejaba de observar el barco de papel en la mesita de noche y evaluarme de reojo.

Las sirvientas volvieron, una cargaba la bandeja con el desayuno, la otra la tetera y una taza. No esperaban encontrarse con el duque, sentando con sus piernas estiradas y sus brazos recostados a lo largo de espaldar.

Se tensaron, pero hicieron una reverencia y dejaron las bandejas sobre la mesa frente a al duque. Pretendían marcharse, pero un solo giro de la cabeza del duque y se quedaron quietas.

— No les he dicho que se marchen — Dijo él con cautela.

— ¿Desea algo Su Gracia? — Preguntó la que había decido por azar llamar Anastasia.

— Encontré a la Señorita Eleana en una situación bastante delicada, la dejaron encerrada en el baño y le escondieron el bastón sabiendo que no puede moverse sin él — Dijo él, inclinando su cabeza a un lado, las mujeres palidecieron, pero no soltaron nada — Ustedes tenían órdenes que cumplir, la ama de llaves les dejó toda la responsabilidad de ayudar a la duquesa y se aprovecharon de eso para actuar en su contra.

— ¡Su Gracia, eso no es así...

— ¡Cierra la boca! — Gruñó el duque, con ojos furiosos, las mujeres empezaron a temblar y se les aflojó las lágrimas con solo eso — ¿Pretendes desmentir algo que ví con mis propios ojos ? No necesité que la duquesa me diera explicaciones para comprender lo que había sucedido.

— Por favor... Todo se trató de un gran error...

— ¿Un error? Maldita sea, siguen teniendo el descaro de mentir — El duque se levantó de golpe y ambas se encogieron, sollozando — ¡Merecen que les corte la garganta por esto, que les rompa los huesos ! — Sus puños se apretaron y ambas callaron de rodillas.

Me quedé helada cuando colocaron sus rostros a centímetros del suelo.

— ¡Por favor, Su Gracia, nos nos asesine! — Suplicó María — ¡Nos arrepentimos de lo sucedido, lamentamos mucho haber actuado tan mal con la duquesa!

Ambas me observaron.

— ¡Por favor, perdone nuestras acciones!

El duque se rió.

— ¡Hipócritas, si yo me hubiese ahorrado las reprensiones, ustedes no hubieran dicho ni una sola palabra, ni tampoco estarían mostrándome sus supuestos lamentos, solo intentan salvar sus miserables cuellos con disculpas vacías, pero lo cierto es que disfrutaron de sus malas acciones a pesar de que sabían perfectamente que no era lo correcto! — Se acercó ambas, sus botas cerca de sus manos extendidas.

— ¡Por favor... Su Gracia, lo sentimos!

— ¡No sienten nada, lo menos que pueden hacer es mantenerse calladas, el único sonido que quiero escuchar es el de sus gritos de dolor! — Gruñó él y me estremecí cuando estrujó su bota en los dedos de la morena, la mujer empezó a gritar de dolor y la otra retrocedió por el suelo, jadeando, pero el duque la alcanzó después de cansarse de aplastar los dedos de la sirvienta.

La iba tomar del cuello cuando me levanté.

— ¡No, no lo haga, no lastime a estas mujeres! — Grité y las venas de sus puños se tensaron.

Giró sus ojos hacia mí, tan rojos de la furia, no había nada del hombre que me había dado el masaje, ni el que me sujeto en sus brazos. Me sentí un poco aterrada, preguntándome si alguna vez haría lo mismo conmigo se llegaba a actuar en su contra.

— ¡Debe cumplir con su palabra de echarlas! — Dije, sosteniendo esa mirada perdida en furia — ¡Es el castigo adecuado para sus acciones!

Los sollozos de ambas se escuchaban de fondo, pero la que tenía los dedos magullados se quejaba más. No quise observar cuanto daño le había hecho.

Sostuve su mirada y soltó una larga respiración, sus puños se aflojaron.

— ¡Largo de aquí, las quiero fuera de mi palacio hoy mismo! — Gritó él, señalando la puerta.

Las mujeres se levantaron a tropezones y salieron de la habitación.

Me quedé a solas nuevamente con el duque.

Me observó, como si quisiera decir algo y dió un paso hacia mí, pero retrocedí involuntariamente.

Se detuvo en seco, frunciendo el ceño.

— Señorita Eleana... Jamás lastimaría sin justificación — Tartamudeó un poco — Esas sirvientas no eran inocentes y usted lo sabe.

— Lo sé... Pero... Se me hizo un poco fuerte ver... — Me interrumpí.

Se pasó la mano por la cabeza, su cabello deslizándose a los lados. Caminó hacia la puerta interna.

— Señor Dorian — Lo llamé y giró su rostro hacia mí — ¿Si yo hiciera algo en su contra o algo malo, usted me castigaría? — Tragué con fuerza y se tensó, su expresión era helada, sus ojos se llenaron de brillo diferente, tormentoso y creí haber visto un poco de tristeza en ellos.

— No, no lo haría, a menos que fuese algo lo suficientemente grave.

— ¿Me haría sentir mucho dolor?

— No, no, no — Dijo, angustiado — Señorita Eleana, yo... No podría hacerle daño a usted... — Su voz se apagó — No tenga miedo de mí.

— No le tengo miedo — Dije, tomando mi bastón para poder caminar hacia la salida — Sabe, si usted se atreve hacerme daño, sea justificado o no, yo no suplicaré como esas dos... Me defenderé de la forma que pueda.

Se estremeció un poco.

— Eso lo sé, pero no soy como usted piensa.

— ¿Entonces, por qué actúa como un mounstro, por qué dejó que todos lo vieran como un ser despreciable? — Pregunté, sin poder evitarlo — Usted mismo ensució su reputación, hizo que todos le temieran y lo juzgaran por sus malas acciones ¿Por qué? Si no es como pienso ¿Entonces cómo es en realidad? — Me llené de ira, sin poder evitarlo.

Se quedó quieto, observándome durante tanto tiempo, sus ojos se opacaron y ocultó lo que sucedía en su interior.

— Escuché que mató a su padre ¿Lo hizo o solo son rumores? — Solté ante su silencio, pero presionarlo no me funcionó como esperaba.

Su expresión se endureció.

— Todo eso es algo que no estoy dispuesto a revelar, ni ahora, ni nunca — Concluyó, abriendo la puerta de su habitación, chasqueó la lengua — Usted no es quien para demandar esas respuestas.

Lo último fue como una bofetada.

Salí de la habitación y me marché al jardín. A la sombra de un árbol me enfrasqué en pensar.

Tenía razón, yo no era quien, ser su esposa no me daba el derecho a escudriñar en su complejidad y tampoco debía importarme en lo absoluto.

Solo era una señorita que por causas del destino se sacrificó para salvar a sus hermanos. Nada más me unía al duque, aunque sentía una atracción por él y todo su misterio, eso era para mí algo que no podría consentir. ¿Estaba mal sentirme viva ante su cercanía o era una tonta?

Emiliana tal vez ignoraría todo eso, no le importaría en lo absoluto la forma de ser del duque y lo manchado que estaba .Ella a través de su cariño no cuestionaría, ni iba despreciar las acciones del duque y se haría de la vista gorda, pero yo no podía aplaudir todo lo que hacía.

Necesitaba comprender al duque, tal vez así podría otorgarle el beneficio de la duda. Si quería tener una vida sin tormentos,conflictos, desconfianzas y odio, yo debía tratar de acercarme sin juzgarlo.

Deseaba saber más del duque, de su vida llena de misterios e intrigas. Había dos lados frente a mí, el duque compasivo con los animales y el otro, la bestia feroz y cruel que se mostraba ante el mundo. Ambos eran tan diferentes, pero había algo que los unía y si buscaba en uno, me encontraría con el otro.

Elegí al que se mostraba en ocasiones, el que dejaba que los animales se acercaran y el que acarició mi lesión hasta sanar mi dolor.

No sabía porque me importaba tanto, tal vez porque era la persona con la que pasaría el resto de mi vida.

...****************...

Lira pasó la tarde quejándose de que su trabajo se había duplicado cuando observó a las doncellas caminando con sus pertenencias adentro de unas valijas desgastadas. Con rostro agachados llenos de tristeza, la morena tenía los dedos vendados, pero evité pensar nuevamente en ello.

— Tranquila, Lira, ya pensaremos en algo, tal vez podrías pedirle al Señor Dorian que contrate otras sirvientas — La animé, mientras estábamos de pie en el vestíbulo, observando desde la ventana del palacio como se marchaban.

— Debí ser más cuidadosa, reprenderlas más y advertirles que con el Señor Dorian no se juega.

— Te ayudaré con las albores mientras todo se soluciona — Me ofrecí y me dió una mirada rotunda.

— No, usted no debe hacer nada de ese tipo, es la duquesa, la señora de la casa, no debe ponerse a hacer labores de servidumbre y menos hacer esfuerzos innecesarios — Me reprendió, pero negué con la cabeza.

— No me cuesta nada, estaré bien.

No discutió, pero tampoco consintió mi sugerencia.

— El duque aprobó el presupuesto — Me informó y una sonrisa se me asomó en el rostro.

— ¿En serio?

— ¿No le dió la noticia?

Negué con la cabeza, con todo lo que sucedió seguramente lo olvidó por completo.

— Usted y yo seremos las encargadas de la remodelación, tenemos mucho trabajo por delante, así que debemos empezar ya — Resopló, agitando una mano en su rostro.

— ¿Qué hay del duque, no nos echará una mano?

— No podrá, se irá pasado mañana a la capital y me ha pedido que realicemos los trabajos en su ausencia — Dijo, me quedé desconcertada por la noticia.

— ¿Estará mucho tiempo fuera?

Me observó con sorpresa ante mi pregunta y no comprendí el porque.

— Indefinido, depende del trabajo que le imponga la Reina Vanessa, pero no será cosa de unos días, tal vez tarde semanas en volver, la última vez se tardó un mes en volver y fue hace nada.

O sea que iba quedarme sola únicamente en compañía de Lira. Serías unos días largos, debía aceptar que el duque me mantenía entretenido.

Empezó a observar hacia las paredes, había una marca en pared, como si un cuadro hubiese estado colgado allí anteriormente.

Necesitaba preguntar porque el palacio parecía haber sido saqueado por una estampida de ladrones.

— ¿Qué sucedió con las cosas de la casa? Parece saqueada.

Ella sopesó en darme la respuesta y antes de responder observó a todas partes, me tomó del brazo y me guió hacia un lugar lo suficiente discreto, en una esquina lejos de la entrada.

— El palacio no era así antes, solía tener una buena apariencia — Susurró, así que tuve que acercarme más para escuchar — Antes de que el duque heredara el título solía ser un lugar agradable a la vista.

— ¿Qué pasó?

— El Duque Dorian sacó todo y lo quemó, reemplazó solo unas pocas cosas necesarias... Con el tiempo dejó de preocuparse por lo demás y esto es el resultado de todo eso — Ondeó su mano por el lugar.

— ¿Por qué? — Jadeé.

Lira se tensó un poco.

— No dió explicaciones, pero seguramente fue una forma de olvidar su pasado y borrar todo lo sucedido dentro de estás paredes... El asunto es muy grave y yo no tengo el derecho a revelar nada, pero es algo que incluso yo estoy tratando de olvidar — Palideció un poco y me pregunté en silencio si tenía que ver con el padre de Dorian o su familia en general.

Tanto descuido tenía sus razones, el duque parecía estar esperando a que alguien se dignara a cambiar lo que él descuidaba.

Ese alguien era yo.

El lugar apestaba a soledad y oscuridad, una huella de lo que había vivido en él.

Observé a Lira y coloqué una mano en su hombro.

— Ya eso terminó Lira y para eso estoy aquí, dejar el palacio en este estado es recordar lo sucedido y no soltarlo, voy a hacer de estás paredes viejas y desteñidas, un lugar lleno de luz — Le juré y la ama de llaves sonrió con emoción, pude ver un destello de esperanza en sus ojos.