Aziel ha vivido en un ambiente de riqueza, derroche, lujos, delito y crímenes. Aun así, la palabra lealtad es algo que se ha quedado grabado en su mente y corazón, pues para la mafia lo peor que pueda existir es la tración. Por eso mismo, Aziel no sabe cómo quitarse el horrible dolor que su ex novia le dejó después de su engaño. El verdadero problema ocurre cuando su padre muere, aunque él ha heradado su gran imperio en la mafia, su progenitor deja una pequeña cláusula que debe acatar para poder tomar el mando y está es que debe elegir a una mujer, casarse con ella y permanecer así, cómo mínimo un año. Aziel no quiere saber nada del amor, pero quiere tomar lo que le corresponde. Entonces organiza un plan perfecto: Conseguir una esposa de mentira. ¿Qué padria salir mal?
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Capítulo 17
Al día siguiente Emily se despertó muy temprano, la noche anterior Aitana le informó que el señor Rinaldi la llevaría de visita a ver a su abuela.
Sus ojos que siempre reflejaban tristeza en esta ocasión tenían un pequeño brillo de esperanza. Moría por abrazar a su abuela, sin embargo, sabía que su abuelita era muy perspicaz, y de seguro le haría preguntas que ella no sabría responder.
Los ojos marrones se fijaron en el reloj de su buró, 8:35 de la mañana, se suponía que Aziel llegaría a las 8 en punto.
Los toques de la puerta le avisaron que él estaba ahí.
—Adelante —dijo con voz entrecortada, saber que volvería a ver a ese hombre a la cara la hacía sentir nerviosa.
—Tuve un imprevisto —explicó—, he tenido una mañana ocupada.
Emily soltó un suspiro, mientras se sentaba de golpe en la cama.
—Sí esto es una molestia, no hay problema, puedo ir yo sola. —Se mordió los labios, tenía que calmar su lengua suelta si quería hacer una tregua con ese hombre.
—No es una molestia —respondió Aziel, su tono más suave de lo habitual—. Prometí llevarte y cumpliré mi promesa.
Emily lo observó, notando el cambio sutil en su actitud. A pesar de su confusión interna, se levantó, decidida a aprovechar la oportunidad para ver a su abuela.
—Estoy lista, entonces —dijo, tratando de mantener su voz firme.
Durante el viaje, el silencio se apoderó del coche, un silencio cargado de palabras no dichas y emociones contenidas. Emily miraba por la ventana, intentando concentrarse en el paisaje que pasaba, pero su mente estaba enredada en sus pensamientos sobre Aziel, sobre su abuela y sobre todo lo que había cambiado en su vida desde que se encontró atrapada en este inesperado matrimonio.
La tensión entre ellos era palpable, un muro invisible que los separaba a pesar de la proximidad física en el interior del vehículo. Aziel, consciente del malestar, decidió tomar un enfoque diferente, una táctica que rara vez empleaba: la juguetonería.
—¿Sabes? —empezó Aziel, rompiendo el silencio con una voz inesperadamente ligera—, si vamos a estar casados, deberíamos al menos intentar disfrutarlo.
Emily lo miró, sorprendida por el cambio de tono. No sabía si tomarlo en serio o si era otra de sus tácticas manipuladoras.
—¿Disfrutarlo? —repitió, incapaz de ocultar el escepticismo en su voz.
—Claro —prosiguió él, una sonrisa traviesa asomándose en sus labios—. Por ejemplo, podríamos empezar a darnos apodos cariñosos. ¿Qué te parece... "mi querida tortuga"?
Emily no pudo evitar soltar una risa incrédula ante la absurdidad del apodo.
—¿Tortuga? ¿Eso es lo mejor que se le ocurre al ingenioso señor Rinaldi?
—Bueno, eres lenta para confiar y te escondes en tu caparazón —explicó Aziel, claramente divertido por su propia broma.
La ligereza de su tono y la forma en que había logrado hacerla reír, a pesar de todo, alivió un poco la tensión. Emily se encontró sonriendo a regañadientes, reconociendo el esfuerzo de Aziel por aligerar el ambiente.
—Está bien, si vamos por ese camino, entonces te llamaré... "Mi bipolar favorito".
—Me parece justo —admitió Aziel, asintiendo con aprobación.
El resto del viaje transcurrió con una atmósfera ligeramente menos tensa. Aziel, aprovechando el cambio de ánimo, intentó abrir un diálogo más serio, tratando de abordar los problemas subyacentes entre ellos con una honestidad que Emily no había visto antes.
—Emily, sé que he sido... difícil. Y sé que te he puesto en una situación complicada, pero ya estamos en este embrollo. Solo coopera y esto se terminará lo antes posible —dijo, su voz bajando a un tono más suave y reflexivo.
Ella lo miró, notando la sinceridad en sus ojos. Era la primera vez que sentía que Aziel se estaba abriendo, mostrando algo más que la fachada del magnate inquebrantable.
—Lo siento —respondió, ofreciéndole una mirada tímida—. No debí mencionarle nada a nadie, de verdad no fue mi intención.
Por un momento, un entendimiento silencioso se estableció entre ellos. Aunque las cicatrices de sus errores no desaparecerían de la noche a la mañana, había un atisbo de esperanza en el horizonte.
Al llegar al hospital, Aziel acompañó a Emily en silencio. La tensión entre ellos había disminuido durante el viaje, pero el peso de su situación no se había evaporado completamente. Emily se sentía agradecida por la compañía de Aziel, aunque parte de ella todavía se preguntaba sobre sus verdaderas intenciones, no te puedes fiar de un mafioso.
La visita fue emotiva desde el comienzo. Al entrar a la habitación, Emily corrió hacia la cama de su abuela, abrazándola con cuidado para no lastimarla. La anciana, aunque frágil y cansada, recibió a su nieta con los brazos abiertos y una sonrisa que iluminaba su rostro surcado por las arrugas del tiempo.
—Mi querida Emily, qué alegría verte —dijo la abuela, su voz era débil pero llena de afecto.
Aziel permaneció en un discreto segundo plano, observando el encuentro. Se sintió extrañamente conmovido por la escena, recordando a su propia familia y lo que había perdido en el camino hacia el poder.
Emily se esforzó por mantener la conversación ligera, hablando de cosas triviales y evitando cualquier mención a su matrimonio con Aziel. Sin embargo, su abuela era perspicaz y notó el dolor no dicho en los ojos de su nieta.
—Emily, cariño, hay algo que no me estás diciendo. ¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
Emily miró hacia Aziel, buscando alguna señal de qué decir. Él asintió levemente, dándole el valor para hablar.
—Abuela, las cosas han sido... complicadas últimamente. Pero no te preocupes, estoy aprendiendo a manejarlo —respondió Emily, su voz temblaba ligeramente.
La abuela miró a Aziel, quien se acercó y le ofreció una sonrisa amable.
—Señora, me aseguraré de que Emily esté bien. Puede confiar en mí —dijo, con una sinceridad que sorprendió a Emily.
La abuela asintió, aunque todavía se notaba la preocupación en sus ojos. Sin embargo, decidió cambiar de tema, no queriendo presionar a su nieta.
La visita continuó con conversaciones más ligeras, pero el tema no resuelto permanecía en el aire. Al despedirse, Emily prometió volver pronto, y Aziel ofreció su apoyo para lo que la abuela necesitara.
Mientras salían del hospital, Emily se sintió emocionalmente agotada pero agradecida por el apoyo inesperado de Aziel. Había algo en su actitud durante la visita que le hacía cuestionar lo que realmente sabía sobre él. A pesar de todo, una pequeña chispa de esperanza comenzó a brillar en su corazón, preguntándose si tal vez, solo tal vez, podrían encontrar una manera de hacer que todo salga bien.
De regreso al auto, Emily se sentía emocionalmente exhausta pero también un poco aliviada. Decidió entonces que era el momento de hablar con Aziel.
—Gracias por hoy —empezó, mirándolo directamente—. Sé que las cosas han sido... complicadas entre nosotros. Pero quiero intentar hacer que esto funcione, por el bien de ambos.
Aziel la miró, sorprendido por su sinceridad.
—Yo también he pensado mucho —admitió—. Y estoy de acuerdo. No podemos fallar. El señor Arce vendrá a visitarnos y a platicar con nosotros, confío en que haremos un excelente papel.