Louis Warren é um solteiro convicto, não está em seus planos casar e muito menos ter filhos, com o que ele vê diariamente em sua profissão de delegado de polícia, ele acredita que o mundo está muito perigoso para criar crianças
Mas a sua vó não pensa assim, tudo o que ela quer é que o neto lhe dê bisnetos e que ele assuma o comando da empresa da família.
Diana Taylor é uma jovem doce e carismática, mora com o pai e o irmão, ela é faxineira em uma escola de crianças ricas, no mesmo dia em que é demitida conhece o delegado, que é obrigado pela sobrinha a lhe oferecer uma carona, mas os dois acabam indo parar no hospital por conta de um acidente da avó de Warren.
A senhora muito esperta se encanta com a doce Diana e decide bolar um plano para realizar o seu desejo em ter bisnetos, o problema é que o seu plano é um segredo, e eles só vão descobrir quando uma gravidez inesperada surgir.
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Capítulo 18
Warren
Aún sosteniendo a mi hechicera en mis brazos, el agua era lo mejor para calmar su cuerpo y hacer que no se sintiera tan mareada a la vez que me quitaba el perfume de encima. Cuando tiembla en mis brazos por el frío, apago la ducha y la pongo en el suelo.
- ¿Te sientes mejor? - pregunto con una voz más baja de lo normal, y justo cuando lo hago, sus ojos se encuentran con los míos y ahí están ellos, mi sol particular, el día soleado que la tormenta dentro de mí necesita.
- Sí, gracias - dice avergonzada, pero todavía está pálida. Poco a poco la bajo al suelo, voy hasta el lavabo y cojo un cepillo nuevo de uno de los cajones de su tocador y se lo entrego una vez que añado pasta de dientes.
- Voy a coger una toalla y llamar a un médico - le aviso y ella agarra mis manos en cuanto me alejo de ella de nuevo. Su contacto me paraliza, lentamente la miro fijamente.
- No, por favor - pide y noto su indecisión - no quiero que gasten más dinero en mí, y esta ducha forzada me ha ayudado.
- No vamos a hablar de dinero, es tu salud lo que está en juego aquí - contesto, casi queriendo decirle que me preocupo por su salud.
En realidad, me preocupo, y cuando la vi en el baño con John pensé otra cosa al principio y me enfadé, pero en cuanto entendí que se sentía mal, la preocupación se apoderó de mis ojos, al igual que cuando se trata de mi abuela, ¿cómo puede una casi desconocida causarme tantas emociones de esta manera?
- Es mi decisión, es mi voluntad, Louis - dice con su voz susurrante y ronca, su garganta debe estar dolorida. Aunque no esté de acuerdo, debo admitir que ella es dueña de su propio destino - ¿puedes respetarlo?
No respondo, simplemente salgo del baño y me dirijo a mi vestidor, es mi habitación, la traje a mi habitación, a veces todavía duermo aquí cuando estoy muy preocupado por mi abuela. Me quito la ropa rápidamente y me pongo solo unos joggers y una camiseta blanca normal, no debería hacer esto, pero demonios, no la voy a dejar sola y conseguir trabajar.
A continuación, cojo una toalla y la llevo al baño, se la entrego y me mira agradecida. Intento no mirarla demasiado a los ojos, pero es imposible, es como la maldición de un hechizo, o mejor dicho, como el canto de una sirena, ¿qué comparación más absurda es esta, Warren?
Odio cuando me llama Louis, porque ella es una de las pocas personas que me llaman así, de hecho, ella es la segunda persona y eso hace que otra sacudida golpee mi pecho; en realidad, no lo odio, me gusta que sea ella quien me llame así.
- ¿Tienes ropa aquí? - pregunto y ella confirma, evitando mirarme completamente avergonzada ahora. Entiendo su cara sonrojada, seguramente cree que voy a coger su ropa interior, sonrío de forma maliciosa por dentro. No sería capaz de hacer algo así - voy a pedirle a Savanah que traiga algo.
Aviso mientras me alejo, bajo las escaleras y me encuentro con John, Brandon y mi abuela, que tiene una sonrisa enorme en la cara. Si fuera más listo, diría que está tramando algo, pero ¿cómo desconfiar de una dulce señora?
- Brandon, pide a Savanah que lleve un cambio de ropa a la señorita Taylor, está en mi habitación - pido y el mayordomo asiente de inmediato y se retira.
- Warren, deberíamos llamar a un médico, hijo - dice mi abuela y yo niego acercándome a ella para darle un beso suave en la frente.
- No, abuela, ella no quiere - digo y mi abuela frunce el ceño - ¿me puedes decir a qué se debe tanta felicidad?
- Ah, yo-yo... - tartamudea y estrecho los ojos en su dirección - eres muy desconfiado, Louis Warren.
- ¿Por qué tal vez tengo una abuela que se mete en más líos que una adolescente? - pregunto y ella revuelve los ojos y solo siento un golpe, malditas muletas - ¿dónde las encontraste?
- ¿Fui yo quien las escondió? Por favor, hijo de... - no termina el insulto - fuiste tú quien dijo que las había perdido - miento cuando en realidad las escondí yo mismo, ella no las necesita, pero las usa como si fueran un arma poderosa, y mis piernas lo saben.
- ¿Eres capaz de mirar a los ojos de tu abuela y mentir? - pregunta y casi revuelvo los ojos, masajeo las piernas y ella observa mi acción - ¿por qué no llamamos a un médico?
- Porque ella no quiere y respetaremos su voluntad - enfatizo.
- Pero... - mi abuela intenta objetar, pero la reprendo, valoro mucho el libre albedrío, y si ella estuviera mal, ella misma nos diría que llamemos a un médico, estoy seguro de que es demasiado prudente como para poner su propia vida en peligro.
Tan pronto como ella baja las escaleras con unos nuevos jeans que mi abuela le regaló, mi atención se dirige hacia ella, casi sonrío al notar que lleva una de mis sudaderas que le queda estúpidamente grande.
- Espero que no te importe - dice avergonzada, maldición, ¿por qué se ve tan jodidamente hermosa?
¿Me importa? Por supuesto que no, pronto imágenes de ella con mi camisa y sin los jeans invaden mi mente y casi gruño imaginando tanta perfección.