Capítulo 01

Reescritura:

Diana

Amo a los niños, pero trabajar entre niños ricos y mimados no está siendo una experiencia muy buena. Siempre quise que mi vida fuera tan fácil como en los libros, donde incluso en medio de la turbulencia aparece alguien que ayuda y ese alguien siempre es millonario. Oh cielos, cómo desearía que fuera un italiano rico, que cuando le mostrara mis habilidades culinarias, tuviéramos una pequeña discusión porque rompí los fideos, y luego él envolvería sus grandes manos alrededor de mi cintura y me enseñaría a hacerlo de la manera que él cree que es correcta.

- Soñando de nuevo como una tonta - dice Mag mientras se sienta a mi lado y come su barra de cereal. Tiene razón una vez más, estaba como una tonta imaginando algo que no sucedería ni en mil años. Eres una mujer interesante, vives en un mundo de fantasía al mismo tiempo que eres una mujer sensata.

- Imaginar no cuesta nada - bromeo y ella se ríe a carcajadas. Si hay alguien que ríe a carcajadas sin importar el volumen de su risa, es Magda, o como le gusta que la llamen, Mag. Nos conocemos desde hace seis meses, desde que empecé a trabajar aquí como asistente de servicios generales en una escuela para niños ricos. No entiendo cómo algunos a esta edad ya son engreídos. No todos, pero algunos nos miran, simples mortales, como si fuéramos desechables.

- Es lo único que nuestro dinero puede pagar - declara volviendo a reír a carcajadas. Es imposible no estar de acuerdo y reír con ella. Ah, ¿cómo está tu padre y tu hermano?

- Están bien - afirmo tragando saliva y decido cambiar el rumbo de la conversación mientras vamos al cuartito de servicio a buscar nuestro carrito de limpieza. Los pasillos por donde caminan los alumnos siempre deben estar impecables, especialmente la parte donde trabajo, que es la de los más pequeños. Mi amiga Mag, por otro lado, trabaja en el lado este con los alumnos mayores de seis años.

Mi familia es complicada. Después de que mi madre nos abandonó para casarse con un hombre rico, mi padre empezó a beber y hasta el día de hoy no ha parado. Han pasado dos años y a veces, cuando vuelvo del trabajo, tengo que ir al bar donde siempre lo encuentro tirado. Mi padre, señor Desmond Taylor, era un hombre apasionado, vivía para adorar a mi madre. A pesar de lo que hizo, todavía la amo y echo de menos los tiempos en que éramos felices. Mi hermano de tan solo doce años es quien sufre más con todo esto.

- Hola, princesa Diana - me asusto con la repentina llegada de mi amiguita que encontré por los pasillos. Pongo una mano sobre mi corazón y me volteo lentamente hacia ella, mirando hacia abajo y encontrándola con una sonrisa traviesa.

- ¡Dios mío! Eres lo más bonito que he visto en mi vida - la halago sinceramente. Los niños detectan cuando mentimos y, en realidad, la pequeña niña frente a mí es realmente lo más lindo del mundo. No puedo creer que te hayan dejado venir como mariquita.

- Si no me hubieran dejado, lloraría a mi papá y él demandaría a la escuela - dice cruzando los brazos. Es adorable, una de las pocas niñas que no es engreída junto con otras dos que sé que son parientes. Solo las veo de vez en cuando, pero esta pequeña mariquita siempre me busca en secreto. Está prohibido que los empleados de limpieza hablen con los alumnos, por eso solo limpiamos los pasillos cuando están en clase.

- Lo correcto es "procesaría", princesa - la corrijo sin malicia. Ella asiente y señala el banco frente a nosotros, pidiéndome que me siente, y así lo hago. Estoy evitando problemas legales, pero en realidad me gusta por otra razón. La primera, porque es un amor. La segunda, como dije antes, amo a los niños y si tuviera las condiciones, probablemente tendría media docena de hijos. Y eso sería hermoso.

– No hay problema, llamaría a mi tío Michel – ella dice y comienza a mostrar los deditos enumerando a los tíos – tío Lorenzo, tío Sean, tío rico y el principal el tío Warren así él llevaría a la directora molesta, las fantasías son muy divertidas y todos deberían usarlas.

– Tienes razón cariño, pero a veces las reglas existen para ser obedecidas, para que todo no se convierta en un completo circo – expliqué y ella frunce el ceño pensando en mi respuesta, también me encantaría venir disfrazada al trabajo, mi disfraz seguramente sería el de Cenicienta, no con ella vestida como una princesa si me entienden.

Antes de que ella responda, una pareja de gemelos viene hacia nosotros y me levanto inmediatamente, desafortunadamente son una piedra en mi zapato y también para la querida mariquita, no todos los niños aquí son como ella, lo cual es una pena.

– Una limpiadora y un insecto – el niño dice dejando a la hermana avergonzada, no sé cómo es la crianza de estos niños en casa, pero definitivamente les falta muchas cosas, y lo principal de ellas es una verdadera educación y amor.

– Retira lo que acabas de decir – la mariquita dice poniéndose de pie y enfrentando al niño que tiene unos quince centímetros más que ella.

– Niños, no peleen, regresen al salón o llamaré a la orientadora – advierto y el niño se ríe como si me despreciara, la ganas que tengo es de ponerlo en un rincón de castigo para que reflexione sobre sus acciones.

– ¿Una empleada recogedora de basura mandándome a mí? – el niño dice con desdén y abro los ojos de par en par, ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo un niño de probablemente seis años tiene una actitud tan horrible, cómo puede decir tal cosa?

Antes de que actúe como la persona adulta que soy, sucede lo peor, muy rápido la mariquita, solo la conozco por ese apodo que ostenta con orgullo, va hacia el gemelo malvado y le da una patada en el medio de las piernas del chico y luego le da un puñetazo que afortunadamente no le da en toda la cara y gracias a Dios la dulce o no tan dulce como pensaba tiene las manitas pequeñas y no le debe haber dolido tanto.

Pero el llanto que el gemelo malvado emite hace que mi corazón se acelere por completo, la mariquita me mira con los ojos muy abiertos, incluso ella no puede creer lo que hizo. Como si usara algún tipo de teletransporte, aparece la directora, con la que ya no me llevaba muy bien, y me mira furiosa.

– ¿Qué está pasando aquí? – exclama mientras el niño se revuelca en el suelo y la hermana llora a su lado, la mariquita abraza mis piernas como si yo fuera capaz de defenderla.

– Tengo derecho a un abogado – dice la mariquita y me echo a reír, no sé si es por los nervios o porque su frase de adulto fue graciosa, pero la mirada asesina de la directora me dice dos cosas, la primera es que estoy en problemas y la segunda, despedida.

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