En los misteriosos bosques del Imperio de Thaloria, Zaida despierta en un carruaje, sin memoria y rodeada de desconocidos. Pronto se encuentra en medio de una lucha por la libertad liderada por la valiente princesa Ariadne y sus caballeros.
Pero su destino toma un giro inesperado cuando Zaida encuentra un misterioso collar y libera a Anika, una poderosa bestia divina encerrada en su interior. A medida que la relación entre Zaida y Anika se desarrolla, enfrentarán desafíos y complicaciones, mientras Anika se convierte en una fiel sirviente de Zaida.
Mientras descubre oscuros secretos y poderes ocultos, Zaida atrae la atención de varios príncipes del reino, cada uno con sus propios intereses y motivaciones.
Nota: está es una historia que salió de mi cabeza xd, pero probablemente sufra modificaciones, aún cuando ya esté publicado (es que soy mujer y no sé lo que quiero jajaja) que la disfruten :)
Extra: Contiene imagenes para una mejor imaginación :3
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CAPITULO 17 - DEFENSA DEL MAPA
Zaida peleaba con todas sus fuerzas contra Lucio, intentando encontrar una oportunidad para alertar a Anika sobre el peligro que corrían sus hermanas. En medio de la lucha, encontró un momento para gritar con desesperación.
—¡Oye! —llamó, sin utilizar el nombre de Anika para no delatarla—. ¡Ve a proteger a mis hermanas! —.
Anika, que estaba combatiendo cerca, se detuvo un instante, indecisa. No quería dejar sola a Zaida, sabiendo que si algo le sucedía, no podría perdonárselo. La mirada de Anika reflejaba su preocupación.
Anika había perdido a su portador anterior frente a sus ojos. En ese entonces, había sentido una impotencia abrumadora mientras las heridas fatales lo reclamaban. Esa pérdida la había marcado profundamente, y la idea de perder a Zaida de la misma manera era insoportable.
—¡Ve! ¡Yo estaré bien! —insistió Zaida, esquivando un ataque de Lucio—. ¡Encuéntralas y protégelas! —.
Lucio escuchó esto y con una mirada rápida ordenó a tres soldados que estaban cerca que siguieran a Anika. Anika, a regañadientes, asintió. En su mente, se prometió que si algo le sucedía a Zaida, se mostraría en su forma original para salvarla, sin importar las consecuencias. Con ese pensamiento, se dirigió rápidamente a buscar a las hermanas de Zaida, recorriendo el lugar y encontrando cuerpos esparcidos, evidencia de la brutalidad del conflicto.
Mientras avanzaba, Anika se encontró con más soldados. Decidió esperar en un pasillo estrecho, donde podría emboscarlos con mayor facilidad. Cuando los soldados se acercaron, Anika los atacó con precisión y letalidad, eliminándolos rápidamente antes de continuar.
Al llegar a la cocina, Anika encontró a las hermanas de Zaida junto con otras mujeres, armadas con cuchillos y machetes de cocina, defendiendo el lugar de los soldados que intentaban matarlas. Sin perder tiempo, Anika atacó a los soldados desde atrás, eliminándolos con precisión.
Las hermanas inicialmente no la reconocieron debido a su cabello negro y su armadura, pero cuando vieron sus movimientos, comprendieron que era Anika.
—Gracias por salvarnos —dijo una de las hermanas, su voz temblando—. No sabíamos cuánto más podríamos resistir —.
Anika asintió, su mirada dura.
—No hay tiempo que perder. Debemos movernos ahora mismo —susurró Anika hacia Sophia—. Mi deber es protegerlas, pero también debo regresar con Zaida —.
Sophia asintió, y las hermanas de Zaida guiaron al grupo hacia una bodega subterránea que William había preparado para situaciones de emergencia, como sequías, inviernos largos o guerra. La bodega estaba bien surtida con miel, trigo y otros alimentos duraderos.
Anika las acompañaba al frente, protegiéndolas de los soldados que encontraban en el camino, eliminándolos con eficiencia. Mientras se movían, los ecos de la batalla resonaban en el aire, creando una atmósfera tensa y cargada de peligro.
Finalmente, llegaron a la bodega. Anika ayudó a las mujeres a esconderse. Luego, las cubrió con una manta y esparció tierra encima para igualarla con el suelo, asegurándose de que pasara desapercibido. Justo cuando terminaba, sintió un dolor agudo en el brazo y la cara. Instintivamente, se tocó las supuestas heridas, pero no encontró sangre, solo el dolor.
—Zaida... —murmuró Anika, comprendiendo que las heridas eran de su ama. Activó el collar, permitiendo que las heridas de Zaida desaparecieran de su propio rostro y brazo, para aparecer en la cara y brazo de Anika.
Anika sabía que no había tiempo que perder. Tenía que regresar lo más rápido posible con Zaida. Con una velocidad impresionante, dejó la bodega y se dirigió de vuelta al lugar donde había dejado a su ama, con la esperanza de llegar a tiempo.
Justo en ese momento, Lucio, quien había herido intencionalmente a Zaida en las mejillas para desfigurarla, se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Observó, perplejo, cómo las heridas que había infligido a Zaida desaparecían, incluso las de su rostro.
Lucio se sorprendió, quedando atónito. Zaida aprovechó ese momento y lo empujó, haciendo que Lucio cayera al suelo. En un rápido movimiento, Zaida lo embistió con la espada, obligándolo a protegerse, lo que hizo que su espada volara lejos. Zaida levantó la espada para matarlo, pero tuvo un momento de reflexión. Vio en Lucio a alguien que solo seguía órdenes, alguien como ella. ¿Por qué debían morir ellos y no los Principes?
—No eres mi enemigo real —murmuró Zaida, sus ojos llenos de conflicto.
Rowan, viendo que Zaida estaba a punto de matar a Lucio, gritó para que más hombres vinieran e intentó acercarse para detenerla. William, manteniéndolo ocupado, aprovechó para decir algo provocador.
—Así que eres tú el que tiene debilidad por los hombres. Veo que tu fama de mujeriego es solo una fachada —.
Rowan se enfureció ante la provocación, sus movimientos se volvieron más agresivos.
—¡Cállate! —gritó, atacando con una furia renovada.
En ese momento, Zaida no quería, pero al final decidió y mató a Lucio. Rowan lo vio, su amigo más confiable había muerto. Lleno de furia y dolor, Rowan ordenó a sus hombres que atacaran la cámara secreta donde se encontraba el mapa.
William, viendo que no tenía la ventaja de ganar, decidió evitar más pérdidas. Ordenó a sus guardias que se retiraran, ya que no quería más bajas. Luego, tomó de la mano a Zaida y la sacó de allí, llamando a Letio para que se uniera a ellos. Anika llegó en ese momento, y Zaida vio que las heridas que le habían hecho estaban ahora en Anika, aunque esta comenzaba a curarse rápidamente.
—Debemos irnos, ahora —dijo William con urgencia, tirando de Zaida—. No podemos dejar que nos capturen —.
Zaida asintió, su mente aún procesando la muerte de Lucio y la necesidad de proteger a los suyos. El grupo se movió rápidamente, evitando las áreas de combate más intensas.
Zaida quería ayudar a William, quería decirle del collar, con la ayuda de Anika, la victoria y la protección del mapa era segura. Pero dudaba. Al ver la expresión de William, que estaba un tanto preocupado, pero a la vez un poco tranquila, al final decidió que no lo haría.
Rowan, tras ver el cuerpo de Lucio, alzó su espada hacia la cámara secreta. Sus soldados derribaron las puertas y lograron entrar. Rowan, decidido a ver el mapa con sus propios ojos, entró con ellos.
Dentro de la cámara secreta, había vasijas, pergaminos y artefactos históricos. Los soldados buscaban frenéticamente, hasta que finalmente encontraron el mapa. Rowan, con una mezcla de triunfo y ansiedad, lo sostuvo en sus manos.
—Finalmente... —murmuró, mientras Rowan observaba el mapa, sus ojos brillaron con una intensidad que reflejaba su ambición desmedida. Este era el objeto que había buscado durante tanto tiempo, el que prometía el poder absoluto sobre Thaloria.
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Rowan sostenía el mapa en sus manos, susurrando — Finalmente... —. Este era el objeto que había buscado durante tanto tiempo, el que prometía el poder absoluto sobre Thaloria. Sus ojos brillaban con una intensidad que reflejaba su ambición desmedida. Mientras sus soldados lo rodeaban, Rowan no podía evitar que su mente viajara al pasado, a los días que lo habían moldeado.
Recordaba su infancia, la forma en que había sido criado como el hijo del Emperador Magnus y una mujer que él creía era una concubina favorita, Letiana. Sin embargo, la realidad era que su madre había sido una prostituta, un hecho que desconocía.
El Emperador Magnus había conocido a Letiana en un burdel. Atraído por su belleza, comenzó a visitarla con frecuencia y, tras enterarse de que la había dejado embarazada, no tuvo otra opción que traerla al Castillo. Dejar a Letiana y a su hijo fuera del alcance podría ser peligroso, ya que podrían ser utilizados en su contra.
Desde temprana edad, su madre le había inculcado la idea de que él sería el próximo Emperador del Imperio y que el Castillo sería suyo. Letiana le repetía una y otra vez que tenía un destino grandioso, pero en casa, Rowan siempre tuvo que compartir a su padre con los hijos de la Emperatriz y de la Concubina Ariel, madre de William y de otro bebé recién nacido. La atención y el amor eran escasos, lo que solo alimentaba su ambición.
Rowan veía a su madre arreglándose, tratando de ganarse el favor del Emperador, pero nunca tenía tiempo para él. La Emperatriz, por otro lado, era amorosa con sus hijos, lo que despertaba en Rowan una envidia profunda. En su inocencia, Rowan intentó acercarse a la Emperatriz, deseando ese mismo afecto.
Una tarde, mientras jugaba en los jardines del palacio, Rowan vio al Emperador y la Emperatriz con sus hijos. Con el corazón latiendo con esperanza, se acercó tímidamente.
—¿Puedo jugar ? —preguntó con una sonrisa esperanzada.
Elena lo miró con frialdad, sus ojos azules llenos de desdén. El Emperador Magnus también estaba allí, jugando con sus hijos como una familia normal y feliz. Rowan, deseando tener esa misma felicidad, sintió una punzada de desesperación.
—No, Rowan. Este es un tiempo para mis hijos. Vuelve con tu madre —respondió Elena, dándole la espalda.
—Por favor, déjame quedarme —suplicó Rowan, buscando la mirada comprensiva de la Emperatriz, quien siempre había sido bondadosa con sus hijos.
Elena simplemente miró hacia otro lado, ignorándolo.
—Rowan, vete ahora. Te veré después con tu madre —dijo Magnus con tono autoritario, dejando claro que no era bienvenido en ese momento.
Rowan se alejó con el corazón roto, buscando el amor que su madre nunca le dio. Esa tarde, mientras su madre le peinaba el cabello, él le confesó su tristeza.
—Mamá, ¿por qué la Emperatriz no me quiere? —preguntó con un sollozo.
Letiana, siempre ambiciosa, se enojó visiblemente.
—¿Por qué fuiste a ver a la Emperatriz? Tú eres mi hijo, no el suyo. Ella nunca te querrá. —Rowan quería decirle que solo deseaba una familia normal, pero desde pequeño ya sabía que eso no iba a pasar, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas—. Sé paciente y estudia, Rowan. Algún día serás Emperador, y entonces todos te respetarán y te temerán —.
Con el tiempo, Rowan se enteró de la muerte de su propio hermano recién nacido. Poco después, la madre de William también murió. Lo peor fue cuando su madre también murió en circunstancias misteriosas. Rowan pidió al Emperador que investigara, pero fue ignorado. Esa indiferencia alimentó más su odio y su deseo de ser el Emperador para obtener la felicidad y la igualdad que veía en la familia real.
Determinado a cambiar su destino, Rowan se unió a su tío, el Duque Enoc. El duque había recibido tierras y un título gracias a un acto heroico en el que salvó la vida del Emperador durante una guerra contra Maranthia. Antes de eso, Enoc, al igual que su hermana Letiana, no tenía estatus alguno, algo que muchos nobles nunca dejaron de recordar con resentimiento.
En la banda de mercenarios de su tío, Rowan aprendió habilidades de combate y estrategia, forjando su carácter implacable. Durante este tiempo, conoció a Lucio, quien se convertiría en su guardia personal y amigo leal. Rowan comenzó a eliminar a sus rivales y a aliarse con nobles corruptos para consolidar su poder. Su ascenso fue rápido y despiadado, ganándose una reputación temible.
El Duque Enoc, en lugar de traicionarlo, vio en Rowan una oportunidad para incrementar su riqueza y poder. Sabía que si Rowan se convertía en Emperador, su propia influencia crecería aún más. Juntos, construyeron una red de poder que los colocó en una posición fuerte dentro del Imperio.
Durante sus años como mercenario, Rowan escuchó la leyenda del mapa estelar. Al principio pensó que era solo una leyenda, pero después descubrió que era una realidad cuando supo que William tenía como misión proteger ese mapa. Rowan se obsesionó con obtenerlo, creyendo que le otorgaría el poder necesario para reclamar el trono. Cuando un Emperador ascendía al trono, necesitaba un respaldo, un pilar. En el caso del Emperador Magnus, su hermana había sido ese pilar, portando el mapa hasta que su hermano se estabilizó en el trono. Luego, le entregó el mapa al Emperador.
Ahora, Magnus había confiado el mapa a William, su hijo más elegante e inteligente de las concubinas, quien sería el pilar de Remesis cuando ascendiera al trono. Este gesto generó en Rowan una furia ardiente, ya que él también quería ser considerado por su padre, pero nunca lo fue.
Con este trasfondo de celos y rivalidad, Rowan redobló sus esfuerzos para encontrar el mapa. El viaje fue arduo y puso a prueba su resistencia y astucia. Durante este tiempo, se ganó una reputación no solo como un líder despiadado, sino también como un mujeriego, algo mal visto en el Imperio.
Mientras sostenía el mapa, Rowan pensó en las lecciones aprendidas y cómo afectarían su visión del liderazgo y del imperio. Sabía que tenía el poder para atender al Trono de Thaloria, pero ahora entendía que ese poder debía usarse con sabiduría y justicia.
Rowan guardó el mapa cuidadosamente y miró a sus soldados, quienes esperaban sus órdenes. "La búsqueda no termina aquí," pensó. "Este es solo el comienzo de un nuevo Emperador en la historia de Thaloria."
Está muy buena la novela
Autora usted es increíble, mis respetos por esta obra tan magistral, me encanta es tan entretenida, lleno de acción, incertidumbre, misterio, magia, amor, todo en un paquete y es digno de felicitarla,, es muy atrapante leerla, espero sigas siempre brindando increíbles obras, Saludos desde Paraguay!!