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Hilos Del Pasado: Entre Recuerdos Y Sacrificios

Hilos Del Pasado: Entre Recuerdos Y Sacrificios

Status: En proceso
Genre:Romance entre patrón y sirvienta / Amor en la guerra / Secretos de la alta sociedad / Viaje a un mundo de fantasía / Mundo de fantasía / Mundo mágico
Popularitas:31.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Rosaline Reinhart

En los misteriosos bosques del Imperio de Thaloria, Zaida despierta en un carruaje, sin memoria y rodeada de desconocidos. Pronto se encuentra en medio de una lucha por la libertad liderada por la valiente princesa Ariadne y sus caballeros.

Pero su destino toma un giro inesperado cuando Zaida encuentra un misterioso collar y libera a Anika, una poderosa bestia divina encerrada en su interior. A medida que la relación entre Zaida y Anika se desarrolla, enfrentarán desafíos y complicaciones, mientras Anika se convierte en una fiel sirviente de Zaida.

Mientras descubre oscuros secretos y poderes ocultos, Zaida atrae la atención de varios príncipes del reino, cada uno con sus propios intereses y motivaciones.

Nota: está es una historia que salió de mi cabeza xd, pero probablemente sufra modificaciones, aún cuando ya esté publicado (es que soy mujer y no sé lo que quiero jajaja) que la disfruten :)
Extra: Contiene imagenes para una mejor imaginación :3

NovelToon tiene autorización de Rosaline Reinhart para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 17 - El Precio de la Desobediencia

La suave brisa acariciaba los pétalos de las rosas mientras la Emperatriz caminaba por los exuberantes jardines del Castillo. Con elegancia, cortaba cuidadosamente las flores, seleccionando las más hermosas para adornar su habitación. Mientras tanto, el Emperador estaba absorto en asuntos del estado, ocupado en su despacho.

En medio de su tarea tranquila, una doncella se acercó, con una expresión nerviosa en su rostro. La Emperatriz alzó la mirada, notando la tensión en el aire.

— ¿Qué sucede? — preguntó con voz serena pero firme, deteniendo sus manos en el acto de cortar una rosa.

La doncella titubeó por un momento antes de reunir el coraje para hablar.

— Su Majestad, es sobre la Princesa Ariadne — dijo con cautela, evitando la mirada de la Emperatriz.

La Emperatriz frunció levemente el ceño, dejando las tijeras sobre una charola cercana.

— Habla con claridad, querida — instó, su tono indicando una creciente preocupación.

La doncella inhaló profundamente antes de continuar.

— La Princesa Ariadne ha estado desobedeciendo sus órdenes, sigue rescatando a la gente que no pertenece al Imperio, a pesar de sus advertencias. —

La Emperatriz se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Luego, con determinación en sus ojos, preguntó:

— ¿Dónde está ella ahora? —

La doncella bajó la mirada, respondiendo con cautela.

— Se encuentra en el patio del castillo, Majestad. —

Sin decir una palabra más, la Emperatriz se giró y comenzó a caminar en dirección al Castillo. Un aura de seriedad envolvía su figura, mientras se preparaba para enfrentar a su hija y abordar la situación.

Al llegar al patio, la Emperatriz escudriñó el lugar con la mirada, buscando a su hija entre la multitud. Finalmente, divisó a Ariadne entre la gente, liderando el rescate de los necesitados. Se detuvo en su lugar, observando en silencio mientras la Princesa se dedicaba a su noble tarea.

— ¿Cuántas veces ha desobedecido mis órdenes? — preguntó la Emperatriz con voz firme, dirigida a la doncella que la acompañaba.

La doncella, con temor en sus ojos, se adelantó y respondió:

— Han sido unas tres veces, Majestad. —

La Emperatriz apretó los labios con frustración, sintiendo un furor interno que luchaba por controlar. Su hija había desafiado su autoridad repetidamente, poniendo en riesgo su seguridad y desobedeciendo sus órdenes directas.

Ariadne levantó la vista y, al notar la presencia de su madre a lo lejos, sus movimientos se detuvieron por un instante. Sus ojos se encontraron en un silencioso intercambio de miradas.

Con paso decidido, la Emperatriz se acercó a su hija, una mezcla de preocupación y autoridad en su semblante. Ariadne se sintió inquieta ante la presencia de su madre, pero se mantuvo firme, esperando sus palabras.

— Ariadne, ven conmigo —

Ariadne, aún con gesto serio pero respetuoso, sigue a su madre hacia su habitación.

Al llegar, la Emperatriz toma asiento, mientras las doncellas de Ariadne le quitan la armadura que llevaba puesta. Una vez que Ariadne está cambiada, la Emperatriz le pregunta directamente qué está sucediendo.

Ariadne, sintiendo la tensión en el aire, responde con sinceridad:

— Madre, solo estoy ayudando a aquellos que lo necesitan. No puedo quedarme de brazos cruzados cuando veo sufrimiento a mi alrededor —.

La Emperatriz, molesta, le responde con dureza:

— ¿Cómo puedes ser tan ingenua? No es tu responsabilidad cuidar de gente extranjera. Tu deber es con nuestro pueblo, no con aquellos que no tienen ninguna relación con nosotros. —

Ariadne no retrocede, defendiendo su postura con determinación:

— Pero ahora, esas personas también son parte de nuestro pueblo. Merecen protección y ayuda, independientemente de su origen —.

La Emperatriz, sin mostrar signos de ceder, decide tomar medidas drásticas. Ordena la entrada de dos Eunucos en la habitación, desconcertando a Ariadne. La Emperatriz señala a una de las doncellas de Ariadne, Lia, dejando a la Princesa confundida y preocupada por lo que está a punto de suceder.

— Azótenla —

Los gritos desgarradores de la doncella resonaban por los pasillos del Castillo, llenando el aire con una angustia palpable. Sus súplicas desesperadas por clemencia eran un eco de su miedo y su dolor, mientras los eunucos la arrastraban hacia el pasillo.

Con manos temblorosas, los eunucos colocaron a la doncella en una mesa improvisada, donde quedó tendida, vulnerable y expuesta. Sus ojos, llenos de terror y desesperación, buscaban desesperadamente una mirada compasiva, una mano que detuviera el castigo inminente, pero todo lo que encontraron fue indiferencia y crueldad.

La doncella se aferró a la mesa con fuerza, como si pudiera encontrar consuelo en su frío abrazo de madera. Sus dedos se crisparon contra la superficie áspera, sus uñas arañando el barniz en un intento desesperado por aferrarse a la vida.

Los eunucos se prepararon para infligir el castigo ordenado por la Emperatriz, sus rostros impasibles y sin emoción. Levantaron los látigos con gestos calculados, listos para descargar su furia sobre la indefensa doncella.

En ese momento de agonía y desesperación, la doncella suplicó una vez más por su vida, con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa por el miedo.

— ¡Princesa! ¡Por favor, misericordia! —

Ariadne se sintió invadida por un profundo sentimiento de impotencia y desesperación al presenciar el castigo despiadado infligido a su doncella. Sus súplicas de clemencia resonaban en la habitación, pero la Emperatriz permanecía impasible, sin mostrar ni un ápice de compasión.

Ariadne hizo una reverencia ante la Emperatriz, rogándole que detuviera el castigo, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos. La Emperatriz permanecía inmutable, su rostro inexpresivo como una máscara de indiferencia.

Los azotes continuaron, cada uno resonando en el corazón de Ariadne como un golpe doloroso. Cada grito de dolor de su doncella era como un puñal clavado en su alma, recordándole su propia impotencia para detener la crueldad de su madre.

Ariadne, con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado por la impotencia, se inclinó hasta quedar a los pies de la Emperatriz, rogando una vez más que detuviera el castigo despiadado.

— Por favor, madre... te lo ruego, detén esto... ya es suficiente — susurró entre sollozos, su voz quebrada por la angustia y el dolor.

Pero la Emperatriz permanecía impasible, como una estatua de mármol tallada en el frío hielo de la indiferencia. Su mirada fría y distante no mostraba ni una pizca de compasión, como si estuviera ajena al sufrimiento que había desencadenado.

Cuando finalmente cesaron los azotes, los Eunucos entraron a la habitación.

— Lo siento su majestad, la doncella no aguanto el castigo severo —

Ariadne se sintió abrumada por una mezcla de culpa y angustia. Se levantó rápidamente y corrió hacia el pasillo, donde encontró a su doncella tendida sobre la mesa, sin vida.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Ariadne mientras contemplaba el rostro pálido y tranquilo de su doncella. Se arrodilló junto a ella, sintiendo un profundo pesar por su muerte innecesaria. Se culpaba a sí misma por no haber sido capaz de protegerla.

La Emperatriz salió de la habitación, sus palabras resonando en el aire con un peso de autoridad y desdén. Con paso firme, se detuvo frente a Ariadne, su mirada fría y distante como la de un juez implacable.

— Sin reglas, no hay orden — declaró con severidad, su tono cortante como un látigo. — Le ordené a esta doncella que me informara si desobedecías. Ese es el precio por desobedecer, es una lástima que no contará con tu suerte —.

Ariadne se volvió hacia su madre, su expresión una mezcla de incredulidad y desesperación ante la frialdad de sus palabras. La Emperatriz continuó, sin mostrar ni una pizca de remordimiento.

— Me duele que tenga que llegar a esto, pero como miembro de la realeza, tu deber es proteger a nuestro pueblo, no a aquellos que son ajenos a nosotros —.

Con un gesto de desdén, la Emperatriz mencionó a su hermano Remesis, recordándole a Ariadne el deber de proteger el Imperio. Remesis había partido hacia la frontera, inspeccionando la seguridad del Imperio y asegurando su protección contra posibles amenazas.

— Proteger a nuestro pueblo es lo más importante, espero y no vuelvas a desafiarme de nuevo, Ariadne — concluyó la Emperatriz con solemnidad, antes de girarse y dejar a Ariadne sumida en una mezcla de angustia y culpa.

Ariadne se quedó sola en la habitación, su corazón pesado con el peso del deber y el dolor de la pérdida. Se acercó al cuerpo sin vida de su doncella, una lágrima solitaria rodando por su mejilla mientras contemplaba el precio de su desafío a la voluntad de su madre.

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Margarita Mamani
sorry Zaida, pero tú sabías dónde te estabas metiendo, el principe estaba comprometido
Anonymous
Aceptada
Rosaline
En la próxima semana, es que ando en temporada de exámenes 🫠, y los capítulos serán diarios, una disculpita 😫🫶
Anonymous
Y los capítulos
Margarita Mamani
entiendo a Rowan, desde su punto de vista le encuentro la razón
Margarita Mamani
ahhh ok, aquí es donde explica cómo consiguió su título Enoc, ☺️
Margarita Mamani
¿cómo? no que la mamá de Rowan era una prostituta, y ahora resulta que tiene un hermano conde🤷
Margarita Mamani: ahhh, ok, creo que se me borró esa parte de la cabeza, gracias por responderme 😊
Rosaline: Hola Margarita, hay un capítulo donde menciona que el Duque Enoc se ganó su título y sus riquezas por el Emperador, ya que en la anterior guerra contra Maranthia, el lo salvó de la muerte, por lo que el Emperador le otorgo un deseo y este deseo ser un Duque.
total 2 replies
Margarita Mamani
hermanas, cuáles?
Anonymous
Me encanta 🥰. Excelente
Aurora Rico
Hasta ahora magnífica obra literaria.
Aurora Rico
Podría ser vino envenenado, tiene muchos adversarios. 😱
Lisa Estigarribia
tanta intriga, tanto misterio
Ana Veronica Pineda Gonzalez
que la princesa le mande un mensaje a Cassia y le diga para que este prevenido
Ana Veronica Pineda Gonzalez
Bella Historia Autora Felicidades
Rita García
ojalá y no le aga caso
Lisa Estigarribia
gracias. Es una historia muy interesante y atrapante!!! La intriga y el suspenso se llevan de la mano
Isaac Cabriles
me encanta porque tiene elementos atrapantes: la intriga el amor la ambicion la lealtad....
Lisa Estigarribia
♥️♥️♥️♥️♥️el amor el amor
Lisa Estigarribia
gracias x el capitulo...
Lisa Estigarribia
que pasará con Willian
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