Project Universe: Explorers

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Caminando por el laberinto, Heart proyectaba con sus ojos un holograma del complejo trazado frente a ellos.

—Es increíble de lo que es capaz tu especie —comentó Writz, aunque su tono dejaba ver cierta inquietud.

—Los Humex fuimos creados como armas… O al menos eso decían en las clases de historia —respondió Heart, analizando los pasillos con atención.

—Y aun así, obtuvieron voz… voluntad. Algo que se pensaba exclusivo de la vida natural —añadió el elfo, señalando el camino correcto.

—¿Crees que exista otra especie como nosotros? —preguntó Heart, un intento de aliviar el ambiente.

—Con la magia, la tecnología y la naturaleza tan mezcladas hoy en día… no es imposible —Writz suspiró—. El universo es tan infinito como la arena.

—Eso nos quita lo especial… —Heart rió por lo bajo.

—Nah, no habrá nadie igual a los Humex, por más que lo intenten.

Ambos se detuvieron al ver una zona mucho más abierta que el resto del laberinto. En su centro, un obelisco elemental resplandecía con un naranja intenso, casi como fuego vivo.

—Llegamos… —dijo Writz, sacando uno de sus pergaminos.

Heart dejó de analizar el mapa y activó sus armas. Uno de sus brazos tomó forma de sable y el otro de bláster.

Avanzaron con cautela. No había señales de presencia enemiga, ni siquiera vampiros.

—Esto es raro… —murmuró Heart, guardando sus armas—. No hay rastro de nadie.

Writz examinó el obelisco con curiosidad. Lo tocó; solo consiguió calor… y una mano quemada.

—Ah… al menos lo intenté… —dijo, sacando una pomada de su bolso para untársela.

Si Alex lo hubiera tocado, estaría llorando como nena.

—¿Qué intentabas hacer? —preguntó Heart, observando el obelisco.

—Durante la iniciación, cuando el orbe se apagó, pensé que era por falta de conexión con el árbol elemental… quería ver si con esto obtenía una respuesta.

—¿O sea que al tocar estos obeliscos obtienes tu conexión elemental? Eso no lo decía ningún folleto… —Heart se acercó.

—¡No, espera! Podrías quemarte si lo to—

Era tarde. Heart ya lo había tocado. El obelisco brilló como una estrella candente y un rayo envolvió a la robot. Writz abrió los ojos como si viera un milagro.

Heart sintió un calor distinto en sus manos. Sus ojos cambiaron de verde a una mezcla verde-naranja.

Se había conectado al obelisco.

—¿Qué… tuercas acaba de pasar…? —susurró Heart, sacando su tablilla para verse el reflejo.

Writz sonreía como un niño.

—¡Heart! ¡Tienes una conexión con el elemento Pyko! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza.

—¿¡Qué!? ¿¡Tengo poderes de fuego!? —dijo la robot. Writz asintió.

Heart transformó sus brazos de nuevo en blásters y disparó. Un proyectil de fuego azul casi destruyó una pared del laberinto.

—¡Ja, ja! ¡Esto es increíble! —exclamó, emocionada—. Pero… ¿no era que solo los elfos podían?

—No exactamente. Por eso los vampiros ansían el árbol elemental. Todos los seres nacemos conectados a un elemento, pero el árbol es lo que formaliza esa conexión —explicó Writz, entrando en modo cátedra élfica.

Heart asentía. Estaba feliz… pero al mismo tiempo pensaba:

"Writz debe sentirse mal… Yo lo conseguí antes que él…"

Antes de que pudieran seguir hablando, se escucharon aplausos a la distancia.

—Qué alegría ver a alguien conseguir su elemento… y justo a tiempo —una voz elegante apareció tras ellos. Un vampiro rubio se acercaba, sonriente.

Writz y Heart se pusieron frente al obelisco, listos para luchar.

—Su majestad ordenó eliminar a cualquiera que estorbe nuestra misión. Lárguense o mueran —gruñó el vampiro, mostrando sus colmillos.

—Heart… —susurró Writz—. Ve al siguiente obelisco, el Terreok.

—¿Pero podrás solo? —preguntó ella con preocupación.

—Si él llegó hasta aquí… seguro otros vampiros están yendo al Terreok. Ve —repitió, sin quitar la vista del enemigo.

Heart retrocedió lentamente y echó a correr.

—¡Suerte! —gritó.

"Correré como si no hubiera mañana…" pensaba, aunque su mirada estaba apagada.

"Writz ganará… ¡sé que lo hará! Aunque… no sé si pueda pelear al cien después de lo de mi elemento…"

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Por otro lado, Alex…

Ay, Alex. Temblaba como gato mojado al sentir a la amalgama acercarse.

"Bueno… no queda de otra", pensó.

Le metió el pie a las débiles piernas de la criatura mientras sacaba sus pistolas láser. La amalgama tropezó y empezó a sacudirse furiosa, pero su núcleo expuesto fue destruido por un disparo directo.

—Ufff… Fue más sencillo de lo que pensé —dijo, limpiándose el sudor frío—. ¿Por qué hay robots aquí…?

Continuó caminando, siguiendo el rastro de baba celeste. Sabía que tenía que llegar al obelisco norte, pero antes debía encontrar el origen de los infectados.

"Lidiar con infectados y vampiros a la vez… esto ya es otro nivel."

Un zumbido se escuchó cerca.

—¿Qué es…? No jodas… —susurró Alex mientras se escondía.

Frente a él, un portal del que salían Humex infectados. Se comportaban distinto a los de Felfai; sus movimientos parecían antinaturales.

Y de pronto… alguien escribía justo junto a él.

—Salen… De… Portales… —murmuró una voz que Alex reconoció al instante.

—¿Beriel…? —se le cayó el alma al verla.

—¿Alex? ¿Eres tú? —la robot guardó su tablilla.

—¡Beriel! —Alex la abrazó con fuerza. Las grietas de ella crujían ante la presión.

Los circuitos de Beriel se sobrecalentaron ligeramente, correspondiendo al abrazo de forma torpe.

—Me tenías preocupado. ¿Cómo te fue en Photogenie? —la examinó con la mirada—. Esas grietas no son nuevas, ¿verdad?

—Ja, gracioso… —respondió ella, mirando con seriedad a los infectados—. No es buen lugar para hablar.

Lo jaló hacia un acceso oculto en el muro. Entraron a una zona oscura, iluminada apenas por hongos bioluminiscentes.

Alex miró fascinado.

Beriel lo abrazó de nuevo.

Ufff, ya coronamos Alex...

—No sabes… lo que pasó, ¿verdad?

Él entendió que venía algo malo. Beriel se separó y se sentó junto a él.

—Blaz… murió. No llegué a tiempo. Intenté encontrar su cuerpo pero…

Los ojos de la robot se llenaron de lágrimas que caían por sus grietas.

—Ya ni siquiera sabía qué pedazos eran suyos… y cuáles de otro robot…

—Ah… lo siento mucho, Beriel… —Alex apenas supo qué decir.

Ella apoyó la cabeza en su hombro.

—Alex… ¿tú has perdido a alguien?

—Yo… bueno… sí… —respondió, algo incómodo.

—¿Sufriste?

Alex observó a la nada. Su rostro solo mostraba resentimiento y un odio que forzaba contener.

—No… —negó él—. Pero eso no significa que no entienda lo que sientes. Espero que encuentres paz pronto.

Dicho eso, se dio cuenta de que sonaba como Writz.

Al menos a él si se le entiende...

—Carajo… ahora sueno como él…

—Gracias por entender —dijo Beriel, levantándose animada, como si nada pasara—. Aún debo entender por qué hay infectados aquí…

—Y yo… tengo que salvar este planeta de los vampiros —respondió Alex, poniéndose de pie.

—¿Vampiros? ¿Por qué estarían en Alay?

—Buscan el árbol elemental. Y si lo sacan del planeta… todo muere.

—Mmm… Ay no… —dijo ella antes de salir disparada hacia dentro del laberinto.

—¿¡Qué te pasa!? ¿¡Sabes algo!? —gritó Alex corriendo tras ella.

—Los infectados… se movían al norte. ¡Al obelisco Metalan!

—¿¡Y eso qué!?

—Te lo explico llegando, ¡pero no te detengas!

Y así, los dos desaparecieron por los corredores.

Todavía coronamos, ¿verdad...? ¿No? Ni modo...

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Mientras tanto, Esker y West llegaban al obelisco Lighbri. Dos vampiros escarbaban alrededor del pilar con picos de hierro negro.

—¿Buscan sacarse una estaca? ¿Cuánto tardarán en desenterrar solo un obelisco? —bromeó Esker.

—No pienso arruinar mi manicura —respondió West—. Terminemos esto rápido.

Un humo rosado salió de su bolsillo y tomó forma de un tridente de oro rosado, reluciente y letal.

—Te preocupas más por verte bella desde la feria… —Esker tronó los dedos. Su cuerpo se volvió más pequeño, pero sus puños crecieron como masas de agua densa.

—Tengo una presa más molesta y jugosa que un sprinoton… —sonrió West, con esa mirada entre dulzura y amenaza.

Los dos vampiros notaron la presencia del dúo Heartless. Se rieron entre ellos.

—¿Una súcubo y un hydronido? …Hubieran traído estiércol desde el inicio —dijo uno de ellos, apareciendo frente a ellos con un salto.

—No hables mal de la cosa en la que te convertirás —respondió West, lanzándose.

El vampiro esquivó a la súcubo y atacó a Esker, recibiendo golpes de agua que lo empujaban en seco.

—¡Más te vale rendirte y hablar! —gritó Esker, transformando su brazo en una cuchilla de agua y casi atravesando al vampiro.

—¡Canallas! —el vampiro se convirtió en humo y reapareció junto a su compañero—. ¡Actúa tú también! ¡Su majestad exige este árbol!

—Entendido —respondió el segundo vampiro, lanzándose a toda velocidad hacia Esker.

—¡Alto! —West clavó su tridente frente a él—. Mejor hazme un favor y no estorbes…

La súcubo le lanzó un beso. Un rayo rosado impactó la frente del vampiro, cuyos ojos se iluminaron de un rosa intenso.

—Je, je… cariño, ¿por qué no te deshaces de tu amigo? —ordenó West, señalando al otro vampiro.

—¿Qué le sucede a Claud? —preguntó el segundo vampiro, alarmado.

—Lo que sea por mi amada… —dijo Claud, totalmente dominado, y se abalanzó sobre él.

Los vampiros empezaron a pelear entre ellos. Estaban a punto de separarse cuando West cambió el juego completamente: le entregó su tridente a Claud.

Un solo golpe fue suficiente. El vampiro enemigo fue empalado. Su cabeza cayó y se desintegró en una nube oscura mientras gritaba.

—Bien hecho, mi querido… —West le dio un beso y lo liberó del hechizo.

El vampiro aún aturdido no tuvo ni tiempo de reaccionar cuando la súcubo lo empaló también, absorbiendo toda su energía vital hasta que solo quedó un cuerpo seco, como arena.

¿¡Y eso le quería hacer a Alex!?

—Bu-buen trabajo, West… —Esker tragó saliva—. Recuérdame no hacerte enojar.

—Je, je… obelisco despejado. Este era el… —miró su tablilla— Lightbri. ¡Vamos por el Darkne!

Esker miró el cadáver seco, lo empujó al hoyo donde estaban cavando, y siguió caminando junto a ella hacia el próximo obelisco.

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Ahora pasábamos con Qer y Glugoo; caminaban con completa tranquilidad.

¿Por qué? Pues resulta que los slimes son la mayor fobia de los vampiros; los pocos valientes que atacaban al dúo acababan devorados por Glugoo.

—Así que... ya cubrimos el obelisco Hydron. El más cercano ahora es el Airnek —mencionó el escarabajo, viendo el holograma del mapa—. ¡Jamás pensé que esto sería tan sencillo!

Los vampiros ya ni se acercaban al dúo; consideraban que, de todos en el equipo, ellos eran los más peligrosos, sobre todo por Glugoo.

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Volvemos con Heart, quien finalmente había llegado al obelisco Terreok.

—Ah... malditos laberintos... —jadeó la robot; su cansancio contrastaba con el ambiente de tensión.

—Llega bastante tarde... ¡Ahora el obelisco está por ser desenterrado! —gritó un vampiro, lanzándose a atacarla.

Heart lo miró con furia; sus ojos se volvieron llamas azules. Esquivaba cada golpe con reflejos sorprendentes, transformando sus brazos en sables envueltos en fuego azul.

Saltó hacia atrás y contraatacó; lanzó un sablazo que el vampiro logró detener, sin esperar el golpe del otro brazo normal. Cuando el vampiro abrió la boca para morderla, Heart lo recibió con un bláster, disparando una ráfaga azul directo a su cabeza.

Esta explotó en el acto.

Heart, si antes dabas miedo, ahora das fobia...

—¡Bien! Ese era el vampiro de este obelisco... —dijo, agotada, mientras observaba el pilar de piedra.

Por curiosidad, volvió a tocarlo. Esta vez solo sintió una textura áspera y fría; nada de conexión.

—Supongo que la primera vez fue suerte... —murmuró.

Estaba por irse cuando vio a Writz correr hacia ella. El elfo estaba magullado, pero sonreía.

—¡Ay, tuercas, Writz! —Heart corrió hacia él y revisó sus heridas—. Maldición, mira cómo te dejó...

—Tranquila, Heart. La lucha fue machacadora, ¡pero mi persona salió victoriosa gracias a mis confiables anillos! —respondió él, orgulloso.

—Aun así... no te sobreesfuerces, no si... —ella dudó; prefirió no arruinar el momento—. No, olvida eso. Luchaste con valor.

Writz asintió, pero un temblor sacudió todo el laberinto.

—¿¡Qué sucede!? —gritó Heart, llevándose una mano a la cabeza. Sus ojos brillaban azules—. ¡Chicos, ¿saben qué pasó?!

—Ni idea. West y yo acabamos con el noble vampiro del obelisco Darkne —respondió Esker por la llamada.

—¡Glugoo también! ¡Hizo un trabajo eficaz como siempre! —añadió Qer, satisfecho.

—Alex, ¿lograste llegar al obelisco Metalan? —preguntó Writz.

Silencio. El ambiente se tensó.

—Genial... ya se murió —rió Esker.

—¡Cállate, Esker! —gritó Heart—. ¡Alex, contesta!

Hubo estática… y luego una voz agitada.

—¡Chicos! ¡Hay un grave problema! —era Alex al fin.

—¿De qué hablas? —preguntó Heart.

—¡No solo hay vampiros en el laberinto!

—¿Cómo que no solo vampiros? —inquirió Qer.

—Heart... los robots que enfrentamos en Felfai...

Heart tembló al escuchar eso.

—Alex... no me digas que te topaste con esos robots... aquí —dijo con voz quebrada.

—¡No solo eso! Es un grupo enorme… casi cien. Encontré a Beriel; vamos hacia el obelisco Metalan —explicó Alex, respirando rápido.

—Vampiros e infectados… ¡Esto es claramente obra de OMEGA, no solo de Monsterad! —soltó West.

—¡Ese no es el problema principal! —insistió Alex—. Beriel me explicó lo que planean con los infectados.

—¿Qué cosa? —preguntó Heart.

La respuesta congeló a todos. Writz dejó de sonreír, su mirada se volvió rabiosa. Tanto que salió corriendo al norte.

La robot la siguió con prisa.

—…Buscan infectar el árbol. Es un plan de contingencia por si no logran robarlo.

Y fue en ese instante... Que el laberinto tembló como si la estructura también temiera...

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