Enamorarse No Está En El Contrato

Las clases de la tarde fueron algo tediosas, los alumnos agradecieron escuchar el timbre del final de la jornada. Aidan y Sayer se levantaron de sus asientos y tomaron sus cosas para salir. Debían ir al auditorio para continuar con los ensayos, en el camino no se encontraron con los alumnos del centro estudiantil, tampoco con Indigo y Odris.

—Hoy debemos terminar el trabajo— le dijo Sayer a su amigo recordando que debían ir a casa de Indigo.

Aidan puso mala cara.

—Sí, ya lo sé.

Continuaron su camino al auditorio, ahí se encontraron con el resto de los alumnos, pero Kilian y Mael no estaban.

—¿Y los demás?— le preguntó Aidan a Gladys.

—Los llamaron del centro estudiantil, pasarán el ensayo por alto— le dijo la chica.

Indigo y los demás se acercaron con el profesor para comenzar los ensayos. Aún faltaba para llegar a la escena del beso.

Finalmente y cerca de las ocho de la noche los chicos terminaron de ensayar, tomaron sus cosas y fueron saliendo del auditorio, de pronto sintieron un jalón en sus brazos. Ambos jóvenes se detuvieron.

—¿Vamos a casa?— les dijo Indigo.

Los chicos no dijeron nada y siguieron hacia el estacionamiento. Nuevamente Indigo le daba las llaves del auto a Odris para que se llevara a Sayer, él por su cuenta se iría con Aidan sin preguntarle. El pelinegro ni para reclamarle le daba, prefirió guardar silencio y pasarle el casco de la moto. Se subieron, de nuevo Aidan sintió las manos de Indigo deslizarse por su cintura y darle un abrazo. Lo único que agradecía el chico era que estaban por terminar ese informe, al menos los que venían los harían con Kilian y Mael.

Minutos más tarde llegaban a la casa del castaño, estacionaron el Audi y la Honda. Bajaron.

Una rutina parecida al día anterior, los chicos saludaron a los padres de Indigo y luego se dirigieron a la habitación de éste. Su madre subió con una bandeja con bocadillos y bebestibles.

Comenzaron con el trabajo mientras los mayores les ayudaban, fue entonces que Aidan se dio cuenta de la cercanía evidente que había entre Sayer y Odris. De hecho el mayor se veía bastante feliz cerca de su amigo.

—No avecilla, lo estás haciendo mal, esos gráficos son así— le dijo Odris tomando el computador para ayudarlo con el Excel.

¿Avecilla?, ¿qué carajos había sido eso?.

—Aidan— la voz de Indigo llamó su atención—. ¿Por qué los miras?.

—Nada que te importe— le dijo el pelinegro volviendo a lo suyo. ¿Por qué Odris llamó avecilla a su amigo?.

—¿Qué pasa?, ¿acaso Sayer no te dijo?.

—¿Decirme qué?— le preguntó Aidan frunciendo el ceño.

—Que ellos están saliendo— le dijo Indigo dejando al pelinegro completamente sorprendido.

—¿Qué?— el chico miró a su amigo que ni cuenta se habían dado que hablaban de ellos—. Es mentira.

Indigo frunció el ceño.

—¿Qué tiene de malo que estén saliendo?. ¿Acaso no pueden ser felices?. Odris me dijo que le gustaba mucho a tu amigo, y yo lo veo feliz— le dijo el castaño.

Aidan estaba tan perplejo de haber escuchado eso que no se imaginaba que su propio mejor amigo le había ocultado aquella verdad. ¿Por qué no le había dicho nada?.

—Al parecer te afectó que Sayer no te haya dicho la verdad, ten en cuenta que tuvo sus motivos para guardar silencio— le dijo Indigo.

El pelinegro frunció levemente el ceño, pero luego cambió su semblante a uno triste. Aquello lo noto el mayor.

—¿No te has preguntado porque tu mejor amigo prefirió mentirte?— le preguntó Indigo.

—No tiene motivos para haberme mentido.

El castaño suspiró.

—Claro que los tiene, que no se te olvide que nosotros tenemos una historia de rivalidad, y que por nuestra culpa hemos ido arrastrando a nuestros propios amigos a esto.

Aidan se quedó callado mirando los ojos del castaño.

—Nunca fue mi intención que Sayer desconfiara de mí a ese nivel, y sólo porque nosotros somos enemigos— dijo Aidan, realmente se sentía muy mal.

—No es que él desconfíe de ti, pero quiso evitar una discusión innecesaria contigo. Además yo no quiero seguir siendo tu enemigo, quiero que nos llevemos bien— le dijo Indigo.

—Deja de ser complaciente con tus mentiras, porque sinceramente no te creo nada. Qué los chicos estén juntos es problema de ellos, yo no diré nada ni tampoco opinaré nada. Pero no por eso tú y yo vamos a dejar de ser lo que somos, y lo que siempre hemos sido— le dijo Aidan con voz seria.

Indigo en su interior sintió una clavada en el pecho. Su rostro cambio a un semblante algo decaído pero no quiso que su rival lo notara, después de todo las palabras de Aidan eran ciertas. Sus años desde niños siempre habían sido sólo de peleas, además de retos sin sentido qué siempre terminaban con uno de los dos niños llorando. Limpiar aquellos amargos recuerdos sería un trabajo arduo, cambiar el chip para que las cosas funcionaran sería difícil. Sin embargo Indigo no se daría por vencido, no dejaría a su futuro esposo en manos de Killian. Dentro de un mes sí o sí quería celebrar la boda. Esperaría a terminar con los ensayos de ésta para hablar con sus padres más tranquilos, y así acordar una cita con los padres de Aidan. Sabía muy bien qué sus futuros suegros lo apoyarían con esa decisión, después de todo los progenitores solo querían que sus hijos se casaran pronto. En completo silencio y con eso en mente, Indigo ayudó al chico a terminar con el informe, al menos por esa noche el trabajo estaba concluido. Sin embargo estaba muy seguro que Aidan seguiría escapando de él, por lo tanto ahora le tocaba estar más atento para que Killian no le ayudara con sus deberes.

Eran pasado de las diez de la noche cuando dieron por terminado el trabajo. Nuevamente y sin preguntarle a nadie Indigo le dio las llaves a Odris para que fuera dejar a Sayer a su casa.

—Nos vemos mañana— se despidió el pelirrojo de su amigo.

—Sí, que descanses— fue la seca respuesta que obtuvo de Aidan.

Extrañado por aquello Sayer se subió al Audi mientras que su chico se subía al conductor. El auto se puso marcha hacia la casa de pelirrojo.

—Te veré mañana— le dijo Indigo el pelinegro.

—Como quieras— dijo Aidan. Luego se dio media vuelta y atravesó hacia su casa.

Indigo esperó hasta que entrara y luego regresó a la suya. Su mente no dejaba de pensar en alguna posibilidad que tuviera para cambiar las cosas, el pelinegro era demasiado obstinado y estaba claro que no dejaría sus sentimientos a la deriva, menos en manos de quién había sido su enemigo toda la vida.