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Por Ella...

Por Ella...

Status: Terminada
Genre:Romance / Mujer poderosa / Madre soltera / Completas
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Tânia Vacario

Ella creyó en el amor, pero fue descartada como si no fuera más que un montón de basura. Laura Moura, a sus 23 años, lleva una vida cercana a la miseria, pero no deja que falte lo básico para su pequeña hija, Maria Eduarda, de 3 años.

Fue mientras regresaba de la discoteca donde trabajaba que encontró a un hombre herido: Rodrigo Medeiros López, un español conocido en Madrid por su crueldad.

Así fue como la vida de Laura cambió por completo…

NovelToon tiene autorización de Tânia Vacario para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 15

Dos días habían pasado desde que Rodrigo se metió en la cabeza que iba a descubrir realmente qué hacía Laura en las madrugadas. Cuál sería su trabajo que la dejaba prácticamente agotada y llegaba con el día casi amaneciendo.

Aquella noche, él se mantuvo atento. Cuando vio a Laura salir y dejar a su hija en el apartamento de Zuleide, él se puso en alerta, listo para seguirla.

Ella no se percató cuando él cerró la puerta del apartamento minutos después, apoyándose en el bastón improvisado que doña Zuleide le consiguió.

El corte en la pierna ya no dolía como antes, pero aún limitaba sus movimientos. Aún así, Rodrigo siguió firme, escondido entre las sombras de la noche, atento al menor movimiento. Él era bueno en eso.

En la parada de autobús, él se mantuvo a distancia. Observó cuando ella embarcó y, en el momento en que la puerta casi se cerraba, consiguió subir por la parte trasera, pasando desapercibido. Se sentó en los últimos asientos, ojos fijos en la nuca de Laura, que seguía ajena a todo.

Al bajar, siguió sus pasos por entre las calles iluminadas por letreros coloridos y escaparates de bares. Cuando ella entró por el lateral de un edificio discreto, él titubeó.

Era un "club nocturno", no tenía una fachada llamativa, solo una placa de neón parpadeando. Con cuidado, esperó a que un grupo de muchachos entrara y se mezcló entre ellos, pasando desapercibido una vez más.

El ambiente era sofocante, ahogado por el humo y por el olor a bebida. Podía ver a algunas mujeres sentadas en el regazo de algunos hombres... la risa era fácil. Un ambiente lleno de lascivia, cargado de miradas hambrientas y sonrisas insinuantes. La penumbra, entrecortada por luces rojas, envolvía a todos los presentes en el salón donde eran guiados por deseos inconfesos.

Él no se sentó en ninguna mesa, se quedó de pie, en un rincón oscuro del salón, buscando a Laura. Una mujer bailaba en un pequeño escenario, pero la mirada de Rodrigo estaba en el salón... buscaba a ella, pero al mismo tiempo, tenía miedo de encontrarla en el regazo de algún hombre allí.

De repente, oye un cierto alboroto en el salón, e incluso algunos silbidos que llamaron la atención de Rodrigo. Se sintió perturbado con la visión que tenía del escenario: sobre luces rojas y azules, envuelta en una música sensual, estaba Laura...

Ella bailaba con maestría. El cuerpo se movía con una precisión cautivadora, mezcla de fuerza y dulzura, mientras sus ojos barrían la platea sin verlo. Rodrigo contuvo la respiración. Era como ver a otra mujer. Ella no vendía solo un baile, contaba una historia con el cuerpo. Tanta entrega, tanta valentía... y sensualidad.

Allí, escondido entre los clientes, no sentía el pecho latir descompasado. No por deseo solamente, sino por algo más profundo. Una admiración silenciosa, espanto casi inocente. Era linda. Fuerte, inalcanzable.

Cada movimiento que ella hacía, era como si estuviera bailando para él, solamente para él. Incluso ella usando una peluca y maquillaje pesado, él la reconoció.

Ella subió al escenario dos veces más, para Rodrigo, era extraño aquel apretón en el pecho al ver a tantos hombres mirando a Laura. Algunos incluso intentando alcanzarla en el escenario, impedidos por guardias de seguridad.

......................

Cuando Laura salió del "club nocturno" con el cuerpo exhausto y los pies doliendo, lo que menos esperaba era ver a Rodrigo apoyado en la pared al lado de la puerta de servicio. Se llevó un susto.

—¿Qué estás haciendo aquí?— preguntó, la voz entre el susto y la molestia.

—Yo... yo te seguí.— respondió Él, en tono bajo — Quería entender quién eras y ahora entendí.

Laura miró alrededor, avergonzada, después cruzó los brazos.

—Sabes no deberías estar aquí. Este es el local donde te encontré herido. ¿Y si tu verdugo está rondando por ahí? ¿Y si te encuentran? O peor aún, ¿y si ellos nos siguen? ¿Crees que respetarán mi casa?

Ella estaba furiosa y Rodrigo se quedó en silencio para no causar problemas.

—Ahora dime: ¿cómo vas a volver a casa? ¿Tienes dinero?

Él negó con la cabeza avergonzado.

—No pensé en eso.

—Óptimo. Porque ahora yo tendré que pagar dos pasajes. — Sus mejillas se pusieron rojas.

Ella bufó, irritada...

—Anda, vamos a tomar el autobús antes de que se vaya.

En el camino de vuelta, el silencio fue el mayor compañero de los dos. Rodrigo firme en la barra del asiento del colectivo, intentando no dejar que la pierna ceda. Laura miraba por la ventana, cansada y confusa.

Cuando bajaron del autobús, Laura siguió por la calle con pasos apresurados, eran casi cuatro cuadras para llegar al edificio donde vivía.

La rabia que sentía de Rodrigo se iba disolviendo, poco a poco, sustituida por un nudo en el estómago que ella conocía bien: preocupación.

Él era un hombre herido, aún recuperándose, y ahora estaba andando por la ciudad, metido en un barrio lleno de peligros, todo por causa de ella.

Cuando los dos llegaron frente al edificio sencillo donde vivían, Laura subió las escaleras sin intercambiar más palabras. Rodrigo la seguía en silencio, pero atento a cada movimiento de la mujer frente a él...

Laura abrió la puerta y se quedó sujetándola para que él pasara con pasos lentos. Ella podía notar que él cojeaba aún.

—No debería haber ido. Disculpa.— él arriesgó, con voz baja.— Invadí tu privacidad...

Laura suspiró mientras cerraba la puerta. Cuando habló su voz era firme.

—No. No deberías mismo.

—Tú bailas bien...

—No es baile.— ella lo interrumpió, amarga.— Aquello es un modo de sobrevivir. Yo mantengo a mi hija. La forma que encontré para mantenerla protegida, con un techo sobre su cabeza y la comida en su plato.

Él observó cada gesto de ella, mientras ella se dirigía al baño. Él se sentó en el sofá esperando por su vez para hacer su higiene.

Sus pensamientos estaban en el baile sensual que ella protagonizó en aquel escenario del club nocturno. Cada movimiento de ella contenía una ligereza digna de una profesional. No era solo sensualidad, era técnica.

Rodrigo sintió curiosidad por saber más sobre el pasado de su salvadora...

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