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Me Divorcié Del Protagonista Masculino

Me Divorcié Del Protagonista Masculino

Status: Terminada
Genre:Romance / Venganza / Época / Ascenso de clase social / Mundo mágico / Divorcio / Completas
Popularitas:1M
Nilai: 4.9
nombre de autor: AMZ

¿ Que ya no me amas?... esa es la manera en que justificas tú cobarde deslealtad... Lavender no podía creerlo, su esposo, su amado esposo le había traicionado de la peor forma. Ahora no solo quedaba divorciarse, sino también vengarse.

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Capitulo 17

Conrad murmuró, desconcertado e intrigado, mientras leía el informe sobre la Duquesa de Lehman. Desde el último informe que había entregado, había deseado que el siguiente trajera al menos alguna noticia que apaciguara al príncipe. Silver se había vuelto intratable desde que escuchó los rumores sobre un posible embarazo de la Duquesa, y Conrad temía cómo reaccionaría al enterarse de los nuevos detalles.

Carraspeando, Conrad se irguió con firmeza, tratando de mantener una actitud confiada.

—Alteza, traigo el informe semanal sobre la Duquesa de Lehman —anunció, con una voz segura que escondía su nerviosismo.

Silver, sentado en su escritorio, escuchaba atentamente, aunque su mirada seguía fija en los documentos que revisaba. Sin embargo, sus oídos no perdían detalle de lo que Conrad tenía que decir.

—Después de su cumpleaños, la Duquesa estuvo ausente del Ducado durante cinco días —comenzó a relatar Conrad—. El Duque la buscó con discreción...

Silver levantó la mirada, interrumpiéndolo bruscamente.

—¿Es decir que no sabía a dónde fue? —preguntó con frialdad.

—Así es, Alteza... —Conrad vaciló brevemente, pero continuó—. Al parecer, la Duquesa huyó y estuvo escondida esos cinco días. Regresó después, bastante afectada, y, al parecer, tuvo una gran pelea con el Duque. Ese mismo día, se fue nuevamente... Esta vez, hacia el Condado de Tarth, donde se encuentra actualmente.

Silver dejó de escribir y comenzó a jugar distraídamente con la pluma en su mano, su expresión parecía pensativa, pero su interés era evidente.

—¿Qué más? —dijo Silver, alzando la vista con una mirada penetrante.

Conrad tragó saliva. Sabía que lo siguiente que diría alteraría profundamente el humor del príncipe, pero no tenía opción.

—Un médico ha ido al Condado... al parecer, la Duquesa lleva tres días en cama.

En ese instante, la pluma en la mano de Silver se quebró, derramando tinta sobre los documentos. Su mirada, que antes lucía pensativa, ahora se había endurecido.

—Conrad... —dijo Silver, su voz tensa—. Prepara todo para regresar a Tarcia.

Los ojos de Conrad se abrieron de par en par, sorprendido.

—Alteza... —dudó por un momento, sabiendo que debía ser cuidadoso con sus palabras—. ¿Aún no ha decidido por una prometida? Necesitamos sellar un compromiso antes de dejar Nazart...

Silver se levantó con brusquedad y caminó hacia Conrad, sus pasos firmes resonando en la sala. Su mirada roja era aterradora, y cuando se detuvo a apenas unos centímetros de su asistente, el aire parecía haberse vuelto pesado.

—Parece que mi asistente ha perdido un poco la capacidad auditiva. Si es así, Conrad, deberías decírmelo, y sin duda te liberaré para que descanses adecuadamente —dijo Silver, con una voz que, más que conciliadora, estaba cargada de amenaza.

El corazón de Conrad dio un vuelco. Había cometido un grave error al cuestionar al príncipe.

—Lo... lo siento, Alteza. Prepararé todo de inmediato —balbuceó, retrocediendo con rapidez.

Silver lo observó por un segundo más antes de volver a su escritorio. Sin decir una palabra, tomó una nueva pluma y continuó revisando los documentos, aunque estaba claro que su mente ya estaba muy lejos de Nazart.

Mientras el asistente se apresuraba a salir de la habitación, el eco de la amenaza de Silver seguía retumbando en su mente. Sabía que el regreso a Tarcia solo traería más caos, y nada bueno podría salir de la obsesión que Silver tenía con la Duquesa de Lehman.

Violett regresó furiosa a la mansión Lehman tras no conseguir que Lavender le entregara los papeles firmados. Al llegar, se dirigió directamente a la oficina de Maxon, donde se quejó entre lágrimas y sollozos, abrazándose a sí misma como si buscara consuelo. Con una voz temblorosa y llena de dramatismo, relató una historia distorsionada de lo que realmente había ocurrido, pintándose como la víctima y acusando a Lavender de tratarla con crueldad y desprecio.

—¡Maxon, no puedes imaginar cómo me trató! —exclamó Violett, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Fui allí con la mejor intención, solo para asegurarnos de que todo se resolviera de manera civilizada, pero ella... ella me humilló delante de todos. Incluso amenazó con echarme a la fuerza. ¡y a nuestro hijo que ni siquiera ha nacido! ¡No puedo creer que alguien pueda ser tan fría y despiadada!

Maxon, sentado detrás de su escritorio, escuchaba con atención, pero su expresión se oscurecía a medida que Violett continuaba con su relato. Sus puños se apretaron sobre la mesa, y sus ojos reflejaban una mezcla de ira y frustración.

—¿Cómo se atreve a tratarte así? —dijo Maxon, con un tono grave y lleno de indignación—. No te preocupes, Violett. Esto no quedará así. Prometo que tomaré cartas en el asunto.

Sin embargo, a esas altas horas de la noche, no había mucho que Maxon pudiera hacer. Decidió esperar hasta la mañana siguiente para actuar. Pero, al amanecer, mientras se preparaba para salir hacia el Condado de Tarth con la intención de enfrentar a Lavender, algo inesperado ocurrió.

Justo cuando Maxon ajustaba su abrigo y se disponía a salir por la puerta principal, un carruaje llegó a la mansión. Al ver a Lavender descender del vehículo, Maxon se quedó aturdido. No esperaba en absoluto que ella apareciera allí, y mucho menos en ese momento.

Lavender lo miró en silencio, su expresión serena pero fríamente penetrante. Su mirada, llena de determinación, parecía atravesar a Maxon, dejándolo sin palabras.

—Lavender... —murmuró Maxon, incapaz de ocultar su sorpresa—. ¿Qué haces aquí?

Ella no respondió de inmediato. En cambio, caminó hacia él con pasos firmes, sosteniendo un sobre en sus manos. Su presencia era tan imponente que Maxon sintió un escalofrío recorrer su espalda. Finalmente, Lavender habló, con una voz clara y llena de autoridad:

—He venido a poner fin a esto, Maxon. Ya no hay más tiempo para juegos ni mentiras.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Maxon, sin poder ocultar el desconcierto en su voz.

Lavender, sin decir una palabra, colocó frente a él, el sobre. Era el mismo sobre que contenía los papeles del divorcio. Maxon tragó saliva, sintiendo una leve punzada de nerviosismo. El sobre que tanto había esperado, ahora en manos de ella, le provocaba una sensación incómoda.

—Podrías haberlos enviado con alguien más —dijo, su tono era frío, pero había un ligero temblor en su voz que delataba su incomodidad.

Lavender, mirándolo fijamente, negó con un movimiento suave de la cabeza.

—No —respondió ella, su voz calmada, pero firme—. Esto es entre nosotros, no entre intermediarios. Además —hizo una pausa, dejando que la tensión se alargara unos segundos—, el contenido de esos papeles ha cambiado.

Maxon alzó una ceja, sorprendido ante la revelación.

—¿Que ha cambiado? —preguntó con un tono cauteloso. La seriedad en el rostro de Lavender no le daba ninguna pista sobre lo que estaba por descubrir.

—Pasemos adentro —añadió, adoptando un tono más serio.

Mientras caminaban hacia el estudio, el ambiente de la mansión parecía pesar sobre ellos. Cada empleado que cruzaba su camino miraba a Lavender con sorpresa y remordimiento. Inclinabdo la cabeza, avergonzados, como si su sola presencia fuera una carga que ya no sabían cómo manejar. Lavender, con la cabeza alta, intentaba ignorar las miradas compasivas que la seguían, pero cada gesto le calaba profundamente.

Sus ojos recorrieron las paredes de la mansión, y notó, con un nudo en la garganta, que todos los retratos en los que ella aparecía, tanto sola como junto a Maxon, habían sido retirados. Sus labios se apretaron con fuerza, conteniéndose. ¿Tanta prisa tenía Maxon por borrar todo rastro de ella? El dolor era palpable, pero Lavender no lo mostraría. No frente a él.

Al llegar al estudio, Lavender extendió los papeles hacia Maxon sin pronunciar palabra. Él los tomó y comenzó a leer en silencio. A medida que avanzaba en el documento, su expresión se fue oscureciendo, los músculos de su rostro tensándose. No podía creer lo que estaba leyendo.

—¿Qué significa todo esto? —preguntó, su voz temblando de rabia contenida, apenas capaz de mantener la calma.

Lavender lo miró a los ojos, su expresión seria e imperturbable.

—Esas son mis condiciones para firmar el divorcio. ¿De verdad creíste que firmaría algo que solo te beneficiaba a ti? —pregunto—. Estas son mis condiciones, y no pienso negociar nada. Ya que estás tan desesperado por asegurarte de que tu hijo no nazca como un bastardo, no debería haber ningún inconveniente.

Maxon se tensó de inmediato. Aquello lo golpeó con fuerza, su cuerpo se enrojeció de pura rabia. El acuerdo que Lavender le había presentado era completamente diferente al que él había planeado. Y entre las condiciones, una destacaba sobre las demás: Lavender exigía que Maxon le cediera la mina de Cerçia, esa mina en la que tanto había estado trabajando y en las que tantas expectativas tenía. Esa mina, que significaba tanto para él, con un valor inmenso... Y entonces, era lo primero que ella señalaba como parte de su venganza.

—Yo... no puedo aceptar estas condiciones —dijo Maxon con la voz áspera, el rostro crispado de ira.

Lavender, manteniendo su mirada fría y distante, se puso de pie lentamente, dejando que el silencio entre ellos creciera.

—Si no podemos llegar a un acuerdo entre nosotros, decidamos esto en el tribunal real —dijo con calma, comenzando a girarse para salir del estudio.

—¡Espera! —exclamó Maxon, su voz llena de urgencia—. Espera.

Lavender se detuvo, volviendo la cabeza hacia él, su expresión inmutable.

—Voy a firmar —admitió Maxon con el rostro aún rojo de ira, pero consciente de que no tenía otra opción.

Lavender asintió, mostrando una ligera satisfacción en su mirada.

—Me parece bien —dijo con serenidad antes de volver a sentarse.

1
Malu Hernandez
super
Reyna Torres
Qué hermosa historia, me encantó
Rivero Yessi
𝒆𝒔𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒐𝒙𝒆𝒄𝒊𝒐𝒏 𝒂𝒎𝒊𝒈𝒐 𝒎𝒊𝒐 𝒆𝒔 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒚 𝒅𝒆𝒍 𝒃𝒖𝒆𝒏𝒐 𝒚𝒂 𝒒 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒔𝒆 𝒐𝒙𝒆𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒅𝒆 𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂𝒔 𝒍𝒐𝒄𝒖𝒓𝒂𝒔 𝒚 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒑𝒊𝒆𝒏𝒔𝒂 𝒆𝒏 𝒔𝒊 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒕𝒖 𝒑𝒆𝒏𝒔𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒆𝒏 𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒒 𝒔𝒊 𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒆𝒓𝒂 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛 𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓í𝒂𝒔 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 𝒂 𝒑𝒆𝒔𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒔𝒖𝒇𝒓𝒊𝒎𝒊𝒆𝒕𝒐 𝒆𝒔𝒐 𝒔𝒊 𝒆𝒔 𝒂𝒎𝒐𝒓. 𝒚 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒂 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂
Rivero Yessi
𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅𝒆𝒓𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒕𝒆 𝒂𝒗𝒊𝒔𝒂𝒔 𝒕𝒂𝒓𝒅𝒂𝒅𝒐 𝒃𝒐𝒃𝒐𝒎
Rivero Yessi
𝒆𝒔𝒕𝒐𝒚 𝒄𝒂𝒏𝒔𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒒 𝒔𝒆𝒂 𝒖𝒏𝒂 𝒆𝒔𝒕ú𝒑𝒊𝒅𝒂... 𝒂𝒖𝒕𝒐𝒓𝒂 𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐... 𝒔𝒊 𝒔𝒊𝒈𝒖𝒆 𝒂𝒔𝒊 𝒅𝒆𝒋𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒆𝒆𝒓 𝒅𝒆𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒊𝒗𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒆𝒔 𝒎𝒖𝒚 𝒕𝒐𝒏𝒕𝒂
Rivero Yessi
𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊** 𝒊𝒏𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛 𝒚 𝒂𝒔í 𝒅𝒊𝒄𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓 𝒄𝒖𝒍𝒑𝒂 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒐 𝒒 𝒉𝒊𝒛𝒐.... 𝒑𝒆𝒅𝒂𝒛𝒐 𝒅𝒆 𝒃𝒂𝒔𝒖𝒓𝒂.... 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒍𝒆𝒆𝒓 𝒒 𝒒𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒎*𝒍𝒅𝒊𝒕* 𝒓𝒖𝒊𝒏𝒂
Rivero Yessi
𝒆𝒔𝒐 𝒐𝒋𝒂𝒍𝒂 𝒚 𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒋𝒆 𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒊𝒔𝒐 𝒅𝒆𝒍𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒔𝒐𝒄𝒊𝒆𝒅𝒂𝒅
Rivero Yessi
𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐𝒔 𝒉𝒊𝒋𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒑***


𝒐𝒅𝒊𝒐 𝒂 𝒆𝒔𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐
Nana Hachiko
siento que vieleta es la tercera en discordia
Rivero Yessi
𝒏𝒘𝒓 𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔 𝒒. 𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒔𝒆 𝒅𝒂𝒓á 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐
Rivero Yessi
𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒔𝒆 𝒅𝒂𝒓á 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒒 𝒍𝒂 𝒆𝒔𝒕á𝒏 𝒆𝒏𝒈𝒂ñ𝒂𝒏𝒅𝒐
Elizabeth Yepez
muy hermosa novela
Fátima Del Rosario Hernandez
me encanto esta novela completa
Mayte Valles
sin comentarios la prota se apendejo 🙄
Z
gracias autora, hermosa novela ,me encantooo, me atrapó desde el inicio.
Noemi Rios
basura
Noemi Rios
son una basura
Noemi Rios
que traidora y el una porquería
Alicia Arteaga Valdez
m encanto tu novela gracias x tu esfuerzo
Luz Stella Cárdenas Pérez
estuvo muy bonita me gustó mucho 😍
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