Tras la muerte de su padre, Violeta se enfrenta a una desgarradora decisión: regresar a la casa que heredó de él y lidiar con la última esposa de su padre, una mujer perversa que la someterá al dolor y la inseguridad. La convivencia con esta mujer, quien busca imponerse en la vida de Violeta, se tornará un infierno.
En medio de esta difícil situación, un ángel de carne y hueso se cruza en el camino de Violeta, alguien que no revelará sus verdaderas intenciones hasta que ella no sienta amor verdadero. ¿Podrá Violeta encontrar la fuerza para superar sus miedos y abrir su corazón al amor? ¿O sucumbirá ante la maldad que la rodea?
Esta es la historia de una joven que lucha por encontrar su camino en medio de la adversidad, una historia llena de emociones, secretos y un amor que lo cambiará todo.
Con gran admiración a todas las románticas que aman leer sobre: amor, emoción, algo de tragedia y misterio, intento regalarles una lectura que me encantó hacer y emocionarme junto a Violeta
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El arroyo
Eduardo preparaba el vehículo con mantas, canastas y todo lo necesario para la aventura. Esther, con una sonrisa en el rostro, le entregaba dos sillas plegables y algunas cosas más. "¡Ven, cariño, acompáñanos!", le dijo Esther a Vita con entusiasmo. "Saldremos a conocer los alrededores. Eduardo quiere llevarnos a un lugar increíble que descubrió hace poco".
Iban paseando por las calles y vieron mucha tierra fértil con grandes plantaciones. ¡Era como un paraíso verde! De repente, un camino largo que al final tenía tres caminos, ¡como un laberinto! Pero ninguno tenía señales, ¡qué misterio! Eduardo, con su espíritu aventurero, dobló en uno y continuó un par de kilómetros hasta llegar a un campo.
Estacionaron y, ayudando a Vita a caminar, llegaron al terreno que Eduardo había visto antes. ¡Las vallas estaban destrozadas por el tiempo, la lluvia y el sol! Parecían portales a otro mundo. Cruzarlas fue muy fácil y caminaron hasta los árboles, donde se respiraba un perfume maravilloso. ¡Era como un abrazo de la naturaleza!
¡Y allí estaba! Un colchón de flores de varios colores, ¡una explosión de vida! "Vita, quédate aquí mientras acomodamos las mantas", le dijo Esther. ¡Y así lo hicieron! Dos mantas y una mesita, ¡listo para un picnic de dioses!
De la canasta sacaron todo para un festín al aire libre. ¡Qué delicia! La comida sabía aún mejor con la belleza del paisaje y el aire puro. ¡Un día para recordar! Vita, sentada sobre la manta, veía el horizonte con paz. Si podían apreciar la paz en su rostro, sabían que la señorita seguía ahí dentro; ahora era más claro, porque ya mostraba pequeñas señales.
Después de la segunda semana, las visitas al campo de acacias eran dos veces por semana. Sabían que era terapéutico, pero estaba bastante lejos de la cabaña, por lo que no podían hacerlo más seguido.
Una tarde, cuando Eduardo volvía del pueblo, se acercó a Vita y le susurró: "Le tengo un regalo, señorita".
Ella apenas lo registró y le dijo a Esther en voz alta: "Mujer, ¿qué haces ahí parada? Ven, abrázame. Hoy celebraremos". Y abrazó a su mujer. "Estoy feliz, mañana les enseñaré la sorpresa". Esther finje indignación "Vamos, Eduardo, sabes que no me gusta que me dejes esperando a que me cuentes algo".
Eduardo se ríe y le responde: "Señora, es una sorpresa para la señorita. Si ella puede esperar, tú también". Y se va al cuarto de baño riendo divertido.
Al día siguiente, la misma rutina de preparar las mantas, las canastas y el camino que parecía que cada día se acortaba. Al llegar, la vista era totalmente diferente. Habían cortado toda la maleza. Se apreciaba mejor el lugar donde existió una valla completa alguna vez; el césped, por fin, se veía bonito, los arbustos de flores, y un corte de césped más profundo dibujaba un camino hasta debajo de los árboles de acacias, que parecían una especie de refugio.
Una vez dispuesta su mesita sobre las mantas, sirvieron tres copas de champán. Y con una sonrisa enorme, Eduardo anunció: "¡He comprado este terreno!" Y mirando a Vita, le dice: "Es para usted, señorita. Mañana comenzarán a hacer una cabaña. Dentro de dos meses viviremos aquí y podrá disfrutar de esta belleza única". Vita lo escuchó, sí. Pero no lo demostró, porque no hubo cambios en su expresión. Hicieron un brindis por la nueva adquisición y se abrazaron.
Más tarde, Eduardo sugiere caminar a otro lugar de la propiedad. Iban caminando lentamente cuando llegan a un arroyo, esta vez limpio y, a pesar de faltarle cuidado y amor, se veía muy bonito. Vita, sintiendo la necesidad, se agachó a la orilla y pasó sus dedos por el agua clara que iba corriendo, dirigiéndose a algún lugar.
Al sentir el agua en sus dedos, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y se puso de pie al instante, como impulsada por una cuerda invisible. "¿Señorita, qué ocurre?", preguntó Esther, alarmada. Vita la miró con los ojos llenos de lágrimas en señal de respuesta.
Sin entender lo que pasaba, Esther la tomó del brazo y la acompañó a alejarse del lugar, llevándose consigo el misterio de aquella extraña sensación.
Sorprendidos por la reacción de Vita ante el arroyo, Eduardo y Esther decidieron volver al día siguiente para ver el comienzo de su futura cabaña y, de paso, exponer a Vita nuevamente a la situación para estudiar qué le pasaba. "Quizás puede ser bueno para ella", sugirió Eduardo.
Al día siguiente, charlaban animadamente con el arquitecto de la obra, explicando con entusiasmo la disposición de la casa. ¡La idea era elevar el suelo un metro y colocar encima la cabaña para darle una altura majestuosa! Mientras Eduardo seguía absorto en la conversación con el arquitecto, Esther y Vita exploraban los límites de la propiedad.
Esther, con paso ligero, se adelantó y se acercó a una de las vallas. "¡Mira, Vita, qué imponente se ve la propiedad desde aquí!", exclamó con emoción. Vita, a su lado, observaba el paisaje. De repente, su mirada se cambió y comenzó a caminar con determinación, como si hubiera descubierto un tesoro oculto.
Esther la siguió, intrigada. Vita se detuvo en seco y se agachó, hurgando con sus dedos en el césped. ¡Ahí estaba! Un hilo de agua serpenteaba entre la hierba, ¡un pequeño manantial que fluía hacia su propiedad! Vita levantó la cabeza y miró a Esther con una expresión de asombro y una mueca simulando sonrisa, ¡como si hubiera encontrado un algo mágico!
"Vita ¿te gusta esto"? preguntó Esther. "Este arroyo, no sabemos de dónde viene, pero pasa por aquí a lo largo del terreno". Agachándose a su lado, le dice mirándola ¿"Te gustaría que se venga más cerca de la casa? Quizás se podría agregar un puente en el que estar".
Vita apenas hizo una mueca y Esther lo tomó como respuesta positiva.
Día por medio, Eduardo iba a revisar el estado de la obra, asegurándose de que se haga tal cual lo había pedido, pero las mujeres solo lo acompañaban una o dos veces a la semana.