En un mundo lleno de secretos familiares, traiciones y sueños rotos, Maite está a punto de enfrentar la decisión más importante de su vida. En el día de su boda, descubre que todo lo que creía saber sobre su familia era una mentira. La verdad sobre su relación con Alex, su futuro y la verdadera razón de su compromiso empiezan a salir a la luz. Maite Descubre que, aunque el amor pueda parecer eterno, las mentiras pueden destruirlo todo, Pero ¿Será el amor lo suficientemente fuerte como para sanar viejas heridas? ¿Será capaz Maite de desafiar las expectativas y construir su propio destino, o cederá ante las presiones de aquellos que la rodean? Acompaña a Maite en su viaje hacia la verdad y la libertad, en una historia llena de giros inesperados, decisiones difíciles y la búsqueda de su propio futuro.
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Capitulo Especial
Comentario de la Autora.
Espero que les guste este capítulo tanto como a mí. Si quieren más capítulo de este estilo, no se olviden que comentar.
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Cristopher:
Estoy junto a mi buen amigo Sebastián en el día más importante de su vida.
—Felicidades, hermano. Has encontrado al amor de tu vida —le digo, mientras él ajusta los puños de su camisa, nervioso pero emocionado.
—Ella me encontró a mí, Cristopher. Es lo mejor que me ha pasado.
Dejamos la conversación ahí, porque la marcha nupcial comienza a sonar. Dirijo la mirada hacia el pasillo, y el momento se llena de una energía casi mágica.
La primera dama de honor entra, pero mi interés no se detiene en ella. Desvío la vista hacia Danna, mi acompañante de esta noche, quien me sonríe coqueta y me lanza un beso al aire. Lo ignoro con un leve asentimiento. Entonces, mi atención se fija en la esquina donde están las novias y las damas.
Mis ojos se detienen en ella.
Por un segundo creo que estoy alucinando. Pienso que mi mente me está jugando una mala pasada por esos cuatro años de obsesión silenciosa. Pero cuando vuelvo a mirarla, todo se confirma. Es ella.
Mi respiración se detiene por un momento. Su presencia, tan real y tan cerca, despierta algo en mí. Observo sus expresiones: la manera en que sonríe con lágrimas mientras mira a los novios, su forma de tomar aire y reprimir sus emociones. Entonces sucede: nuestras miradas se cruzan. Sus ojos marrones profundos me envuelven, confirmándome lo que ya sabía. Es ella, la chica que he estado buscando.
La ceremonia termina, pero en el salón no consigo encontrarla. Frustración, mezclada con enojo, comienza a arder en mi interior cuando Sebastián me interrumpe con un joven a su lado.
—Cristopher, quiero presentarte a Juan Torrenciaga, un buen amigo.
—Juan, este es Cristopher Orwell, uno de los hombres más influyentes de toda Corea y un gran amigo.
Nos damos un apretón de manos, y pronto la conversación gira en torno a negocios y carreras. Alejandro Bustamante y Alexander Buitrago, dos empresarios, se unen al grupo.
De repente, escucho risas suaves detrás de mí. Me doy vuelta y ahí está ella, acompañada de otra chica. Pero es imposible no centrar toda mi atención en ella.
Lleva un vestido negro que parece diseñado por los dioses mismos: ceñido, con tirantes finos y un escote en V que irradia elegancia. Una abertura lateral revela apenas un destello de su pierna, como un secreto susurrado. Cada pliegue de la tela parece obedecer a sus movimientos, hipnotizando a quien se atreva a mirar.
Juan las presenta.
—Les presento a Anna, mi novia, y a Maite, una gran amiga. Anna, Maite, ellos son Alejandro Bustamante, Alexander Buitrago y Cristopher Orwell.
Así que su nombre es Maite. Encaja perfectamente con su esencia.
—Encantado de conocer a mujeres tan hermosas —dice Alejandro con una sonrisa descarada. Alexander hace lo mismo que Alejandro.
—Maite, ¿me concederías un baile? —añade Alexander, con una actitud demasiado confiada.
La incomodidad me recorre como una ola fría. La idea de verla bailar con él me resulta insoportable, pero mantengo mi compostura.
—Claro, en el próximo baile —responde ella con una sonrisa educada.
Luego, se gira hacia mí. Nuestros ojos se encuentran de nuevo, y por un instante, siento que el mundo se detiene.
—Un gusto conocerlas, señoritas —digo con una voz controlada, intentando ocultar la emoción que amenaza con delatarme.
La conversación continúa, pero de vez en cuando, no puedo evitar lanzar miradas sutiles hacia ella. La tensión en mi interior crece cuando Danna, con su actitud habitual, se acerca demasiado.
—Cristopher, amor, te están buscando —dice con una sonrisa amplia, justo antes de besarme.
Su gesto me toma por sorpresa y me llena de enojo. Mientras intento recuperar la calma, escucho a Alexander invitar a Maite a bailar.
—Señorita Maite, ¿le parece si bailamos ya?
—Claro que sí.
La observo alejarse hacia la pista de baile con él, sintiendo cómo mi enfado crece al ver sus sonrisas y el contacto entre ellos.
—Discúlpame, tengo que atender unos asuntos —digo bruscamente, apartándome de Danna y guiándola hacia el jardín.
Una vez allí, me detengo, soltándola con firmeza.
—¿Quién te dio permiso para besarme? —le espeto con una voz helada.
—Cristopher, soy tu prometida. Tengo derecho a hacerlo, y más cuando esa perra no deja de mirarte como si te deseara.
Su comentario desata mi furia.
—No eres mi prometida. No lo eres ni lo serás.
Danna queda boquiabierta mientras yo me alejo, dejando atrás su presencia molesta. En mi mente, solo hay un pensamiento: saber más de ella… Maite.
Regreso al salón con un propósito claro. No importa cuánto tiempo pase ni cuántos obstáculos encuentre, debo acercarme a ella, la busco, pero no logro encontrarla.
La noche transcurre con bailes, sonrisas y conversaciones superficiales, pero mi mente sigue fija en ella. Cada mirada furtiva y cada sonrisa suya alimentan una determinación que no puedo ignorar.
Maite… Esta vez no dejaré que desaparezcas.