Una mujer despierta en una playa sin recuerdos, aparece un hombre que asegura ser su esposo y que su nombre es Olga. Pronto es llevada a una casa ajena donde dos niños, extrañamente distantes, también la llaman "mamá". A medida que intenta encajar en esta nueva vida, comienza a percibir que no pertenece a ese lugar: su forma de sentir, de hablar y de recordar no corresponden con la mujer que todos dicen que es.
En medio del control por parte de su supuesto esposo, ella empieza a descubrir verdades aterradoras. Además, su cuñado que empieza a residir en la casa, se convierte en un vínculo perturbador, pero familiar, despertando emociones que parecen venir de otra vida.
Mientras la casa se llena de presencias inquietantes, dibujos siniestros y comportamientos que rozan lo sobrenatural, ella y su cuñado reconstruyen, paso a paso, una historia de amor prohibido, que trata de hacerle frente a la traición y busca una venganza ante la injusticia.
Ella ya no es quien solía ser, ¿te atreves?
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16. El regreso de Daniel
El domingo por la tarde, mientras los niños dormían la siesta y Felipe había salido a comprar víveres, alguien tocó a la puerta.
Olga abrió, y al otro lado se encontró con el rostro que no esperaba ver tan pronto: Daniel.
Estaba visiblemente cansado y ojeroso. Más delgado que la última vez, pero sus ojos tenían ese brillo intenso, inconfundible, como si siempre estuviera midiendo lo que no se decía. Él había estado haciendo averiguaciones en ese pueblo, tratando de descubrir si alguien vio a Karina en ese lugar, antes de que desapareciera sin dejar rastro, solo un mensaje, evidentemente falso.
- "¿Puedo pasar?", preguntó Danlel, sin rodeos. Olga dudó un segundo. Luego asintió.
Lo condujo a la sala, y él se quedó de pie, mirando alrededor con cierta desconfianza. Sus ojos se detuvieron en una fotografía de Olga y Felipe, tomada en algún verano anterior. Olga—la otra Olga—sonreía, ajena a todo.
- "Estás distinta, mucho más a lo distinta que te ví esa noche en el acantilado", dijo Daniel, finalmente.
- "¿Para bien o para mal?", preguntó Olga.
- "Para inquietante", respondió Daniel sin dejar de mirarla. Jamás se había atrevido a mirarla tan insistentemente, pero él también necesitaba respuestas.
Se hizo un silencio denso.
- "¿Qué haces aquí?", preguntó Olga.
- "Necesitaba verte", respondió Daniel sin rodeos. Él se acercó con lentitud. "No solo por Karina, también por ti. Desde que volviste, algo no me cuadra. No eres como antes", agregó. Olga se tensó.
- "¿Cómo era antes?", consultó Olga.
- "Sumisa. Temblorosa. Siempre pendiente de Felipe, como si le debieras la vida. Pero ahora, hay algo más. Algo que me recuerda a…", expresó Daniel, con cierta melancolía.
- "¿Karina?", interrumpió Olga.
Daniel no contestó. Solo la observó con una intensidad peligrosa.
- "No deberías decir eso", dijo ella, bajando la voz. "Felipe se pondría nervioso si te escucha hablar así", agregó.
- "¿Y qué?", preguntó él, con un tono desafiante. "¿Lo vas a proteger?", inquirió.
Olga dudó. Lo miró a los ojos y, por un instante, el muro que había levantado se resquebrajó.
- "No soy quien tú crees", susurró aquella mujer, entre la que le habían dicho que era, y la mujer que verdaderamente sentía que era.
Los ojos de Daniel se entrecerraron.
- "Dímelo", dijo Daniel, buscando la respuesta que necesitaba.
- "No puedo. Aún no. Sol, necesito saber si de verdad la querías. A Karina", expresó Olga.
Daniel se acercó aún más. Su voz fue un susurro quebrado.
- "La amaba", dijo Daniel.
Olga sintió que algo se rompía dentro de ella. Porque esa confesión no la hizo como un hombre buscando consuelo, sino como uno que aún esperaba una respuesta. Una confirmación de que ella seguía allí.
- "¿Y tú?", continuó él, con voz temblorosa. "No sé qué está pasando, pero cuando te miro, (un silencio) siento que no estoy hablando con Olga. Siento que…", manifestó Daniel y luego se interrumpió.
Olga se acercó, lenta, y colocó su mano sobre la de él. Sus dedos temblaron al tocarlo. Fue como encender un recuerdo que no era del cuerpo que habitaba, pero sí del alma que lo movía.
Daniel no se apartó.
Sus ojos se encontraron. Algo más profundo que el deseo palpitaba en el aire. Algo antiguo. Algo roto.
- "No estoy loca, Daniel", susurró ella. "Pero hay cosas que ni yo puedo explicar todavía. Solo prométeme que si llega el momento, me vas a creer", agregó.
Él asintió, con la mandíbula tensa.
- "Te creo ahora. No sé por qué, pero te creo", dijo Daniel.
Olga se permitió respirar.
Entonces, el sonido del coche de Felipe entrando en el garaje los obligó a separarse como dos adolescentes descubiertos.
- "Vete", dijo Olga. "No quiero que te vea. No aún", agregó.
Daniel se fue por la puerta trasera, sin decir una palabra más.
Minutos después, Felipe entró con bolsas en las manos.
- "¿Con quién hablabas?", preguntó Felipe, sin siquiera saludar.
Olga se encogió de hombros.
- "Con nadie. Me puse a hablar sola, creo. Estaba leyendo en voz alta", respondió Olga.
Felipe la miró con suspicacia, pero no insistió. Dejó las bolsas en la cocina y volvió a la sala.
Ella se quedó mirándolo desde el marco de la puerta. Un pensamiento cruzó su mente, frío y definitivo: Karina lo sabía. Daniel también. Ahora solo falta que el resto del mundo lo sepa. Pero antes, tendría que hacer que Felipe cayera por sí mismo en su propia trampa.
