Amor Infinito

En el tan esperado día del matrimonio de Kirian y Klaus, el reino entero parecía estar envuelto en un ambiente de celebración y expectación. Desde temprano, las calles estaban decoradas con arcos de flores silvestres y cintas de colores que ondeaban suavemente bajo la brisa matutina. La gente del pueblo, emocionada, se reunía a lo largo del camino que llevaba al castillo, deseosa de ver a la pareja que había vencido tantas adversidades y obstáculos para finalmente unirse en matrimonio.

Dentro del castillo, el gran salón de ceremonias era el corazón palpitante de toda la preparación. El espacio estaba bellamente adornado: las paredes estaban cubiertas con tapices de seda y dorados que reflejaban la luz, y por todos lados se veían flores frescas, desde rosas hasta orquídeas de todos los colores, formando un despliegue de romanticismo y lujo. En el centro del salón, un atril elevado presidía el lugar donde se realizaría la ceremonia. Las sillas de los novios, decoradas con guirnaldas de lirios blancos y ramilletes de jazmín, resplandecían como un símbolo de pureza y amor verdadero. Todo estaba dispuesto para crear un ambiente mágico, lleno de detalles que invitaban a los asistentes a dejarse envolver por la solemnidad del momento.

Afuera, los músicos afinaban sus instrumentos, listos para tocar las primeras notas cuando la novia hiciera su entrada. Las cuerdas, flautas y violines estaban perfectamente sincronizados para interpretar una melodía suave y celestial que llenaría el salón, haciendo vibrar cada rincón y cada corazón presente.

Mientras tanto, en un salón adyacente, Klaus se ajustaba nerviosamente el cuello de su traje. Por más que intentaba calmarse, el nerviosismo le invadía. No podía evitar recordar todos los momentos que había compartido con Kirian, desde su primer encuentro en el río hasta aquel mágico reencuentro en el mercado. Hoy, por fin, su historia culminaría en el “sí” definitivo, un compromiso que habían esperado durante tanto tiempo. Klaus respiró hondo, y al escuchar los primeros acordes, se llenó de una mezcla de emoción y expectación, sintiendo que cada segundo que pasaba aumentaba el anhelo de ver a su amada caminar hacia él.

De repente, las puertas se abrieron, y Kirian hizo su entrada. Ataviada en un vestido blanco con delicadas perlas bordadas en el corpiño y un velo ligero que caía como una cascada de niebla sobre sus hombros, avanzaba con la serenidad y la gracia de alguien destinado a este momento. Sus ojos brillaban como esmeraldas, llenos de amor y seguridad mientras avanzaba lentamente hacia el altar. La melodía llenaba el salón, y todos los presentes contenían la respiración, cautivados por la escena.

Sin embargo, en un rincón oculto entre los invitados, Inga, la antigua amante de Klaus, observaba con una mezcla de odio y desdicha. A pesar de las advertencias y las medidas de seguridad, había logrado entrar. En su mente, este día no podía terminar así, y su última y desesperada intención era interrumpir la ceremonia. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, los soldados la descubrieron. En un rápido movimiento, la capturaron y la sacaron del lugar discretamente, dejando que la ceremonia continuara sin interrupciones.

La ceremonia se llevó a cabo con una emoción palpable. Los padres de Klaus, que finalmente habían aceptado su amor por Kirian, se acercaron al finalizar para ofrecer su bendición. Fue un momento lleno de significado, donde años de rechazo y barreras se rompieron en un gesto sincero de unión y aceptación. Kirian y Klaus, tomados de la mano, escuchaban las palabras de bendición mientras sus corazones latían al unísono, sabiendo que el amor había triunfado.

La ceremonia culminó con una lluvia de pétalos y aplausos mientras la pareja salía del salón. Afuera, les aguardaba un carruaje adornado que los llevaría a un destino tan hermoso como sus sueños: una luna de miel en una cabaña junto a las montañas nevadas. En ese refugio aislado, lejos del bullicio y de las miradas del reino, disfrutarían de su amor en una pequeña cabaña con una chimenea encendida, mientras la nieve caía suavemente afuera. Rodeados de montañas cubiertas de blanco, con el cálido resplandor del fuego iluminando sus rostros, se prometieron seguir cuidando y amándose, sin importar los desafíos que el futuro les pudiera deparar.