En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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Capitulo 17 El Encuentro Inesperado
El tiempo había pasado más rápido de lo que imaginé desde que llegué a Catar. Mis días en la universidad, entre libros, y ahora prácticas en el hospital local y los desafíos del idioma, me habían transformado en alguien más fuerte y segura de mí misma. Había aprendido a trabajar en equipo, a escuchar y a adaptarme, aunque al principio me sentí completamente fuera de lugar. Ahora, cada vez que lograba comunicarme en el idioma local sin ayuda, me llenaba de una pequeña chispa de orgullo.
Había tantas cosas que amaba del programa de intercambio cultural. No solo había aprendido a comunicarme en árabe lo suficiente para evitar perderme en las calles de Doha, sino que también había descubierto una parte de mí misma que nunca imaginé. Aprendí a escuchar sin juzgar, a apreciar la belleza de lo desconocido y a ser paciente con lo diferente. Había adoptado costumbres que al principio me resultaban extrañas.
Me había enfrentado a mis propios prejuicios y miedos, y aunque no siempre fue fácil, cada desafío me acercaba más a mi meta: ser una Doctora capaz de ayudar a quien lo necesitara, sin importar dónde estuviera o cuál fuera su cultura.
Y, sin embargo, había cosas que ni el mejor programa podía enseñarte. Por ejemplo, cómo lidiar con el corazón roto
Amina y Margot, mis dos amigas, siempre decían que ya era una más de ellas. Me reía cada vez que Amina insistía en que me había convertido en "una catarí honoraria" al aprender incluso a bailar danza del vientre. Lo había hecho por diversión, al principio, pero pronto descubrí que era una forma hermosa de expresión. Había llegado a dominar los movimientos con precisión y gracia, algo que nunca pensé que sería capaz de hacer.
Una tarde, mientras repasaba notas para una de mis prácticas, recibí un mensaje de Faisal.
—¿Cómo te sientes en Catar, Helena? ¿Te va bien? ¿Necesitas algo?
Faisal siempre fue así, amable y atento. Sonreí al leerlo. Le respondí rápidamente.
—Al principio me sentí un poco perdida, pero ahora he tenido la oportunidad de conocer y comprender muchas cosas. Estoy muy ocupada, pero extraño a mis padres y a Shary. Este sacrificio es por ellos, por su futuro y por el mío. —Ahora estoy sumergida en ser doctora y también le mencioné como me habia convertido en una experta bailando la danza del vientre
No esperaba que me contara mucho más, pero Faisal siempre tenía algo interesante que decir. Esta vez me sorprendió:
—Aún estoy como encargado de la misión humanitaria, ya que Emir dejó ese puesto. Por cierto, en la aldea donde ayudamos habrá una boda. La novia es encantadora, y me dijo que buscan entretenimiento especial. Pensé en ti… ¿qué dices? ¿Te animas a bailar?
No pude evitar reírme. Faisal era así, directo y siempre lleno de ideas. Por supuesto, acepté. La idea de bailar en una boda era emocionante y diferente.
La boda era todo lo que imaginé y más. El lugar estaba decorado con telas de colores vibrantes, luces que colgaban entre los árboles y música que llenaba el aire con alegría. Los invitados estaban de pie, riendo, bailando y celebrando. Sentí un poco de nervios al ponerme el traje para la presentación, pero Amina me había ayudado a elegirlo, y al verme al espejo, pensé: Quizás sí soy capaz de esto.
Ahí estaba, aceptando una invitación de Faisal para bailar, porque, como él decía, "no había nada más especial que unir culturas a través del arte".
Cuando llegó mi turno, salí al centro de la celebración. La música comenzó, y mi cuerpo siguió el ritmo de manera casi automática. Bailar era como hablar un idioma sin palabras, y el público parecía encantado. Pero no esperaba lo que ocurrió después.
En algún momento de la presentación, mis ojos se cruzaron con una mirada que reconocí al instante: Emir. Estaba allí, entre la multitud, mirándome con una intensidad que me cortó la respiración. Mi ritmo vaciló por un segundo, pero me obligué a continuar. Sentí cómo sus ojos seguían cada uno de mis movimientos, y aunque intenté ignorarlo, mi mente comenzó a llenarse de preguntas: ¿Qué hace aquí? ¿Por qué ahora?
Por un instante, olvidé los pasos, olvidé la música, olvidé que estaba rodeada de gente. Solo existía él. Pero me obligué a continuar, a no mostrar que su presencia me afectaba. No podía permitirlo.
Cuando terminó la música, los aplausos llenaron el lugar, pero mi mente estaba en caos. Salí rápidamente, con la excusa de buscar agua, pero apenas había llegado al pasillo cuando sentí su voz detrás de mí.
—Helena.
Me detuve, mi corazón latiendo con fuerza. No quería enfrentarlo, pero sabía que no podía evitarlo. Me di la vuelta lentamente, encontrándome con esos ojos que tanto había tratado de olvidar.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, tratando de sonar firme.
—Debería ser yo quien te pregunte eso
respondió, dando un paso hacia mi
—¿Por qué estás bailando así?
—¿Así cómo? —fruncí el ceño, cruzándome de brazos.
—Para que todos te miren —respondió con un tono que mezclaba celos y frustración.
Su comentario me enfureció.
—¿A qué te refieres? —respondí, confundida.
—A bailar cuando hay hombres, presentes Helena. No deberías hacerlo.
Me quedé helada. ¿Acaso tenía derecho a decirme eso?
—No tienes ningún derecho a reclamarme nada, Emir. —Mi voz sonó más firme de lo que esperaba —Después de lo que me dijiste la última vez, ¿de verdad crees que puedes venir aquí y exigirme algo?
Su mandíbula se tensó. Podía ver el conflicto en sus ojos, pero no estaba lista para dejarlo salirse con la suya.
—Solo deberías bailar para mí —dijo finalmente,
—¿Qué? No te entiendo. La última vez me dijiste que no podíamos estar juntos. Ahora vienes aquí y me dices esto. ¿A qué estás jugando?
—Helena… —comenzó, pero lo interrumpí.
—No, déjame terminar. Fui a buscarte, ¿recuerdas? Intenté entenderte, pero tú fuiste quien me rechazó. Tú decidiste que no podíamos estar juntos porque, según tú, yo nunca entendería tu mundo.
Su expresión cambió, como si mis palabras lo golpearan.
—No fue tan simple —dijo en voz baja.
—No Fue peor. Me hiciste sentir que nunca sería suficiente para ti. Y ahora vienes aquí, después de todo este tiempo, ¿para qué? ¿Para decirme cómo debo vivir mi vida?
por un momento pensé que no respondería. Pero entonces, dio otro paso hacia mí, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.
—Fui un cobarde —confesó Pensé que alejarme de ti era lo correcto, que estaba protegiéndote de algo que no podía ofrecerte. Pero me equivoqué, Helena. Me equivoqué en todo.
Sentí que mi corazón se aceleraba, pero no quería caer tan fácilmente.
—¿Pretendes qué? ¿Decirme estas cosas y luego desaparecer? No soy un juego, Emir.
—Nunca fuiste un juego para mí. Intenté alejarme porque pensé que era lo mejor. Pensé que así no te haría daño.
dio un paso hacia mí, acariciando mi mejilla con suavidad. Sentí cómo su mano bajaba hasta mi cintura, y de repente, su cuerpo estaba contra el mío.
—Quiero besarte, Helena.
Su confesión me dejó sin palabras.
—¿Besarme? —respondí, intentando mantener la compostura —¿Y qué habría pasado si nos hubieras besado la primera vez que lo intentaste? ¿Habrías jugado conmigo para luego recordarme las restricciones?
—Hoy no quiero hablar de restricciones dijo, su mirada recorriéndome de arriba abajo —Me estás volviendo loco con ese traje, con tu cuerpo,
—No puedo hacer esto otra vez, Emir
respondí, apartándome ligeramente —No quiero relaciones pasajeras ni promesas vacías.
Mi mente se llenó de recuerdos: Markus, Frederik, y todas las relaciones fallidas que había tenido. Pero no iba a mencionarle nada de eso.
—Helena… —susurró, acercándose otra vez
—Soy un estúpido, sí pero no puedo olvidarte. incluso cuando traté de convencerme de que debía dejarte ir.
Nos quedamos en silencio, nuestras miradas atrapadas en un torbellino de emociones. Cuando su mano se movió hacia mis labios, apenas rozándolos con un dedo, supe que estaba a punto de ocurrir.
por un momento pensé que iba a besarme. Pero justo cuando sus labios parecían acercarse a los míos, una voz nos interrumpió.
—Emir, el sheikh(el jeque) te está buscando.
Nos separamos de golpe, y él asintió, mirando al hombre que lo había llamado. Cuando volvió a mirarme, sus ojos estaban llenos de emociones que no pude descifrar.
—Esto no ha terminado, Helena.
Y con eso, se dio la vuelta y se fue, dejándome con el corazón acelerado y una sensación de vacío que no podía ignorar.
Me apoyé contra la pared, tratando de calmarme. yo no sabía si estaba lista para enfrentar lo que venía.