Sombras Del Amor

Punto de vista de Leonardo

 A pesar del mal momento que vivíamos con el ex de Elena, todo cambió al ver a mi hijo en la pantalla del ecógrafo. Aunque fue a través de una máquina, el hecho de que ahí estaba me llenó de felicidad. Nunca imaginé que podría llegar a amar a una persona que aún no conocía. La emoción me desbordaba, pero también la preocupación por el futuro que les esperaba a ella y al bebé. El mundo parecía un lugar más brillante desde ese instante. Al salir de la clínica, decidí llevar a Elena a almorzar a uno de mis restaurantes favoritos. Quería impresionarla con mi dinero, aunque en el fondo sabía que eso no era lo que realmente le importaba. Ella era diferente; no parecía interesada en las superficialidades que tanto atraen a otras mujeres. "Espero te guste el lugar", dije mientras observaba su reacción.

"Está bonito, muy elegante. Aunque me hubiera gustado algo más al aire libre", respondió con sinceridad. La miré extrañado. Cualquier otra mujer se habría aprovechado de la situación para sacar ventaja, pero Elena no parecía estar interesada en eso. Su autenticidad me intrigaba, y me daba cuenta de que sería complicado llegar a su corazón si continuaba intentando impresionarla con lujos. El mesero se acercó con la carta, y Elena frunció el ceño al leerla.

"Estos platos son demasiado elaborados. Me gustaría algo más sencillo", comentó. La miré alzando una ceja. Este era un restaurante italiano; ¿cómo podía saber qué había allí si solo estaba mirando los nombres? Sin embargo, antes de hacerme preguntas, decidí ofrecerle una solución.

"Puedes pedir solo la pasta tradicional; esa no está en el menú, pero puedo mandarla a preparar solo para ti", le dije con una sonrisa. Elena me miró agradecida y asintió con la cabeza. Pedí dos platos de pasta tradicional, sabiendo que nadie se atrevería a negarse a mis pedidos; mi apellido tenía peso en esta ciudad.

"Dónde aprendiste italiano?", pregunté por pura curiosidad.

"En Internet", respondió animada. "Cuando estaba en la universidad, me gustaba estudiar idiomas; pensaba que hablar varios me abriría muchas más puertas". El brillo especial en su mirada mientras hablaba sobre sus sueños me hizo sentir un nudo en el estómago. Era evidente que había aspiraciones dentro de ella que aún no había podido alcanzar.

"¿Te gustaría terminar tu carrera?", indagué con interés genuino.

"Obvio, es lo que más quiero. Pero ahora es imposible; como sabes, no tengo trabajo y estoy embarazada, así que mi prioridad es conseguir algo que hacer", dijo con un tono decidido, aunque sus ojos traicionaban una tristeza profunda. Se notaba que siempre dejaba de lado sus sueños por los demás.

"Sabes que te puedo ayudar y antes que te niegues, déjame explicarte", dije levantando la mano para interrumpirla antes de que pudiera rechazar mi oferta. "Te ofrezco ser mi secretaria; tendrías un sueldo acorde a tu puesto y además podrías optar por una de las becas de estudio que ofrecemos cada año". Elena abrió los ojos como si hubiera escuchado algo increíble. Su sorpresa era palpable, pero también podía ver la lucha interna en su rostro; quería aceptar, pero también temía comprometerse.

"No sé... No quiero ser una carga", murmuró.

"No lo serías", respondí rápidamente. "Quiero ayudarte porque creo en ti y en tus capacidades. Tienes mucho potencial y mereces la oportunidad de desarrollarlo". Ella bajó la mirada mientras pensaba en mi propuesta. La tensión entre nosotros era palpable; podía sentir cómo cada palabra pesaba en el aire como si fueran ladrillos construyendo un puente hacia algo más profundo entre nosotros. El almuerzo avanzó, y entre risas y conversaciones sobre cosas triviales, descubrimos pequeñas partes del otro: sus sueños perdidos, mis miedos ocultos y nuestras esperanzas compartidas para el futuro del niño que llevábamos dentro. Cada bocado se convertía en un momento más cercano, un paso más hacia una conexión genuina. Finalmente, cuando llegó nuestra pasta tradicional, Elena sonrió como si hubiera recibido un regalo inesperado.

"Esto sí es lo que necesitaba", dijo mientras probaba el primer bocado. Verla disfrutar de esa simple comida me llenó de satisfacción. Quizá las cosas no eran perfectas entre nosotros ni tampoco lo eran nuestras vidas actuales, pero esos momentos compartidos fueron llenando los vacíos con cada risa y cada mirada cómplice. Después del almuerzo, decidimos dar un paseo por el parque cercano para digerir la comida y disfrutar del aire fresco. Al caminar juntos, sentí cómo nuestras manos parecían acercarse involuntariamente hasta tocarse levemente antes de separarse rápidamente como si ambas fueran conscientes del significado detrás del gesto. Las hojas caídas crujían bajo nuestros pies mientras conversábamos sobre trivialidades; sin embargo, había algo más profundo debajo de esas palabras: una promesa silenciosa de estar ahí el uno para el otro cuando las cosas se pusieran difíciles. Al final del día, cuando nos despedimos frente al edificio donde vivía Elena, sentí una mezcla de esperanza y ansiedad por lo que vendría después. Habíamos dado un paso pequeño, pero significativo hacia algo nuevo; había logrado abrirme a ella y también había visto destellos de su corazón noble e inquebrantable. Mientras ella se alejaba hacia su hogar, no pude evitar pensar en cómo todo esto podría cambiar nuestras vidas para siempre. Si bien enfrentábamos desafíos enormes por delante —su ex pareja y las dificultades económicas de ella— sabía que juntos podríamos encontrar un camino hacia adelante. En ese instante comprendí: quizás no solo estaba allí para ayudarla a ella; tal vez también estaba buscando mi propia redención en este viaje inesperado llamado paternidad… y amor.

Subí a mi auto con una sonrisa en el rostro, estaba por encender el auto; sin embargo, no lo hice al notar que mi mamá me llamaba, ¿Ahora que querrá?, me pregunté antes de contestar.

"Dime madre", respondí a la defensiva.

"¿Esa es la manera de saludar a tu madre?", pregunto haciéndose la ofendida.

"Estoy ocupado, no tengo tiempo para adivinar que te pasa ahora", dije mientras masajeaba mi sien.

"Mañana tenemos un almuerzo en el club, nos gustaría que tu padre y a mí que nos acompañaras".

"Lo siento Ágata, pero ya tengo planes", respondí sinceramente.

"No voy a aceptar un no como respuesta, así que mañana te espero en el club sin excusas".

Antes de poder responder Ágata colgó la llamada, ahora que iba a hacer, había quedado con Elena venir por ella y llevarla al campo. Estaba en una disyuntiva y tenia que encontrar una solución a esta situación.