Quédate Conmigo

Edgar permanecía en la habitación de su hijo grabando su pequeño rostro para situaciones futuras,en sus manos se encontraba su pequeña ropa que alguna vez utilizó. El niño había salido sano de la operación y ahora mismo, solo esperaban que su cuerpo se deshiciera de la anestesia que se había ingresado en su cuerpo a base de la operación.

Moegana se encontraba a su lado, durmiendo, su pequeño rostro se encontraba sereno, aunque había llorado la mayor parte del tiempo, el sueño la había vencido para dejar paso a los pequeños ronquidos que llenaban la habitación junto con los sonidos del aparato que le decía que su hijo estaba bien y lleno de salud.

Pero cuando los minutos parecían eternos, el pequeño niño se removió entre su cama y el pequeño azul de los ojos de Jacob aparecieron dándole vida a la sala. Cuando sus ojos se posaron en él, algo dentro de él explotó dejando pequeñas incrustaciones en su pecho llenándolo de felicidad.

—Hola... soy...

—¿Mami? ¿Donde está mi mami? ¡Mamá!

En eso, Morgana abrió los ojos y corrió hacia su hijo, el niño suavizó su mirada y extendió los pequeños bracitos hacia su madre, aquello hizo que la emoción que el tenía se disminuyera hasta el grado de sentir un dolor que ni siquiera podía explicar.

—Mamá, me duele.

—Lo sé, cariño. La medicina esta pasando y necesitamos ver cómo sigue tu herida si, Pero ¿Que te parece, si platicamos con alguien que te quiere conocer? Es una persona especial en nuestras vidas que formará parte a partir de ahora. ¿Si?

El niño abrió los ojos y arrugó la nariz, se veía condenadamente adorable a los ojos de Edgar que pudo notar lo parecido que podía encontrar de Morgana.

—El es una persona especial, se llama Edgar y formará parte de nuestra vida...El es tu...

—Quiero ser tu amigo ¿Puedo?—La interrumpió— Sé que te gusta Paw Patrol por lo que podemos ir a verlo cuando salgas del hospital.

Los ojos de los niños se iluminaron.

—¿Podre ir a ver a Marshall y a Rubble? ¡Mamá, quiero irme de aquí!

—Creo que no es momento de salir cariño, tenemos que esperar ¿Esta bien?

—Oye amigo ¿Papá también podrá ir y Shawn? Son mejores amigos, aunque Shawn me lastime, yo lo quiero mucho. Siempre lleva helado de vainilla a la casa. Aunque jamas quiere darme. ¿Podre también comer helado?

Edgar trago pesadamente y la miró, aquello era justo lo que necesitaba para demostrarle al juez que el niño no estaba en las óptimas condiciones. Aunque fuera duro, tenía que hacerlo. Su hijo iba a volver con él aunque así le costara todo un año de terapia para que el niño comprendiera que él era su padre y el mejor para su vida.

Los días pasaron y la salud de niño mejoraba a tal grado de rondar por el hospital, Ronald jamás se aparecía en la presencia del chico y visitaba a Jacob cuando Edgar no permanecía en el hospital, él se había encargado del proyecto y de la empresa de Morgana, dejándola solo preocuparse por el pequeño y por el nuevo ser dentro de su vientre.

Pero aunque jamás habían tocado el tema, Morgana pensaba la manera de mantenerse a lado de su hijo después de su salida del hospital, pero nada llegaba a su mente y sus nervios crecían conforme la salud de su hijo mejoraba y su salida del hospital tenía fecha fijada.

Pero Edgar ya tenía un plan en marcha que mantenía el tiempo justo para tomar la niño y a Morgana y volaría junto con ellos a California.

No sé iba a ir sin sus hijos y eso estaba claro.

*********************************************

Morgana abrió las cortinas de la habitación en espera que Jacob abriera los ojos y correteara como todos los días, la mujer que había conocido en el centro comercial permanecía en una esquina, con sus vestidos bultosos y sus peinados exagerados pero elegantes. La mujer nunca hablaba pero mantenía una sonrisa perfecta hacia el niño que jugueteaban con ella en los pasillos.

Hoy iban a dar de alta a Jacob y el final estaba cerca, hoy su hijo se iba a ir de su lado y no podía sentirse peor. Mientras que el embarazo hacia estragos con su cuerpo de tal manera que la mayoría del tiempo vomitaba sobre cestos de basura y dejaba de respirar por los olores fuertes.

Aunque no había tenido el valor de decirle la verdad a Ronald y a Jacob, ambos era demasiado inteligentes para adivinar la situación que estaba sucediendo, sin embargo el único feliz era Jacob, que mencionaba a su hermano cada que podía.

—¡Mamá, la abuela Meredith me trajo a Marshall! —El niño camino hacia ella y le extendió un perro con gorro de amarillo— ¡Y dijo que en casa tiene a los demás! ¿Me llevarás a verlos? Quiero ir.

Morgana miró a la mujer que levantó su ceja perfecta.

—Por supuesto, todo lo que quieras cariño.

—¿Te estas sintiendo bien? ¿Mi hermanito está bien?

En ese momento, Edgar entró a la habiracion, su rostro sereno y su sonrisa encantadora, algo especial para Jacob.

—Estamos bien, Jacob. ¿Podrás ir con la abuela, necesito hablar con Edgar?

El niño tomó la mano de la mujer y salieron de la habitacon dejando a ambos en el mismo lugar.

Edgar había olvidado la última vez que había permanecido en un lugar a solas con la chica, aunque habían pasado un mes completo desde la primera vez que se habían visto, el sentía había pasado más que eso.

Morgana a pesar de encontrarse desaliñada se veía perfecta, sus pantalones olgados le demostraban que sus caderas se habían anchado por el embarazo, su blusa de tirantes solo dejaba ver unos pechos gordos que le demostraban que el cuerpo de la mujer cambiaba para dar vida.

Pero algo había cambiado, aquella conexión que creía inexplicable ya no estaba, su cuerpo ya no respondía a sus movimientos y su mirada sólo demostraba algo que había visto a lo largo del tiempo que cruzaban los ojos. Tristeza y dolor.

—Creo que necesito que me acompañes a un lugar.

—Yo creo que no, mientras más pronto me digas las cosas, mejor preparada estaré.

—¿Me crees una mala persona?—Ella solo le dio una dura mirada y rodeó los ojos—Esta bien, solo quiero que me acompañes a hacerte un ultrasonido para ver que el bebé está bien.

— ¿A... ahora?

El asintio y por vez primera en mucho tiempo, la sonrisa de la chica lleno la sala dejando ver que quizá después de todo nada estaba perdido.