Arlo pasó la vida feliz al lado de su esposa, la única mujer con la que estuvo y la única mujer a la que amó. Pero siempre tuvo el deseo secreto de estar con otras mujeres. Tras una complicación respiratoria, muere y reencarna a sus 17 años de edad, una año antes de ponerse de novio con Ema, su esposa. En esta segunda vuelta planea, antes de emparejarse, estar con tantas mujeres como pueda. Pero una simple modificación en la historia provoca que su unión no se concrete.
Arlo deberá mover cielo y tierra antes de que sea demasiado tarde y se vea obligado a pasar el resto de su (segunda) vida sin su alma gemela.
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El pabellón del segundo piso
Transcurría el lunes de la cuarta semana de clases. El verano estaba en su ocaso. Quedarían unos pocos días de calor, y luego, hasta la primavera, se acabarían las visitas a la playa antes o después de las agotadoras jornadas escolares.
Los estudiantes, ya bastante atareados y con fechas de exámenes confirmadas, recordaban con nostalgia sus vacaciones. Por estás y muchas otras razones la moral estaba baja en el curso de construcciones de la escuela Técnica N° 1 de Costa Ocelotes.
Empezar con matemática en la primera hora del primer día de la semana tampoco ayudaba. Varios aguantaban, intentando no dormirse. Otros tenían la mirada perdida, que apuntaba hacia la ventana. Algunos, como Giovanni, con buena predisposición pero pocas luces, miraban al pizarrón con expresión desesperada por no entender nada. Tan solo unos pocos, como Mateo y Agustina, parecían seguirle el ritmo a la profesora. Si había algo que necesitaba ese grupo de estudiantes atornillados a sus sillas, víctimas de una clase tortuosa, y que esperaban con ansias el inicio del recreo cuando apenas iban veinte minutos de clase, era un distractivo que los sacara de su tormento.
La puerta se abrió, y la profesora Rita fue la primera en ver a quien la traspasaría. Entonces la mujer, estricta y avocada a su profesión, pero no por eso menos simpática, recibió al recién llegado._ ¡Bienvenido! Al fin puedo conocerlo.
El curso estalló en aplausos cuando, aún con una leve cojera, Arlo retornó al aula después de dos semanas de reposo. La alegría de verlo no solo venía provocada por reencontrarse con un compañero a quien, por decirlo de alguna manera, habían perdido en batalla, y ahora finalmente podían constatar que se encontraba bien; sino porque, además, había sucedido ese hecho inesperado que todos andaban necesitando y que cortó la clase y el bombardeo de información dada por la profesora. Al menos supuso un descanso en los cinco minutos en los que la mujer charló con su nuevo alumno.
Luego de eso, el resto de la clase se desarrolló de manera similar, excepto por un pequeño factor. La minoría que antes prestaba atención y seguía el ritmo de la clase se había reducido aún más. Pues la antes enfocada Agustina no podía parar de mirar de reojo hacia su costado, donde se había sentado el reincorporado compañero.
Nadie hizo más que darle una palmada en la espalda o preguntarle cómo estaba antes de salir al recreo. Los únicos que se quedaron a lo último, fueron Giovanni y, aunque sentado a unos bancos de distancia, pero al igual que Arlon en la fila delantera, Mateo. El primero se acercó, como ya era usual, desplegando todo su carisma._ ¿Cómo anda el roto?
_ Y, acá andamos, aprendiendo a caminar de nuevo.
_ Te daría clases, pero se me da mejor ir en auto así que...
_ Entendible, ya veré a quien le pregunto. _ Abandonó las bromas y se dispuso a hablar en serio. _ Muchas gracias por ayudarme en el campo. David no podría haberme levantado solo._
_ No hay problema. Pero si queres que siga siendo tu paramédico personal alfojale al gimnasio. ¿No podías pesar un poco menos?_
La ocurrencia de Giovanni hizo reír a Arlo, e incluso le sacó una sonrisa a Mateo, quien increíblemente seguía mostrándose tímido ante sus compañeros. Sin embargo, se había quedado, lo que significaba que disfrutaba pasar tiempo con ellos.
_ A vos también gracias. Me contaron que anduviste preguntando por mí._
_ Si, bueno, es lo mínimo que podía hacer. No es nada especial.
_ Es especial. No cualquiera se preocupa.
_ Perdón, no es que quiera desmerecer lo que hizo Mateo, pero un poco de razón tiene. Incluso un par de pibes de otros cursos me estuvieron preguntando por vos.
_ ¿Ah si?_ preguntó Arlo.
_ Si, desde el día que te lesionaste me pararon varias veces en los recreos. Me preguntaban que cuando ibas a volver, o donde podían encontrarte.
Las palabras que salieron de la boca de Giovanni resonaron en la cabeza de Arlo. Eran un calco de lo que le había contado David una semana antes. Parecía ser que quien lo estaba buscando era muy insistente e impaciente. Y de repente, el incapaz de esperar fue él, porque le volvió un mal presentimiento que se apoderó de su mente, y como si de una alergia se tratase, le comenzó a provocar picazón en todo el cuerpo.
_ Estos pibes que te pararon... ¿Te dijeron que querían?
_ Saber como estabas, supongo. ¿No es medio obvio?
_ No creo. A David fueron a buscarlo para preguntarle lo mismo. Él cree que es una piba que me tiene ganas y que manda a sus amigos a buscar información._ Esta frase la dijo con un tono y una expresión sombrías.
_ Y si es así ¿porque pones esa cara? Bien ahi boludo, te levantaste una mina, ¡sonreí!
_ No se, tengo una sensación rara con todo este asunto.
Mateo, un tipo muy reflexivo, y que medía muy bien sus palabras antes de hablar, parecía sacar sus propias conclusiones a cada oración que salía de la boca de los otros dos.
_ Quizás te sentís así porque el que está interesado en vos es hombre. Giovanni y Arlo lo miraron incrédulos. Por un lado, podía ser una posibilidad, pero les intrigaba mucho saber cómo había llegado a sacar esa conclusión. Mateo se puso nervioso._ Igual no hay ningún problema si a vos te gusta... yo no tengo nada en contra de los gays.
El silencio se persistió desde el otro lado, y Mateo hizo lo que pudo para salir bien parado tras su polémico comentario. _ O no sé, capaz te sentís así de raro por la humedad._
Arlo hizo lo que pudo para aguantar la risa, pero no lo logró. De hecho contagió a Giovanni. Mateo, molesto, soltó un bufido. Tras estar más de un minuto tentados, sin poder hilar más de tres palabras seguidas, poco a poco fueron recuperando el aliento.
_ Ay dios. No, no soy gay Mate. Pero lo que sí es cierto es que hay algo de este asunto que me pone los nervios de punta.
_ ¡Y bueno! Si tanto te inquieta pero no sabes por qué, tenes que sacarte la duda de encima. _ Planteó con razón Giovanni._ Vamos ahora al patio, a ver qué pasa._
_ No, ahora ni en pedo. En el recreo largo, este ya casi termina.
Por la puerta abierta del aula asomó la cabeza de David._ Ah, ¡acá estabas! ¿Qué pasa? ¿Tan rápido me cambiaste por otros? _ Dijo manejando un tono irónico.
_ Vení, ¡no te pongas celosa! Sentate. _ Arlo no pudo esperar a que su amigo le hiciera caso.
_ ¡No sabés! A Giova le pasó algo parecido a vos...
Luego de saludar a todos, David tomó asiento, y los muchachos le contaron las novedades.
...
Los cuatro curiosos, deseosos de saber quién estaba detrás de las preguntas sobre la salud de Arlo, estaban bajo la copa de un árbol en el patio. Eran las siete y media, y ya estaba atardeciendo. Llevaban diez minutos sentados esperando, pero aún nadie se había acercado.
_ Capaz que es porque estamos todos en grupo. Tendríamos que probar dejarlo solo. _ Propuso Giovanni.
_ No, no creo que sea eso. Si casi nadie se anima a ir frente a frente. Todos van en grupo a chamuyar a gente que está en grupo. Si nos quedamos con Arlo, se van a sentir en confianza para venir a hablar. _ Retrucó David.
_ Pero justamente estos tipos hacen ataque piraña, cuando estás solo. Fijate que a nosotros nos agarraron cuando estábamos solos, siendo ellos dos o tres.
_ ¡Bueno paren un poco loco! Pasaron diez minutos nomás. Hay que seguir esperando. _ Gritó Arlo de mala forma debido a los nervios.
_ O podemos ir a pispear al aula de estos pibes. _ Insistió Giovanni.
_ Si, si supiéramos de qué curso son. _ David seguía tirando abajo sus ideas.
_ Son de construcciones. De sexto año._ Dijo Mateo sin titubear.
_ ¿Y cómo podes estar tan seguro de eso?
_ Muy obvio. Te buscaron a vos y a David. Los únicos dos que ayudaron a Arlo en el campo de deportes. Los asociaron con que eran amigos. Ninguno de ustedes puede reconocerlos, así que no son ni de nuestro curso, ni de herrería. Pero son del colegio, obviamente. Y él único curso además de los nuestros, era el de sexto construcciones. Tan simple como eso. _
_ Bueno che, tampoco te agrandes. Ya escucharon muchachos, vamos para el aula donde estén cursando y los sorprendemos como hicieron con nosotros. _ Giovanni amagó a pararse, y David lo iba a seguir, pero Arlo lo agarró de la remera impidiéndole avanzar.
_ Les dije que paren un poco. Si yo estoy tranquilo, ¿Por qué ustedes no pueden dejar el culo quieto?
_ Uh, no me digas que ya te dió miedo._ Lo provocó David. Y junto a Giovanni se complementaron para cantarle: Cagón, cagón cagón.
Pero Mateo, demostrando una vez más ser el civilizado del grupo, cortó los cánticos._ Creo que ese pibe está viniendo para acá._
Todos siguieron la vista de Mateo para ver al chico en cuestión. Se acercaba arrogantemente y sin compañía. Llevaba la campera arremangada, el pelo corto y despeinado, un aro en cada oreja y muchos anillos.
Giovanni lo reconoció al instante. _ Yo se quién es ese. Es Lucio, de construcciones sexto. Arlo, creo que ya se quien es la chica que te está buscando._
Arlo también encontraba terriblemente conocido a ese sujeto. Pero no podía terminar de recordar que sucedería a continuación. Era como si, a pesar de sus esfuerzos, y de que la cantidad de pistas fueran enormes, su cerebro quisiese mantener bloqueado ese recuerdo. Entre que Giovanni hablaba y él se mataba por recordar quien era, el joven llegó a donde estaban.
_ Buenas muchachos. ¿Vos sos Arlo no?_ Dijo primero dando un saludo general y luego mirando al objetivo de su visita.
_ Hola._ Dijo con desconfianza. _ ¿Cómo sabes mi nombre?_
_ Es una escuela chica en un pueblo chico. ¿Venís un segundo conmigo? Hay una amiga que quiere conocerte._
Había llegado el momento. La hora de saber quien era su admiradora secreta, que tanto lo había buscado durante su ausencia. Arlo se paró, e intentó mostrar la mayor confianza que puede aparentar un hombre que marcha hacia un destino incierto, y cuya única certeza es que algo malo le aguarda. Saludó a todos con un "En un rato vuelvo". Sus fieles hombres lo miraban. David le guiñó el ojo. Giovani, que creía saber la identidad de la misteriosa mujer, le sonreía con emoción. Mateo tenía una autentica cara de poker.
Caminaron por todo el patio con el tal Lucio. No se dijeron ni una palabra. Pasaron por la zona del comedor, donde miles de estudiantes se abarrotaban contra el mostrador para elegir su merienda. Pasaron por todo un pabellón hasta llegar a una puerta que daba a una escalera. Subieron. Ni una palabra. Recorrieron todo el pabellón del segundo piso, y al llegar al final, en la abertura hacia una nueva escalera, desde la cual se escuchaba a muchas personas conversando, doblaron a la izquierda.
La escena recordaba al cuadro de un noble con sus plebeyos. Había muchos hombres, al menos quince, todos ellos rodeando a una mujer. A la hermosa y magnánima Kim, quien reposaba sobre una escalera, usando de respaldo a uno de los muchachos, y de banqueta los muslos de otro. Si bien todos charlaban con todos, ella era el centro de atención. El pilar de un grupo que la miraba con fascinación.
Pero Arlo no veía en ella a una mujer hermosa, o sensual. Tampoco escuchaba su acento atrapante. Solo le encontraba finalmente una razón lógica a su mal presagio. Sentada frente a él estaba la primera mujer a la que había dejado entrar a su corazón, y la primera que se lo había roto en mil pedazos.