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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 16 " Él Ventanal"

Capítulo 16- El ventanal

Al día siguiente, la felicidad de Alison era tan evidente que parecía iluminar cada rincón por donde pasaba. Su alegría vibraba en la voz, en los pasos ligeros, en la forma en que se detenía a mirar por las ventanas como si todo tuviera un nuevo color.

Rocío, atenta como siempre, no tardó en notar ese brillo inusual.

—¿Qué te pasa? —preguntó con curiosidad, ladeando la cabeza, mientras observaba cómo Alison se reía sola, atrapada en un pensamiento que parecía demasiado bueno para compartir.

Alison se ruborizó, esforzándose en vano por contener la sonrisa que le desbordaba.

—¡Nada, nada! —respondió, con una seriedad impostada.

Pero Rocío no se daba por vencida con facilidad.

—¡Vamos, Alison, dime! —insistió con una sonrisa cómplice, acercándose como si fueran adolescentes a punto de compartir un secreto.

Alison bajó la mirada, luego recorrió la sala con los ojos, asegurándose de que nadie estuviera demasiado cerca. Por fin se inclinó hacia su amiga, con una chispa en la voz.

—Es que… ayer fue una noche muy especial.

Rocío arqueó las cejas, intrigada.

—¿Qué pasó?

—Tuve una cita con Santiago —susurró Alison, casi como si lo nombrara en un rezo—. Y fue hermosa.

El gesto de Rocío cambió de inmediato. La curiosidad se quebró en su rostro, dando paso a una mezcla de preocupación y enojo.

—Alison… ¿estás segura de que es una buena idea?

—¿Por qué no? —preguntó ella, a la defensiva.

Rocío se acercó un paso. Su tono era firme, pero sus ojos estaban empañados de una tristeza que descolocaba.

—Matías te quiere, Ali. Me lo ha dicho… muchas veces. Yo me volví muy cercana a él. No quiero que Santiago te lastime.

Las palabras de Rocío fueron un golpe seco. Alison no solo se sorprendió por la confesión de Matías, sino también por el tono protector, casi posesivo, de su amiga. ¿Desde cuándo habían construido ese vínculo sin que ella lo notara?

Rocío, al ver que Alison no respondía, frunció los labios con rabia contenida y se alejó, murmurando algo que se perdió en el aire. A Alison le quedó la sensación de haber recibido una advertencia encriptada, un aviso colgando como una sombra.

 

En otro rincón del edificio, en el silencio elegante del segundo piso, el clima era radicalmente distinto.

Liliana, la hermana menor de Sharon, se movía con torpeza disimulada entre los muebles de diseño minimalista. Había puesto todo su empeño en esa tarea: servir el café al CEO como si de ello dependiera su lugar en la empresa.

—¿Azúcar o crema, señor? —preguntó con voz suave, apenas un murmullo.

Richard levantó la vista lo justo para atravesarla con una mirada fría.

—Un poco de azúcar. Y retírate.

La respuesta seca la hizo temblar. En su apuro por obedecer, la taza resbaló apenas de su mano. Bastó un movimiento torpe para que el café se derramara sobre los informes extendidos en el escritorio.

El golpe de furia de Richard fue inmediato. Se puso de pie como un resorte.

—¡¿Qué has hecho?! —bramó, la voz retumbando en la oficina.

Liliana retrocedió, con los ojos húmedos.

—F-fue un accidente… lo siento…

—¡Fuera! —rugió, señalando la puerta con un gesto tajante—. ¡No te necesito aquí! ¡Inútil!

Liliana huyó con lágrimas quemándole la piel.

El silencio que quedó en la oficina era espeso. Richard respiraba agitado, con la mandíbula tensa. Entonces tomó el teléfono y marcó.

—Necesito verte ahora —ordenó a Robert, sin saludar.

Minutos después, Robert entró impecable, con su traje gris y el maletín en mano.

—¿Qué pasó?

—La hermana de Sharon. Arruinó los informes del directorio —gruñó Richard—. Quiero que desaparezca del edificio. Que Sharon no interfiera.

Robert asintió sin más. Su mirada no revelaba juicio ni sorpresa, solo obediencia.

—Y revisá bien los documentos —añadió Richard—. Si algo no tiene copia, va a rodar más de una cabeza.

Robert inclinó apenas la cabeza y salió en silencio.

 

Cuando Robert, se inclinó sobre el escritorio de Sharon para hablarle al oído, bastaron unas palabras para desmoronarla.

Ella lo escuchó incrédula. Se le aflojaron las manos, los hombros, todo el cuerpo. Minutos después, salió del edificio como si el aire le faltara.

Se dejó caer en el borde del ventanal de la entrada, apoyando la espalda contra el vidrio frío. Desde allí la calle parecía irreal, como si ella misma se hubiera vuelto parte del decorado transparente de la fachada. Encendió un cigarrillo con manos temblorosas. El humo le ardía en la garganta, pero lo único que sentía era un nudo en el pecho.

Luchaba contra las lágrimas, mordiéndose los labios. ¿Todo lo que había creído sobre su lugar en la empresa era una farsa? ¿Había sido siempre un decorado, igual que ese ventanal, bonito y prescindible?

Fue entonces cuando Santiago salió a fumar. La vio allí, deshecha, y se detuvo. Se acercó sin decir nada, se sentó a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

Ella lo miró, incapaz de fingir.

—No… —admitió, apenas audible.

Santiago le tendió un pañuelo. Ese gesto sencillo rompió la barrera de contención.

—Acaban de despedir a Liliana —confesó, y la voz se le quebró—. Fue cruel. Humillante.

Santiago la escuchó en silencio, con el ceño fruncido.

—¿Tu hermana? —preguntó, sorprendido.

Sharon asintió, sollozando.

—La echó como si fuera basura.

Santiago apretó el cigarro entre los dedos hasta que la brasa casi le quemó.

—Ese tipo… —murmuró, la rabia contenida en su voz.

Sharon lo miró y, por primera vez en la tarde, sintió que alguien compartía su indignación.

—Ella solo intentaba hacer bien su trabajo.

Entonces él la abrazó. Un abrazo contenido, sin promesas, pero sólido. Sharon tembló en sus brazos, descargando un dolor que había intentado tragar sola. Y en ese contacto, Santiago sintió algo nuevo: una atracción que no nacía de la belleza evidente, sino de la vulnerabilidad desnuda.

Cuando Sharon levantó la vista, todavía con lágrimas en los ojos, logró esbozar una sonrisa débil.

—Gracias… por escucharme.

Santiago le secó las mejillas con cuidado.

—No hay de qué. Estoy acá para lo que necesites. Sabelo.

El ventanal reflejaba la escena: dos figuras contra el vidrio frío, en un mundo que seguía andando sin reparar en ellos. Pero allí, en esa esquina frágil y transparente, Sharon ya no estaba sola.

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Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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