LOS DOS MARIDOS DE ACARA

La luna se ocultaba tras las nubes cuando Malick alzó a Acara sobre el borde de la fuente, sus manos recorriendo cada curva con la familiaridad de quien conoce cada centímetro de piel. El calor entre ellos era palpable, como si el aire mismo ardiera.

Acara, entre besos que la dejaban sin aliento, intentó resistirse:

—"No… no es bueno que hagamos esto. Alguien podría vernos", murmuró, aunque sus manos se aferraban a sus hombros como si no quisieran soltarlo nunca.

Malick sonrió, esa sonrisa lobuna que hacía que su estómago se revolviera.

—"¿Acaso temes que Logan nos descubra?", dijo, riendo contra sus labios.

Acara se quedó muda, el rubor extendiéndose desde sus mejillas hasta el escote. ¿Era esto una infidelidad? ¿O simplemente otra faceta de su matrimonio?

La luna, plateaba los contornos de Malick mientras sus manos—más fuertes, más seguras que las de Logan—recorrían el cuerpo de Acara como un hombre que desentierra un tesoro perdido.

Malick no lo desabrochó. Lo rasgó.

Un tirón seco al escote, dejando al descubierto su clavícula. La tela cedió como papel bajo sus dedos, "No lo necesitas", murmuró contra su piel.

Cuando Acara intentó hablar, él le hundió los dientes en el hombro sin romper la piel, pero dejando una marca que duraría días.

—"Callada" —ordenó.

—"Esta noche solo usas esa boca para gemir."—

Acara le arañó la espalda, buscando controlar el ritmo, pero Malick la levantó como si pesara nada y la sentó al borde de la fuente.

El mármol frío contra sus muslos desnudos. Sus piernas, rodeando su cintura como cadenas. Y él, empujándola hacia atrás hasta que su cabello rozó el agua.

—"Mírame" —exigió. "Quiero que veas quién te posee."—

El Anillo de Bodas de Logan brillaba en la cadena de Malick, golpeando el pecho de Acara con cada embestida. El Agua de la Fuente salpicaba sus cuerpos, mezclándose con el sudor.

Al Amanecer, Logan despertó con el sabor de ella en los labios y sin memoria... pero con instintos renovados. Cuando la llevó a la habitación, le vistió su camisa ("Para que huelas a mí").

Y antes de irse, le mordió el muslo interno, dejando un moretón que solo los amantes más atentos encontrarían.

—"Descansa, mi rosa negra" — murmuró, besando su frente antes de desaparecer en la oscuridad del pasillo.

Acara, agotada, pero eléctrica, se duchó y cayó en un sueño profundo.

*_*

Al día siguiente, Logan despertó renovado, como si una energía desconocida fluyera por sus venas. Tarareaba una canción mientras preparaba el desayuno, sin quemar nada por primera vez en su vida.

—"¡Buenos días, esposa!" —canturreó, sirviendo jugo de naranja sin derramarlo—. "Hoy me siento… extraño."

Acara, que observaba desde la puerta con un café en mano, tragó saliva al ver la marca de un mordisco en su cuello.

—"¿Extraño cómo?"

Logan se sonrojó, confundido.

—"Como si… hubiera soñado contigo."

La noche cayó sobre la ciudad como un manto de posibilidades sangrientas. Malick, vestido de negro impecable (con el anillo de bodas de Logan colgando de su cuello como un trofeo), avanzó por los pasillos de Lombardi Company con la elegancia de un tigre en terreno conocido.

El Castigo a los Lombardi Traidores

Cristóbal Lombardi (el primo que saboteó el contrato japonés) estaba en su oficina, borracho y celebrando "haber hundido a esa putita de Acara".

Malick apareció detrás de él en el espejo, susurrando: "Los coches clásicos… qué lástima que sean inflamables."

A la mañana siguiente, la colección de 10 millones de dólares de Cristóbal ardía en el garaje, mientras él despertaba esposado a un poste en el barrio rojo… con los documentos originales del contrato japonés clavados en su pecho con un cuchillo.

Piara Lombardi (la prima que difamó a Acara en la prensa) recibió una "llamada de negocios" a medianoche. Cuando levantó el teléfono, solo escuchó la grabación de su propia voz admitiendo fraude fiscal.

Al día siguiente, todos sus secretos estaban en portada del periódico que ella misma usaba para atacar.

El Ajuste de Cuentas con los Altamira

Mauricio y Danna Altamira estaban en su Penthouse, riéndose de las "mentiras" sobre Malick… hasta que las luces se apagaron.

El Elegante (el hombre de la navaja) apareció primero, deslizando fotos comprometedoras de Mauricio con la esposa del jefe mafioso local sobre la mesa.

El Gigante rompió la puerta del estudio, donde Danna escondía pruebas de sus operaciones de tráfico de información.

Y entonces, Malick emergió de la sombra del balcón:

"Ustedes querían jugar con la Rosa Negra…" —dijo, mientras les colocaba una pistola descargada en las manos—. "Ahora la rosa tiene espinas."

Al amanecer, la policía allanó el Penthouse… y encontró a Mauricio confesando crímenes que ni siquiera había cometido.

Acara despertó con un sobre negro en su almohada. Dentro:

Las llaves de los coches quemados de Cristóbal (sorpresa: no todos ardieron). El collar de perlas de Piara (roto, como su reputación). Y una nota: "El jardín está podado. Ahora florecerá. — M."

Mientras tomaba su café, Lilit entró corriendo a la oficina con los titulares del día:

"¡ESCÁNDALO LOMBARDI: CRISTÓBAL ARRESTADO! ¡ALTAMIRA EN BANCARROTA!"

Acara sonrió, pasando la página.

—"Qué lástima… parece que hoy soy la depredadora."

El Cambio de Guardia.

El sol de la mañana iluminaba la mansión Lombardi con una ironía deliciosa. Logan, en un raro momento de torpeza estratégica, había roto sus únicos lentes sanos al intentar limpiarlos con demasiado entusiasmo.

—"¡Oh no…!" —murmuró, sosteniendo las monturas partidas con expresión de cachorro culpable—. "Acara se va a enojar…"

El mayordomo, el único que conocía los secretos de la familia, tomó los lentes con una reverencia.

—"Los llevaré a reparar, señor. No se mueva de aquí." (Una advertencia inútil, pero necesaria).

En cuanto el mayordomo cerró la puerta principal, Logan cerró los ojos, Malick se reflejó en el espejo del vestíbulo.

Cuando los abrió, ya no era Logan. Malick se estiró como un gato satisfecho, sintiendo el poder recorrer sus venas.

—"Ahora… a trabajar."

El Mensaje a la Ciudad

Mientras Acara lideraba una reunión en Lombardi Company, recibió tres regalos anónimos:

Un ramo de rosas negras (cultivadas exclusivamente para los Lombardi). La tarjeta decía: "Para la única reina de esta ciudad."

El informe financiero de los Altamira… con todas sus deudas marcadas en rojo. "Quemarlos sería muy fácil. Prefiero verlos sufrir."

Un reloj de bolsillo antiguo (el mismo que Logan siempre buscaba, pero nunca encontraba). Al abrirlo, la foto de Acara y Logan sonriendo el día de la boda. "Él te hubiera dado esto… si no fuera un tímido sin remedio."

Acara sonrió, guardando el reloj en su bolsillo.

—Gracias, esposo —susurró, enamorada, casi desvanecida de emoción.

Al caer la tarde, Logan despertó en el jardín, confundido y con los lentes recién reparados en las manos.

—"¿Cómo llegué aquí…?"

El mayordomo no respondió, solo le sirvió un té (que Logan, como era costumbre, derramó sobre su pantalón).