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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.
¿pero en realidad será una reencarnación tranquila?

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El horizonte

El viento soplaba con suavidad, acariciando la cara de Elian mientras sostenía a Leo en sus brazos.

El pequeño, con su peluche de pato Taa colgando de una mano, miraba el mar con la misma fascinación de siempre. Elian observaba al bebé con una sonrisa en el rostro, admirando la sencillez con la que Leo se entregaba al mundo.

Cada pequeño gesto de Leo, desde la forma en que abría los ojos al ver las olas, hasta cómo apretaba su peluche cuando el viento soplaba fuerte, lo hacía sentir algo cálido en su pecho.

"Es tan adorable"-pensó Elian, con una sonrisa en los labios, Artemisa le pidió cuidar a su hijo mientras ella se encargaba de unas cosas.

Y no podía evitarlo, cada día veía más cómo el niño se iba volviendo una parte tan importante de su vida, incluso, sin ser su hijo.

Esa era la ironía de la situación: aunque no era suya, Leo había capturado su corazón de una manera que no podía explicarse. Era tan genuino, tan puro, tan… Leo.

Aunque la relación de Elian con Leo había sido corta en comparación con la de Artemisa, el cariño que sentía por el pequeño no era menos profundo.

A menudo, se encontraba reflexionando sobre cómo un niño tan pequeño podía cambiar tanto la dinámica de su vida.

En tan solo más de un mes, Leo había llegado a ser una figura central para él, algo que Elian jamás habría esperado cuando subió al barco.

¿Quién diría que ese bebé tan pequeño, tan vulnerable, con sus ojos violeta y su peluche de pato, sería capaz de capturar su atención de esta manera?

Mientras Elian observaba al bebé, notó que Leo estaba mirando al horizonte, como si pudiera ver más allá de las olas.

Los ojos grandes del niño, esos ojos violeta que parecían ser de otro mundo, reflejaban una mezcla de emoción y curiosidad.

Elian suspiró suavemente, reconociendo la inquietud en su pecho.

En su corazón, sabía que el tiempo que les quedaba juntos estaba por terminar.

Aunque no era algo que se dijera en voz alta, el fin de su viaje se acercaba rápidamente, y con ello, la separación inevitable.

Mientras el barco se acercaba a su destino, el vacío que sentía crecía un poco más con cada día que pasaba.

Sabía que, aunque no fuera su hijo biológico, había llegado a sentirlo como tal, y eso lo hacía aún más difícil.

De repente, Leo giró su cabeza hacia él.

Sus mejillas redondas se sonrojaron con una ligera sonrisa y, como si se hubiera preparado para ese momento, balbuceó algo que hizo que el corazón de Elian saltara en su pecho.

—Pappá.

Elian se quedó quieto por un momento, incrédulo. Había escuchado mal.

Leo no podía haber dicho eso. Y sin embargo, cuando lo miró de nuevo, vio el brillo en los ojos del bebé, la forma en que le extendió las manitas, como pidiendo más contacto, más cercanía.

—¿Qué dijiste? —preguntó Elian, casi sin aliento. Se agachó a su nivel, buscando los ojos de Leo.

El pequeño repitió, esta vez más claro, su vocecita aún torpe pero llena de emoción.

—Paapá.

Elian sintió como si el tiempo se detuviera por un segundo. Una oleada cálida y suave lo envolvió mientras su pecho se llenaba de un cariño indescriptible. ¡Papá! Era la primera vez que Leo lo decía, y aunque no lo sabía, el impacto fue inmediato.

Elian estaba tan acostumbrado a ver a Artemisa como la madre de Leo, que esa pequeña palabra, "papá", le dio un sentido de pertenencia que nunca había anticipado.

No era su hijo biológico, no lo había criado desde su primer aliento, pero en ese momento, el niño lo había llamado "papá" de la forma más natural, como si ya lo hubiera reconocido.

Elian sonrió, la tristeza que había estado rondando sus pensamientos se desvaneció por un momento, reemplazada por una calidez profunda.

Pero esa misma sonrisa pronto se desvaneció al recordar algo. Sabía que su tiempo con ellos estaba a punto de terminar. Aunque no lo dijeran en voz alta, la separación ya se sentía en el aire.

El destino los llamaba a diferentes caminos.

—Eso me hace muy feliz, Leo —dijo Elian en voz baja, acariciando suavemente la mejilla del bebé. —Me haces sentir especial, pequeño.

Sin embargo, mientras pronunciaba esas palabras, una sensación de melancolía se apoderó de él.

Sabía que la separación estaba cerca.

Aunque no era un padre de sangre, en su corazón había creado un lazo con Leo, uno que no podía romperse fácilmente, no importaba lo que dijeran las circunstancias.

La relación que habían formado era profunda, más de lo que había esperado. El tiempo juntos había sido corto, pero tan significativo.

Elian intentó reprimir esa sensación, recordándose a sí mismo que debían disfrutar el momento. Sin embargo, mientras pensaba en el futuro, no podía evitar sentirse triste por lo que vendría. ¿Qué sería de él después de que el barco llegara a su destino? ¿Cómo manejaría la despedida de Leo y Artemisa? Había llegado a valorarlos profundamente, y la idea de separarse de ellos lo llenaba de una tristeza que no quería aceptar.

De repente, algo suave y cálido pasó por su pecho.

Leo, con una suavidad que le era tan propia, apoyó su manita sobre su corazón, como si estuviera sintiendo la tristeza que se había apoderado de Elian en ese instante.

Elian lo miró, sin comprender del todo, cuando Leo balbuceó, con una vocecita delicada y serena, casi como si estuviera entendiendo lo que sentía:

—booo tissss.....ee…

Elian parpadeó, sorprendido.

Leo apenas estaba aprendiendo a hablar, y sin embargo, esos balbuceos que de alguna entendia, lo hicieron sentir una calidez en el alma.

El bebé estaba usando su magia de consuelo, algo que Elian había notado desde que lo conoció: Leo tenía una capacidad innata para calmar a los demás, para transmitir paz, incluso en los momentos más difíciles.

Era un pequeño soñador, lo hizo sentir un poco preocupado pero pensó que Artemisa ya lo sabía, solo necesitaba una segunda opción por si acaso alguien externo se enterará pero ese asunto, pero ahorita no era el momento adecuado, lo vería más tarde.

Elian sonrió con ternura, aunque su corazón seguía marcado por la tristeza de saber lo que venía.

La simple presencia de Leo, su mirada tranquila, sus pequeñas manos reconociendo el dolor que Elian sentía, lo calmaba más de lo que podría haber imaginado.

Era como si el niño lo estuviera abrazando con su magia, sin siquiera saberlo.

—Gracias, Leo —susurró, acariciando su cabeza con suavidad—. Eres increíble, pequeño.

El bebé, satisfecho con su pequeña hazaña, apretó su peluche contra su pecho y, con una risita suave, descansó nuevamente su cabeza en el hombro de Elian.

Elian lo abrazó más fuerte, permitiéndose por un momento ser consolado por ese pequeño ser que, de alguna manera, ya lo consideraba su "papá".

El mar seguía adelante, las olas chocaban suavemente contra el casco del barco, y en su mente,

Elian repetía una y otra vez las mismas palabras que Leo acababa de decir: "No estés triste". Esas palabras que, aunque simples, llenaban su corazón de una felicidad tan profunda como el océano que los rodeaba.

Y a pesar de la tristeza que lo embargaba,

Elian no quería que ese momento terminara. Porque, aunque sabía que su vida tomaría un rumbo diferente muy pronto, esos pequeños momentos con Leo serían lo único que quedaría de esa etapa tan fugaz.

La imagen del bebé, con su peluche de pato, y esa sensación de calma que le brindaba, quedaría grabada en su memoria como un recuerdo invaluable.

Elian suspiró nuevamente, esta vez con un poco más de esperanza.

Aunque sabía que su relación con Leo cambiaría, el cariño que se habían brindado durante este viaje era algo que nunca se borraría.

Leo siempre sería una parte especial de su vida, incluso si sus caminos se separaban.

—Te prometo que siempre estaré aquí para ti y para Artemisa—susurró Elian, mientras el viento acariciaba su rostro y las aguas del mar avanzaban hacia el horizonte.

La luz tenue de las lámparas colgaba del techo como luciérnagas cansadas.

Ya estaba oscureciendo y Artemisa ya había regresado.

La habitación estaba envuelta en una paz frágil, interrumpida solo por el leve crujido del barco y el murmullo lejano del mar.

Elian sostenía a Leo, quien había terminado por quedarse dormido en sus brazos después de una jornada de juegos.

El peluche de pato estaba acurrucado contra su pequeño pecho, su plumaje suave aplastado por la manita del bebé.

Elian se acerco a Artemisa.

—Gracias, Artemisa —susurró, extendiendo los brazos entregando a un pequeño leo dormido.

Ella le sonrió cansada pero tranquila, y tomo a Leo con cuidado.

-No, gracias por cuidarlo mientras estoy ocupada.- dijo Artemisa con una voz agradecida.

Leo, aún medio dormido, gimió suavemente y se movió contra su pecho. Artemisa lo sostuvo con firmeza y cariño, como si lo hubiera hecho toda la vida.

Dio un par de pasos, balanceándolo apenas, y murmuró una canción sin letra, solo un arrullo bajo que resonaba como una promesa.

Al dejar a Leo sobre la pequeña cuna del camarote, lo cubrió con la manta azul suave y colocó el pato a su lado. Leo, entre sueños, murmuró algo que pareció un balbuceo dulce, y luego se volvió, acomodándose con un suspiro profundo.

Elian se quedó allí un momento, mirándolo con una expresión suave y cálida.

Le acarició el cabello con ternura, y luego se enderezó despacio, se despidió de Artemisa y camino hacia su habitación.

Ya en su propio camarote, el ambiente era otro.

Las lámparas estaban apagadas salvo por una sola luz flotante que titilaba suavemente sobre el escritorio.

Elian se sentó, respiró hondo, y levantó la manga de su camisa, dejando al descubierto un brazalete negro con una piedra brillante en el centro, tenía un bonito y sofisticado diseño.

Tocó dos veces sobre la gema y el aire frente a él tembló.

Una figura holográfica apareció, azulada y translúcida al principio, hasta tomar forma más definida. Era un hombre alto, de cabello castaño claro peinado hacia atrás y lentes redondos que le daban un aire sabio.

—Saludo a su alteza, El emperador Elian Thalyor Seraphiel Drakos Vaelorn, Emperador de las Siete Coronas del Alba y Guardián del Loto Celeste.—saludó con formalidad y se inclinó levemente—. ¿puedo ayudarle en algo?

—Kael —dijo Elian, con un tono que denotaba cariño más que autoridad—. No hace falta tanta ceremonia. Solo somos nosotros.

Kael sonrió de lado.

—Aun así, cuesta olvidar con quién hablo. ¿Qué sucede? ¿Ha cambiado de opinión y piensa volver a su trono de oro?

Elian bufó una risa baja.

—No aún. Pero necesito que fabriques dos dispositivos. Relojes mágicos, conectados al mío.

Kael se cruzó de brazos, interesado.

—¿Para quiénes?

—Uno pequeño, para un niño. Que se adapte a su crecimiento. Que esté vinculado a mi reloj y tenga magia de rastreo, protección, y una bolita de alerta. Si se rompe o el niño está en peligro, debe avisarme de inmediato.

—¿Y el otro?

—Para su madre. Más sencillo, solo comunicación y rastreo.

Elian estaba seguro de que Artemisa era muy fuerte en su magia y que podía confiar en ella.

Artemisa sabe cómo defenderse, además sus manos demostraron que sabía usar la espada.

Kael alzó una ceja.

—¿Te separas de ellos?

Elian guardó silencio un momento. Luego asintió.

—Pronto. No puedo llevármelos conmigo. No sería seguro, tu mejor que nadie lo sabe.

Kael lo estudió con ojos agudos.

—¿Y por qué tanto cuidado? ¿Es... tu hijo secreto?

Elian soltó una carcajada baja, ahogada. Apoyó la frente en su mano por un momento.

—No lo es —murmuró, sonriendo con el cansancio de alguien que carga más de lo que admite—. Pero es... alguien importante para mí.

—Lo noté desde la manera en que hablas de él. ¿Tiene nombre?

—Leo.

Kael suspiró teatralmente.

—Así que Leo. Me agrada. ¿Y su madre?

—Artemisa.

—Nombre bonito.

Hubo un silencio suave entre ambos, roto solo por el repiqueteo del mar contra el casco.

—Haré los relojes —dijo Kael finalmente—. Pero sabes que el Consejo se va a volver loco cuando sepan que Su Majestad escapó para viajar en barco con un niño adorable y una mujer misteriosa.

Elian rió otra vez, ahora más relajado.

—Eso es lo bueno de escaparse. No tienen que saberlo.

Kael lo miró con ternura velada.

—¿Y cuándo vuelves, Elian?

—No lo sé.

—No eres el tipo de emperador que puede desaparecer para siempre, lo sabes ¿verdad?.

—Si.. pero por ahora, solo necesito asegurarme de que estén bien.

Kael asintió, comprensivo.

—Entonces empezaré esta misma noche. ¿Algo más que quieras que tenga?

—Sí. Que el diseño sea bonito. Leo se emociona por los detalles.

Kael asintió nuevamente.

—El reloj para Leo tendrá un diseño de pato. Algo tierno para que lo lleve siempre consigo, como un compañero, algo que le dé consuelo.-dijo Elian.

Elian sonrió al imaginarlo.

—Perfecto. Y para Artemisa... algo más sofisticado, elegante. No tiene que ser ostentoso, le gusta lo simple, que tenga una línea de oro.

Kael sonrió con diversión.

—Hecho. La combinación perfecta de ternura y seriedad. Volverás a ser un emperador con estilo.

Elian asintió, algo cansado, pero agradecido por el apoyo de su amigo. Sin embargo, Kael no terminó allí. Su expresión se suavizó un poco más, como si algo se le ocurriera de pronto.

—Y dime, Elian —comenzó con tono juguetón—, ¿ya has encontrado esposa, o te vas a quedar con la mujer misteriosa que arrasó tu corazón?

Elian se quedó en silencio por un momento, completamente pillado por la pregunta.

Su rostro, que de por sí ya estaba algo ruborizado, se tornó de un tono aún más intenso. Sus ojos se entre cerraron en una mezcla de desconcierto y leve incomodidad.

—Kael… —murmuró, desviando la mirada y cruzando los brazos de manera incómoda—. No empieces.

Kael se echó a reír, como si hubiera tocado un tema que claramente sabía que lo haría sonrojar.

—¿Es cierto? ¡Lo sabía! ¡Te has enamorado! —dijo, con un tono burlón pero amistoso—. ¿Cómo se llama? ¿Artemisa? ¡No me digas que ya tienes planes de boda, su majestad! ¿Cómo se va a llamar la futura emperatriz? ¿Serán sus hijos tan adorables como ese Leo?

Elian negó con la cabeza, sonrojándose más aún.

—Ya basta, Kael... No sé de qué hablas. Es solo que... —suspiró—. Solo estoy haciendo lo mejor para ellos.

Kael dejó de reír por un momento y, con una expresión un poco más seria, le habló con suavidad.

—Lo que sea que haya entre ustedes, Elian, lo veo. No tienes que esconderlo. Pero si te hace feliz... yo lo apoyaré, como siempre.

Elian lo miró, sorprendido por la sinceridad en las palabras de su amigo.

—Gracias, Kael. No es fácil, sabes.

—Lo sé —respondió Kael con un tono más suave—. Pero no estás solo. Nunca lo estarás.

Elian asintió lentamente, apreciando sus palabras, aunque sabía que la conversación tendría que seguir su curso por otros caminos más complicados en el futuro.

—Ahora sí, por favor, haz esos relojes. Lo necesito lo más pronto posible.

Kael sonrió de nuevo, aunque esta vez con menos burla y más confianza.

—Consideralo hecho, Elian. Pero ya sabes... si algún día decides dejar la vida de emperador y casarte con una mujer encantadora como Artemisa, avísame. No soy de los que pierden una buena boda.

Elian, de nuevo, solo suspiró y dejó escapar una pequeña sonrisa.

—Ajam, ya lo pensaré. Buenas noches, Kael.

—Descansa, Su Majestad escapist-

Y antes de que Kael pudiera terminar su oración, la conexión se interrumpió y la imagen de su amigo se desvaneció en la nada, dejando a Elian con el corazón algo más ligero, pero con la mente llena de pensamientos complicados.

Elian quedó solo en el camarote, el sonido del mar más presente que nunca.

Se levantó despacio, abrió la puerta y caminó por los pasillos hasta la cubierta.

La noche lo envolvió con su frescura salada.

El mar estaba agitado, con olas rizadas que brillaban bajo la luna.

Las estrellas eran agujeros en el cielo que dejaban ver algo más profundo, algo que Elian no podía nombrar.

Se apoyó en la barandilla.

Pensó en Artemisa y Leo. Pensó en todo lo que no sabía cómo dejar atrás.

Y mientras el viento jugaba con su cabello y el océano rugía suave, Elian se permitió cerrar los ojos, solo un momento, y desear que el mundo se detuviera justo ahí.

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Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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