Mi Sexy Tutor

—Rosalía, sin dudarlo —respondió Sofía, con una convicción que hacia reír al grupo—. Bad Bunny está bien, pero Rosalía es arte puro. ¿Qué dices tú, Lucía?

Me encogí de hombros, atrapada en el centro de la conversación sin quererlo. —No sé, los dos son buenos. Supongo que Rosalía por las letras.

—Traicionera —Dijo el chico con una gorra al revés, mientras me señalaba con una lata de cerveza—. Bad Bunny es el rey, no hay discusión.

La charla seguía, pero yo me desvíe, observando el salón aborrotado. La música había cambiado a algo más electrónico, y la gente bailaba con una energía que me hacía sentir aún más fuera de lugar. Me encontraba a punto de inventar una excusa para escapar cuando la puerta del piso se abrió, y un nuevo grupo entró, atrayendo todas las miradas. Entre ellos estaban Nicolás y Kassandra, como si fuesen la realeza del campus llegando a reclamar su trono.

Nicolás, con su pelo rubio brillando bajo las luces de colores, llevaba una camiseta blanca que parecía hecha para mostrar cada músculo. Kassandra, a su lado, tenía el pelo platino suelto, y un vestido rojo que gritaba atención. Estaba riéndose, con una mano en el brazo de Nicolás, mientras los demás del grupo —dos chicos y una chica que reconocía vagamente de clases— saludaban a Marcos con palmadas y gritos.

—Oh, genial —susurra Sofía, mientras se inclinaba hacia mí—. El circo ha llegado. ¿Ves a Kassandra? Parece que se vistió para los Óscar.

—No seas mala —murmuro, aunque no pude evitar sonreír. Kassandra si que parecía sacada de una alfombra roja, y Nicolás no se quedaba atrás, se movía con aquella confianza que hacía que todos lo miraran.

—Soy realista —contesta Sofía, y toma un sorbo de su refresco—. Venga, vamos a bailar. Necesito moverme antes de que me dé un ataque viendo a esa tipa.

—¿Bailar? —Mi voz salió más aguda de lo que quería—. No, Sofía, yo no...

—Nada de peros. —Me agarró de la mano y me arrastró hacia el centro del salón, donde la gente ya estaba saltando al ritmo de la música—. Solo muévete un poco, no tienes que ser Shakira.

—Sofía, en serio... —protesté, pero ella ya estaba bailando, y giraba con una sonrisa que iluminaba todo. Intenté seguirle el paso, moviéndome torpemente, pero el nudo en mi estómago no se iva. Había demasiada gente, demasiadas luces, y demasiado ruido. Luego de un minuto, me rendí.

—Voy a tomar aire —le grité al oído, señalando la puerta del balcón.

—¿Qué? —Sofía frunció el ceño, pero no dejó de moverse—. ¿Ya te vas?

—Solo un rato, lo prometo. —Le hice un gesto para que siguiera bailando, y ella solo suspiró, pero asintió.

—Vale, pero no te escapes sin mí, ¿eh? —dijo, antes de darse la vuelta hacia un chico que se acercó. Es Dani, uno de los amigos de Marcos, con el pelo corto y una sonrisa tímida. Empezaron a bailar, casi pegados, y yo me escabulli hacia el balcón, agradecida por el aire fresco que me esperaba.

El balcón es pequeño, con una barandilla oxidada y una vista de la ciudad que me hacia olvidar el caos de la fiesta por un segundo. Los edificios brillaban con luces de neón, y el ruido de los cláxones llegó como un eco lejano. Me apoyé en la barandilla, agarrando mi lata de refresco, y respiré hondo. Desde aquí, puedo observar el salón a través de la puerta corrediza. Sofía y Dani seguían bailando, y reían como si el mundo fuera suyo. Una parte de mí envidiaba esa libertad, pero otra solo quería quedarse aquí, mirando.

Mis ojos recorrían la fiesta, saltando de las luces parpadeantes a los grupos de gente. Y entonces, en la puerta del piso, lo vi. Un hombre de cabello castaño, revuelto como si el viento lo hubiese peinado. Estaba conversando con Marcos, con una postura relajada pero segura, como si no necesitara demostrar nada. Llevaba una camisa oscura arremangada y jeans que le quedaban demasiado bien. No quería admitirlo, pero es... atractivo. Demasiado atractivo. Y había algo en su forma de moverse, en la curva de su sonrisa, que me hacía olvidar cómo respirar por un segundo.