Catalina Miranda es una joven deslumbrante que persigue con fervor sus sueños, a pesar de las adversidades que la rodean. Su familia no cuenta con grandes recursos económicos ni ocupa un alto estrato social, pero cada día luchan con valentía para salir adelante. Para Catalina, su madre y su hermana menor son el centro de su mundo; sueña con conseguir un buen trabajo que les brinde la vida digna que merecen, convirtiéndolas en verdaderas reinas.
Catalina es una soñadora incansable, siempre dispuesta a extender su mano a quienes la rodean. Sin embargo, su vida da un giro inesperado en una oscura noche. Al escuchar murmullos inquietantes provenientes de las afueras de su hogar, se siente atraída por la multitud de vecinos congregados. Con el corazón en un puño y temiendo lo peor, se acerca lentamente, solo para encontrarse con una escena desgarradora que cambiará su vida para siempre.
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Capítulo XVI Regalo de bodas
Punto de vista de Catalina
Mi amada suegra se acercó a mí y susurró algo a mi oído "no creas que has ganado, aún tengo piezas que jugar".
"También la quiero suegrita, espero que cuando esté comiendo un camarón se atragante y se ahogue con su propio veneno", dije en su oído mientras me daba un abrazo bastante hipócrita.
"¿Todo bien por aquí?", pregunto Gabriel acercándose a nosotras.
"Si, mi amor. Todo bien, tu mamá solo vino a desearnos un buen matrimonio", respondí con ironía.
"Me da gusto que se estén llevando bien, ustedes dos son dos de las mujeres más importantes de mi vida y lo que menos quiero es que se lleven mal", comentó Gabriel con su habitual seriedad.
"Salgamos de aquí, aún nos espera la recepción", dijo Gabriel tomándome de la mano y sacándome de la iglesia.
Subimos a la limusina que me había traído a la iglesia, una vez solos aprovecho para besarme con pasión, "deseaba hacer esto", dijo con voz ronca.
"Yo igual, ya quiero estar a solas contigo", respondí devolviéndole el beso el cual Gabriel profundizó.
"Eres exquisita, me tienes loco por ti".
"Espero que esas ganas siempre las tengas por mí".
"Nunca me había sentido así por nadie, sueño con hacerte el amor todos los días".
Seguimos con así durante el viaje al salón donde se llevaría a cabo la recepción. Estaba tan entretenida con Gabriel que no me di cuenta de que estaba despertando la pasión en otro hombre... En mi guardia de seguridad quien iba en la parte delantera junto al chófer.
Llegamos al salón: un lugar hermoso decorado como si fuera para la realeza, ni en mis sueños imagine que mi boda fuera así de pomposo.
"Estás botando la casa por la ventana", comente dejando escapar una sonrisa.
"Mi reina se merece todo lo mejor", respondió besando mi mano.
Nos sentamos en la mesa dispuesta para nosotros. Mi suegra no tardó en llegar para seguir destilando su veneno. "Hijo te ves muy guapo, lástima que la compañía no te hace justicia".
"Amor siento un zumbido a nuestro alrededor, será que puedes mandar a fumigar para eliminar a los insectos", dije harta de mi suegra.
"Pensé que se estaban llevando bien, todo era una actuación", intervino Gabriel con el ceño fruncido.
"Lo siento cariño, pero no puedo llevarme bien con una arribista que solo busca una posición en nuestra clase social", escupió la señora.
"Ya basta madre, no te permito que hables así de mi mujer, si tanto te molesta su presencia entonces los dos nos vamos de aquí ahora mismo", Gabriel estaba furioso y los invitados se dieron cuenta de la escena.
"No es necesario, sigan disfrutando de su dia", Graciela se marchó enojada por la reacción de Gabriel, mientras que yo me sentí triunfadora.
"Mi mamá es muy difícil, espero que puedas perdonar su comportamiento", expresó Gabriel.
"Ella puede decir lo que quieras a mi me da igual, ya que a mi solo me interesas tu". Le di un suave beso y seguimos disfrutando de nuestro día, al llegar el momento de la despedida Gabriel se acercó a mí y susurró algo a mi oído.
"¿Recuerdas que te dije de una sorpresa para el día de nuestra boda?", dijo Gabriel mirándome con complicidad.
"Si, pero ¿de qué se trata?", pregunté con curiosidad.
"Ya lo sabrás, ahora salgamos de este lugar", me tomó de la mano y salimos del salón. "Primero iremos a un lugar donde podamos estar solos, ya quiero sentirte y hacer el amor por primera vez con mi esposa", susurró a mi oído para que el chófer no nos escuchara.
Llegamos a una cabaña en medio de la nada, el viaje duró al menos una hora, me pareció raro que escogiera un sitio así para nuestra primera noche de casados, pero con Gabriel uno nunca sabía que pensar, Gabriel era muy misterioso y eso era lo que más me gustaba de él.
"Nos quedaremos aquí un par de horas y luego te llevaré hasta donde está tu regalo de bodas", dijo con una sonrisa extraña, era como si hubiera planeado una travesura.
"Estoy intrigada por saber que es eso que me quieres regalar", dije besando sus labios.
"Primero quiero mi noche de bodas, hacerte mía toda la noche". Gabriel me tomó en aquella cabaña toda la noche, él era insaciable y cada vez que hacíamos el amor me hacía tocar las estrellas.
La mañana llegó rápidamente, estaba exhausta, pero Gabriel me dijo que era hora de entregarme mi sorpresa, estaba emocionada por saber que era así que me vestí rápidamente con ropa cómoda de campo y salí junto a él, subimos a un vehículo todoterreno que nos llevó más adentro de donde estábamos, llegamos a un lugar que se veía abandonado, era algo así como un viejo establo, en este punto estaba aterrada, pues pe sé que se desharía de mí.
"Qué és este lugar?", pregunté tratando de mostrar mi miedo.
"Ya lo verás, no comas ansias", respondió con frialdad.
Sus palabras cada vez eran más misteriosas, entramo al establo y en el fondo pude ver a un hombre amarrado colgando del techo de sus brazos, la escena era perturbadora, ya que había claras señales de tortura.
"¿Qué está pasando do aquí?", pregunté aterrada.
"Te dije que te ayudaría con los asesinos de tu familia, este es a penas un eslabón de la cadena que se tejió a tu alrededor, pero así como dimos con esta basura encontraremos a los demás".
Al ver al sujeto y saber que había sido uno de los delincuentes que entró a mi casa y masacro a mi familia me llene de ira, tome una de las barras que estaban en el suelo y empece a golpearlo con fuerza. Recordar la imagen de mi mamá y de todo lo que le habían hecho me cegó y continúe golpeándolo para descargar mi ira, Gabriel tuvo que intervenir para que no terminara matándolo.
"Tranquila mi amor, aún no le puedes quitar la vida, aún no nos dice que es su jefe", dijo Gabriel mirándome a los ojos.
"Habla basura, ¿quién te mando?", pregunté dándole un golpe en las costillas.
"Usted", respondió con una sonrisa.
No entendía a que se refería con eso, estaba confundida, ya que yo nunca había visto a este hombre antes.