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El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

Status: En proceso
Genre:Magia / Demonios / Brujas / Fantasía épica
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Kevin J. Rivera S.

En un mundo que olvidó la era dorada de la magia, Synera, el último vestigio de la voluntad de la Suprema Aetherion, despierta tras siglos de exilio, atrapada entre la nostalgia de lo que fue y el peso de un propósito que ya no comprende. Sin alma propia pero con un fragmento de la conciencia más poderosa de Veydrath, su existencia es una promesa incumplida y una amenaza latente.

En su camino encuentra a Kenja, un joven ingenuo, reencarnación del Caos, portador inconsciente del destino de la magia. Unidos por fuerzas que trascienden el tiempo, deberán enfrentar traiciones antiguas, fuerzas demoníacas y secretos sellados en los pliegues del Nexus.

¿Podrá una sombra encontrar su humanidad y un alma errante su propósito antes de que el equilibrio se quiebre para siempre?

"No soy humana. No soy bruja. No soy demonio. Soy lo que queda cuando el mundo olvida quién eras."

NovelToon tiene autorización de Kevin J. Rivera S. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO XVI: En el Corazón del Estigma

— Synera —

La batalla continuaba.

El bosque, antes silencioso, ahora era un campo de guerra iluminado por destellos mágicos y crujidos violentos. Mis pies golpeaban las ramas como si volara, saltando de árbol en árbol, dejando tras de mí un rastro de energía contenida. Velmora, como una sombra hambrienta, me perseguía incansable. Sus cuchillas venenosas surcaban el aire, silbando con letalidad.

Me detuve sobre un tronco alto, mi respiración en silencio absoluto, el maná contenido al límite para que ni el aire lo delatara. Debía pensar, trazar un plan y terminar esto de una vez. No podía permitir que siguiera desgastándome.

—Jajaja... —la risa aguda se elevó desde abajo como un cuchillo en la garganta—. No importa cuánto intentes esconderte, ni cuán bien camufles tu energía... ¡Ese aroma a alma fracturada apesta desde aquí!

Antes de reaccionar, una silueta negra emergió de entre las hojas.

¡CRACK!

Una pierna se incrustó en mi abdomen y me lanzó con violencia al suelo. Mi cuerpo impactó contra la tierra, levantando polvo y fragmentos de roca.

—¡Podrás ocultar tu poder...! ¡Pero el hedor de alguien que carga con demasiado es inconfundible! —exclamó con una sonrisa torcida mientras descendía flotando, su aura venenosa palpando el ambiente.

Me puse de pie con un quejido bajo. Escupí sangre al suelo y fruncí el ceño.

—Maldita sea... No vi venir ese golpe. Los demonios han cambiado. No son solo bestias rabiosas… ahora piensan, se adaptan... Esto es peligroso.

Ella apareció de golpe frente a mí, flotando apenas unos centímetros del suelo, con la barbilla en alto y los ojos encendidos por una obsesión retorcida.

—¿Qué pasa? ¿Ya te estás quedando sin aire? —extendió el dedo índice hacia mí, con teatralidad cruel—. Si no pones de tu parte, terminaré aburrida. Quizá deba ir a buscar al joven de ojos grises que venía contigo... su esencia me hizo agua la boca…

Me tembló la mandíbula, pero no de miedo.

—¿Hombres? ¿Eso es todo lo que revolotea en tu cabeza vacía? Qué patético. —espeté, limpiándome la sangre con el dorso de la mano—. Hablas demasiado.

Entonces, su maná se agitó con violencia. Extendió ambos brazos, y un círculo demoníaco se abrió a sus espaldas como una herida dimensional. De él emergió una guadaña gigantesca, su hoja curva envuelta en flamas púrpuras y negra niebla corrosiva.

—¡Artefacto demoníaco! ¡Guadaña infernal...!—gritó, con el rostro deformado por la emoción—. Vamos, pequeña... ¡DEJEMOS DE JUGAR!

Me quedé inmóvil por un segundo. No por miedo, sino por desconcierto. ¿Invocación? ¿Un demonio usando un artefacto mágico como los nuestros...? ¿Desde cuándo...?

—Eso que acabas de hacer... ¿Cómo es posible? ¿Desde cuándo ustedes pueden invocar...? —pregunté, sin apartar los ojos del arma.

—¡JAJAJA! ¡Eso no te incumbe! —bramó, blandiendo la guadaña con una violencia que partió el suelo en dos.

Salté hacia atrás, el filo rozó el aire justo donde había estado. El impacto desató una explosión de humo tóxico, árboles cercanos se marchitaron al instante.

Me elevé por los aires, rodeándome con un anillo de magia blanca. Mis dedos dibujaron símbolos en el aire, sellos que latían con energía ancestral.

—¡Llanto del crepúsculo! —grité.

Decenas de cuchillas de energía surgieron del cielo como un enjambre afilado. Velmora giró en su lugar, creando una danza de destrucción con su guadaña. Cada corte suyo disolvía las dagas antes de que tocaran su cuerpo.

Pero una se coló. Y otra. Y otra. Cada una dejando marcas brillantes que ardían sobre su piel pálida.

—¡SÍ! ¡ESO ES! —aulló—. ¡LASTÍMAME MÁS! ¡HÁZLO CON TODO!

Desaparecí de nuevo. Y aparecí detrás de ella, con el puño cubierto de energía concentrada.

—¡Silencio!

Mi golpe conectó con su espalda. El aire explotó. La guadaña cayó de sus manos mientras era arrojada por los cielos como un cometa.

La seguí. No iba a dejar que se recuperara. Mis movimientos eran veloces, precisos, cada paso sobre el aire dejaba un rastro de maná resplandeciente.

Cuando alcanzó el punto más alto de su trayectoria, aparecí sobre ella, mis manos sellando un nuevo conjuro.

Aquel hechizo tan poderoso, capaz de revertir cualquier tipo de magia, sin importar su complejidad.

—¡Reversión!

Disolví su energía y la absorbí, fusionándola con la mía para contraatacar con su propia magia. Una explosión de humo descendió sobre su cuerpo como un meteorito, arrastrándola de regreso al suelo con un estruendo atronador. La tierra tembló, una grieta se abrió y una onda de energía barrió el bosque.

Pero el silencio no duró.

Desde el cráter, entre el polvo y la sangre, emergió su risa… ronca, húmeda, y feliz.

—Ah… ¡Qué festín! ¡Eres perfecta! ¡La lucha más exquisita en siglos!

Su cuerpo estaba herido, pero su fuerza no hacía más que crecer. Sus alas se alzaron de nuevo, más negras, más anchas, como si se alimentaran del dolor.

Me posicioné en el aire, jadeando apenas. Las nubes giraban sobre nosotras, tragándose la luna. El campo de batalla parecía un infierno teñido de lila y fuego. Y esto... todavía no había acabado.

—Vamos, monstruo —dije con voz firme—. Si aún puedes moverte, ven por mí.

La guerra entre nosotras seguiría. Hasta que una dejara de respirar.

El polvo se disipaba entre nosotras. El lugar, devastado por nuestra batalla, era apenas un eco de lo que fue. Frente a frente, nuestras miradas se cruzaban como filos a punto de chocar. Ella invocó su arma una vez más; volvió a materializarse en sus manos, temblando con ansias de combate. Yo envolví mis puños con la energía de mi maná, que tomó forma de afiladas navajas lumínicas. Estaba lista para el combate cuerpo a cuerpo.

El polvo comenzaba a asentarse, pero la tensión entre nosotras solo aumentaba. Todo a nuestro alrededor era ruina: árboles destrozados, el suelo agrietado, el aire cargado de maná residual que chispeaba como electricidad estática. Frente a frente, respirábamos agitadas, pero ninguna dispuesta a retroceder.

—Es una lástima que tenga que terminar contigo aquí y ahora —dije, empuñando el filo de energía que rodeaba mis puños—. Pero como no se puede razonar contigo... tendré que matarte. Como la basura que eres.

Mis palabras eran un dardo directo, y vi cómo su mandíbula se tensaba.

—No estoy aquí para hablar —respondió Velmora, con una voz tan fría como la muerte misma—. Mi misión es clara... y tú estás interfiriendo.

—¿Misión? —di un paso al frente, sin bajar la guardia—. ¿De qué trata esa misión? ¿Quién te envió?

—¡Te dije que no es de tu incumbencia! —rugió, y se lanzó hacia mí, la guadaña envuelta en un remolino oscuro, como si el mismo abismo respondiera a su llamado.

El impacto fue brutal. Detuve el filo de su guadaña con ambos puños envueltos en mis cuchillas de maná. Las chispas volaron. La energía estalló entre nosotras como un trueno contenido.

A centímetros de su rostro, pude ver sus ojos: rabia, furia... pero también agotamiento.

—¡No retrocedas! —grité, y con un giro de muñecas y un empujón lleno de energía, la obligué a retroceder varios pasos.

Y entonces, el verdadero combate comenzó.

Nuestra velocidad era inhumana. Puños contra filo, patadas contra alas, cada movimiento resonaba como una sinfonía de guerra. El sonido metálico de los choques entre mi energía y su guadaña llenaba el aire como el eco de una batalla épica.

Ella atacaba con precisión letal: giraba su guadaña, la combinaba con latigazos de su cola, embestidas con sus alas, y ráfagas oscuras que intentaban romper mi defensa.

Pero yo no cedía. Pateaba, esquivaba, contraatacaba. Cada impacto sacudía el bosque, levantando ráfagas de viento y polvo.

Poco a poco, lo noté.

Su maná disminuía. Sus golpes, aunque aún peligrosos, ya no eran tan certeros. Su respiración se volvía errática. La energía de su cuerpo comenzaba a flaquear.

—Estás terminada, Velmora... —murmuré, firme, con una mezcla de respeto y determinación.

Ella jadeó, pero no respondió. Solo alzó su guadaña una vez más, temblando... decidida a pelear hasta el final.

Mientras tanto, en otro rincón del caos…

El eco de las batallas resonaba en el aire. Kenja luchaba por su vida.

El eco de las campanas rotas no alcanzaba a sofocar los estruendos de la batalla dentro de la iglesia derruida. Velgorath, con sus dos hachas colosales envueltas en fuego oscuro, barría todo a su paso con brutalidad demoníaca. Columnas caían. Vidrieras explotaban en lluvia de cristales.

Kenja se deslizaba entre los escombros, esquivando por centímetros cada tajo mortal. Corría, saltaba, se impulsaba por los muros destrozados con una agilidad sobrehumana. Sus puños, envueltos en hielo oscuro, golpeaban con fuerza:

—¡ABYSSFROST!

—¡EXPLOSIÓN ÁRTICA!

**Pero era inútil. **Su magia golpeaba\, congelaba\, rompía... y\, aun así\, Velgorath no se detenía. La fuerza bruta del demonio era un muro imparable, y aunque Kenja no llevaba la ventaja, seguía luchando con todo lo que tenía.

Desde las alturas, sentada en el aire con las piernas cruzadas, Eirenys lo observaba en silencio. No intervenía. No hablaba. Solo analizaba, como una deidad antigua evaluando el destino de un guerrero.

—Qué curioso joven... —murmuró, hablando para sí misma con una voz grave y contemplativa—. Parece un humano común y corriente… pero no lo es.

No es mago, ni hechicero… y ese hielo... ese hielo es distinto.

Tiene un maná... que no reconozco. Antiguo. Salvaje. Inquietante...

Una ráfaga de energía la sacudió brevemente, y desvió la mirada.

—…Pero ahora no es momento de intervenir —susurró, cerrando los ojos.

Y entonces, de vuelta en el bosque, frente a Velmora…

El crujido de la guadaña al tensarse me hizo reaccionar.

Había terminado el respiro.

La pelea aún no había acabado.

—Ven, Velmora —dije con voz baja, encendiendo mis puños una vez más—. Terminemos esto.

— ¡Cierra la boca, parásito insolente! —gritó Velmora, ya sin control, con la cordura perdida.

Respiré hondo. Me concentré. El momento había llegado. Velmora venía a toda velocidad hacia mí, su guadaña brillando con la intención de cortarme la cabeza… pero ya era demasiado tarde para ella.

Silencio.

Mis ojos, rojos como brazas de fuego, brillaron intensamente. Extendí mi mano hacia ella, que se acercaba a toda prisa, y dije con voz fría y definitiva:

—¡Vincula Maleficarum!

Un círculo mágico se materializó bajo Velmora, llenándose de símbolos rúnicos y figuras pentagonales que giraban en un resplandor blanco cegador. Ella miró hacia abajo, desconcertada, intentando esquivar lo imposible. Pero las cadenas de luz emergieron de la tierra, la atraparon y la dejaron inmóvil. Velmora trató de romperlas con su guadaña, cortando un par de ellas, pero por cada cadena destruida, más surgían, como si la tierra misma la rechazara. Las cadenas la envolvieron, sujetándola fuertemente hasta que cayó de rodillas, dejando caer su arma, arrastrada por la energía que la dominaba.

La fuerza de las cadenas la mantenía sujeta, casi como si quisieran arrastrarla de vuelta al infierno. Su grito de frustración y rabia resonó en la oscuridad.

—¿Qué haces...? ¡Detente! ¡Esto aún no ha acabado! —gritó, su voz ya desbordada de miedo y desesperación.

Me acerqué lentamente a ella, la miraba caer en la desesperación mientras suplicaba por su vida y lanzaba insultos. Su maná ya se había agotado, y estaba completamente indefensa.

— Maldita... no sabes con quién te metiste…—gritó, con furia, pero también con miedo, su mirada llena de impotencia.

—¿Cómo te atreves a humillarme de esta manera? ¿Quién te crees? —su voz quebrada, su cuerpo derrotado.

Me incliné frente a ella, observando cómo su resistencia se desmoronaba. Mi tono se volvió oscuro, frío, y cargado de un sadismo palpable.

—Esto se terminó. Acepta tu derrota y vuelve a donde perteneces.

Su cuerpo, cansado y herido, estaba de rodillas, las cadenas iluminadas envolviéndola completamente. Su ropa estaba rasgada, su sangre se mezclaba con la tierra, y sus ojos ya no brillaban con la misma furia de antes. En ese momento, me sentí en control absoluto, y una sonrisa arrogante se dibujó en mi rostro.

—Sabes… me gusta verte así, arrodillada frente a mí, pidiendo piedad. Qué irónico… tan temidos, y al final, tan frágiles cuando caen.

Velmora gritó de frustración, desesperada, pero no había escape. No había más lucha en ella.

—Desaparece —dije, mi voz más fría que nunca.

De mi mano surgió un torrente de energía, un chorro de poder tan concentrado que la luz cegó todo a su alrededor. En un solo impacto, Velmora desapareció. La mitad de su cuerpo fue arrasada, disuelta en las sombras de mi magia, mientras su sangre se derramaba por el suelo como un río oscuro. La pelea había terminado.

Mantuve mi mirada fija al frente,los ojos cerrados, sintiendo la brisa fresca del aire sobre mi rostro, la victoria en mi interior. El peso de la batalla, el esfuerzo, finalmente se había desvanecido.

Mientras tanto, en la iglesia…

Eirenys continuaba observando la pelea desde las alturas. Pero entonces, sintió un cambio en el aire, un poder que hizo que su rostro se tornara serio.

La energía que emanaba de mi victoria era inconfundible. Con un gesto apenas perceptible, desapareció del lugar. Los cadáveres flotantes junto a ella cayeron al suelo, como marionetas a las que se les cortaron los hilos. Todos cayeron.

—¿Qué...? Todos los cuerpos cayeron… ¿Dónde se fue esa mujer? Esa energía… ¡Synera! —pensó Kenja, confundido y preocupado.

De vuelta en el campo de batalla, sentí un vacío. Pensé que todo había terminado. Miré al cielo oscuro, respirando con calma.

—Al fin terminó esto… Kenja… debo ir por él. Espero que esté bien. Aún siento su presencia.

Me volví, determinada a ir hacia él, cuando de repente, algo en el aire cambió. Una energía oscura y familiar emergió entre las sombras.

Me detuve en seco.

Y lo vi.

No… lo sentí.

La batalla había terminado…

Pero algo estaba por cambiar.

1
Beatriz Narváez campo
con quién comenzará esta nueva vida synera...al menos no estará sola!!
Beatriz Narváez campo: eso está muy bien!! entre más entretenida mejor se disfruta la lectura!!
Kenja: Y cada capítulo es mejor que el anterior🤭🤭
total 2 replies
Beatriz Narváez campo
muy interesante historia!!
Leidys Quintero
Es muy emocionante esta historia, cada vez se pone mejor.
Leidys Quintero
Esta genial la historia, necesito leer mas, cada vez se pone mejor.
Paola Rivera
Muy buen trabajo hermano, sigue así.
Mikoru987
increible !!
Đông đã về
¡Escribe más, por favor!
Kenja: Hola, saludos. Por supuesto. Estaré subiendo capítulos todos los días. Pronto estará disponible el capítulo V. /Heart/
total 1 replies
Maito
Mas capitulos escritora!
Kenja: Hola, gracias por tu comentario. Espero estes disfrutando mi Obra tanto como yo al escribirla, estare subiendo capitulos nuevos todos los dìas. saludos...
total 1 replies
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