La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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La pasarela
Así como Linda se enteró de su boda por las redes sociales también se enteró de que Héctor estaba de regreso.
Así que se arregló lo mejor que pudo y fue a buscarlo hasta su casa, no le importaba que ya estuviera casado.
Para su sorpresa, Héctor no estaba en su casa.
¿En dónde está Héctor?, le preguntó a Dolores.
El señor salió a trabajar y no vendrá hasta la noche, ¿quién lo busca?, dijo Dolores muy amable.
Eso a ti no te importa, lo buscaré en cuanto llegue.
Dolores simplemente se encogió de hombros y cerró la puerta.
"Vieja ridícula", pensó.
En el transcurso del día se olvidó de Linda.
Se puso muy afanosa limpiando en la casa y mandando a los demás sirvientes a que hicieran cada quien sus labores.
Era una casa muy hermosa y grande, había muchos cuartos y mucha luz, eso sí.
Héctor la había acondicionado, especialmente, para la que fuera su esposa. En este caso, Jimena.
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Bienvenida, Jimena; Pascual ya la estaba esperando en la tienda.
Ay chulis, llegas justo a tiempo, mañana ya es la pasarela.
Por eso le dije a mi esposo que regresáramos pronto, porque tengo la pasarela pendiente, ¿ya está todo arreglado, Pascual?
Por favor, me ofendes, ¿que no te das cuenta que estás hablando conmigo, que yo soy experto en estas cosas de la moda?
Gracias, Pascual, no sé qué haría sin ti.
No digas eso, chulis, tú eres la buena aquí.
El resto del día, Jimena se la pasó arreglando los últimos detalles para la pasarela del día siguiente.
Al filo de las 6 de la tarde, Héctor ya estaba esperando a Jimena afuera de la tienda.
¿Qué te parece si vamos a cenar algo?
Ay sí, tengo muchísima hambre. De hecho, no sé quién tiene más hambre si el bebé o yo, jajaja...
Espero que no me salga muy cara la comida, dijo Héctor, bromeando.
Pues yo lo siento porque la verdad es que tengo mucha hambre...
No te preocupes, mi amor. Sabes que estoy bromeando.
Lo sé, amor.
Héctor la llevó a un restaurante muy privado, tranquilo y encantador. La música suave inundaba todo el lugar.
Mi amor, ¡qué hermoso lugar!
No más que tú, mi vida, eso te lo puedo asegurar.
Ximena se sonrojó, no esperaba esa respuesta de Héctor.
Hermosa, todavía te sonrojas, te amo tanto.
El mesero llegó en ese instante.
¿Qué van a ordenar?, preguntó.
Por favor, queremos una parrillada para dos y dos refrescos de cola.
¿Van a querer hielos?
Sí, por favor, contestó Jimena.
¿Los hielos no le hacen daño al bebé, mi amor?, dijo Héctor, él aún no conocía la mecánica de tener un niño ni sus cuidados.
No te preocupes, le encantará estoy segura hace mucho calor.
Bueno, si tú lo dices.
Rato después, el mesero les llevó su orden. Jimena comió por dos porque tenía mucha hambre.
Amor en dos semanas más tengo la cita con el ginecólogo, ¿me acompañarás?
Voy a quedarte mal, mi vida, te dejaré ahí y después te recojo porque tengo algunos asuntos muy importantes, van va a venir unos clientes VIP.
Está bien, no te preocupes, ya hablaremos de eso.
Al día siguiente, Jimena ya estaba lista para ir a la pasarela, lucía verdaderamente hermosa.
Héctor llegó temprano del trabajo y alcanzó a verla, completamente arreglada.
Perdón, creo que me equivoqué de casa.
Claro que no, mi amor, esta es tu casa y yo soy tu esposa.
Corrección, esta es nuestra casa y tú eres la patrona. Estás bellísima, mi amor.
Gracias, ¿me llevas?
Claro que sí, ¿ya estás lista?
Sí.
Pues vamos, entonces.
Héctor dio instrucciones a los sirvientes y salió de ahí acompañado de Jimena.
Cuando llegaron a la tienda Pascual se acercó a ellos.
Jimena, ¡pero qué guapa estás!
Gracias, él es mi esposo.
Sí, lo vi en las redes.
¿Te vas a quedar, amor?, dijo Jimena, en verdad quería que se quedara.
Si me invitas, dijo él, sonriente.
No necesitas invitación.
No coman delante de los hambrientos.
Ay, perdón, dijo Jimena.
Pascual, llévalo al salón. Enseguida los alcanzo.
Los invitados iban llegando de a poco.
Pascual los iba guiando al interior del salón.
En eso una mujer muy atractiva entró a la tienda.
¿Y tú?, ¿qué haces aquí? Esta pasarela es muy importante, no vengas a crear problemas.
Déjame en paz, yo soy invitada.
¿Quién te invitó?
En eso un hombre la tomó del brazo, yo, dijo.
Pascual reconoció al hombre, era uno de los clientes más importantes.
Pasen, los llevo hasta su asiento.
Linda sonrió triunfante.
Barrió a Pascual con la mirada y entró del brazo de ese hombre.
Al poco rato llegó Jimena.
¿Listo?
Jimena, tengo que decirte algo.
Dime.
Linda está aquí.
¿Qué dices?
Vino con un cliente.
Está bien por esta vez no digas nada. Solo vigila que no vaya a querer hacerme otra trastada.
Ok, la vigilaré bastante bien.
Pero que no se dé cuenta no quiero que vaya a armar un guato.
Todo estaba listo para que desfilaran las modelos con los vestidos exclusivos.
Con ustedes, Jimena Rocha. Teresa fue la encargada de ser la maestra de ceremonias.
El aplauso fue general.
Damas y caballeros, gracias por estar presentes en este desfile número 5 que hemos tenido en este año. Espero que los vestidos que se presenten aquí sean de su agrado. Y Recuerden que son modelos exclusivos.
Que empiece el desfile con permiso.
Y así, una a una de las chicas fueron desfilando por el escenario. Los clientes las recibían con aplausos y vítores.
Jimena tenía mucha suerte porque ese día se vendieron todos los vestidos de la colección.
El amigo que iba con Linda le compró uno.
¿Es para mí?, dijo linda muy emocionada.
Por supuesto que no, este vestido es para Jimena porque es tan adorable.
Espérame afuera, ahorita te alcanzo, le dijo el hombre.
Linda obedeció de muy mala manera.
Señorita Jimena.
Mande, contestó ella.
Su belleza es espectacular, este vestido es para usted con todo respeto.
Héctor vio la acción del hombre y se acercó a Jimena.
¿Todo bien, amor?, preguntó.
Con permiso, dijo el hombre.
Propio, y gracias.
No te enojes, mi amor, el hombre quedó fascinado con los vestidos y me regaló este.
Mmm, ¿con los vestidos o contigo?, ¿crees que no me di cuenta de que el señor te tiró unos ojos?
¿Acaso estás celoso, mi vida?
No, simplemente no me gusta que otro hombre le regale cosas a mi esposa, y menos un vestido tan lujoso.
Bueno, simplemente, fue un detalle de un cliente agradecido, pero te prometo que no volveré a suceder, ¿está bien?
Claro que está bien, mi amor, además, eres tan bella que estoy seguro que los clientes te ven con mucha admiración.
Ya sabes que yo solo te amo a ti.