"El lío de Carlos" es una novela inspirada en una historieta escolar que narra las aventuras de Carlos, un joven carismático, despreocupado y amante de la diversión. Con su espíritu libre, disfruta explorando sus relaciones, coqueteando sin límites tanto con las chicas, pero tal parece que el destino cambiara el rumbo de su vida.
Por otro lado, se encuentra Janeth una joven trabajadora y determinada que enfrenta una lucha personal por encontrar una cura para su abuelo. En medio de los enredos y dramas que rodean la vida de Carlos y Janeth, sus caminos se cruzarán de formas inesperadas. ¿Logrará el amor triunfar entre tantas dificultades? Acompaña a estos personajes en una historia llena de emociones, retos y descubrimientos.
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Capítulo 16: Un encuentro inesperado
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranja y rosados mientras Carlos caminaba por el parque que solía visitar para despejarse. El aire fresco de la tarde le rozaba la cara, pero a pesar de la tranquilidad del lugar, su mente seguía dando vueltas, atrapado en los mismos dilemas que lo acosaban desde hacía días. Su decisión, aunque ya tomada, no le daba paz. Sentía como si estuviera viviendo una vida que no era suya, marcada por las expectativas de otros, por la presión de un futuro que ni siquiera había elegido.
Por otro lado, Janeth también se encontraba en el parque, sin un rumbo fijo. Había salido a caminar para despejar sus pensamientos, para intentar encontrar un respiro en medio de la tormenta de emociones que la inundaban. Sabía que estaba a punto de dar un paso que cambiaría su vida por completo, pero no podía evitar preguntarse si lo que estaba haciendo era lo correcto. El pensamiento de su abuelo siempre está en primer plano, pero la incertidumbre sobre su futuro la consumía.
Ambos caminaban sin mirar a su alrededor, perdidos en sus pensamientos, hasta que el destino, en su peculiar manera, los unió. Fue un choque inesperado. Janeth, absorta en sus pensamientos, no vio a Carlos que venía en dirección contraria. El impacto fue leve, pero suficiente para hacerla tambalear. Sin pensarlo, Carlos reaccionó rápidamente, extendiendo su brazo y sujetándola por la muñeca para evitar que cayera.
—¡Cuidado! —dijo Carlos, casi sin aliento por el susto.
Janeth, sorprendida, se quedó inmóvil por un instante. Cuando intentó recomponerse, él la sostuvo aún por la cintura, asegurándose de que no cayera.
Ambos se miraron en silencio por un momento, la cercanía repentina haciendo que el aire entre ellos pareciera más denso. El contacto visual fue tan intenso que Janeth sintió su corazón latir más rápido de lo normal. Por fin, Carlos habló.
—¿Estás bien? —preguntó, casi en un susurro.
Janeth asintió, algo avergonzada, y se apartó lentamente de él, como si esa pequeña interacción hubiera roto algo entre ellos.
—Lo siento, fue culpa mía —dijo Carlos, con tono serio, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de incomodidad y preocupación.
—No, yo... no estaba prestando atención —respondió Janeth, también evitando mirarlo directamente.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, como si las palabras se hubieran quedado atrapadas en el aire. Finalmente, Carlos rompió el silencio.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó, aunque sin realmente esperar una respuesta clara. Nadie quería hablar de lo que los había llevado a este punto.
Janeth, aunque sabía que no podían compartir todo lo que los preocupaba, dio un paso adelante.
—Supongo que simplemente... necesitamos un poco de aire fresco —dijo, tratando de hacer que la conversación fuera más ligera.
—Sí... yo también lo creo —respondió Carlos. Sin pensarlo, ambos comenzaron a caminar juntos, pero en silencio, cada uno procesando lo que había sucedido en sus vidas.
De repente, Carlos rompió el silencio, su voz cargada de emociones reprimidas.
—No sé, siento que no tengo vida... siento que otros deciden por mí todo el tiempo —dijo, su tono grave reflejando la frustración que había estado acumulando.
Janeth lo miró de reojo, sintiendo que, de alguna manera, sus palabras resonaban en su propia alma. Pero en lugar de hablar, ella sólo asintió.
—Yo también... —susurró, sin poder decir más. Se miraron, intercambiando una mirada que hablaba de la incomodidad, pero también de una conexión inexplicable.
El silencio se instaló nuevamente, pero esta vez no fue incómodo. Ambos comprendían, aunque no podían compartir sus sentimientos completamente. Solo caminaron, cada uno sumido en sus pensamientos.
El sol ya estaba desapareciendo detrás del horizonte cuando Carlos, con una sonrisa leve, le ofreció acompañarla.
—¿Te llevo a casa? —preguntó, aunque al instante notó cómo Janeth vacilaba.
—No... no es necesario —respondió ella, sonriendo débilmente, pero antes de que pudiera decir más, Carlos insistió.
—Por favor, no quiero que regreses sola —dijo con amabilidad.
Janeth lo miró, sorprendida por la genuina preocupación en su voz. Después de un momento de duda, aceptó.
—Está bien, pero solo porque insistes —dijo finalmente, y ambos comenzaron a caminar hacia el coche.
Cuando llegaron al coche, intercambiaron números de teléfono y Carlos le deseó una buena noche.
—Nos vemos pronto, Janeth —dijo, sonriendo.
—Sí, buena noche —respondió ella, sintiendo una pequeña chispa de algo inexplicable en su pecho.
Ambos se despidieron, y Janeth entró en su casa, mientras Carlos se subía a su coche y partía hacia su hogar, con la sensación de que algo había cambiado, aunque no sabía exactamente qué.
Esa noche, después de la caminata en el parque, Janeth regresó a casa de su abuelo, pero su mente seguía perdida en el paseo con Carlos. La sensación de haber estado tan cerca de él, el roce accidental, el contacto visual tan fugaz, pero tan intenso, no dejaban de rondar en su cabeza. Durante la cena, su abuelo, como siempre, la observaba con cariño, pero ella apenas podía concentrarse en lo que estaba comiendo.
—¿Estás bien, Janeth? —le preguntó su abuelo con una mirada preocupada, interrumpiendo sus pensamientos.
Janeth, un poco sorprendida por la pregunta, levantó la mirada y vio los ojos de su abuelo fijos en ella. Intentó sonreír y desviar la atención de la conversación, pero no pudo evitar sentirse un poco atrapada en ese instante.
—Sí, abuelo, estoy bien —respondió con una leve sonrisa, aunque no sentía la certeza en sus palabras. La verdad es que estaba lejos de estar bien, pero no quería preocuparlo.
La cena pasó entre pequeños comentarios sobre el día a día, pero Janeth apenas podía concentrarse. Sus pensamientos seguían regresando al parque, a Carlos, a ese pequeño accidente que los había acercado por un momento. Algo en él la hacía sentir diferente, más ligera, como si el peso del mundo desapareciera cuando estaba a su lado.
Después de la cena, se despidió de su abuelo y subió a su habitación. Se dio una ducha rápida para despejar su mente, pero al terminar y ponerse su ropa cómoda, se recostó en la cama, tapándose la cabeza con la cobija como si pudiera esconderse de sus propios pensamientos.
El cuarto estaba en silencio, pero dentro de ella, su mente seguía dando vueltas a esa caminata. El recuerdo de sus ojos encontrados, el destello de incomodidad, pero también la conexión que había sentido. No podía quitarse esa sensación de calma que él le había transmitido en ese momento, una sensación que no había experimentado en mucho tiempo.
**¿Qué me pasa?** pensó, frunciendo el ceño mientras pensaba en la inexplicable sensación que Carlos había provocado en ella. **¿Por qué cuando estoy con él siento que todo está bien? ¿Por qué el tiempo pasa tan lento?** Sus dedos recorrieron la tela de la cobija mientras cerraba los ojos, rememorando el instante cuando ambos hicieron contacto visual, la cercanía, la tensión en el aire que ninguno de los dos había querido romper, pero que de alguna manera los unió en ese breve, pero significativo encuentro.
Se tapó la cara con la cobija, sintiendo una mezcla de confusión y frustración. **Janeth, no puedes sentir nada por él**, se dijo a sí misma. **Te vas a casar, ¡te vas a casar con otro hombre!** Pero, a pesar de las palabras que repetía en su cabeza, algo dentro de ella no podía ignorar cómo se sentía en ese momento.
En otro lugar, Carlos también se encontraba sumido en sus propios pensamientos. Después de despedirse de Janeth, se había dirigido a su casa, pero, al igual que ella, no podía dejar de recordar el encuentro en el parque. Cada paso que dio mientras la acompañaba a su casa se había sentido más pesado, como si algo estuviera cambiando dentro de él, algo que no comprendía.
Al llegar a su casa, su padre lo esperaba, pero la cena fue casi un ritual silencioso. Su mente aún estaba en el parque, en el modo en que Janeth lo había mirado, en cómo su corazón había latido más rápido por un segundo, en cómo se había sentido a su lado, como si el resto del mundo dejara de existir.
Pero, al igual que Janeth, se decía a sí mismo que no podía dejarse llevar por esos sentimientos. **¿Qué estoy haciendo?** pensó mientras miraba a su padre, que hablaba de planes futuros. **Esto no es lo que quiero, no es lo que busco, pero... ¿Por qué me siento así?**
Ambos, aunque en lugares distintos, compartían el mismo sentimiento de incomodidad, como si sus decisiones estuvieran encaminadas por una fuerza que no podían controlar.