La Profecía Escarlata: El Despertar De La Magia

Enredé el brazo izquierdo de Fergus con el mío mientras recorríamos los demás puestos. Todo el tiempo mi vista estuvo puesta hacia abajo y era Fergus quien se encargaba de preguntar precios, así no delataba mi identidad. Caminamos un poco más hasta que vimos una herrería

—Deme un momento princesa, necesito comprar otra espada—

—claro — me quedé en la estrada mientras Fergus se adentraba en el caluroso interior de la herrería mientras yo me quedé parada en la entrada mi vista estaba puesta dentro cuando una anciana se me acercó.

—Jamás había visto una belleza tan exquisita, disculpé la molestia, jovencita— Miré a la anciana a la cara, no veía de su ojo derecho, ya que lo tenía completamente blanco. 

Su boca se abrió de la sorpresa, igual que sus ojos. Al verme directamente a la cara, su mirada me inspeccionó por completo antes de agachar su cabeza, haciendo una pequeña reverencia. 

—Mi princesa, bienvenida a Gelidonia discúlpeme por no hacer la reverencia adecuada, mi edad no me lo permite— levantó su cabeza de nuevo hacia arriba con una gran sonrisa en su rostro. 

—No se disculpe, señora, no es necesaria su reverencia—. La anciana, con una sonrisa, me dio un vistazo más detallado desde el suelo, pasando por mi capa hasta mi rostro. 

—Su belleza es incomparable, mi princesa, cualquier mujer mataría por tenerla y más a su corta edad— me reí por su comentario, a lo que ella me levantó el dedo índice mientras buscaba en una bolsa que colgaba de su vestido hecho harapos.

Tomo algo que movía entre sus manos mientras lo limpiaba con sus pulgares no veía que era, pero poco a poco se acercó a mí hasta estar muy Cerca podía ver cada arruga de su rostro y sus dientes podridos que desgracia habrá pasado esta mujer para acabar de esta manera con una sonrisa me mostró el collar que tenía entre sus manos era una hermosa piedra de Rubi en forma de gota con una base de plata con una cinta negra para atar al cuello 

Su belleza era indescriptible y el rubí brillaba como si fuera una estrella. Mis ojos no dejaban de ver esa hermosa piedra. Con mis dedos toqué el colgante, a lo que la anciana tomó mi mano derecha, dejando la piedra en mi mano. Su ojo se tornó de un dorado brillante.

—Una hilera de dientes está en su destino, son tres, caminan a cuatro patas, pelo negro y ojos oro. Su destino está unido— palabras sin sentido salían de la mujer con la vista perdida en mi mano de un momento a otro. Su mirada perdida y su ojo desaparecieron volviendo a la dulce sonrisa que me había dado hace unos momentos. 

—No me preste atención mi reina, solo soy una anciana loca, cuide este collar y no se lo quité— dejo el collar en mis manos dándole algunas palmadas 

—Mi hermano será reí no yo— dije mirándola algo confundida

—Está en su destino, mi reina — dio una pequeña reverencia y se dió la vuelta para alejarse. 

—Espere, señora, no se vaya déjeme darle algo— metí la mano en mi capa y tomé una manzana y un saco con algunas monedas de cobre que me habían quedado después de comprar cosas en el pueblo planeaba usarlas para comprarme un vestido, pero ya tengo suficiente y la señora de seguro las usará mejor que yo 

La anciana me aceptó lo que yo le di, me abrió los brazos y me acerqué a ella aceptando su amable gesto. Susurrando a mi oído, se alejó de mí

Fergus salió por fin de la casa del herrero con una espada nueva. Muy emocionado, desenvainó un poco la espada para que viera su filo.

—¿Qué quería la anciana majestad?— 

—Me dio un obsequio y un consejo— saqué mi mano de mi capa para mostrarle el collar, él lo tomó y me ayudó a colocarlo en mi cuello sobre el otro que me había hecho mi padre, que también tenía un rubí. 

—¿Y qué consejo le dio?—comenzando a caminar de nuevo hacia el castillo, dudé en decirle. 

—No sé si tiene algún sentido, pero me dijo "Una bruja siempre convierte su dolor en poder", ¿qué crees que quiso decirme?—Fergus alzó ambos hombros, no le di mucha importancia. Al llegar a las puertas del castillo, entramos por la parte trasera. Un guardia se acercó a Fergus y le susurró algo al oído

—Mi Leidy, es la reina que se desmayó cuando llegaron aquí— no pude oír más

 corrí entrando por la cocina directo a las escaleras conocía el castillo porque ya había estado aquí de pequeña subí hasta la habitación que mis padres siempre utilizaban y entré sin tocar dentro mi madre estaba en la cama mi padre a su lado tomando su mano mis tres hermanos mayores estaban pegados a la pared esperando que el médico termine de revisar a mi madre

— Todo se ve bien, solo es cansancio por el viaje. Descanse, vendré a verla mañana— se levantó dando una reverencia y salió de la habitación. 

No vi quién más estaba ahí, solo me acerqué a mi madre sin escuchar lo que a mí alrededor se decía. Ella tomó mi mano y yo me arrodillé junto a su cama, acaricié su cabeza. 

—Te compré todas las manzanas que encontré, son deliciosas — le sonreí a mi madre 

—El bebé nacerá con forma de manzana—. Mi madre estaba bajo el efecto de la valeriana, lo que decía era incoherente. Me reí por sus ocurrencias, acaricié su cabeza hasta que se durmió. 

Me levanté lentamente tratando de no despertarla, a lo que mi padre me tomó del brazo y me sacó de la habitación. 

—¿Dónde demonios estabas?—

—Madre ha ansiado comer manzanas del norte desde que supo que se haría aquí la casa para el onomástico de Remiró,  así que decidí comprarle lo que ella deseaba quie mejor para comprarle que hace yo— Enojado se alejo de mi dejándome sola en el pasillo.