Sombras De Seúl

Jiwoo observó el colgante en su mano mientras el amanecer comenzaba a teñir el cielo de un tenue anaranjado. Estaba sentada en el borde de su cama, incapaz de dormir. Hyunwoo se había quedado en el sofá, con el libro a su lado, inmerso en un sueño inquieto.

El silencio de la casa era una invitación peligrosa para sus pensamientos, y su mente pronto comenzó a divagar hacia el pasado. Hacía un día que había intentado olvidar.

Diez años atrás Jiwoo tenía doce años cuando conoció por primera vez el miedo real. Era una tarde lluviosa en Asan, el pueblo donde vivió durante su infancia. El aire estaba cargado de humedad, y el sonido de las gotas golpeando el techo llenaba la pequeña casa que compartía con su madre y su abuela.

La tormenta había cortado la electricidad, dejando la casa en penumbras. Jiwoo recordaba estar sola en la sala, jugando con un rompecabezas cuando algo extraño ocurrió.

Un frío inexplicable llenó el aire, y el rompecabezas que tenía frente a ella comenzó a desmoronarse, como si una fuerza invisible lo hubiera golpeado. Jiwoo levantó la vista, y lo vio.

Era solo un destello, una sombra más oscura que la noche, moviéndose en la esquina de la habitación.

—Jiwoo, no lo mires —la voz de su abuela la sacó de su parálisis. La mujer había aparecido en la sala, sujetando el colgante que ahora llevaba siempre consigo.

—¿Qué es eso? —preguntó Jiwoo, su voz temblorosa.

Su abuela no respondió de inmediato. En cambio, colocó el colgante alrededor del cuello de Jiwoo y apretó sus hombros con fuerza.

—Escucha, este lugar guarda más de lo que la gente ve. Hay cosas que no entiendes, pero nunca debes enfrentarlas sin protección. Este colgante te mantendrá a salvo.

Antes de que Jiwoo pudiera preguntar más, su madre entró a la sala, y la tensión se desvaneció como si nunca hubiera existido.

Hyunwoo también tenía recuerdos de su infancia que lo perseguían. La primera vez que vio a Jiwoo, fue en su primer día de secundaria. Ambos habían terminado en el mismo club de arte, aunque Hyunwoo apenas se relacionaba con los demás.

Una tarde, mientras esperaban que la lluvia cesara, Hyunwoo notó que Jiwoo parecía distraída, dibujando un bosque en su cuaderno. No podía evitar fijarse en los detalles: los árboles oscuros, la niebla espesa, y en el fondo, una figura apenas visible.

—¿Qué es eso? —preguntó, acercándose.

Jiwoo cerró el cuaderno rápidamente, como si quisiera esconderlo.

—Nada. Solo... algo que soñé.

Hyunwoo no insistió, pero desde entonces comenzó a fijarse más en ella. Había algo en su mirada, una melancolía que no correspondía a alguien de su edad.

Unas semanas después, Jiwoo lo encontró sentado solo detrás del edificio principal, mirando hacia el cielo nublado.

—¿Por qué siempre estás aquí? —le preguntó.

—Es tranquilo. Nadie me molesta.

—¿Te gusta estar solo?

Hyunwoo se encogió de hombros.

—A veces es mejor así.

Jiwoo se sentó a su lado, cruzando las piernas.

—A veces. Pero no siempre.

Ese fue el inicio de una amistad que con el tiempo se fortaleció. Sin embargo, ambos sabían que había cosas que no compartían, secretos que preferían mantener enterrados.

Una noche, cuando Jiwoo tenía catorce años, Hyunwoo desapareció. Nadie supo exactamente dónde había estado, y cuando regresó al cabo de dos días, no quiso hablar al respecto.

Pero Jiwoo lo sabía. Lo vio en sus ojos: miedo, algo quebrado. Intentó preguntarle varias veces, pero Hyunwoo siempre evitaba el tema.

Un año después, Jiwoo encontró un dibujo en su cuaderno que Hyunwoo había olvidado en la biblioteca. Era el bosque. El mismo bosque que ella había dibujado en su infancia.

—¿Por qué dibujaste esto? —le preguntó.

Hyunwoo la miró, su rostro serio.

—Porque yo también lo soñé.

Ese fue el momento en que ambos se dieron cuenta de que compartían algo más que una amistad. Había un vínculo oscuro que los conectaba, aunque ninguno sabía exactamente qué significaba.

De vuelta en la casa, Jiwoo salió de su trance cuando Hyunwoo se movió en el sofá, murmurando algo en sueños. Se acercó a él, tocando suavemente su hombro.

—Hyunwoo, despierta.

Él abrió los ojos de golpe, como si hubiera estado atrapado en una pesadilla. Respiraba con dificultad, y sus manos estaban tensas, apretando el libro que había estado leyendo antes de quedarse dormido.

—¿Estás bien? —preguntó Jiwoo, preocupada.

Hyunwoo asintió lentamente, sentándose.

—Soñé con el bosque otra vez. Pero esta vez... tú también estabas allí.

Jiwoo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

—¿Qué estaba haciendo?

Hyunwoo la miró directamente a los ojos.

—Estabas frente al espejo. Pero no eras tú.

El silencio entre ellos fue casi palpable, cargado de preguntas que ninguno sabía cómo responder.

—Tenemos que volver al bosque —dijo Jiwoo finalmente, su voz firme.

Hyunwoo asintió, pero su mirada permaneció inquieta.

—Sí. Pero esta vez tenemos que estar preparados.