Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Celebrar
Val
–Ella está bien –susurro–. Respira.
Ming respira profundamente mientras ambos vemos a Renji caminar por el pasillo al lado de una orgullosa Mei.
–Se ve tan contenta –dice Ming y yo sonrío.
–Se ve preciosa –digo y tomo su mano para ofrecerle consuelo.
La mujer que estamos viendo caminar al lado de Renji, con una hermosa sonrisa que ilumina todo su rostro, está viviendo los últimos días de su vida, y todos somos conscientes de ello.
Miro los ojos oscuros de Ming, y mi corazón duele, está sufriendo, puedo verlo en sus ojos y en cada gesto de su rostro.
–Hey –lo llamo–. Algún día nosotros estaremos acompañando a nuestro hijo o hija por ese pasillo –agrego mientras sostengo su mejilla en mi mano.
Ming sonríe. Es la primera vez que digo en voz alta que el hijo que estoy esperando es nuestro.
Espero no equivocarme, porque lastimarlo es lo último que quiero hacer.
Toma mi barbilla. –Así será, cariño. La acompañaremos por el pasillo para entregarla al hombre que más la amará en su vida después de yo.
–¿La? –pregunto con una sonrisa tímida–. ¿Crees que será un niña?
Ming asiente. –Creo que sería una linda posibilidad –susurra y luego deja un suave beso en mi mejilla–. Gracias por la distracción.
–¿Soy tan obvia? –pregunto cuando Renji llega al final del pasillo y ayuda a Mei a sentarse en la primera banca.
–Siempre he podido leerte, hermosa –dice besando la cima de mi cabeza–. No hay nada que puedas ocultar de mí.
–Yo no estaría tan segura de eso –devuelvo. Después de todo nunca ha podido leer en mis ojos cuánto lo amo.
¿Será que yo tampoco puedo leer en los suyos su amor?
–¿Qué me ocultas? –pregunta con una sonrisa tirando de sus labios.
Tomo una profunda respiración antes de contestar: –Creo que nunca has podido leer mis verdaderos sentimientos por ti.
Ming me mira por lo que se siente una eternidad antes de preguntar: –¿Qué sentimientos?
Todo el mundo jadea cuando las primeras notas de la marcha nupcial irrumpen en el enorme jardín. Me giro y sonrío cuando veo a Emma caminar por el pasillo con la frente en alto, orgullosa y preciosa.
Su padre va a su lado, orgulloso y feliz.
Un dolor inunda mi pecho cuando soy consciente que mi papá no estará en el día de mi boda. Ni él ni mamá. Alejo ese dolor y me concentro en la boda.
Al otro lado de la novia, va Dylan caminando con la frente en alto y con una enorme sonrisa en su rostro, enseñándonos cuánto ama a su madre.
Luego miro a Renji, quién no puede ocultar la emoción que le provoca ver a la mujer de su vida caminar hacia él. Suspiro al ver esa mirada llena de amor y dicha.
Todos los padrinos y madrinas nos levantamos de los asientos designados y caminamos hasta formar una línea detrás de cada novio.
El bouquet de flores en mis manos resbala y tengo que secar mis manos en mi vestido y sujetarlo con fuerza.
Renji toma la mano de Emma y la mira en todo momento mientras la juez avanza con la boda. Es como si no se atreviera a dejar de verla por miedo a que desaparezca de su vista.
Que bello es el amor.
Renji tose para aclarar su voz cuando la jueza le da unos minutos para sus votos.
–La peor noche de mi vida me empujó a tus cálidos brazos, preciosa, y desde entonces has estado clavada, aquí, –dice golpeando su pecho–, en mi corazón, y no quisiera que fuera de otra manera. –Toma el rostro de Emma entre sus manos y la acerca por un beso, que nos hace sonreír a todos, antes de continuar–. Me enseñaste cómo amar, y me mostraste una felicidad que nunca creí poder experimentar. –Mira a Dylan y sonríe–. Me has dado el mejor regalo que puede recibir un hombre; un hijo –susurra y yo miro a Ming, quien me sonríe con la emoción brillando en sus ojos–. Te amo, preciosa, y sé que no soy bueno con las palabras, pero te demostraré cuánto te amo cada día de mi vida.
Emma tira de la camisa de Renji y lo acerca por otro beso.
–Te amo –susurra–. Te amo desde el día que me rescataste del infierno en el que vivía. Eres mi salvador, quién me enseñó a amar y a disfrutar de una caricia amorosa –dice con una sonrisa preciosa–. A tu lado puedo soñar y ser feliz sin miedo a mi pasado. Ahora mi vida está llena de sonrisas y de amor… Tanto amor –susurra mirando a Renji con el corazón en los ojos–. Te amaré hasta el último día de mi vida, y cuando sea parte del viento y de las flores que crecen en los montes, te seguiré amando, porque mi alma no puede concebir trascender sin amarte. Somos parte de ti –agrega y toma la mano de Renji–. Yo, Dylan –susurra y coloca la palma de Renji sobre su vientre–, y el bebé que estamos esperando.
Todos jadeamos, incluido Renji, que parece haber recibido un golpe en el estómago, porque apenas puede respirar.
–Quería sorprenderte –dice Emma.
Renji se recupera y abraza a Emma, levantándola del suelo. Ambos se sonríen mientras giran, olvidándose de todos nosotros.
–¡Tendré una hermanita! –le grita Dylan a Colin.
–¡Genial! –le devuelve Colin–. Podrás verla vomitar.
Todos nos reímos y luego vemos como Renji besa a Emma por largos segundos, sin molestarse en voltear a vernos.
–Creo que no queda más que agregar que declararlos marido y mujer –dice la jueza con una sonrisa.
Todos aplaudimos mientras los novios siguen en su burbuja personal.
–Que boda tan preciosa –solloza Mel a mi espalda y no puedo estar más de acuerdo.
–Sí que lo es –le aseguro sin poder apartar la vista de los novios.
Ming se materializa a mi lado y toma mi mano. –Tenemos que hablar –dice con una docena de emociones pululando en sus hermosos ojos.
El descorchar de una botella de champaña interrumpe nuestra conversación.
–¡Ahora a celebrar! –grita Mauro y comienza a lanzarnos champaña a todos–. Música –exige al Dj que está en una tarima al final del jardín–. Ahora sí es una fiesta –agrega antes de tomar mi mano y arrastrarme a la pista de baile.
Me giro para mirar a Ming, pero Mauro toma mi barbilla.
–No te preocupes por él –dice Mauro con esa sonrisa quita bragas–. Enseñémosle a ese bebé cómo bailar.
Sonrío y me dejo guiar en sus brazos.
Supongo que Mauro tiene razón, ahora es momento de celebrar.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬