Dulce Substitución

Pasé todo el día preocupado por ella, deseando que volviera pronto a casa. Pero cuando llegó y me contó sobre el chico que le pidió que fuera su novia, mi cuerpo entero estalló. Quería ir a la escuela solo para mostrarle que Amélia ya va a casarse conmigo, que ella es mía, solo mía.

Voy a tener que hablar con Edson para adelantar esa boda, o voy a terminar perdiéndola por un idiota novato... Maldita sea, nunca he sido un hombre obsesivo, nunca he tenido esta historia de que solo es mío, porque nunca he sido de nadie. Entonces, ¿por qué con ella es diferente?

Nuestros momentos son tan buenos. Nunca pensé en estar con una virgen, y mucho menos con la personificación de la inocencia que entró en mi vida. ¿Para arruinar mi psique? Sin duda, pero el hecho es que estoy disfrutando mucho de esos momentos de placer que compartimos.

Me acomodo entre sus muslos, ya que no quiero penetrarla todavía, especialmente así, debajo de la ducha. Ella también está disfrutando esas sensaciones, pero no sabe lo dolorosa que puede ser la penetración para ella. Si es que voy a hacerlo, tiene que ser con calma. Necesito estar más relajado para no ser precipitado y terminar siendo demasiado ansioso.

Vuelvo a hacer movimientos hacia adelante y hacia atrás, pero esta vez me inclino un poco para alcanzar su pequeño clítoris. Lo masajeo mientras continúo con mi ritmo. Ella echa la cabeza hacia atrás, apoyándose en mi hombro, gimiendo suavemente.

Acelero un poco más al sentir que estoy a punto de llegar al clímax, pero antes que yo, ella se libera, convulsionando todo su cuerpecito en mis brazos. Acelero más el ritmo y me detengo, viendo mi semen esparcido en el suelo del baño. Pierdo un poco el equilibrio, y me apoyo en la pared, llevándola conmigo.

— Eso... eso fue muy bueno también. — Ella dice, sin aliento, y yo beso su cuello. — Quiero hacer esto todos los días, ¿podemos?

— Claro que sí, podemos hacerlo siempre que tú quieras. — Ella se aparta solo para girarse hacia mí. — Pero no lo olvides, Amélia, solo puedes hacerlo conmigo. No puedes mostrar tu cuerpo a nadie más que a mí.

— Lo entendí. Solo puedo hacerlo contigo y solo puedo ver tu pene, ¿verdad?

— Exactamente. Si ese chico se atreve a acercarse, tú le das una lección. No dejes que te toque, eres mi prometida. — Tengo que hablar así, pues sé que por su inocencia, muchos querrán aprovecharse, y si ese tipo ya se dio cuenta de que ella es inocente, intentará algo.

— Está bien. — Ella se estira para darme un beso, y yo inclino mi rostro para besarlo, sosteniéndola por la cara. Ella pasa la mano por mi pecho y sube hasta mi hombro. Toca la cadena que me dio y se aparta. — ¿Prometes que nunca la quitarás?

— Prometo, si tú me prometes que no quitarás la tuya. — Ella sonríe, moviendo la cabeza en señal de promesa. Es tan cursi, pero tan encantador al mismo tiempo. Ella junta los dos colgantes y nuestros cuerpos una vez más y vuelve a besarme.

(...)

Después de darnos un baño el uno al otro, seguimos a nuestra casa. Sí, nuestra, porque ahora quiero que ella duerma conmigo todos los días. Mañana le diré a Lira que traiga toda su ropa a nuestra habitación, porque pronto seremos marido y mujer, así que no hay necesidad de que tenga otra habitación. La abrazo contra mi cuerpo y me duermo sintiendo su perfume.

"Sueño on"

— ¿Eres feliz? No puedes tener esto. ¿Sabes lo que hiciste con nosotros? — Mi padre me habla como si me estuviera regañando, algo que nunca había hecho en mi vida. — Arruinaste nuestra vida y también vas a destruir a esta niña.

— Eres un monstruo, James. Pensé que había creado a un hombre, pero eres un asesino, asesino... asesino... asesino...

"Sueño off"

Despierto y me siento en la cama con todo, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que fue otra pesadilla. Paso la mano por mi rostro y escucho la voz de Amélia.

— ¿Otra pesadilla? — Solo asiento con la cabeza. — ¿Por qué vienen a asustarte?

Sigo callado, porque si digo algo, ella descubrirá el monstruo que soy. Ella se levanta y se sienta en mi regazo, colocando una pierna a cada lado. Y como estamos desnudos, siento el calor de su vagina justo encima de mi pene.

— Conversa conmigo, cuéntame qué te ha pasado. Sabes, nunca tuve a quién contarle las cosas que mi padre hacía conmigo, pero tenía una muñeca de trapo que una de las mujeres que trabajaba para mi padre me dio. Ella dijo que sería mi amiga, y yo le contaba todo. Claro, no me respondía, pero solo el hecho de hablarme ya me hacía sentir mejor.

— No quiero contarte eso. Eres tan dulce que tengo miedo de que me juzgues y no quieras quedarte más aquí conmigo.

— ¿Cómo no voy a querer quedarme contigo si todo lo que has hecho por mí es bueno? Me estás dando una vida que nunca tuve, y si un día me mandas a irme, te imploraré de nuevo para que me dejes quedarme.

Paso la mano por su rostro. Ella es tan perfecta que siento que mi sueño está hablando la verdad. No puedo quedarme con ella, no la merezco. Es tan buena y despierta la bondad en mí. Siento que ella me está cambiando. Después de 10 años en soledad, odiando a todo el mundo, hoy ya no siento eso cuando estoy a su lado.

— Creo que no funcionaremos, Amélia. Es mejor que te vayas. Te daré todo lo que necesites, una casa, seguirás con tus estudios y te graduarás...

— ¿Por qué? — Me interrumpe, curiosa pero con la cara enojada.

— Porque no te merezco. Eres demasiado para mí. Eres el ángel y yo el demonio, ¿entiendes?

— No eres un demonio para mí. Al contrario, eres mi ángel salvador. Y no me iré. Nos casaremos como dijiste y disfrutaremos todos los días como me prometiste.

— Amélia... — Ella sostiene mi rostro y me besa. Dios mío, ¿qué hago?