"Y si alguna vez te lastimé, sabes que también me lastimé a mí mismo. No estoy tratando de ser cualquier tipo de hombre, solo intento ser alguien a quien puedas amar, confiar y comprender."
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Hay violencia en tus ojos
Me quedé mirando por la ventana, observando cómo el sol comenzaba a despuntar en el horizonte, pero mi mente estaba atrapada en una espiral de preguntas. ¿Cómo demonios había llegado Terry a formar parte de mi vida? Era sospechoso, misterioso y, a decir verdad, sabía que había hecho cosas malas. Lo había visto en sus ojos vacíos, en sus gestos mecánicos. Entonces, ¿por qué seguía permitiendo que se quedara aquí? ¿Por qué me exponía a su oscuridad?
Terry no era bueno para mi vida. Eso lo tenía claro. Sin embargo, ahí estaba, acostado en mi sofá, respirando tranquilamente como si no tuviera una bala en el hombro. Me daba mala vibra solo verlo. Me sentía como un imbécil por permitirlo, por no mandarlo a la mierda cuando tenía la oportunidad. Pero había algo en él que me intrigaba, una especie de envidia retorcida hacia su capacidad para no sentir nada. Esa indiferencia absoluta, esa frialdad. En un mundo de grises, Terry era el blanco y negro que nunca vacilaba.
Finalmente, Terry abrió los ojos y suspiró, moviéndose como si no tuviera una herida que debería haberlo dejado fuera de combate. Sus ojos se encontraron con los míos, y un escalofrío recorrió mi espalda. Era como si me mirara no como a una persona, sino como a un objeto.
—¿Qué miras?— preguntó, su voz cortante como siempre.
—Intento descifrar qué coño estás haciendo aquí,— respondí, sin ocultar mi irritación.
—Descansando,— dijo con indiferencia, como si fuera la respuesta más obvia del mundo.
—Sabes, eres un maldito enigma,— le dije, dejando escapar un suspiro de frustración. —No sé por qué te dejo quedarte aquí.—
—Porque me necesitas,— dijo Terry, sin emoción alguna, como si fuera un hecho irrefutable.
—¿Necesitarte? No jodas,— respondí, riéndome amargamente. —Lo único que haces es traer problemas.—
—Quizás,— concedió, sin inmutarse. —Pero también te hago recordar lo que es vivir en el borde, sin nada que perder.—
—Eso es una mierda y lo sabes,— dije, cruzándome de brazos. —No eres más que un maldito parásito.—
—Y sin embargo, aquí estoy,— respondió, levantándose lentamente del sofá. —Sigues abriéndome la puerta.—
Lo miré mientras se enderezaba, como si la bala en su hombro no fuera más que una molestia menor. Su capacidad para soportar el dolor, su indiferencia hacia el sufrimiento, todo eso me daba escalofríos. Había algo profundamente perturbador en su forma de ser, en esa mirada que parecía atravesarme sin ver realmente nada.
—¿Por qué estás aquí?— pregunté, finalmente. —¿Qué es lo que realmente quieres?—
—Eso,— dijo, señalándome con una mirada intensa, —es algo que ni siquiera yo sé todavía. Pero lo descubriré. Y tú estarás ahí para verlo.—
Me quedé en silencio, mirando cómo volvía a sentarse, como si la conversación no hubiera significado nada para él. Me sentí atrapado, impotente, y al mismo tiempo, extrañamente fascinado. Terry era una contradicción viviente, una sombra que se deslizaba en mi vida sin previo aviso. Y mientras más intentaba alejarme de él, más profundo parecía caer en su mundo.
—Si sigues aquí,— dije finalmente, —Al menos ayuda en la casa.—
Terry no respondió. Solo me miró, y aunque odiaba admitirlo, había una parte de mí que envidiaba su capacidad para no sentir, para no ser arrastrado por las emociones que me estaban destruyendo lentamente.
Suspiré profundamente, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros. Pasé una mano por mi cara, tratando de borrar el cansancio y la frustración.
—Al menos déjame llevarte a la clínica,— le dije a Terry, sabiendo que sería un infierno sacarle la bala yo mismo en casa.
Terry me miró, sin rastro de emoción. —Está bien,— aceptó sin más, como si fuera una simple salida al supermercado.
Lo ayudé a levantarse, mi brazo pasando bajo el suyo para darle apoyo. A pesar de la herida, se movía con una sorprendente facilidad, casi como si el dolor no lo afectara en absoluto. Mientras salíamos de mi apartamento, no pude evitar pensar en lo bizarro que era todo esto.
—Sabes,— dijo Terry de repente, —eres una buena persona a pesar de querer hacer parecer lo contrario.—
Giré los ojos, sintiendo una mezcla de irritación y resignación. —Prefiero cuando no hablas, Terry.—
El trayecto hacia la clínica fue silencioso. El coche avanzaba lentamente por las calles aún medio vacías a esa hora de la mañana. Al llegar, llevé a Terry directamente a urgencias. El doctor, un hombre mayor con rostro curtido por años de servicio, nos recibió sin hacer muchas preguntas. Parecía haber visto ya de todo.
—¿Qué tenemos aquí?— preguntó, inspeccionando a Terry con una mirada profesional.
—Una bala en el hombro,— respondí secamente. —Necesita que se la saquen.—
El doctor asintió, como si esto fuera lo más normal del mundo. —Muy bien, vamos a verlo.—
Terry se dejó examinar sin emitir sonido alguno, ni siquiera una mueca de dolor. Su capacidad para soportar todo esto con una indiferencia total era perturbadora. El doctor trabajaba rápido, limpiando la herida y preparando los instrumentos para extraer la bala.
—Esto va a doler,— advirtió el doctor, aunque parecía más un formalismo que una verdadera preocupación.
Terry simplemente asintió. Yo observaba desde la silla, tratando de mantenerme frío y sereno. La bala salió con un sonido metálico, y el doctor procedió a limpiar y coser la herida con eficiencia.
—Va a necesitar descanso,— dijo finalmente el doctor, dirigiéndose a mí. —Y antibióticos para prevenir la infección. Manténgalo limpio y evite que haga esfuerzos con ese brazo.—
Asentí, agradeciendo con un leve movimiento de cabeza. —Gracias, doctor.—
Terry se levantó de la camilla con la misma calma que siempre. Nos dirigimos de vuelta al coche, y durante el trayecto de regreso a casa, el silencio volvió a imponerse entre nosotros. De alguna manera, el mutismo era más cómodo que cualquier intento de conversación.
—Gracias,— dijo Terry finalmente, rompiendo el silencio con su voz desapasionada. —No tenías que hacer esto.—
—No me lo agradezcas,— respondí, frívolo. —Solo no quiero un cadáver en mi apartamento.—
Terry soltó una especie de risa, sin alegría. —Eres una caja de sorpresas.—
—Sí, bueno, tú también, Terry. Una jodida caja de Pandora.—
Dejé escapar un suspiro cuando llegamos a mi casa. Lo ayudé a entrar, asegurándome de que no hiciera demasiados movimientos bruscos. Una vez dentro, lo instalé en el sofá nuevamente.
—Manténte tranquilo,— le ordené, mirando su figura que parecía no haber cambiado ni un ápice después de todo lo ocurrido.
—Entendido,— respondió Terry, cerrando los ojos como si todo esto no fuera más que una pequeña interrupción en su día.
Me alejé, sintiéndome extrañamente agotado. Todo esto, Terry, mi vida sin Summer, la soledad, era un peso constante que llevaba a cuestas. Me preguntaba si alguna vez encontraría una salida a este laberinto.
w(°o°)w impactada, vida difícil la de Terry :(
pero al final si la encontré, los milagros existen 🙏🏾😭
te trataba como una cucaracha con kk y tú todavía eres dependiente a el
patético