No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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Obsequios.
Flor Inés Villamizar
Mi teléfono suena, observo su pantalla, es Lena, asumo la razón por la que llama.
—Hola
—¿Qué le hiciste a mi hijo? Esta mañana te entregué un chico feliz e ilusionado y me regresas a uno alterado.
—No le hice nada, simplemente escucho algo que no debió.
—¿Qué cosa escucho?
—¿Tuviste algo qué ver con René? —¡Eres increíble Flor! —Es lo último que oigo, antes de que cuelgue la llamada. De la ira lancé el móvil contra la pared, el cual quedo hecho pedazos.
El domingo, no me quise levantar y me dediqué a ignorar al mundo.
El lunes regresé a la rutina, pasé por Gaby muy puntual a las 5 de la mañana. Subió al auto y lo coloqué en marcha.
—¿Por qué no contestaste el teléfono? — es su saludo.
—Sufrió un accidente y estoy sin teléfono, —respondo.
—¿Estás bien? —Indaga. Me sorprende que ella se preocupe por mí.
—Claro, como nunca sonrío —amargamente.
—Está bien si no quieres hablar.
El resto del camino fuimos en silencio. La dejé en su colegio, luego me dirigí a la oficina.
Ingreso y lo primero que escucho es a Amalia reprochándome.
—¿Por qué tienes el teléfono apagado? La diseñadora de eventos, necesita que le confirmes la decoración. El director de ceremonia quiere que le envíes las fotos, al igual que el encargado de la publicidad...
—A tu primera pregunta sufrió un accidente, envía que me consigan uno. A la segunda pregúntale a René como va con ellas.
—¿Estás enferma? — interroga Amalia
—¿Por qué lo estaría? —Le pregunto. Mientras ella comienza a tocar mi rostro.
—¿Qué haces?.
—Verificando que no tengas fiebre.
—¿Porque tendría?
—Por qué no deseas ir donde el bombón, teniendo la excusa perfecta. Es una clara señal de que algo paso y no estoy enterada — responde. La metiche de mi asistente.
—Disculpen señoritas, Busco a la señora Flor Inés Villamizar. —dice el mensajero que acaba de ingresar, con un hermoso ramo de tulipanes y una caja de regalo.
—Soy yo —contesto. Me ilusiono ante el hecho de pensar, que quizás sean de René y que no olvido mi cumpleaños.
—Son para usted, por favor firme aquí —habla el repartidor. Realizo lo que me pide. Me entrega las flores y la caja de regalo, las llevo y las coloco sobre mi escritorio y procedo abrir la tarjeta.
—No sabía que tuvieras un admirador —dice Amalia. Esperando que lea el sobre.
—Tampoco estaba enterada.
—lee, la tarjeta con eso salimos de las dudas. ¿Quién será el príncipe? —cuestiona Amalia con una sonrisa pícara.
Al destapar el sobre, lo primero que diviso es la letra. Estaba a punto de leerla cuando escucho.
—Buenos días, Flor —es el hombre al que últimamente tengo en mis sueños. Quien ha llegado.
—Buenos días, René.
—¿Y esas flores hay alguna fecha en especial? —Indaga. Ya sabia por la letra de la tarjeta que no eran de él, pero dentro de mí guardaba la esperanza que recordará mi cumpleaños.
—No hay nada en especial, solo un obsequio de un amigo, que regreso a la ciudad —respondo quitándole importancia al obsequio.
—¿Vengo a saber cómo estás? Gaby me llamo y quedó preocupada por ti.
—Bueno, alguien que se preocupa por mí —susurro.
—También estaba preocupado, incluso te llamé varias veces —dice. No esperaba que alcanzará a escucharme.
—Ah. Gracias, —Cambio de tema. —¿Cuéntame cómo van las fotos? —detesto las miradas de lástima y los sentimientos.de compasión.
—Buen día, Amalia — la saluda René.
—Buenos días, René, y hasta lueguito. Voy a encargar tu nuevo teléfono y contestar algunos correos, —habla mi secretaria girando hacia la puerta. Y al llegar a la cerca de la salida, vuelve a girarse quedando frente a mí. —No desaproveches al bombón —deletrea con sus labios —que más quisiera que aún él sintiera algo por mí
—¿En qué íbamos? — Pregunto. Concentrarnos en las fotos es lo mejor, igual él se marchará al terminar.
—¿Qué le pasó a tu teléfono?
—Un accidente —respondo con dos sílabas. Mostrando mis pocas ganas de entablar una conversación.
—Entiendo. Las fotografías ya tengo las primeras, a eso vengo. Quiero que las veas —asiento y salimos hacia su estudio para poder revisarlas.
El resto del tiempo solo hablamos de trabajo, ni siquiera toco el tema del beso, o de mi cumpleaños. Para él fue un suceso sin importancia.
Regrese a mi oficina para continuar con la agenda del día. Había olvidado la tarjeta, la tomé en mis manos y la leí
📨 Feliz cumpleaños.
Preciosa, cada día te ves más hermosa. Te invito a cenar.
Paso por ti a las 6 de la tarde
El hombre que siempre te ha amado.
ATT. Arthur Evans.
Revise la caja de Regalo, es un juego de collar y aretes que siempre desee tener, perteneció a la Sultana Nazya. Fue subastado hace cinco años. Su precio fue de millones de Dólares a los cuales no poseo. Era un obsequio que debería regresar.
Las personas de mi pasado. Estaban regresando una a una. Arthur fue mi segundo esposo, con el que hacía más de 8 años no tenía contacto.
Él se casó nuevamente seis meses después de nuestro divorcio. Según supe incluso por Karla, quien también me comentó que no tardo mucho en ser padre. Consiguiendo así al heredero soñado.
Ahora no entiendo por qué ha regresado. Lo único cierto es que no quiero estar sola hoy.
Arnold, que es el único que siempre recuerda mis cumpleaños, debe estar intentando mantener una buena relación con René y por eso no me ha llamado.
Mi hermana me está odiando, aunque para mí las cosas no sean claras.
Karla, asumo que estará bien y no necesita de mí, porque tampoco me ha llamado.
Y pues, si la vida te da limones, aprende a hacer limonada.
Arthur no fue un mal hombre, sus únicos defectos eran querer un heredero y que no era René.
Quizás con el tiempo y superando mis miedos, hubiese aceptado ser madre de un hijo de mi primer amor. Pero es algo que ahora nunca lo sabré, él quizás no existe y nuestras vidas tomaron rumbos separados.
Además, como dijo Karla, René no me amaba lo suficiente para permanecer a mi lado.
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